Fotos: Javier Noceti / @javier.noceti
Hubo un mojón en la carrera de Laura Canoura que significó un dilema personal, íntimo, como artista. Era principios de los noventa y su canción “Detrás del miedo” sonaba todo el tiempo en todos lados, como “Cinco minutos” o “Despacito” en los últimos años. Si vos llegaste/como un augurio/inaugurando mis días, comenzaba la canción, y la propia Laura ya se hastiaba. Para cuando llegaba el estribillo (Y me dejaste el misterio/que no intenté descifrar/y me enseñaste esa cosa/que no sé cómo nombrar), solo la padecía, pero la seguía cantando, porque la gente la esperaba.
Fue entonces cuando tuvo el dilema. Se preguntó si seguiría cantando para los demás, para satisfacer el deseo ajeno, o si antes, como artista, debía estar ella conforme y sentirse plena con su repertorio. Ahí tomó una decisión: dejó de cantar, durante muchos años, su gran hit. Pero siguió cantando lo que le vino en ganas: melódicas, boleros, tangos, pop.
“Yo creo que salvo que vos hagas mucha plata complaciendo a los demás, después te encerrás en tu estudio y cantás solo para vos, y que nadie te escuche… Pero, ¿quién sobrevive a una cosa así, a un sistema tan tiránico? Entonces decidí complacerme a mí: por eso hice cosas diferentes siempre, canto lo que tengo ganas, armo los repertorios pensando en lo que me gusta a mí. A veces, contemplando el gusto de los demás, pero la mayoría de las veces contemplando el mío”, se sinceró. Después, con la madurez artística, se reconcilió con la mentada canción, que seguro cantará en la Sala Zitarrosa los días 6 y 7 de octubre, cuando presente su banda nueva.
Antes de ese hit (que también fue jingle de publicidad de yerba), la Canoura se inició en Rumbo como la única mujer de una agrupación emblemática en los años de la dictadura, luego fue solista apuntalada por Jaime Roos y el grupo Repique, representó a Uruguay en el Festival OTI de la canción en Europa, cantó como la Piaf y boleros para Manzanero. Y un día, cuando estaba en la cresta de la ola, al volver de la feria de su barrio, entendió que una nota de diario con muchos caracteres y fotos espléndidas podía terminar envolviendo los huevos que vende el feriante. Y ahí pasó a darle menos importancia a la fama.
A sus 65 años y más que vigente como cantautora, Canoura se apresta a cantar en dos formatos distintos con dos bandas distintas y dos repertorios diferentes, en Montevideo y en el interior. Y a desempolvar un proyecto que la llevó a estudiar e interpretar canciones de una treintena de compositoras uruguayas. Y no se anima a elegir su mejor espectáculo: siempre será el próximo.
“En Rumbo aprendimos todo arriba del escenario. Lo que uno sentía, pensaba y terminaba plasmando en las letras era lo que estaba pasando en ese momento, de una manera muy críptica, por supuesto”
¿Qué querías ser de niña, cuando fueras grande?
En mi época estaba de moda querer ser maestra o azafata. Pero sin demasiada convicción, como una cosa de niños. Nunca quise ser cantante ni actriz. Nunca me lo propuse como objetivo.
¿En qué momento descubriste tu vocación? ¿Hubo un episodio puntual?
Caramba… No sé todavía cuál es mi vocación. Ha sido algo tan natural en mí cantar, y seguir cantando. Desde chica canto.
Ponele que hubo dos etapas en las que supe que podía vivir de la música. Una, cuando estudiaba Arquitectura, y cuando estaba dando Estabilidad 2, una materia previa de cuarto, que había sido complicada, la preparé y la salvé con buena nota, pero ahí ya estaba con Rumbo a full, hacía tiempo ya. Me di cuenta que la facultad no me estaba proveyendo lo que yo había entrado a buscar, una cosa más social y de compartir. Me di cuenta que ya no me interesaba tanto, y sí me interesaba mucho más el ambiente de la música. Y me di cuenta que si me desarrollaba como cantante podía hacer la diferencia, algo que como arquitecta no lo iba a lograr nunca.
Y después, bastante más adelante, cuando mi hija ya tenía 4 años, yo trabajaba en Cema [Centro de Medios Audiovisuales] y ellos me ayudaron a tomar una decisión, digamos: cambió la dinámica de trabajo y de remuneración, y yo decidí pedir el despido, que me llamaran freelance cuando quisieran (cosa que nunca hicieron), pero yo ahí tuve que tomar una decisión y puse toda mi ingeniería al servicio de la música. Y no me arrepiento para nada.
Comenzaste tu carrera musical, formalmente, integrando el grupo Rumbo (creado en 1979), una agrupación de música popular uruguaya emblemática en los años de la dictadura. ¿Cómo recordás hoy esa etapa profesional?
La recuerdo con mucha alegría y diversión. En lo que a mí respecta, nunca tuve una intención militante dentro del grupo. Me daba cuenta que lo que hacíamos nosotros era importante, que la gente estaba esperando eso, estábamos en el lugar indicado en el momento adecuado. La gente necesitaba un pretexto para juntarse y nosotros necesitábamos un pretexto para hacer música. Fue genial porque crecimos arriba del escenario, aprendimos arriba del escenario. Cuando empezamos a cantar como Rumbo no sabíamos nada, el único que tenía más o menos una base era Mauricio [Ubal], porque ya hacía unas canciones increíbles. Bueno, Gonzalo [Moreira] y Gustavo [Ripa] también, porque venían de Canciones para no dormir la siesta, pero Carlitos [Vicente], Miguel [López] y yo éramos muy pichones, que recién empezábamos. Aprendimos todo arriba del escenario.
Lo que uno sentía, pensaba y terminaba plasmando en las letras era lo que estaba pasando en ese momento, de una manera muy críptica, por supuesto.
Precisamente, las letras tenían mensajes entrelíneas, para evadir la censura, pero se lo medían. Le medían el aceite a la dictadura. Entre muchas canciones en marcha camión, con letra de Mauricio Ubal y Ruben Olivera, interpretaron un hit de resistencia como fue “A redoblar”. ¿Qué significó esa canción en esa época?
Cuando Mauricio la trajo al ensayo fue súper impactante, pero en mi recuerdo, por lo menos, no más que cualquiera que hubiera traído antes. A nosotros nos tomó por sorpresa. Yo, al menos, no advertí que fuera a transformarse en lo que se transformó. Cuando sacamos “A redoblar”, yo me fui a México a ver a mi hermana Cristina, que estaba exiliada allá, y yo iba re fascinada con el tema, allá lo escuchaban y no entendía nada: “¿Pero qué quiere decir?”, preguntaban. “¿Cómo que qué quiere decir? ¡Está clarísimo!”, le decía yo. Para nosotros, que hablábamos todo el tiempo así en todos lados, estaba claro. Ahí me di cuenta de lo coyuntural de la música.
Creo que esa situación desarrolló la poesía de Mauricio y de algunos otros compositores, como Ruben Olivera o [Fernando] Cabrera. Pero Mauricio desarrolló su don como letrista y como generador de melodías gracias a esa circunstancia de limitación.
Y el trío Las Tres junto a Estela Magnone y Mariana Ingold, ¿cómo lo recordás?
Divertido. No recuerdo por qué fue que empezamos a juntarnos, por alguna cosa que íbamos a hacer, y nos dimos cuenta que nos gustaba mucho preparar cosas juntas. Ahí se nos ocurrió hacer un espectáculo, la idea no era formar un grupo. De hecho, inicialmente Las Tres no era un grupo, era un espectáculo de tres intérpretes y nuestra máxima aspiración era tocar un fin de semana en La Barraca. Pero no solo era lindo y bueno lo que hacíamos, con un trabajo importante, sino que también entró una especie de veta y coyuntura: no había grupos de mujeres en ese momento (había existido Travesía, pero ya no existía más), en un momento muy fértil de la música popular (estaba La Barraca, una especie de club cultural, donde tocaba todo el mundo). Para nosotras fue una etapa fermental. En una época tocaba yo solista con mi grupo, otro día Las Tres y al tercero tocaba Jaime. Ya tenía como una efervescencia especial, lo recuerdo con alegría.
¿Cuánto significó Jaime Roos en la salida de tu primeros dos discos como solista (Esa tristeza y Puedes oírme)?
¡Todo! Si Jaime no me hubiera propuesto producirme un disco, yo no sé si hubiera sido solista. Yo estaba muy acostumbrada al trabajo grupal con Rumbo, no tenía la necesidad de tirarme sola. Un año antes hicieron un espectáculo no sé dónde, en el que iban a ver varias solistas (Estela Magnone, Cristina Fernández, Cecilia Prieto) y me vinieron a buscar a mí, y yo les dije: “No, no, yo no soy solista, yo canto en Rumbo”, casi como si fuera pecado la propuesta. Y, además, soy una gran negadora, me sale mucho más fácil el no que el sí —toda la vida fui igual—, esa vez tuve una intuición que me dijo: “No le digas que no a Jaime”. Y le dije que sí, con todo el temor del mundo, porque no tenía ni idea qué quería decir que él quisiera producir un disco mío, no tenía ni idea qué cantar fuera de lo que cantaba con Rumbo, no sabía qué me gustaba y qué no me gustaba.
Jaime fue súper paciente conmigo, tolerante, didáctico, no solamente en lo que tiene que ver con la música, sino con todo, con la producción, con el negocio, con lo comercial. Él estuvo muy cerca de mí en mis dos primeros discos, yo canté muchas veces como telonera de él. Fue muy importante en mis comienzos.
“‘Detrás del miedo’ tiene tres compositores: uno es Fernando Cabrera, que hizo la música, yo que hice la letra y Jaime que hizo el arreglo. Sin esas tres patas, yo creo que ‘Detrás del miedo’ no sería lo que es”
A principios de los 90, tu canción “Detrás del miedo” se transformó en un verdadero hit, que sonaba por todas partes. Años después, más acá en el tiempo, fue hasta jingle de una publicidad. ¿En algún momento te pesó el éxito de esa canción en particular? ¿Te presionó a pensar otro hit?
A ver, las canciones nunca las pensé como hit. Nunca, jamás. No tengo ese talento; quisiera tenerlo, pero no lo tengo. Esa canción se transformó en un hit, sin dudas. Mirado en retrospectiva, creo que pasaron varias cosas a la vez: ese disco, el que tiene “Detrás del miedo”, se grabó en el 85, yo ese año no hice nada, no lo presenté. Jaime tenía el cometido de producir el disco, no mi carrera solista. Y yo no supe qué hacer. Al poco tiempo me casé, en el 87 nació mi hija, y yo desvié mi atención a otras cosas, y el disco quedó ahí, como olvidado. Nadie sabía nada. En el 90 coinciden una cantidad de cosas: yo armé una banda para acompañarme, grabé un jingle para Diet Pepsi que colocó mi voz en las radios muchas veces durante el día. Era una canción, más que un jingle, y a mí me encantaba, porque como no cantaba pop habitualmente, era salir de lo de siempre. Y también en esa misma época, Casablanca, que era una productora de cine, le hace unos videoclips a Jaime, pero además, uno de los productores y fotógrafos, era mi novio en esa época. Y confluyen las cosas para que se hiciera el videoclip de “Detrás del miedo” ahí también. Como se hacía en esa época: todo el equipo re profesional de la productora, aprovechamos los sets y las horas que quedaban libres de una publicidad equis. Y ahí se filmaban los clips.
“Detrás del miedo” tiene tres compositores: uno es Fernando Cabrera, que hizo la música, yo que hice la letra y Jaime que hizo el arreglo. Sin esas tres patas, yo creo que “Detrás del miedo” no sería lo que es. El poder que tiene el arreglo y la producción del tema en esa época, que no se estilaba en esa veta del folklore pop, como después funcionó con otros (con coros masculinos, y el power de los arreglos). Todo confluyó: el jingle de Pepsi, el videoclip que está bárbaro y se sostiene al día de hoy, tiene unas imágenes imponentes. Pero me preguntaste si alguna vez entré en crisis con la canción: sí, estuve muchos años sin cantarla.
¿Querías demostrar que eras mucho más que esa canción?
¡Me aburrí! Empezaban los primeros acordes y yo decía “uy, basta”, deseaba que pasaran los tres minutos de tema. Pero creo que en el recorrido de un artista hay un punto clave como de inflexión en el que tenés que decidir si vas a hacer las cosas para complacer a la gente, a los que te escuchan y compran tus discos, o vas a hacer una carrera para complacerte a vos mismo. Yo creo que salvo que vos hagas mucha plata complaciendo a los demás, y después te encerrás en tu estudio y cantás solo para vos, y que nadie te escuche… Pero ¿quién sobrevive a una cosa así, a un sistema tan tiránico? Entonces decidí complacerme a mí: por eso hice cosas diferentes siempre, canto lo que tengo ganas, armo los repertorios pensando en lo que me gusta a mí. A veces, contemplando el gusto de los demás, pero la mayoría de las veces contemplando el mío. Por eso hubo un período largo en el que no quise cantar esa canción. Hace un tiempo me amigué con la canción, ya la canto nuevamente.
“Fui a la feria y me vendieron una docena de huevos. Cuando llegué a mi casa, desenvuelvo los huevos y estaban envueltos en una nota imponente de Sábado Show con fotos mías. Y pensé: ‘Esta es la realidad. Conviví con esto, Laura’”.
En algún momento fuiste la voz femenina uruguaya por excelencia. Recuerdo que representante al país en el Festival OTI de la canción, en Valencia. ¿Cómo te llevaste con la fama? ¿La disfrutaste o la padeciste?
En alguna etapa de mi vida, cuando era más joven, me generaba conflictos. Mi vida era como la vida de cualquier persona: con más trabajo o menos trabajo, con problemas económicos a veces, con problemas afectivos o de salud, como todo el mundo. Con la diferencia de que tenés una parte de tu vida súper expuesta. El pico de mi crisis fue una vez, con mi hija chica, yo vivía en Vázquez y Mercedes, y fui a la feria que quedaba a media cuadra de mi casa (en un pico de popularidad). Fui a la feria y me vendieron una docena de huevos. Cuando llegué a mi casa, desenvuelvo los huevos y veo que estaban envueltos en una nota imponente de Sábado Show con fotos mías. Y pensé: “Esta es la realidad. Si vos tenías alguna duda, esta es la realidad. Conviví con esto, Laura”.
Intenté alguna vez cuidar mi privacidad y… no, me di cuenta que no iba a ser una vida sana y digna tener que preocuparme por producirme para ir a la feria. Mirá que hay gente que se produce para ir al médico o la feria, eh. Yo no podría.
¿Cómo fue tu método de trabajo para interpretar a Edith Piaf, a pedido de Omar Varela? Te habrás pasado horas mirándola cantar...
Con la Piaf me pasó que Omar tuvo que insistir un poco para que yo dijera que sí. Porque yo no me imaginaba haciendo de la Piaf. Si bien estudié teatro y egresé de la escuela de teatro, no me siento actriz. En un país con actrices y actores de gran nivel, como que autoerigirme en actriz, me daba nosequé. No era una obra de teatro común; fue, quizás, uno de los primeros musicales que se hicieron acá. Y entonces sí en lo que refería a la música, lo veía más posible. La escuché mucho, bastante, durante un tiempo, saqué algunas características de ella que tenían que ver con ella y con la época. El idioma de hoy no es el mismo de hace 20, 30 o 50 años, y la voz no suena igual. Ella tenía un argot propio de la zona en la que había nacido, con una erre muy pronunciada. Y después, respecto a la postura física, fue Omar el que me fue ayudando a ubicarme en el escenario y tener una actitud acorde a la edad que tenía ella en el momento de esa canción. Y después, yo cantaba como cantaba yo. Me causaba mucha gracia que saliera gente diciendo: “¡Es igualita!”. Y nada que ver, ella tenía una voz increíble, mucho más clara y diáfana, más aguda también. Lo mío era Canoura haciendo la Piaf.
Has hecho canciones melódicas, románticas, boleros, tangos y blues. ¿Cómo podrías definir vos misma tu música?
Yo soy intérprete. Soy compositora, también, pero tres cuartos intérprete y un cuarto compositora. Mi música es tan ecléctica como lo soy yo. A mí me gusta tanto cantar un tema melódico con una buena letra, como un tango bien desgarrado, como me gusta cantar pop o folklore (que me encanta y está bien presente en mi repertorio). Soy medio ameba, me gusta mucho irme moviendo de acuerdo a la etapa y la sonoridad. Mi repertorio ahora, con esta banda nueva, no es igual al repertorio que tengo con Cantorcita con Carlos [Gómez], o al que tenía con la banda anterior. A veces coinciden algunos temas, pero la mayoría no.
“Hay muchos espectáculos importantes: cuando canté con la Filarmónica, la Piaf, cuando afloró mi universo como compositora. ‘Bolero’ era un espectáculo diferente a lo que yo había hecho hasta ese momento”.
¿Por qué dijiste que “Bolero, una noche de gala” fue el espectáculo más importante de tu carrera?
Esas son cosas que ponen los productores cuando arman la producción de un espectáculo, que dicho en el momento todo el mundo se lo cree, hasta los artistas. Pero “Bolero” no fue el espectáculo más importante de mi carrera, y yo sabía que no lo era. Si vos pensás que el que estás haciendo es el espectáculo más grande de tu carrera es como decir: “No voy a hacer más nada”. De mi carrera hay muchos espectáculos importantes: cuando canté con la Filarmónica, la Piaf, cuando empezó a aflorar mi universo como compositora. Lo que pasa es que “Bolero” era un espectáculo diferente a lo que yo había hecho hasta ese momento. Yo hacía un personaje arriba del escenario, era un repertorio recontra popular, de esos que abrís la boca y hasta que te vas está todo el mundo está súper conectado, o canturreando contigo o romanticando [sic]. Es un espectáculo que yo quiero pila. Siempre pienso que quiero volver a hacerlo, y después no se concreta.
Fuiste convocada por Armando Manzanero para un disco de boleros con figuras internacionales. ¿Cómo fue esa experiencia?
Es mi ídolo. De ese espectáculo de “Bolero” que yo había hecho antes, gran parte del repertorio eran canciones de él. Pero esas cosas siempre suceden a través de los sellos discográficos. El sello que me manejaba a mí en esa época, y que lo manejaba a él de manera internacional, querían hacer un disco de duetos que ya se había hecho en Europa, y ahora lo querían hacer con artistas latinoamericanos. Y tuve la suerte de que se les ocurrió que yo tenía que ser una de esas personas. Seguramente, algo le hicieron escuchar a él para que diera el visto bueno. Elegí un tema, lo grabé acá y él lo grabó no sé en dónde, y después mezclaron. No lo conocí. Y es raro porque como él tenía un cargo muy importante por la Sociedad de Autores de México venía muy seguido acá, por Agadu, Pero nunca me lo crucé. Así se hacen las cosas en los sellos discográficos.
¿En qué consiste Cantorcita, el show que presentás el 27 de agosto en el Teatro Macció de San José, el 1° de setiembre en el Politeama de Canelones?
Cantorcita es un espectáculo que venimos haciendo hace un año con Carlos Gómez. Surgió en plena pandemia, nuestras primeras presentaciones fueron en el teatro Circular de forma completamente acústica, sin enchufar ni él ni yo. Él tocaba la guitarra y yo cantaba, así nomás, sin micrófonos de ningún tipo. Fue en ese momento, como un llamador de Hammelin, para que la gente volviera al teatro, con protocolo, pero que volviera. Fue un ciclo divino, desde el hall se escuchaba lo que hacíamos y la gente hizo un silencio sublime. Nos gustó tanto eso que hicimos que quedamos entusiasmados, y decidimos hacer una gira por Montevideo. En ese momento no se podía salir por el interior, por el virus. Solo queríamos girar, por donde se pudiera.
Giramos acá en Montevideo, y acá hay una serie de salas lindísimas, muchas que yo no conocía y donde nunca había cantado. Estuvimos en Goes, en Peñarol, en Malvín, en la Lazaroff, en el Cerro donde está remozada. Y sacamos un disco, que se llama precisamente Cantorcita, que ahora tiene varias nominaciones en los Premios Graffiti, y nos tiene felices. Ahora vamos al Maccio [de San José] y al Politeama de Canelones, que son nuestras dos primeras salidas al interior.
El 6 y 7 de octubre te presentás en la Sala Zitarrosa de Montevideo, con otra banda…
En paralelo a Cantorcita, hace un mes que estoy preparando un espectáculo con banda nueva, donde están conmigo el Chapa Chapital, Martín Ibarburu en la batería, Nacho Mateu en el bajo y Jota Yabar en la otra guitarra. Estoy soñando, porque son tremendos músicos… Ahí voy a hacer algunas canciones que hace 30 años que no canto, de mis primeros discos, y que ellos “exigieron” tocar. Tanto es así que Martín Ibarburu pidió que hiciéramos la versión original de “Detrás del miedo” porque él se sabe todo el solo de bombo, y lo quiere tocar.
Y yo estuve durante toda la pandemia en un proyecto en el que estuve trabajando, que ganó el Fefca sobre compositoras uruguayas contemporáneas. Estuve toda la pandemia escuchando, escuchando, escuchando, seleccionando, haciéndole entrevistas a 30 de esas compositoras. Seleccioné 15 temas de esas 30 compositoras para grabar una maqueta que ya grabé. Pero esas canciones están ahí, entonces, a medida que se pueda, las quiero ir incorporando. Entonces, de aquellas viejísimas canciones, a algunas nuevas mías, y en el medio estas de las compositoras contemporáneas (están Julieta Rada, Samantha Navarro, Vera Sienra, Ana Prada, Estela Magnone, Florencia Núñez).
En tus inicios como artista fuiste una mujer muy comprometida políticamente (lo dicho, en el grupo Rumbo). Pero en tu carrera solista ya no se notó ese compromiso, no lo llevaste a tus canciones. ¿Por qué? ¿Pensaste que no te convenía comercialmente, quizás?
No, no… No me caracterizo por pensar qué es lo mejor para mí, al contrario. Soy muy impulsiva. Y, además, en las redes, que ahora existen, me manifiesto tal cual soy. Me cuido de no ser ofensiva con nadie, de no generar conflictos, pero opino sobre lo que me parece. Creo que Rumbo, además, si bien éramos todos politizados, nuestras canciones eran canciones que reflejaban el momento, desde todo punto de vista. Por eso perviven. Por eso Mauricio [Ubal] las puede seguir haciendo. Porque son canciones que trascendieron el tiempo y no quedaron ligadas a una coyuntura político-partidaria.
Yo no componía en Rumbo, yo cantaba y componían otros. Cuando hice mi carrera solista y compuse mis canciones, me pareció que no era necesario [escribir canciones con contenido político]. Yo compongo sobre mi círculo más pequeño e íntimo, yo no he avanzado mucho como compositora, no soy muy prolífica escribiendo. Yo hablo de lo que me pasa a mí, y de mis cercanías. Te diría que recién ahora vamos a estrenar un tema que compuse hace como 15 años, que nunca vio la luz, que habla de una situación hipotética en la dictadura. El que lo entiende, lo entiende; es una canción como cualquier otra.
¿Cuánto te importa la política hoy? ¿Militás en algún sector o partido?
Como persona, me interesa muchísimo. No milito en ningún lado, ya milité cuando era joven en Adempu, con la música popular y con Rumbo. Para mí fue suficiente. Ahora, en lo que a mi respecta, creo que son otros los que tienen que llevar las banderas, y son otras batallas, muy distintas a las que llevábamos en esa época. Acompaño en la medida que quiero y puedo.
¿Te sentís profeta en tu tierra? ¿Te sentís una artista querida por los uruguayos?
Sí, sí. Querida, sí. Pila. La gente conmigo es re cariñosa, en persona y por las redes, en general. A mí me resulta suficiente eso.
¿La vejez te preocupa? ¿O no te inquieta?
“No le tengo miedo al tiempo, si solo es envejecer”, dice una canción mía que la escribí cuando tenía menos de 40. Ahora, que tengo 65, sí, claro que me preocupa. Todavía me preocupa mucho la vejez de la gente que quiero, como mi madre, que tiene 98 y sigue viva, o de mis hermanas, que son más grandes que yo. Y la mía, por supuesto, porque ya no es lo mismo caminar 10 cuadras que cuando tenía 30, o volver a dormirme si me desvelo. Claro que me preocupa. Quiero una vejez tan plena como el resto de las etapas de mi vida.
¿Sos feliz?
Hoy, sí. Yo creo que la felicidad es como un collar de cuentas: algunas cuentas son perfectas, algunas son imperfectas. A veces en un collar que querés mucho le faltan algunas cuentitas, ¿no?