Por The New York Times | Li Yuan

Los chinos saben que en su país el internet es diferente. No existen Google, YouTube, Facebook ni X. Utilizan eufemismos en línea para comunicar las cosas que se supone que no deben mencionar. Cuando sus cuentas y mensajes son censurados, lo aceptan con resignación.

Viven en un universo paralelo. Lo saben; incluso bromean con ello.

Y ahora están descubriendo que, bajo una fachada repleta de videos cortos, livestreamings y comercio electrónico, su internet está desapareciendo a pedazos, y junto con él, su memoria colectiva.

El 22 de mayo, una publicación en WeChat que fue ampliamente compartida reportaba que casi toda la información publicada en portales de noticias, blogs, foros y redes sociales chinos entre 1995 y 2005 ya no se encontraba disponible.

“El internet chino se colapsa a un ritmo acelerado”, decía el titular. Como era de esperar, esa publicación fue rápidamente censurada.

“Creíamos que el internet tenía memoria”, decía la publicación de He Jiayan, un bloguero que escribe sobre empresarios de éxito. “Pero no nos dimos cuenta de que esta memoria es como la de un pez dorado”.

Es imposible determinar con precisión cuánto y qué contenido ha desaparecido. Aun así, hice una prueba. Utilicé el principal motor de búsqueda de China, Baidu, para buscar algunos de los ejemplos citados en el post del He, centrándome más o menos en el mismo periodo de tiempo, entre mediados de la década de 1990 y mediados de la década de 2000.

Empecé con Jack Ma, de Alibaba, y Pony Ma, de Tencent, dos de los empresarios de internet más exitosos de China. Ambos habían sido buscados por He. También busqué a Liu Chuanzhi, quien es conocido como el padrino de los emprendedores chinos: saltó a los titulares cuando su empresa, Lenovo, adquirió el negocio de computadoras personales de IBM en 2005.

También busqué resultados relacionados con Xi Jinping, el máximo dirigente chino, quien durante ese periodo fue gobernador de dos grandes provincias. Los resultados de las búsquedas de altos dirigentes chinos siempre están estrechamente controlados. Quería ver qué podían encontrar aquellos que estuvieran interesados en saber cómo era Xi antes de convertirse en líder nacional.

Cuando busqué Ma Yun, que es el nombre de Jack Ma en chino, no obtuve ningún resultado. Encontré tres resultados para Ma Huateng, que es el nombre de Pony Ma, y la búsqueda de Liu Chuanzhi arrojó siete.

Cero resultados para Xi.

Después busqué una de las tragedias más graves ocurridas en China en las últimas décadas: el gran terremoto de Sichuan del 12 de mayo de 2008, en el que murieron más de 69.000 personas. Ocurrió durante un breve periodo en el que los periodistas chinos tenían más libertad de la que el Partido Comunista suele permitir, y se produjo mucho periodismo de calidad.

Cuando reduje el marco temporal del 12 de mayo de 2008 al 12 de mayo de 2009, Baidu arrojó nueve páginas con resultados. La mayoría eran artículos en los sitios web del gobierno central o de la televisión estatal China Central Television (cabe señalar que si uno conoce los nombres de los periodistas y sus organizaciones, puede encontrar más).

Cada página de resultados tenía unos 10 titulares. Lo que mi búsqueda encontró no podía ser más que una pequeña fracción de la cobertura realizada en ese momento, gran parte de la cual se publicó en sitios de periódicos y revistas que enviaron periodistas al epicentro del terremoto. No encontré una sola de las extraordinarias coberturas informativas ni la efusión de dolor en línea que recordaba.

Además de la desaparición de contenidos, existe un problema más amplio: el internet chino se está reduciendo. En 2023 habrá 3,9 millones de sitios web en China, más de un tercio menos que los 5,3 millones de 2017, según el ente regulador de internet del país.

China tiene 1000 millones de usuarios de internet; casi una quinta parte de la población mundial en línea. Sin embargo, el número de sitios web que utilizan el idioma chino representan solo el 1,3 por ciento del total mundial, frente al 4,3 por ciento en 2013, un desplome del 70 por ciento en una década, de acuerdo con Web Technology Surveys, que monitorea el uso en línea de los principales idiomas de contenido.

El número de sitios web en chino es ahora solo ligeramente superior al de sitios en indonesio y vietnamita, y menor que el de sitios en polaco y persa. Es la mitad del número de sitios en italiano y algo más de una cuarta parte de los que están en japonés.

Una de las razones de este descenso es que a los sitios web les resulta técnicamente difícil y costoso archivar contenidos antiguos, y no solo en China. La otra razón, en ese país, es política.

Aquellos que publican en internet, especialmente los portales de noticias y las plataformas de redes sociales, han enfrentado una mayor presión para censurar como resultado del rumbo autoritario y nacionalista que el país ha tomado bajo el liderazgo de Xi. Mantener la pureza política y cultural del ciberespacio chino es una de las más altas prioridades del Partido Comunista. Las empresas de internet tienen más incentivos para censurar en exceso y dejar que desaparezcan contenidos antiguos al no archivarlos.

La existencia en internet de muchas personas ha sido eliminada.

Hace dos semanas, Nanfu Wang descubrió que una entrada sobre ella en un sitio similar a Wikipedia había desaparecido. Wang, quien es directora de documentales, buscó su nombre en la web de crítica cinematográfica Douban y no encontró nada. Lo mismo ocurrió en WeChat.

“Algunas de las películas que dirigí habían sido borradas y prohibidas en internet en China”, dijo. “Pero esta vez siento que yo, como parte de la historia, he sido borrada”. No sabe qué motivó esta medida.

Zhang Ping, más conocido por su seudónimo, Chang Ping, fue uno de los periodistas más famosos de China en la década de 2000. Sus artículos estaban en todas partes. Luego, en 2011, sus textos provocaron la ira de los censores.

“Mi presencia en el discurso público ha sido sofocada mucho más severamente de lo que esperaba, y eso representa una pérdida importante de mi vida personal”, me dijo. “Mi vida ha sido negada”.

Cuando mi cuenta de Weibo fue eliminada en marzo de 2021, me sentí triste y enojada. Tenía más de tres millones de seguidores y miles de posts que recogían una década de mi vida y mis pensamientos. Muchas de las entradas eran sobre temas de actualidad, historia o política, pero algunas eran reflexiones personales. Sentí que una parte de mi vida había sido mutilada.

Muchas personas ocultan intencionadamente sus publicaciones en internet porque el partido o sus representantes podrían utilizarlas en su contra. En una tendencia llamada “excavación de tumbas”, los jóvenes nacionalistas chinos conocidos como little pinks (o rosaditos) se dedican a examinar cuidadosamente los textos de intelectuales, artistas y personas influyentes publicados en línea en el pasado.

Para los chinos, los recuerdos que tenemos en internet, incluso los más superficiales, pueden convertirse en un bagaje del que hay que desprenderse.

“Aunque tendemos a pensar que el internet es algo frívolo”, dijo Ian Johnson, escritor y corresponsal en China desde hace muchos años, “sin muchos de estos sitios y cosas, perdemos partes de nuestra memoria colectiva”.

En las notas finales de

Sparks

, un libro sobre los valientes historiadores chinos que trabajan en la clandestinidad, Johnson citó al portal Internet Archive para las fuentes chinas en línea porque, dijo, sabía que todas acabarían desapareciendo.

“La historia importa en todos los países, pero al PCCh le importa mucho”, dijo, refiriéndose al Partido Comunista Chino. “Es la historia la que justifica que el partido siga gobernando”.

Johnson fundó el sitio China Unofficial Archive, cuyo propósito es preservar blogs, películas y documentos fuera del internet chino.

Existen otros proyectos para evitar que los recuerdos y la historia chinos se pierdan en el vacío. Greatfire.org tiene varios sitios que dan acceso a contenidos censurados. China Digital Times, una organización sin ánimo de lucro que lucha contra la censura, archiva trabajos que han sido bloqueados o corren peligro de serlo. El periodista Zhang es su editor ejecutivo.

Al preguntarle acerca de la posibilidad de revertir el borrado de la historia realizado por China, He, el autor de la publicación de WeChat que se hizo viral, se muestra sumamente pesimista.

“Si aún se puede ver alguna información antigua en el internet chino”, escribió, “no es más que el último destello del ocaso”.

Li Yuan escribe la columna El Nuevo Nuevo Mundo, la cual se enfoca en la intersección de la tecnología, los negocios y la política en China y en toda Asia. Más de Li Yuan