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La jueza Gloria Rodríguez brindó una conferencia en la que informó su resolución sobre el cuádruple homicidio ocurrido el martes 4 de marzo en la estancia "La Teoría", de Puntas de Rosario, Colonia. "Fue uno de los casos más difíciles y más desagradables de mi carrera", afirmó la magistrada.El caso que conmocionó a la opinión pública por sus horrendos pormenores, se resolvió precipitadamente tras la confesión voluntaria de uno de los involucrados, Roberto Roland, según informó el diario El País.
Los cinco implicados en el caso fueron procesados con prisión. En el Penal de Libertad están recluidos desde este jueves el autor material de los crímenes, Pablo Borrás, de 33 años, al que se le tipificó "homicidio muy especialmente agravado"; junto a Darwin Irigoitia, de 23, Roberto Roland Sosa, de 24, y Ruben Sánchez, de 20, procesados por "coautoría de homicidio muy especialmente agravado". El quinto cómplice, Lucas Martínez, de 20, fue procesado por "encubrimiento" y cumplirá la condena en la cárcel de Piedras de los Indios, en Colonia.
Un criminal "frío y calculador"
Pablo Borrás fue alimentando desde muy pequeño un fuerte resentimiento por los familiares a los que ultimó en la estancia coloniense. Una historia que le fue transmitida en su infancia, "sobre la presunta avivada del hermano de su abuelo, (que) había hecho que una parte importante de los bienes de la familia, asentada en la zona desde 1887, terminaran en manos de la línea de descendientes a la que Pablo destrozó", consigna este viernes el diario La República.
Borrás, que fue descrito en declaraciones a Últimas Noticias como un hombre "que se hacía el fachero", poseía un antecedente por hurto de energía eléctrica en 2002, y hacía casi un año tramaba el golpe a la estancia "La Teoría", donde vivía su abuela y en la que creía poder encontrar una importante suma de dinero.
El impedimento para llevar a cabo su plan fue que no conseguía cómplices, hasta que logró reclutar, hace un mes, a Irigoitía, Sosa y Sánchez, prometiéndoles que encontrarían 200.000 dólares para compartir.
Según declaró el propio asesino, le había dicho a sus secuaces que "debían estar dispuestos a hacer lo necesario". En realidad, Borrás creía que en la estancia sólo iba a encontrar a su abuela Alicia Schewyn, de 72 años, y estaba dispuesto a matarla. De allí que al momento de idear el golpe no se preocupara por usar capuchas o encubrir su identidad.
El joven de 33 años, que con sangre fría declaró tras ser detenido que "ya estábamos acá y era lo que había que hacer" y que torturó y mató a sus parientes con un cuchillo para "no hacer ruido", fue definido por la jueza del caso como un asesino "pragmático", "frío" y "calculador". "Nunca presentó señales de arrepentimiento", afirmó la jueza.
Un crimen a sangre fría
El martes 4 de marzo, a las 14:30 horas, los criminales consumieron cocaína para tomar valor y perpetrar el golpe. Se subieron en dos motocicletas en las que llegaron a la estancia.
Una vez allí, según la crónica de El País, golpearon las manos y apareció Daniel Bentancourt (42) que saludó a Borrás, creyendo que el joven y sus amigos venían de visita. En ese momento, tras una breve charla, Borrás empuñó un revólver pero, según determinó la jueza, no pretendía disparar.
Poco después apareció -para saber qué pasaba- la hija de la dueña de casa, Alicia Borrás Schwyn (32), prima de Borrás y pareja de Bentancourt. Ambos fueron reducidos y atados a un árbol cerca del casco de la estancia.
A continuación fueron en busca del peón Higinio Mesa (74), que también fue maniatado. Borrás comprendió allí que la situación escapaba a su control y, según Últimas Noticias, mató primero al trabajador rural. La crónica de El País, por su parte, señala que el peón fue el último en ser asesinado.
Alicia Schwyn miraba televisión en la cocina sin conocer lo que estaba sucediendo fuera de la casa. Ahí fue sorprendida por el grupo, que la ató a la silla en la que estaba sentada.
Los delincuentes interrogaron en primer lugar a Daniel Bentancourt, que negaba que en la casa hubiera esa importante suma de dinero que codiciaban. Lo único que encontraron fue 20.000 dólares, que ya tenían en su poder al momento de indagar a las víctimas, que fueron torturadas para obtener información.
Borrás llevó a Bentancourt al dormitorio, donde sólo halló un billete de 100 dólares y uno de 20. Este habría sido el detonante de los brutales crímenes, sellados con la contundente frase de Borrás: "estamos hasta las manos, nos vieron y no pueden vivir".
Con un cuchillo de 30 centímetros de hoja, Borrás mató a su tía abuela y a su prima a puñaladas, mientras que a Bentancourt lo mató degollándolo.
Cuatro horas después de su llegada a la estancia, los criminales volvieron a subirse a las motos y se alejaron del lugar.
Una serie de rastros
Con 20.000 dólares como botín del asalto, los delincuentes comenzaron a dejar pistas para la policía. Además de la compra de la cocaína, adquirieron numerosos objetos con los 4.000 que les tocó a cada uno. Según El País, Borrás fue el único que no gastó ni un dólar del dinero robado.
Entre los objetos comprados por los delincuentes, se detalló la adquisición de un PlayStation 3, una computadora, una guitarra eléctrica y championes Nike. También se determinó que los criminales habían realizado varias visitas a prostíbulos de la capital.
Un comerciante de Nueva Helvecia informó a la policía que un hombre intentó cambiar alrededor de 2.000 dólares en su local, pero que él se negó a hacerlo. Tras seguir la pista de los delincuentes, la Policía logró recuperar 9.400 de los 20.000 dólares robados.
Una pena de 45 años
Los procesados por el crimen podrían afrontar una pena de cuarenta y cinco años de penitenciaría, si se aplican en la sentencia medidas de seguridad debido a la brutalidad y saña de los asesinatos.
El Código Penal establece como pena máxima para el homicidio 30 años, pero en el Título VI se establece que en el caso de tratarse de un hecho delictivo grave se puede aplicar el máximo de medidas de seguridad, cuya duración es de quince años, informa Últimas Noticias.
De acuerdo al artículo 312 del Código Penal, se considera agravante de un homicidio "el impulso de brutal ferocidad; o con grave sevicia y por precio o promesa remuneratoria".
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