Por César Bianchi
@Chechobianchi
Fotos: Juan Manuel López
Lo primero que uno piensa es que el tipo es humilde porque la humildad en este país garpa, porque está en el ADN criollo y si se la creyera un poco le caerían con todo. Pero no. Basta hablar un rato largo con Braulio Assanelli para saber que no es pose, que es así de sencillo y que nunca se tuvo fe para ganar La Voz Argentina, el certamen de canto que a fines de diciembre lo consagró entre tantos finalistas argentinos. Tanto es así de cierto que nunca se la creyó, que él estaba convencido que ganaría Lucas, un chico ciego, el favorito de la teleaudiencia. Pero pegó el batacazo -con el apoyo popular que promovió Monte Carlo TV arreando votos telefónicos desde Uruguay- y se hizo con la estatuilla y el premio de poco más de 13.000 dólares.
Con disco en camino -una coproducción española-uruguaya- y algunas canciones ya sonando en Spotify, ahora se la está empezando a creer. El botija de San Ramón de 23 años, que hasta el año pasado domaba caballos en el campo y cantaba con su guitarra en pubs de la vuelta, el que antes soñaba con trascender en el fútbol uruguayo como lateral derecho (hasta que una lesión le cortó ese camino), ahora sí cree que, en una de esas, si sigue haciendo las cosas bien y se acuerda con frecuencia de cuando los dedos se le congelaban de frío arriba de un caballo, capaz que ahora se le da, y puede llenar un Gran Rex él solo o algún día llegar a ganar un Grammy. Por qué no, hasta ahora mal no le ha ido, y eso que nunca se hizo muchas ilusiones para evitar grandes frustraciones.
-¿Qué hacías antes de la fama, antes de competir en La Voz Argentina?
-Antes de irme a Buenos Aires para competir me estaba dedicando al mundo de la música, pero más intentando salir de abajo, como cualquier artista que nace de abajo. Y para poder irla llevando y tener un trabajo paralelo, estaba domando algún caballo, que era lo que me estaba salvando. Por la puerta grande que fue La Voz Argentina he podido encarar más seriamente el tema musical, y por suerte ahora creo que puedo dedicarme a eso y seguir creciendo.
-¿A qué se dedican tus padres?
-Mi madre es maestra y mi viejo es peluquero. Tengo una hermana mayor, de 28 años, que es maestra también, y un hermano de 14 que es el que se encarga, con mi viejo, de los caballos en casa, ahora que yo no estoy.
-Vivías en el campo, a dos kilómetros de San Ramón. ¿Cómo era tu rutina ahí?
-Antes me levantaba en la mañana, iba a agarrar algún caballo en el fondo, si era salvaje, intentaba tranquilizarlo, te hablo de caballos de otra gente que nos lo daban a nosotros para que nosotros lo domáramos. La idea es adiestrarlo. Cuando están salvajes y no conocen a las personas, yo los adiestraba para que cualquier persona pudiera estar con él. Así me ganaba el sueldo. Y en mi tiempo libre estaba trabajando con gente de acá que me estaba produciendo, haciéndome conocer también en Montevideo, para irme haciendo un lugarcito en el mundo de la música. En Montevideo tuve algunas clases de canto, con amigos grabábamos alguna canción, subíamos algún cover a redes sociales, un poco eso: me ayudaban a potenciar las redes sociales, dar notas en radios, ir un poco a un lado o al otro....
"Cuando hice reposo por la lesión, se me dio por agarrar la guitarra. Empecé a buscar videos en Youtube, a ver tutoriales, profesores de música por internet, y empecé a aprender. Yo desde chiquito subía a escenarios a recitar La Cumparsita frente a la gente"
-¿De chico querías ser futbolista, como todo niño uruguayo?
-Sí, de chico soñaba con jugar en la selección uruguaya, el sueño de todo niño. Llegué a jugar en las inferiores de Wanderers acá, pero como para cualquier niño, cuando salís del baby-fútbol y pasás a la cancha grande ya ahí tenés que decidir si querés dedicarte al fútbol o no. Yo ahí quería dedicarme al fútbol, la verdad. Yo jugaba en Huracán de San Ramón -de lateral derecho, a veces de volante-, me salió la oportunidad de probarme en Wanderers de acá de Montevideo, después tuve la mala suerte de que rompí la rodilla derecha y ya ahí, a los 17 años, cambió todo. Nunca fui fanático ni de Nacional ni de Peñarol, soy fanático de la selección. Y con la lesión tuve que dejar el fútbol.
-¿Y cómo nace el bichito de la música, de cantar y tocar la guitarra?
-Justamente ahí. Cuando empecé a hacer reposo por la lesión, se me dio por agarrar la guitarra y ver qué le podía sacar. Me entró a gustar, empecé a buscar videos en Youtube, a ver tutoriales, profesores de música por internet, y empecé a aprender. Yo desde chiquito ya subía a los escenarios con alguna murga, de chiquito subí a recitar La Cumparsita frente a la gente, me gustaba cantar desde chiquito. Cuando era chico siempre era el que llamaba la atención. Íbamos a un cumpleaños y todo el mundo decía: "Que cante Braulio", parece que cantaba bien, o más que cantar, gritaba montones. De chico cantaba canciones de La Sole con mi hermana.
-¿Soledad Pastorutti? ¿La misma que después fue jurado en La Voz? Qué ironía del destino...
-¡Sí! Tremendo... De chiquito cantaba canciones de la Sole y de Ricardo Montaner también, que era lo que escuchaban mis viejos. Se los conté a ellos mismos, por supuesto. Se los dije, que yo había crecido cantando canciones de ellos. Imaginate lo que estoy viviendo ahora, es muy loco todo esto.
-¿Y cuándo te diste cuenta de que eso que hacías por una afición, porque simplemente te gustaba cantar, se podía transformar en tu carrera?
-Que lo confirmé hace poco, cuando llegué a la final de La Voz Argentina. Antes yo estaba indeciso e inseguro respecto a las oportunidades que se me presentaban, y respecto a las puertas que se me podían abrir. Pero ahora, que se me abrió una puerta tan grande, no la puedo desaprovechar y estoy con todo para intentar crecer y trabajar de esto.
"Perder la final en 'Yo me llamo' fue una lección, porque hay que saber perder. Se me abrieron puertas gracias a ese programa, pero no me conocían por mi nombre. Era 'el que hizo de Pablo Alborán'. Con 'La Voz' pasé a ser yo, Braulio"
-Cuando empezaste a cantar, ¿actuabas en pubs y boliches?
-Claro. Hasta el año pasado nomás. En los últimos dos años yo iba con mi guitarra a cuanto evento me invitaran. Siempre hacía covers y alguna canción propia también. Hacía algún cover, lo subía a Instagram. No sólo por San Ramón, por todos lados. Eso me ayudó cuando llegué a La Voz porque acá decían: "¿Te acordás que vimos a este muchacho cantando en tal lado?" Un poco eso ayudó.
-¿Cuándo empezaste a componer temas propios?
-Mi primer canción la escribí hace cuatro o cinco años, Quién será se llama. Yo estaba pasando por un momento jodido en mi relación amorosa de entonces y escribí esa canción. Después, casi todas las demás son alegres. Esa es más melódica, más tranquila. Después compuse canciones más pop, más movidas. Son canciones para la gente, no tanto reflejando lo que me pasa. Escribo lo que creo que la gente quiere consumir. Tengo un montón de temas, pero no todos están inscriptos y publicados, algunos están escondidos. Tengo uno que se llama Voy por ti -que está publicado, inscripto y se puede escuchar en Spotify- y esa la llevo conmigo a todos lados, porque da para chivear y todo.
-Hace tres años competiste en Yo me llamo en canal 12 y llegaste a la final con una imitación de Pablo Alborán. ¿Te frustró no ganar? ¿Te bajoneaste?
-No, para nada. Para mí fue una lección de vida, porque hay que saber perder. Los que llegan a una final ya son ganadores. Pero bueno, en realidad lo que saqué del Yo me llamo es que se me abrieron muchísimas puertas gracias a ese programa tan lindo que me tocó vivir. Y empecé a laburar y tener una cara dentro del ambiente. Pero lo que me limitaba era que no me conocían por mi nombre. Era "el que hizo de Pablo Alborán", incluso me decían Pablo para todos lados, decían "ahí está el que imita a...", entonces yo todavía no tenía una identidad propia. Por eso lo que generó La Voz es que fue más grande la repercusión y pasé a ser yo, Braulio.
-¿Y qué te llevó a anotarte en La Voz Argentina?
-Yo estaba dándole de comer a los caballos de tardecita, que era la hora en que comían los caballos, tipo las siete de la tardecita, estaba ahí entre los baldes y me suena el celular. Atendí y me llamaba Oscar Barreto (productor general de Agitando de Monte Carlo TV), y me dice: "Braulio, mañana hay un casting para La Voz Argentina y me parece que si pasás el casting, me parece que vas a andar bien". Él me conocía porque yo había ido un par de veces a cantar a Agitando... capaz que mi estilo no pegaba mucho con el programa, porque pasan más grupos de plena y cumbia, algo más movido, y yo intentaba mezclarme en ese ambiente. Pero Oscar después siempre me dijo de estar en contacto y me llamaba. Ese día me llamó, vine al casting, y ahí me dijeron que quería que fuera al programa en Buenos Aires.
-¿En qué momento, a lo largo de los cinco meses de competencia, empezaste a sospechar que realmente podías ganar el reality? ¿Cuándo te tuviste fe para ganar?
-Es que no me tuve fe nunca. Nunca me tuve fe para ganar. Nunca me sentí con fe para ganar. Yo soy así, no me tengo la fe del mundo... Siempre voy y pienso: "Que pase lo que tenga que pasar, y ta. Si gano, gano, y si pierdo, pierdo". Y me ha dado resultados. Nunca intenté hacerme falsas expectativas, de forma tal de que si pierdo, la caída no es tan fuerte. Así en la vida. Mirá, yo tengo una yegua que compite en los raíd cortos y me pasó lo mismo: corrí con una yegua que nadie pensaba que pudiera ganar y salió segunda en una categoría relativamente baja, después fue, compitió en una categoría muchísimo superior a ella, y resultó ganadora por robo, y fijate que en Yo me llamo salí segundo, y supuestamente el nivel de Argentina es mucho más alto, y había cantantes de otros países, y el que era imposible que ganara, porque venía de un país chiquito, terminó ganando. Yo siempre intento ser así, no hacerme falsas esperanzas, porque después te terminás bajoneando al pedo.
-En la noche de tu consagración anunciaste una decisión que sorprendió: que donarías parte del dinero (500 mil pesos argentinos, unos 13.100 dólares) a uno de tus competidores, el mendocino Mario Vilurón. ¿Por qué?
-A Mario lo conocí en las audiciones a ciegas, la primera vez que llegué a Argentina, e hice una amistad de entrada. Él me empezó a contar de su vida, a qué se dedicaba y todo, y le dije: "¿Vos contaste tu historia de vida acá? Contalo porque te va a servir con la gente", le dije. Porque él venía de trabajar en las fincas, en el medio de campo, en viñedos juntando frutillas o uvas -me identifiqué con él porque tenía una vida parecida a la mía-, venía de una familia muy humilde, no se podía dar grandes lujos ni nada, no pasaba hambre ni frío, pero estaba jodida la situación. Me hizo acordar mucho a mí, a lo que yo había vivido, y hablamos cosas muy profundas, y capaz que él estaba en una situación más jodida que yo, porque él es uno de 11 hermanos, eran 11 y uno falleció, y uno de ellos ahora estaba necesitando una silla de ruedas especial para moverse porque tiene parálisis cerebral. Marito me había contado que él quería ganar para ayudar a su familia y a su hermano, y yo le dije: "Yo voy a ayudarte con la gente de Uruguay, para que te voten". Yo le dije que quería ayudarlo para que él llegara a la final. Cuando en la semifinal quedamos los dos mano a mano y solo uno pasaba a la final (quedaron todos eliminados, menos nosotros dos), en esa instancia me tocó pasar a mí. No le dije nada, pero pensé para mí que si ganaba, le iba a comprar la silla de ruedas a Marito. Yo lo quise decir en el programa, pero no tuve tiempo, y después empecé a anunciarlo para que la gente lo supiera y Marito se enterara.
"Nunca me tuve fe para ganar. Nunca me sentí con fe para ganar. Yo soy así, no me tengo la fe del mundo... Siempre voy y pienso: "Que pase lo que tenga que pasar, y ta. Si gano, gano, y si pierdo, pierdo". Y me ha dado resultados"
-Él se enteró, pero ya no hacía falta tu ayuda...
-Él se enteró y me abrazó todo emocionado. Después nos enteramos de que Telefe y la gente de La Voz Argentina querían que yo me quedara con mi premio, que lo usara para mí, porque ellos le iban a comprar la silla al hermano de Marito.
-Dijiste: "Los dos sabemos lo que es pasar frío y que el calor arde", y que ambos habían llorado de frío. ¿Tanto así?
-No sé si el campo o qué, porque acá en la ciudad también se pasa frío. Pero una cosa es pasar frío cuando estás paseando o vas a una fiesta y saliste desabrigado, pero si tenés que levantarte temprano e ir a laburar sí o sí, porque no te queda otra... A mí no es que no me quedara otra, porque mis padres siempre me ayudaron, pero creo que querían que yo valorara lo que tenía, que valorara la vida y cada peso que entraba a la casa. Cuando yo tomé la decisión de dejar de estudiar en el liceo, mis padres me dijeron: "Ok, todo bien, pero no te vas a quedar rascando en casa, tenés que salir a trabajar". Y yo tomé la decisión primero de jugar al fútbol, y después que me lesioné, decidí cantar. Me acuerdo que trabajaba en una estancia cerca de mi casa y me iba a veces en bicicleta o a caballo, y el frío, o alguna llovizna de frente, de esas cosas que vos decís: "No puede haber nada peor", y ese frío que te congela, al punto que no podés mover las manos, o te vas a bajar del caballo o la bici y sentís que las piernas ya no tienen fuerza, es espantoso. Y a Marito le pregunté: "¿Has sentido el dolor del frío, el dolor ese que no te podés mover?" Y a él también le había pasado, ahí pasamos un momento muy emotivo. Es muy sensible él, y alguna lágrima también se le cayó en esa charla.
-Cuando con 23 años mirás para atrás, ¿qué ves?
-Me pongo a pensar en cuando era niño y en aquel momento iba con mi madre a hacer un mandado a algún supermercado, y yo veía que otros niños que iban con su madre le pedían que le comprara un alfajor u otra cosa, y yo me moría de ganas de pedirle cosas a mi madre, pero ni se me cruzaba por la cabeza, porque sabía que mi madre no podía, tenía que comprar lo básico para darme de comer. Me alegra haber vivido esas cosas porque eso es lo que me formó a mí como persona. Eso hace que no me la crea ni me vaya por otros lados, que nada que ver. Hay gente que por ahí se confunde, y se va por las ramas.
-¿Cómo hacés para mantener los pies en la tierra y seguir siendo el muchachito de San Ramón?
-No sé, la verdad que no lo sé... Los valores de mi familia, pero una persona puede tener valores que le inculcaron los padres, e igual... a cualquiera se le puede volar la paloma y decir: "Ya estoy, soy un crack, ya llegué". Yo me di cuenta que al haber vivido algunas cosas en mi vida, al haber sido criado de esta manera me ha hecho prestar atención a otras cosas. Montaner es un artista conocido a nivel mundial, pero he hablado con gente que no sabe quién es. ¿Qué me voy a creer yo, que no existo? Yo estoy intentando potenciar mi carrera, pero hay gente que no conoce a personas hiperfamosas como Montaner, entonces me parece que nadie es nadie para creerse nada. Es un poco lo que me mantiene con los pies en la tierra.
-¿Cómo fue para vos perfeccionar tu voz junto a Ricardo Montaner como coach?
-Él es un ejemplo a seguir, como persona y como artista. Como artista, en lo vocal, en lo que nos pudo ayudar es todo mental. Es un hombre de Dios. Él nos decía que teníamos que pensar que los errores siempre iban a estar. Que íbamos a subir al escenario y nos íbamos a equivocar. Y yo pensaba: "Pero eso no nos deja más tranquilos. Si nos vamos a equivocar, ¿para qué nos vamos a subir?" Y él decía: "Tenés que subir tranquilo, porque si hay un error, es parte del espectáculo, y hay que reírse de los errores. Hay que saber que somos personas y nos vamos a equivocar". Él nos tranquilizó con eso, y por eso el team Montaner hizo la diferencia en el programa, porque todos los que subimos al escenario con la charla previa de él, subíamos más tranquilos que el resto. Estoy seguro de eso. Subíamos al escenario sin presiones. Para mí es un referente y lo será toda mi vida.
-¿Y cantar en el Gran Rex a sala llena?
-Increíble... Fue una locura. En la primera canción estuve un poco nervioso, ya después intenté estar en la posición del artista y brindar el mejor espectáculo posible, y mostrar un poco de soltura, como que estábamos realmente preparados para estar en ese escenario. Quería mostrar que realmente podía dominar la situación. Y así fue. Me sentí libre y me encargué de disfrutarlo.
"Yo veía que otros niños le pedían a su madre que les comprara un alfajor, y yo me moría de ganas de pedirle cosas a mi madre, pero ni se me cruzaba por la cabeza, porque sabía que no podía, tenía que comprar lo básico
-Más allá de tu familia y amigos, ¿los uruguayos te hacían saber que te votaban desde acá?
-Yo veía que la gente se estaba moviendo y que estaban haciendo campañas para votarme, para hacer conocer quién es Braulio y qué estaba haciendo. Yo estaba en Argentina y pensaba: "Qué increíble lo que está pasando en Uruguay, qué ganas de estar allá que tengo". Yo tenía tremendas ganas de terminar todo y venir a estar acá con la gente.
-Tu abuela Dinora dijo por canal 4 que te veía flaco, que no estabas comiendo bien y te veía pálido... ¿Fue tu primera fan?
-La abuela siempre me ve flaco a mí. Siempre me ve flaco. Ahora me va a meter milanesas, seguro. Ella, mi madre y mi hermana son las fans número uno.
-Muchos bromearon en redes con que al igual que en 1987 y en 2011, Uruguay le ganó a Argentina en su casa. Y muchos argentinos no tomaron bien que ganara un uruguayo... ¿lo sentiste?
-El hecho de que un uruguayo gane La Voz Argentina es algo un poco loco, porque a los argentinos no les gusta perder a nada y menos contra Uruguay. Venir de un país chico en población es, capaz, lo que le dio bronca al argentino. Pero sé que hay argentinos que me apoyaron mucho, y más allá de gente que ni ahí porque querían que ganara otro artista o simplemente querían que ganara un argentino, sé que hubo muchos argentinos que me apoyaron y me votaron. Fui muy aceptado, y lo noté en persona con la gente que fue al Gran Rex. Cuando quedé solo en el escenario, la gente me aplaudió y me ovacionó, y me sentí como en mi casa.
-La Nación hasta publicó una nota con los memes de televidentes que no entendían que no hubiese ganado Lucas (Belbruno) o Juliana (Gallipoliti)... Sobre todo hicieron hincapié en Lucas, parece que era el favorito.
-Es que yo también tenía como favorito a Lucas. Era uno de los más apoyados de La Voz Argentina, no sólo por su calidad vocal, sino que había mucha gente que lo sigue y lo apoya. Yo dije: "Bueno, acá la gana él". No es que crea que él sea mejor que yo, somos distintos... Él más que nada fue uno de los que nos enseñó que más allá de no tener visión, justo él era una de las personas que todos queríamos ayudarlo y estar al servicio de él. La gente tenía la necesidad de ayudarlo. Yo le di para adelante, también pedí que lo votaran.
-Y el hecho de ser ciego, ¿no le sumaba puntos, por decirlo de alguna manera? ¿No había un voto compasión de parte de la gente por su condición?
-Puede ser, pero... mirá que el loco fue con la justa a la audición a ciegas, estaba de espaldas, estábamos todos de espaldas, y nadie le avisó al jurado que era un ciego el que estaba cantando. Incluso, se dio vuelta Axel en el último segundo, porque el corazón le dijo algo, y se dio vuelta en el último instante. Y ya estando todos en la final, la gente iba más por cómo era él como persona, porque era macanudo. Él siempre dijo que él era uno más y se mostró como era. Si alguna gente lo votó porque además de cantar es ciego, no lo sé.
-Grabar un disco no es algo que se dará por haber ganado La Voz. Ya estaba en camino, una coproducción entre España y Uruguay. ¿Cómo lograste que una disquera española quiera producirte un disco, incluso antes de haber ganado esta competencia?
-En realidad, ya venía todo de antes de La Voz Argentina. Mi productor (Mariano Gambaro, que tiene otros artistas también) se puso en contacto con amigos de él en España, que tienen sus propias empresas para producir canciones y todo... Hacen trabajos espectaculares, con una calidad de sonido muy bueno. La idea es que se venda el disco en cualquier parte del mundo, quiero hacer algo universal. Va a ser un disco melódico, pop, por llamarlo de alguna manera. Es un estilo Sebastián Yatra, él tiene canciones súper lentas, como tiene movidas, otras intermedia. Yo me siento cómodo con un cajón peruano, guitarra, algún bajo.
-Estás soltero y sin compromisos. Pero candidatas no te van a faltar...
-A partir de ahora no va a faltar con quién estar, no... Pero yo en este momento, en realidad, siento la responsabilidad con el trabajo y con lo que realmente quiero: trabajar y seguir adelante. Como ahora estoy solo, sin compromiso con nadie, quiero aprovechar esta etapa para concentrarme en mi trabajo y mi crecimiento profesional.
"Al haber vivido algunas cosas en mi vida, al haber sido criado de esta manera me ha hecho prestar atención a otras cosas. Ricardo Montaner es un artista conocido a nivel mundial, pero he hablado con gente que no sabe quién es. ¿Qué me voy a creer yo, que no existo?"
-¿Te volvés a vivir a San Ramón o ahora te vas a mudar?
-Estoy manejando la posibilidad de mudarme. Por estos días voy a estar moviéndome por todos lados, no voy a tener un lugar fijo. Pero siempre voy a volver a San Ramón, ahí está mi casa. Quizás me radique en Buenos Aires, porque allá hay trabajos que quieren hacer conmigo, veremos a donde me lleva la carrera.
-¿Y ahora qué se viene? ¿Qué sueños tenés por cumplir?
-El desafío es aguantar el tirón de cantar todos los días, de tocar todos los días en conciertos, y ver si puedo llevar esta vida de artista, que sé que es complicada, que sé que tiene muchas satisfacciones, pero muchas complicaciones también. Es difícil estar no sólo en la música, sino en el detrás de la música, hablo de contratos, responsabilidades con tales personas o discográficas, y eso hace que el artista no sólo piense en cantar.
-¿Y tenés un sueño que ahora te parezca inalcanzable o difícil de conseguir?
-El sueño es -ahora que estuve en el Gran Rex gracias a La Voz Argentina-, te diría que el primer sueño es volver a llenar el Gran Rex, pero solamente con mi nombre, un concierto propio. Y después, ganar algún premio internacional, como un Grammy, una cosa así.
-¿Sos feliz?
-Soy feliz, soy muy feliz.
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