Tras registrar más de 1.200 muertos diarios por cuatro jornadas consecutivas y superar el millón de casos, Brasil se acerca ahora a las 50.000 muertes, lo que ha encendido las alertas e hizo que diversas regiones volvieran a endurecer las medidas restrictivas para frenar la pandemia.
Según los datos divulgados este sábado por un consorcio integrado por los principales medios de comunicación del país, los infectados en el gigante sudamericano suman ya 1,04 millones, en tanto que la cifra de fallecidos asciende a 49.156.
Pese a que los números confirman a Brasil como el segundo país más azotado por la pandemia en el mundo, el acelerado avance de la enfermedad, que todavía no ha alcanzado su pico, no impidió que la mayoría de los estados y ciudades del país empezaran a inicios de junio la reapertura gradual de la economía.
Sin embargo, tras una dura semana en la que el país acumuló cuatro jornadas con más de 1.200 decesos diarios y rompió récord de casos en 24 horas, varios gobernadores han anunciado el endurecimiento de las medidas de restricción y distanciamiento social en los próximos días.
En el estado de Sao Paulo, el más poblado de Brasil con unos 46 millones de habitantes y el más golpeado por la pandemia, los números volvieron a crecer y la región encadenó esta semana cuatro jornadas consecutivas con más de 300 fallecidos diarios, para un total de unos 12.500 muertos y 215.000 contagiados.
Así, el gobernador, Joao Doria, estableció que dos regiones del interior deberán retroceder en el plan de reapertura y volver a cerrar comercios y otros servicios no esenciales.
"Siempre que necesario, tomaremos medidas más duras y avanzaremos en el Plan Sao Paulo solo si el Comité de Salud así refrendar", dijo Doria en una rueda de prensa, y añadió que "debido a la intensificación de la epidemia en algunas áreas" hubo "regresión" y "reclasificación" de dos regiones.
Asimismo, en la ciudad de Campinas, a unos 100 kilómetros de la capital paulista, el alcalde Jonas Donizzete determinó este sábado el cierre del comercio y prohibió la realización de cirugías electivas en la red privada de salud, con el objetivo de mantener la disponibilidad de camas hospitalarias para pacientes con COVID-19.
La ciudad de Sao Paulo, sin embargo, contrasta con el resto del estado. Este sábado, decenas de personas volvieron a ignorar las recomendaciones sanitarias y ocuparon las calles, los centros comerciales y los jardines externos de los parques -que siguen cerrados- de la mayor urbe de América.
El avance descontrolado del coronavirus igualmente preocupa en el estado de Minas Gerais, en el sudeste, donde, así como Sao Paulo, fueron registrados varios récord esta semana y ya se contabilizan 636 fallecidos y más de 27.300 casos confirmados.
De acuerdo con los datos de la Secretaría de Salud, otro factor de preocupación en la región es la saturación de los hospitales, pues la tasa de ocupación de las camas de cuidados intensivos saltó desde el 72 % al 88 % en las últimas 24 horas.
El rápido crecimiento de los contagios hizo que el gobernador de Minas Gerais, Romeu Zema, volviera a considerar la posibilidad de un confinamiento absoluto de la población en las regiones más afectadas y determinara que más de un centenar de municipios retrocediera una fase en el plan de reapertura, por lo que solo podrán funcionar los servicios esenciales.
En el sur de Brasil, donde expertos advierten de que la fase más crítica de la pandemia todavía no ha llegado, diversos municipios han dado marcha atrás y volvieron a suspender algunas actividades que ya habían sido retomadas en el estado de Paraná, que registra más de 400 muertos y casi 15.000 casos de coronavirus.
En la capital regional de Curitiba, el alcalde, Rafael Greca, dictaminó el cierre de gimnasios, iglesias, parques y plazas y prohibió la práctica de deportes o la celebración de eventos, además de restringir los horarios de funcionamiento del comercio, de los centros comerciales y restaurantes.
Uno de los casos más extremos en el estado es el de Pato Branco, a unos 440 kilómetros de Curitiba y donde la Alcaldía decretó toque de queda entre las 10 de la noche y las 6 de la mañana a partir de este sábado, bajo la aplicación de multas en caso del no cumplimiento de la determinación.
Medidas similares fueron adoptadas en varias ciudades de los estados de Río Grande del Sur, en el sur, y Ceará (nordeste), donde el gobernador, Camilo Santana, anunció este sábado que dos ciudades deberán permanecer en "lockdown" por al menos siete días.
Pese a la reculada en varias zonas del país, el estado de Río de Janeiro, el segundo más azotado por la crisis sanitaria con cerca de 9.000 fallecidos y casi 100.000 infectados, es un caso aparte.
Mientras algunas actividades siguen prohibidas, como la realización de eventos, las clases o las visitas a presidios, el Gobierno regional sí autorizó este viernes la reapertura de bares y restaurantes o la práctica de deportes al aire libre, lo que llevó a centenares de personas a llenar este sábado las playas en Río de Janeiro.
De acuerdo con el Ministerio de Salud de Brasil, la curva de contagios confirma que, tras impactar en un primer momento las capitales y regiones metropolitanas, hay ahora una tendencia de que el coronavirus se expanda hacia el interior del país, lo que amenaza los sistemas hospitalarios de las ciudades menores, ya que no suelen contar con los mismos recursos de los grandes centros urbanos.
Con información de EFE
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