Por César Bianchi
@Chechobianchi
Fotos: Juan Manuel López
Oscar Bottinelli (74) dice que mamó política "desde la mamadera", porque en su casa siempre se discutió de política. Hijo de un padre blanco en Dolores, él fue secretario de un legislador nacionalista a los 18, luego fue uno de los fundadores del Frente Amplio, secretario político de Líber Seregni y exiliado en Buenos Aires, abrigado por la amistad de Zelmar Michelini, hasta su asesinato. Se revolvió como pudo en Argentina -por ejemplo, camuflándose como el italiano Bottinelli en una empresa ítalo-francesa que gerenciaba agentes de carga y movía containers en el puerto-, hasta que con el advenimiento de la democracia, volvió al país.
Entre 1987 y el 89 se distanció primero de Seregni y después del FA para convertirse en lo que soñaba ser: un analista político, un investigador del sistema electoral uruguayo y de las transiciones de dictaduras a democracias en todo el orbe. Así se fue convirtiendo en un investigador de primer nivel que publicó primero en Alemania y luego en Uruguay sus primeros textos analíticos sobre los nuevos procesos democráticos exitosos. Y en ese 89 fundó su empresa Factum.
Hoy, a 30 años de aquella quijotada movida por la vocación, Bottinelli analiza cómo fue evolucionando su trabajo, la irrupción de las fake news en tiempos donde manipular desde el anonimato de las redes sociales es una papa, y repasa el momento actual de la tienda frentistas, la blanca y la colorada. Bottinelli afirma que comparativamente, el sistema político uruguayo está fuerte, pero todavía puede hacer más para ser feliz: debe elevar la mira y dejarse de pequeñeces como medirse egos individuales.
-Se inició como cronista parlamentario en el diario El País. ¿Quería ser periodista cuando era joven?
-Hice periodismo escolar en sexto de escuela, liceal y en Preparatorios. A los 18 entré a El Plata, un vespertino que había, y después entré a El País haciendo crónica parlamentaria y política desde Casa de Gobierno. Ayudé en páginas de Interior, en gremiales, policiales, además el Parlamento tenía mucho material de los diputados del interior, desde piedras semipreciosas en Artigas hasta dopaje en el deporte. Daba para sacar material para todas las secciones del diario. Aprendías en la redacción con los más veteranos. A mí me tocó trabajar en la redacción de El País y la de Marcha, las dos grandes vetas del periodismo uruguayo. Cuando yo entré a El País estaba Carlos María Gutiérrez, Homero Alsina Thevenet, Ruben Cotelo, Edmundo Rovira, y Dionisio Alejandro Vera (Davy), que era el secretario de redacción en aquella época. Fue una generación excepcional.
-¿Y por qué dejó el periodismo?
-El periodismo me deja a mí. Se dio una situación en El País, una situación incómoda, y quedé fuera del diario. Yo ya estaba en semanario Marcha y ahí seguí hasta la clausura definitiva del semanario, en octubre del 74. En Marcha tuve a Carlos Quijano, muerto en el exilio, y Julio Castro era el secretario de redacción, que después se supo -cuando aparecieron restos de su cuerpo- que lo habían matado con un balazo en la frente.
-¿Cuándo empezó a militar en política?
-Mi padre era político, blanco, del interior del país, del Partido Nacional Independiente, un sector anti-herrerista. En la juventud estuve en el Partido Nacional, fui secretario de un legislador nacionalista a los 18 años y después participé en la etapa de formación del Frente Amplio. El FA necesitaba alguien que pudiera interpretar por qué vericuetos de la legislación electoral se podía construir un lema complejo como el FA con la participación de partidos y fracciones que venían de otros partidos. Por eso estuve en todo el proceso fundacional del FA y presidí la comisión jurídico-electoral del FA, que tuve hasta que me retiré en marzo del 89. Y a instancias de Zelmar Michelini fui llamado por el general Seregni como secretario político suyo, cargo que ocupé desde el 71 hasta julio del 87. En marzo del 89 me retiré del FA definitivamente, porque ya estaba dedicado a la actividad académica, especialmente a la investigación en dos grandes temas: el tránsito de regímenes autoritarios a democráticos y del sistema electoral uruguayo.
-¿Cómo lo recuerda a Seregni?
-Fue un hombre muy principista, muy idealista. Creo que la generación que vivió la etapa de la dictadura y la salida de la dictadura fue una generación -de todos los partidos- que hizo las cosas con mucho idealismo, con mucho sentido de país, donde lo personal jugaba un papel menor. Es un reconocimiento que hay que hacer a todo ese elenco político de la época. Si vamos a Seregni, creo que su mayor virtud como político, lo demostró entre 1981 y el 84, es la concepción de la salida de la dictadura. Él ahí muestra una gran dimensión de estratega. Él ya en las Fuerzas Armadas, era reconocido por su capacidad estratégica. Él diseña lo que podía ser la salida con esa percepción de cuáles eran los objetivos estratégicos al salir de la dictadura. En las cartas que él escribe desde la cárcel en el 81, 82 y 83 se nota que él diseña cómo tenía que ser la salida, que tenía que pasar por la concertación de las fuerzas políticas, y además, las fuerzas sociales. Con una movilización popular y una negociación, donde hubiera contraposición de fuerzas y a la fuerza de las FFAA debía contraponerse la fuerza un pueblo movilizado detrás de una salida concertada por todos los partidos políticos.
"Seregni fue un hombre muy principista, muy idealista. Su mayor virtud como político, lo demostró entre 1981 y el 84, es la concepción de la salida de la dictadura. Él ahí muestra una gran dimensión de estratega. Pero ojo, nunca fue un caudillo"
En general, la falla de Seregni -si vemos luces y sombras- fue no ser un gran conductor táctico. Entrar con más de 50 años a la política tiene sus costos en el manejo cotidiano de la política. Seregni nunca fue un caudillo, fue un líder que surge por acuerdo de componentes, y luego se va transformando en un líder de liderazgo popular, pero no es lo mismo que un caudillo que crece a partir de las masas. Él tenía que convivir entre liderar un frenteamplismo y coordinar una estructura de una federación de cuatro o cinco grandes bloques. Ese juego entre ser el coordinador y ser el líder es un juego muy difícil, porque un rol sabotea al otro.
-En 1976 se fue exiliado a Argentina, justo el año del golpe en el país vecino. Supongo que no fue sencilla la cosa allá... ¿Cómo recuerda esa época?
-Yo llegué un mes antes del golpe. En julio del 74 pasé a estar requerido acá, aunque seguí haciendo mis actividades. Me exilié en el 76: el 11 de enero fue detenido Seregni en su casa de Punta del Este, el 2 de febrero detuvieron al coronel Pedro Montañez, que estaba en un balneario rochense, y a mí me fueron a buscar al campo de mi familia en Dolores, en el campo. No me encuentran, de casualidad, porque unas horas antes yo me había venido a Montevideo. El 24 de febrero llegué a Buenos Aires y un mes después fue el golpe. Hice todo el exilio en Argentina. Fue un golpe en el que no se sabía el nivel de represión que habría. El golpe argentino fue extremadamente popular. Uno acostumbrado a la resistencia que hubo acá, pero allá en Argentina era un festejo en las calles el día del golpe. Fue un día de fiesta, la gente estaba feliz de que se produjera un golpe de Estado. A los dos meses de estar ahí se produjo el secuestro y muerte de Zelmar y Héctor Gutiérrez Ruiz. Yo estaba en contacto con ambos. Cuando su muerte, yo me plantee irme. Tenía dos opciones: una era irme a México, donde me estaba Carlos Quijano, y la otra -fui reconocido como refugiado por Acnur y la Cruz Roja- era irme a Italia, porque así dejaba un cupo de refugiado y en Italia podía optar por la calidad de repatriado, por mis orígenes italianos. Estaba en la duda sobre qué hacer, y en eso vino un mensajero a darme un mensaje de Seregni, que me pedía que me quedara en Buenos Aires. Y ahí me quedé, por si podía servir para algo mi estadía ahí. En principio, no corría demasiados riesgos en la medida que no estaba vinculado a cosas propiamente de Argentina.
-En 1971 se funda el Frente Amplio, y usted acompaña el nacimiento del partido. ¿Se esperanzó con ese bloque de partidos de izquierda?
-Sí, por supuesto, sino no hubiese participado. En ese proceso fundacional participaron batllistas como Zelmar Michelini y Alba Roballo, de los blancos venía (Francisco) Rodríguez Camusso con quien yo tenía vinculación, del PDC venía Juan Pablo Terra, una figura de pensamiento muy elaborado, y la idea que nos llevaba era el tema de la libertad. El sentir que Uruguay había perdido libertades, y en aquel momento uno no sentía que los partidos tradicionales hubieran defendido las banderas de libertad. Para muchos de mi generación, Wilson Ferreira fue un fenómeno que llegó un poco tarde. Retuvo mucha gente de origen blanco que hubieran dado el paso al FA, pero el fenómeno Wilson explota cuando ya estaba armado el FA. El escritor y amigo Enrique Estrázulas estaba entusiasmado con el nacimiento el FA, y con la figura de Wilson, decidió quedarse en el Partido Nacional. Yo aposté a la génesis del FA, porque entendía que el PN no defendía el concepto de la libertad.
-¿Se consideraba izquierdista?
-Mmm... No era tan claro el izquierdismo, como el valor de la libertad.
-¿En qué momento usted dejó de ser frenteamplista?
-No fue un tema de definiciones políticas, sino de actitudes de vida. Considero que no se puede estar de los dos lados del mostrador. No se puede ser un analista político si a su vez se está participando del juego. O se mira el juego o se participa. Y si se mira el juego, se mira analizando a todos los equipos por igual y tratando de entender a todos. Uno no puede estar comprometido con nadie si su vocación es el estudio del comportamiento político.
-¿No hubo, entonces, una cuestión de frustración o desilusión con el FA?
"La idea que nos llevaba a acompañar el nacimiento del FA era el tema de la libertad. en aquel momento uno no sentía que los partidos tradicionales hubieran defendido las banderas de libertad. No era tan claro el izquierdismo, como el valor de la libertad"
-No, no, lo que sentí era que el actor político y el analista político se saboteaban y tuve que optar. Claramente desde el 87 en adelante ya me tiraba más lo académico, el análisis político y la investigación que hacer política, participar en ella.
-Desde abril de 1989 dirige la empresa Factum. ¿Cómo ha cambiado su trabajo en todos estos años, desde las encuestas cara a cara a estas consultas online y en tiempo real?
-Nuestro puntapié inicial fue el día del referéndum por la Ley de Caducidad (voto amarillo o verde) que hicimos para canal 4, el análisis de voto de esa elección. Hacia mayo de ese 89 fueron las internas del Partido Colorado entre Jorge Batlle y Enrique Tarigo, ahí usamos por primera vez el concepto de encuestas a "boca de urna" (que tomamos de Brasil) y la expresión inglesa de exit poll, que se usa a nivel mundial.
Han cambiado las técnicas y metodologías. Una encuesta sólo se hacía si era puerta a puerta y cara a cara, con lápiz y papel. Después, el cara a cara dejó de ser con lápiz y papel, pasó a ser con otros mecanismos como la tablet o el celular. Por otro lado, la encuesta telefónica se fue desarrollando, y ahí ayudó mucho la universalización de los celulares. Hoy el celular es lo más universal que hay. El online es una técnica nueva, un poco más complicada. Nosotros hemos usado el online a partir de una muestra hecha previamente, donde se definen los hogares y se capta la gente previamente elegida. El online lo que tiene es que la propia gente entra, no es uno que saca una muestra, se hace con aquellos que voluntariamente quieran entrar a la web. En el mundo no es lo que prevalece en consultas de opinión pública, y electoral.
-¿Cuál ha sido la elección más difícil para analizar y prever resultados? ¿O la que más lo marcó?
-Desde el punto de vista de la elección, la más complicada de todas fue la del 2004. El FA, ya con el nuevo régimen obtuvo la mayoría de los votantes (50,5%), que implicaba que Vázquez resultaba elegido presidente, sin balotaje. Ahí nos arriesgamos a decirlo, en un momento en el cual los colegas decían que no habrían resultados en toda la noche. Estábamos muy convencidos de que teníamos las cifras correctas -lo fueron-, nos daba 50,9%, y terminó en 50,5% con los votos observados. Fue una decisión altamente riesgosa, pero lo hicimos con la certeza del trabajo bien hecho.
Y luego, la otra que fue muy complicada fue la de 1994, porque la Facultad de Ciencias Económicas junto con la Universidad de Valencia habían hecho un estudio, una encuesta a boca de turno con metodología española, y anuncian que saldría primero el FA, segundo el Partido Colorado y tercero el Partido Nacional. Creó una conmoción muy grande. Pero resulta que a nosotros no nos daba eso... La duda la tuvimos hasta último momento, teníamos una duda entre si ganaban blancos o colorados. Al final se decantó para el Partido Colorado (gana Sanguinetti por segunda vez), segundo el Partido Nacional con (Alberto) Volonté a la cabeza, y tercero el FA con Vázquez. Es verdad que entre el primero y el tercero hubo solo 1,7% de diferencia, 1,1% entre el primero y el segundo, y 0,6% entre el segundo y el tercero. Ahí esperamos hasta último momento... porque el FA llegó a salir a la calle a festejar. Nosotros preferimos esperar a que se calmaran los aires, y sobre la medianoche se salió a decir que había ganado Sanguinetti.
-Las encuestas han errado mucho últimamente al pronosticar resultados electorales. Pasó con el Brexit o con el plebiscito por el proceso de paz en Colombia. Parece ser una tendencia mundial. ¿A qué lo atribuye?
-En el Brexit es muy discutible qué dieron las encuestas, porque se difundieron encuestas diciendo que el Brexit perdía, y no se difundieron encuestas que decían que el Brexit ganaba. Se denunció que hubo operaciones bursátiles sobre la base de que la gente apostara a que el Brexit perdía. No fue algo inocente, fue toda una operación. En Uruguay, en las elecciones pasadas, hubo algunos que consideraron que los partidos tradicionales sumados le ganaban al FA, y que eso indicaba una tendencia como que la presidencia iba camino a que la perdía el FA. Pero no fue lo que dijimos nosotros. Dimos una escenario con una paridad entre los partidos tradicionales y el FA en octubre.
Una encuesta no hace un pronóstico, sino que hace un estado de situación en determinado momento, y eso hay que entenderlo de una vez. Reconozco que algunos manejan las encuestas como un concurso de aciertos. Nosotros hemos tratado toda la vida de decir lo contrario. Hay cierto periodismo que dice: "Ya está abriendo el paraguas". No, nadie está abriendo el paraguas, si uno dice que el partido va 2 a 0, va 2 a 0, no dice que va a terminar 2 a 0. Y eso no es abrir el paraguas, si faltan 15 minutos, el partido todavía no terminó.
Mire, este domingo habrá elecciones en España y todos los analistas coinciden que más de la tercera parte de los españoles van a decidir su voto el mismo domingo. Y eso mismo pasa también acá: son muchos los que deciden a último momento, el mismo día.
-Es una foto de ese momento...
"Hay cierto periodismo que dice: 'Ya está abriendo el paraguas'. No, nadie está abriendo el paraguas, si uno dice que el partido va 2 a 0, va 2 a 0, no dice que va a terminar 2 a 0. Y eso no es abrir el paraguas, si faltan 15 minutos, el partido todavía no terminó"
-Es una foto con una película atrás, pero de ahí a proyectarla hay que tener mucho cuidado. Lo otro: aún dándole un nivel de proyección, el margen error estadístico es un tema científico. Existe y no es que alguien se equivocó. Algunos le llaman margen de aproximación. Si el dato final está dentro del margen de aproximación, la encuesta fue correcta aún con un pronóstico. Hay que decir que le erró si el dato que proyecta, lo proyecta por fuera del margen de error.
-¿Y qué se puede hacer para minimizar esos errores que desacreditan el trabajo de las encuestadoras?
-Lo primero es que hay un límite científico: nadie puede bajar el margen de error estadístico porque hay un límite matemático que es imposible bajar. Y esto no es sólo en encuestas, es sobre cualquier muestra que usted quiera, para trigo, para tornillos, para establecer la población vacunada del sarampión... Segundo, muchas veces el periodismo no presenta bien las encuestas, sobre todo cuando publica comparaciones de encuestas y está comparando chauchas con palitos, encuestas con fechas distintas, con metodologías distintas. Tercero, los dirigentes políticos tienen un actitud muy dual ante las encuestas. Hemos visto avisos pagos de políticos en base a que tantas encuestas lo dan creciendo o le dan bien, pero si le dan mal, las cuestionan. Si le da creciendo, dicen que la encuesta está bien, y si no le da creciendo, dicen que está mal. Lo primero es que hay que tener cuidado con el juego que hacen los periodistas y los propios políticos sobre el uso de las encuestas y el valor predictivo que le dan, según les convenga o no. Pero quiero decir algo: la polémica es entre los políticos, porque entre la población hay una gran confianza en las encuestas. Nunca bajó del 70% esa confianza.
-¿Las campañas de fake news llegaron para quedarse?
-Está muy relacionado con las redes sociales. La manipulación existe desde el comienzo de la humanidad. En el año I AC hubo una elección muy importante en Roma, donde gana por fraude Marco Tulio Cicerón contra Catilina y fueron las primeras fake news de la historia. Las cuatro "catilinarias" fueron un discurso que simplificó las propuestas de Catilina, apoyada por Julio César, que propagaba la reforma agraria, la condenación de las deudas, y mayor participación popular. Y Catilina, representante del patriciado, simplificaba y denostaba las propuestas que iban a hundir a Roma. Es decir: las fake news siempre existieron, pero cuando aumentó el acceso de la gente al maneo de medios por el cual expresarse, naturalmente aumentó la posibilidad de estos manejos. Acá hay un tema cultural: así como la gente se vacunó contra las operaciones de los grandes medios de comunicación (primero la prensa, después la radio y después la TV), y la gente fue eligiendo a quién creerle, en algún momento la propia gente se dará cuenta cómo discriminar cuáles son noticias verdaderas y cuáles dan noticias falsas.
-¿Se arregla con un compromiso pluripartidario de hacer una campaña limpia?
-Me resulta un poco ingenuo... Yo puedo firmar para hacer una campaña limpia, pero no puedo asegurar que un amigo mío, por las de él y contra mi opinión, haga otra cosa. La manipulación es muy difícil de evitar, hasta que la sociedad establezca sus propias autodefensas.
-A Luis Eduardo González se lo consideraba casi un gurú en tiempos electorales, aunque le erró feo al anunciar que se había anulado la Ley de Caducidad en 2009. Ahora usted quedó como el más experimentado de los directores de empresas encuestadoras. ¿Es una responsabilidad extra a la hora de analizar la política o pronosticar un resultado?
-Él se consideraba a sí mismo un gurú... En el exterior lo calificaron como tal, y él lo tenía recortado y se vanagloriaba de eso. Una discrepancia conceptual que siempre tuvimos con Luis Eduardo era que nosotros siempre hicimos lo posible por combatir ese concepto: nosotros siempre quisimos presentar esto como una actividad científica, y como toda actividad científica tiene fuertes limitaciones y uno no tiene ningún poder adivinatorio o sobrenatural, sino que tiene una técnica que produce determinados resultados con determinados límites. Lo otro sí, el único mérito que tengo yo es biológico. El 16 de abril cumplimos 30 años en Factum, más los años de publicaciones electorales desde que tenía 18 años.
-Me voy a esta campaña. ¿Ya está cantado que Daniel Martínez gana la interna oficialista o puede tener alguna amenaza en Cosse?
-Nunca hay un resultado cantado, pero por ahora la impresión es que Daniel Martínez lleva una ventaja consolidada. La última encuesta que tenemos es de fin de marzo, y nos dio poco más del 50% de Martínez y alrededor del 30% Cosse. Por ahora no se dan muchas señales que esto pueda revertirse, pero quedan dos meses.
-En el Partido Nacional, hace un par de meses se daba por descontada la victoria de Luis Lacalle Pou, pero parece estar estancado y ha crecido enormemente Juan Sartori. ¿Cómo se entiende esto?
-En el Partido Nacional se dan tres fenómenos. Lacalle Pou tenía una posición hegemónica a fin de año, y muy holgada en febrero, y ahora ha tenido una leve disminución. Ha disminuido. Jorge Larrañaga ha tenido un crecimiento importante, probablemente a raíz de su campaña Vivir sin miedo. Por lo menos, concomitantemente a la campaña. Y el tercer fenómeno es la irrupción de Sartori. La primera vez que lo medimos fue en febrero, con un 13%, la segunda fue en marzo, ya nos dio el 21%, y da la impresión que el Partido Nacional tiene una competencia entre tres, con un relativo desnivel en favor de Lacalle Pou. Hace un mes nos dio 44% Lacalle Pou, 25% Larrañaga, 21% Sartori, 8% Antía y 2% Verónica Alonso, que en ese momento era precandidata...
"(Luis Eduardo González) se consideraba a sí mismo un gurú... Nosotros siempre hicimos lo posible por combatir ese concepto: nosotros siempre quisimos presentar esto como una actividad científica, y como tal tiene fuertes limitaciones y uno no tiene ningún poder adivinatorio o sobrenatural"
-Cuando todavía estaba la campaña de expectativa "¿Quién es Juan Sartori?", usted desconfiaba de este millonario casado con una rusa, hija de un magnate investigado dueño del club Mónaco de Francia. ¿Ahora entiende el fenómeno Sartori?
-Es la primera vez que me pasa, después de estar toda la vida en esto, que aparezca un candidato presidencial y yo tenga que empezar a buscar en internet quién es... Cualquier otro candidato nuevo (Manini Ríos, Novick), uno hacía mucho que los conocía. El caso es que uno mismo se preguntaba: ¿quién es Juan Sartori? Me resulta claro que tiene algo en común con la votación de Novick de 2015 en Montevideo, la irrupción de Talvi captando el grueso del Partido Colorado cuando arranca y esto de Sartori, tienen en común que claramente hay un segmento del electorado uruguayo que tiene una visión muy crítica del elenco político y busca referentes nuevos, que vengan con otros aires. Ya sea que venga de un mundo técnico (como Talvi) o
empresarial como Novick o Sartori.
-Lacalle Pou me dijo en Apuesta D10 de Radio Universal que no le preocupaba analizar a Sartori, su contrincante, sino entender a la opinión pública que parece elegirlo.
-Lo que es claro es que hay un mensaje que es visto como novedoso. No sé si es otra forma de hacer política y lo novedoso visto como cambio a lo que hay.
-¿Cómo se explica que en el Partido Colorado lidere un dirigente de 83 años, que ya fue dos veces presidente y estaba retirado de la arena política?
-El Partido Colorado cuando apareció Sanguinetti estaba en el orden del 6 o 7%. Hoy en nuestras encuestas está en 16%. Quiere decir que la aparición de él más que duplica el Partido Colorado. La impresión es que después de un retiro de 15 años, reaparece en 2018 y su imagen se decanta mucho, pierde aristas negativas que le veían algunos, y aparece como un hombre con experiencia, como estadista, con manejo internacional, y que llena una vacío no sólo en el partido, sino en el sistema político. Es paradojal: aparece como algo nuevo, algo distinto a lo que había en el momento. Sanguinetti por mucho pasado, y otro (Sartori) por no tener pasado.
-¿Talvi puede incomodarlo y cuestionar la victoria de Sanguinetti?
-Según otras encuestas, Talvi ha crecido, pero nosotros no hemos vuelto a medir, así que no sé decirle si creció o no. Recién estamos saliendo a recolectar datos. Así que no sé decirle. Pero sí nosotros vemos a (José) Amorín mucho más elevado que los colegas. Nosotros tenemos una diferencia de metodología, tenemos una metodología que nos permite detectar el voto indirecto, que sin duda Amorín y Antía son dos candidatos que tienen mucho voto indirecto. Es decir, las personas que no siguen directamente al candidato presidencial, sino que siguen a figuras departamentales que apoyan al candidato presidencial. (Germán) Coutinho en Salto, (Carlos) Signorelli en Artigas, (Juan Justo) Amaro en Florida, todos están con Amorín. O Antía que tiene a (Sergio) Botana en Cerro Largo y (Heber) Da Rosa en Tacuarembó. Tenemos una metodología que nos permite detectar el voto indirecto, y eso nos da un posicionamiento de Amorín muy superior al que les da a los colegas, y no tan lejos de Talvi.
-¿Sigue pensando que el tema seguridad no mueve la aguja?
-Dije que la seguridad no es un tema que mueve la aguja ente los bloques, entre el FA y la oposición. Otra cosa es dentro de la oposición. Dentro de la oposición en algunos casos el tema ha servido para favorecer algunos candidatos, sobre todo en el caso de Larrañaga. Yo me refería al resultado final de la elección, ahí dije que no movía la aguja, y nos lo daban los estudios. Más del 50% de los uruguayos nos decía que no había un político responsable de la mala seguridad. No definía demasiado, sí beneficiaba algo a Novick y a Larrañaga, pero no mucho más.
"Es paradojal: Sanguinetti aparece como algo nuevo, algo distinto a lo que había en el momento. él por mucho pasado, y Juan Sartori por no tener pasado. (...) En el resultado final de la elección insisto en que la seguridad no mueve la aguja"
-El caso Sendic y los despilfarros en Pluna y Ancap, ¿le pueden costar muy caro al FA, o ya se repuso de esos golpes y salió airoso?
-Ya le costaron. Si no le hubieran costado, todo esto que hablamos estaba de más: el FA volvía a estar en el 48% y tenía mayores probabilidades de ganar el balotaje. Punto. Si estamos viendo hasta dónde puede llegar el FA y que está lejos del 48% es porque ya le costó mucho. Lo que perdió ya lo perdió, y recuperó una buena parte, y otra parte ya no la recuperará.
-El sistema político uruguayo, ¿es feliz?
-Es un sistema sólido y sano, con algunas disfuncionalidades que han aparecido en los últimos tiempos. Sobre todo la falta de discusión más de cosmovisión, de temas de mundo... No sólo discutir temas profundos, sino temas de grandes visiones, de mundo, que están faltando. No es sólo un problema uruguayo, es global. Pero creo que se hace necesario que vuelva para que sea más sano. La disputa por posiciones personales, quizás se han exacerbado demasiado las luchas personales sobre las luchas colectivas, en el Uruguay de los últimos tiempos. Ahora, si comparamos, el sistema político uruguayo es de los más felices del mundo. Por lejos.