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Política

Rilla-Yaffé

Blancos, colorados e izquierdas: historia de partidos y movimientos políticos en Uruguay

El historiador José Rilla y el politólogo Jaime Yaffé conversaron con Montevideo Portal sobre una obra que demandó cuatro años y articuló el trabajo de más de 60 académicos.

13.02.2022 12:56

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2022-02-13T12:56:00-03:00
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Por Aníbal Falco

Tras cuatro años de trabajo y con la colaboración de más de 60 académicos, los tres tomos de Partidos y Movimientos Políticos en Uruguay (Editorial Crítica) finalmente vieron la luz sobre fines de 2021.

Coordinado por el historiador José Rilla y el politólogo Jaime Yaffé, el ambicioso trabajo busca difundir con rigurosidad historiográfica, pero también con interpretación politológica, de manera comprensible para el público en general la larga historia de los partidos políticos uruguayos y como su vínculo con los diferentes movimientos sociales han convertido a Uruguay en una de las democracias más plenas de América Latina.

La obra se divide en tres tomos: Colorados (coordinado por Daniel Buquet, Daniel Chasquetti y Felipe Monestier), Blancos (coordinado por Gabriel Bucheli y Adolfo Garcé) e Izquierdas (coordinado por Gerardo Caetano, Aldo Marchesi y Vania Markarian).

“Estimulantes y polémica es la relación de Uruguay con sus partidos políticos a lo largo del tiempo, en el pasado y en el presente. A esta altura, con casi dos siglos de existencia, las colectividades han mostrado una asombrosa permanencia, una notable capacidad de interpretar, canalizar, expresar, reelaborar, proponer conducir, movilizar a la sociedad, de acompañas sus cambios y también reflejar sus rezagos. En términos comparativos con otros países de la región, y aun del mundo, la democracia uruguaya muestra un buen desempeño, en la punta de la tabla”, se afirma en la introducción de cada uno de los tres tomos.  

En entrevista con Montevideo Portal, Rilla y Yaffé destacaron como los partidos políticos en Uruguay han sido capaces de sobrevivir a las crisis, a las transformaciones sociales y económicas, por la “gran capacidad para cambiar que han demostrado sin violentar sus propias tradiciones”.

A continuación un resumen de el diálogo que mantuvo Montevideo Portal con los dos coordinadores de la obra. 

Cuatro años de trabajo y más de 60 autores involucrados. ¿Cuál fue el objetivo de hacer este tipo de publicación?

José Rilla: El objeto de estudio y el momento en que estamos tanto de la producción de la historia como de las ciencias sociales lo justificaba. Un objeto de esta complejidad cronológica, temática y problemática no podía ser resuelto de un plumazo o en un ratito. Se debía recoger toda la acumulación que hay en los últimos 30 años en la historia y en la ciencia política. Y eso no lo puede hacer solo una persona. Se necesitaba de mucho diseño e ingeniería, pero también de mucha libertad. Equipos que pudieran a partir de un marco como el que nosotros planteamos dar la mejor versión posible.

Se ha destacado en otras entrevistas que el trabajo tiene como objetivo llevar al llano, simplificar el contenido y el lenguaje en la obra para llegar a un público sí interesado por la política, pero no necesariamente especializado. ¿Ese fue uno de los grandes objetivos? 

Jaime Yaffé: Es una obra de difusión. No son textos pensados para que los lean otros historiadores o politólogos. Son textos en los que historiadores y politólogos pretenden transmitir en un lenguaje comprensible para un público interesado en la política, pero no especializado, el resultado de sus investigaciones. En los últimos 15 años los investigadores, en un sentido positivo, han sido sometidos a sistemas de comunicación de su producción a través de revistas especializadas que suponen hablar en un lenguaje que para el que no está familiarizado le resulta extraño, probablemente impenetrable. Sacarnos de ese hábito a partir de una exigencia del trabajo académico, supuso un esfuerzo y una dificultad. Igualmente, creo que a nadie le cuesta demasiado en Uruguay porque nuestros historiadores y politólogos son gente que circula permanentemente por los medios de comunicación. En ese sentido, se pidió al leer y releer los textos cambiar algunas formas, como bajar la carga conceptual, evitar hacer muchas citas y referencias bibliográficas. Aspectos que a la gente que no está en ese asunto no le interesan.      

¿Hay que respetar un orden para leer los tres tomos?

Rilla: En el diseño de la obra se planteó que tenían que estar las cosas que había que contar y los autores que las tenían que contar. No son detalles menores. El objetivo de la obra es tener una concepción general del asunto y del problema. Primero la narración, luego algunos asuntos críticos, posteriormente las semblanzas (de distintos personajes históricos) que en todos los casos las hay. Puede haber una lectura vertical de los tomos, es decir, empezar por el tomo que se quiera. Ahí tienes una historia que se cuenta, pero que no puede terminar de ser contada porque estamos hablando de partidos. No termina de ser entendida si no se la lee en relación a los otros actores, a las otras partes y partidos.

¿Esos actores o partidos que además construyeron su propia identidad a partir de la del otro?

Rilla: No hay posibilidad de comprender a un partido si se lo concibe como una parte de la opinión ciudadana y de la elaboración de las preferencias ciudadanas. Pero no hay manera de entenderlo, concebirlo o dibujarlo si no es en relación a… Los partidos son bichos vivos y covariantes. No se pueden entender el uno sin el otro. En Uruguay y en cualquier otro lugar. 

No solo se decide además incluir a los partidos políticos, también a los movimientos sociales. ¿Por qué?

Yaffé: Muchas veces el lenguaje nos traiciona y al principio pensamos en una historia de partidos. Pero en realidad los partidos han interactuado en Uruguay como en muchos otros lugares, se han alimentado y constituido en la interacción con otros tipos de organizaciones más o menos políticas o sociales que no son estrictamente partidos, no son estructuras organizadas para luchar por el poder. En algunas historias partidarias esos movimientos son muy importantes y no queríamos dejarlos afuera. Por ejemplo, el movimiento ruralista jugó un papel muy importante en la victoria electoral del Partido Nacional (PN) en 1958. Con competencia electoral limpia, el PN conquistó el poder mayoritario del Poder Ejecutivo y sin el movimiento ruralista eso no se entiende. No quisimos dejar afuera esa parte de la historia. Tampoco se puede terminar de entender el nacimiento del Frente Amplio sin la irrupción del Movimiento de Liberación Nacional (MLN – Tupamaros) en los años 1960. Ya sea por acción o por reacción. No importa, hay distintas formas de interpretar el papel que jugaron los tupamaros en el proceso que terminó en la constitución del Frente Amplio. Pero jugaron un papel y no era un partido político, era un movimiento guerrillero. Por distintos motivos hay actores que no son partidos, pero que tienen un papel muy importante en el proceso político, interactuando con los partidos y no los podíamos dejar afuera.

¿Se ha mantenido autonomía a lo largo de los años a pesar de esos vínculos estrechos entre los movimientos sociales y los partidos políticos?

Rilla: Es una cuestión si se quiere normativa, está dentro del campo de lo deseable en los sistemas abiertos y pluralistas. Las repúblicas democráticas sanas deseablemente deben manejarse desde esferas que son autónomas. Así como debe haber una autonomía entre el Estado y la sociedad civil, entre los partidos y el resto de los movimientos sociales. Juegos libres y autónomos, donde hay tensiones y cooperación. En Uruguay se dan las dos cosas. A veces se da un vínculo estrecho entre movimientos sociales y partidos políticos, pero no lo es tanto para decir que son la misma cosa. Cuando gobernó el Batllismo al principio del siglo XX hubo alguna idea para ver si se podía armar algún movimiento sindical de mayor afinidad con el gobierno, al estilo de lo que después se logró en Argentina. Sin embargo, en Uruguay no se llegó a ese punto ni por asomo.

Yaffé: Un ejemplo más contemporáneo es que el Frente Amplio y el Pit-Cnt tienen una fuerte zona de confluencia programática e incluso de figuras. El caso de (Fernando) Pereira puede ser la representación material de esos vasos comunicantes. De todas maneras, se sostiene la idea de que el movimiento sindical no es el brazo social del Frente Amplio (FA). El FA no tiene capacidad de ordenarle al Pit-Cnt lo que tiene que hacer. Si bien el Pit-Cnt ha tenido en muchas ocasiones posibilidades de condicionar el posicionamiento político del FA, el FA no es el brazo político del Pit-Cnt. Ha habido tensiones. Actualmente, la cercanía es más fuerte porque el FA salió del gobierno y quedan prácticamente juntos como oposición, pero se mantienen unas autonomías mutuas muy importantes. Ninguno es capaz disciplinar al otro, de ponerlo bajo su ámbito de decisión.

¿Puede ser un ejemplo de ese vínculo la juntada de firmas para el referéndum?

Yaffé: Lo que hay son influencias mutuas. En muchos casos desde los 1990 el Pit-Cnt ha terminado siendo muy influyente en lo que el FA decide hacer, por ejemplo, en iniciativas de referéndum. No solo en este. En muchos casos en los que el FA dudaba sobre la conveniencia o no de embarcarse, fue la persistencia del Pit-Cnt lo que colocó tema en agenda presionando al sistema político.

Rilla: Son relaciones muy interesantes. Cuando los sectores del FA tuvieron que definir hacia que candidato en la interna se volcaban, era muy difícil para los partidos apostar a otro candidato, cuando el que estaba ahí había sido hasta hacía una semana el presidente de la central sindical. Eso también fue una interpelación a algunos de los partidos del FA que tienen un vínculo significativo e histórico con los sectores sindicalizados.

También se vincula desde los sectores de izquierda la relación de los partidos tradicionales con las cámaras empresariales.

Yaffé: Es cierto que existen vínculos, pero al igual que ocurre cuando los partidos tradicionales denuncian que el Frente Amplio es el instrumento del Pit-Cnt, no hay evidencia para sostener que los partidos tradicionales hayan sido en algún momento de la historia el instrumento político de alguna cámara empresarial o de algún sector económico en particular.

¿Pero confluyen visiones de desarrollo?

Yaffé: No es de ahora. En los años 1920 por ejemplo el Herrerismo (Partido Nacional) y el Riverismo (Partido Colorado) tenían un fuerte vinculo con la Federación Rural. Al punto que sus máximos dirigentes, Luis Alberto de Herrera y Pedro Manini Ríos, integraban el consejo directivo de la Federación Rural. De ahí a decir que los partidos o las fracciones que encabezaban esos lideres eran instrumentos políticos de la Federación Rural, no se puede sostener.

¿Se puede afirmar que el Partido Colorado construyó su identidad a partir del Estado y el Partido Nacional como contrapeso a esa circunstancia? ¿Se puede resumir de esa forma?

Rilla: Los dos partidos históricos tienen un nacimiento estrictamente contemporáneo. Son incomprensibles el uno sin el otro. Hay toda una discusión que es más que terminológica, es historiográfica y conceptual, y es si le podemos llamar a todo eso partidos (el origen). Lo que había era una cosa que después se va a transformar en el partido blanco ya en épocas de la revolución y con los comienzos de la república, es bastante evidente como para instalarse en esa zona de acuerdo. Lo mismo se puede decir del Partido Colorado. De hecho, originalmente el partido blanco no se concibe como parte, se concibe como la ley. “Nosotros somos la ley y la ley es la nación”. El primer Oribismo o blanquismo es eso. Los demás son los revoltosos, los que están en contra de la ley, que son los colorados. Eso después se invierte e incluso lo hace la propia geografía de esa política. Ese partido del orden, de la ley y del gobierno que se defiende contra la insurrección colorada, tiene una base montevideana y urbana. Sin embargo, el Partido Nacional es más bien identificado tradicionalmente como un partido de base más rural. Pero no nació así. El coloradismo riverista de los inicios era un movimiento más rural. Después con la Guerra Grande, la intervención extranjera y a través de las élites urbanas de los dos partidos que eran muy potentes (“los doctores”) se inicia una transformación de esa composición. Los partidos se diferencian, pero también se parecen. Pero de partidos tal cual los conocemos hoy capaz podemos hablar a partir de comienzos del siglo XX, cuando hay una institucionalidad más fuerte y leyes que prevén su funcionamiento. Sin embargo, sin el siglo XIX eso no se entiende, porque ya existían clubes partidarios, una socialización política que conduce a ese resultado.

La forma de dirimir los conflictos entre blancos y colorados en el siglo XIX estaba signada mayormente por la violencia. ¿Hubo un proceso de construcción institucional en ese sentido, de pacificación política que se pierde de vista si no se lo mira en perspectiva?

Rilla: En Uruguay los partidos de proporciones importantes han gobernado todos. Ese ciclo se cerró.  Todos gobernaron y todos fueron oposición, ganaron y perdieron. Entregaron el mando, sin drama. Y todo eso fue en tránsito electoral. Esa convivencia se aprende. Hay países que todavía no lo han aprendido, dónde el otro es un enemigo de la nación, de la patria, de la ley. Entonces lo tengo que liquidar. Pero eso no son partidos, porque no son parte.

Yaffé: Por ejemplo, en el último retoque a la ingeniería institucional – la reforma electoral de 1996- participaron todos, fue una negociación tripartidaria, más allá que el Frente Amplio participó dividido y terminó votando en contra.

Rilla: También en los blancos había división.

Yaffé: Eso demuestra que la ingeniería institucional involucra a todos y por otra parte esa es la forma para que las reglas después sean aceptadas por todos.  

¿Se puede explicar por qué los partidos en Uruguay sobreviven tanto, a diferencia de lo que ocurre en otros lugares?

Yaffé: Una de las claves que permite en parte explicar porque los partidos en Uruguay sobreviven tanto a las crisis y a las transformaciones sociales y económicas, mientras en otros países sucumben, para que aparezcan nuevos, es la gran capacidad histórica para cambiar que han demostrado. Adaptarse a nuevos contextos sin romper o violentar sus propias tradiciones. Esto no tiene nada de mecánico, simplemente si no lo hacen buena parte de la ciudadanía no se sentiría representada. Si no se adaptan a las nuevas demandas, sectores muy importantes de la ciudadanía no se sentirían representados por ninguna opción del sistema de partidos. Pasó por ejemplo en Chile en 2019.

Rilla: Y acá también puede pasar. Tampoco es que hay traducciones mecánicas. Es decir, que la sociedad demanda y los partidos hacen lo que la sociedad dice, y por eso sobreviven. Eso es verdad, pero no es literal. Los partidos reelaboran y devuelven cambiadas esas demandas, las ordenan de otro modo. Es dinámico, existe una articulación inteligente, no mecánica.

También se hace mención sobre el rol del clientelismo históricamente como instrumento que permitió a lo partidos mantenerse vigentes.

Yaffé: Durante mucho tiempo fue un mecanismo que permitió a los partidos estar más arraigados en la sociedad. Hay una versión mala y una buena del clientelismo. En su versión buena fue una forma que encontraron los partidos tradicionales durante muchas décadas para satisfacer directamente los intereses y las demandas de su base de apoyo social. O sea, retribuyendo el apoyo político con beneficios de diverso tipo: un empleo público, la jubilación, una conexión telefónica, hacer un puente en el pueblo. Eso fue por mucho tiempo un mecanismo que permitió que los ciudadanos se sintieran representados por los políticos. Los políticos les resolvían los problemas.

¿Y la versión mala?  

Yaffé: A su vez, generó un mecanismo perverso de andamiento ineficiente del Estado que condujo a déficit fiscal. Y que otra parte de la ciudadanía que quedaba por fuera de ese circuito clientelar viera eso como una forma corrupta del ejercicio de la función pública.

Uno de los coordinadores del libro Colorados Daniel Chasquetti mencionó en una de las presentaciones que la “derechización” del Partido Colorado comienza con Jorge Pacheco Areco, a partir de 1968. ¿Cuánto influyó en ese fenómeno también el surgimiento del Frente Amplio?

Rilla: Los partidos ocupan los espacios que tienen disponibles. En tanto crece una fuerza vinculada a las izquierdas, el Partido Colorado que alojaba una parte de la centroizquierda se quedó sin espacio y se fue “derechizando”. Es una expresión que se usa en el propio libro de los colorados. El sujeto colorado y el sujeto blanco es más perfilado, más visible, más redondo. Uno sabe de que está hablando. Cuando se habla de izquierdas es una denominación un poco más amplia, más abierta y genérica. No es un partido, es mucha cosa. Se te mete en otras identidades políticas. Hay mucha historia de las izquierdas, al centro y a los extremos, que es de antes al Frente Amplio. Y es mucha historia, el FA tiene 50 años. Desde los anarcos, los socialcristianos, los trotskistas, una cantidad de fuerzas que se autoperciben como parte de la familia. Hoy en día, por ejemplo, ¿hay izquierda y centroizquierda afuera del FA? ¿Dónde está? Hay algunas consideraciones al respecto en el volumen de las izquierdas, por lo que no debería ser leído como la historia del FA.

¿Se puede afirmar que existe cierto consenso de que la matriz ideológica uruguaya es liberal republicana?

Rilla: Izquierda y derecha es una nomenclatura que abre un montón de discusiones y de capítulos. Podría ser polémico decir que la matriz política partidaria uruguaya es liberal y republicana, aunque yo lo creo. La matriz, de ahí sale mucha cosa. Las izquierdas, sobre todo las que provienen del tronco marxista, no construyen un vínculo con el liberalismo político del mismo modo que lo van a hacer los otros partidos que están en la raíz de esa matriz. Pero no es que no tengan ese vínculo, lo tienen de un modo más crítico, más problemático, porque ahí hay otras cosas.

Yaffé: En el caso de la izquierda la relación con el liberalismo político, ni que hablar con el económico, es más conflictiva. La izquierda tiene una visión sin duda republicana y el liberalismo político (clásico) lo fue incorporando, pero tiene algunos cortocircuitos. Ahí se mezcla la socialdemocracia. La izquierda es más socialdemócrata que liberal. Tampoco liberalismo y republicanismo son lo mismo, han estado en tensión cuando se ha puesto más énfasis en una cosa que en la otra.

Por Aníbal Falco


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