Por The New York Times | David E. Sanger

El presidente Joe Biden aprobó en marzo un plan estratégico nuclear altamente clasificado para Estados Unidos que, por primera vez, reorienta la estrategia de disuasión del país para centrarse en la rápida expansión del arsenal nuclear chino.

El cambio se produce porque el Pentágono cree que los arsenales de China rivalizarán en tamaño y diversidad con los de Estados Unidos y Rusia en la próxima década.

La Casa Blanca no llegó a anunciar que Biden había aprobado la estrategia denominada “Nuclear Employment Guidance”, que también pretende preparar a Estados Unidos para posibles desafíos nucleares coordinados de China, Rusia y Corea del Norte. El documento, que se actualiza cada cuatro años aproximadamente, es tan altamente clasificado que no existen copias electrónicas, solo un pequeño número de copias impresas que fueron distribuidas a unos pocos funcionarios de seguridad nacional y altos mandos del Pentágono.

Sin embargo, en discursos recientes, se permitió a dos altos funcionarios gubernamentales aludir al cambio —en frases sueltas y cuidadosas— antes de una notificación más detallada y no clasificada al Congreso que se espera que se produzca antes de que Biden deje el cargo.

“El presidente emitió recientemente directrices actualizadas sobre el empleo de armas nucleares para tener en cuenta a múltiples adversarios con armas nucleares”, dijo a principios de este mes Vipin Narang, estratega nuclear del MIT, quien prestó sus servicios en el Pentágono. “Y en particular”, añadió, la guía de armamento explicaba “el significativo aumento del tamaño y la diversidad” del arsenal nuclear chino.

En junio, el director principal de control de armamentos y no proliferación del Consejo de Seguridad Nacional, Pranay Vaddi, también se refirió al documento, el primero que examina en detalle si Estados Unidos está preparado para responder a crisis nucleares que estallen de manera simultánea o secuencial, con una combinación de armas nucleares y no nucleares.

La nueva estrategia, dijo Vaddi, hace hincapié en “la necesidad de disuadir simultáneamente a Rusia, la RPC y Corea del Norte”, utilizando el acrónimo de la República Popular China.

En el pasado, la probabilidad de que los adversarios estadounidenses pudieran coordinar amenazas nucleares para superar su arsenal nuclear parecía remota. Pero la emergente asociación entre Rusia y China, y las armas convencionales que Corea del Norte e Irán están proporcionando a Rusia para la guerra de Ucrania, han cambiado radicalmente la manera de pensar de Washington.

Rusia y China ya están realizando ejercicios militares juntos. Las agencias de inteligencia tratan de determinar si, como retribución, Rusia está ayudando a los programas de misiles de Corea del Norte e Irán.

El nuevo documento es un duro recordatorio de que quienquiera que preste juramento el próximo 20 de enero se enfrentará a un panorama nuclear distinto y mucho más volátil que el que existía hace apenas tres años. El presidente de Rusia, Vladimir Putin, ha amenazado en repetidas ocasiones con el uso de armas nucleares contra Ucrania, incluso durante una crisis en octubre de 2022, cuando Biden y sus colaboradores, viendo las conversaciones interceptadas entre altos mandos rusos, temieron que la probabilidad de uso nuclear pudiera aumentar al 50 por ciento o incluso más.

Biden, junto con los líderes de Alemania y el Reino Unido, logró que China e India hicieran declaraciones públicas de que no había lugar para el uso de armas nucleares en Ucrania, y la crisis amainó, al menos temporalmente.

“Fue un momento importante”, señaló en una entrevista Richard N. Haass, ex alto funcionario del Departamento de Estado y del Consejo de Seguridad Nacional de varios presidentes republicanos, y presidente emérito del Consejo de Relaciones Exteriores. “Nos enfrentamos a una Rusia radicalizada; la idea de que las armas nucleares no se utilizarían en un conflicto convencional ya no es una suposición segura”.

El segundo gran cambio surge de las ambiciones nucleares de China. La expansión nuclear del país se está produciendo a un ritmo aún más acelerado de lo que los funcionarios de inteligencia estadounidenses anticiparon hace dos años, impulsada por la determinación del presidente Xi Jinping de desechar la estrategia de décadas de mantener una “disuasión mínima” para alcanzar o superar el tamaño de los arsenales de Washington y Moscú. El complejo nuclear chino ahora es el de más rápido crecimiento del mundo.

Aunque el expresidente Donald Trump predijo con confianza que Kim Jong-un, el líder norcoreano, entregaría sus armas nucleares después de sus tres reuniones en persona, ocurrió lo contrario. Kim ha redoblado su estrategia y ahora tiene más de 60 armas, estiman los funcionarios, y el combustible para muchas más.

Esa expansión ha cambiado la naturaleza del desafío norcoreano: cuando el país solo poseía un puñado de armas, podía ser disuadido por las defensas antimisiles. Pero su arsenal ampliado se acerca rápidamente al tamaño del de Pakistán e Israel, y es lo suficientemente grande como para que, en teoría, pueda coordinar amenazas con Moscú y Pekín.

Era solo cuestión de tiempo que un entorno nuclear fundamentalmente diferente empezara a alterar los planes y la estrategia bélica estadounidense, dicen los funcionarios.

“Es nuestra responsabilidad ver el mundo como es, no como esperamos o deseamos que sea”, dijo Narang al salir del Pentágono. “Es posible que algún día miremos atrás y veamos el cuarto de siglo posterior a la Guerra Fría como un intermedio nuclear”.

El nuevo reto es “la posibilidad real de colaboración e incluso connivencia entre nuestros adversarios con armas nucleares”, dijo.

En lo que va de campaña presidencial, los nuevos desafíos a la estrategia nuclear estadounidense no han sido tema de debate. Biden, quien pasó gran parte de su carrera política como defensor de la no proliferación nuclear, nunca ha hablado públicamente en detalle sobre cómo está respondiendo a los desafíos de disuadir la expansión de las fuerzas de China y Corea del Norte. Tampoco lo ha hecho la vicepresidenta Kamala Harris, que ahora es la candidata del Partido Demócrata.

En su última conferencia de prensa en julio, pocos días antes de anunciar que ya no buscaría la nominación demócrata para un segundo mandato, Biden reconoció que había adoptado una política de búsqueda de formas de interferir en la asociación entre China y Rusia.

“Sí, lo hago, pero no estoy preparado para hablar de eso en público”, dijo Biden. No hizo ninguna referencia —ni se le preguntó— a cómo esa asociación estaba alterando la estrategia nuclear estadounidense.

Desde la presidencia de Harry Truman, esa estrategia se ha centrado de manera abrumadora en el arsenal del Kremlin. Las nuevas directrices de Biden sugieren lo rápido que está cambiando esta situación.

China fue mencionada en la última orientación nuclear, emitida al final del gobierno de Trump, según un documento no clasificado proporcionado al Congreso en 2020. Pero eso fue antes de que se comprendiera el alcance de las ambiciones de Xi.

La estrategia de Biden agudiza ese enfoque para reflejar las estimaciones del Pentágono de que la fuerza nuclear de China se ampliaría a 1000 para 2030 y 1500 para 2035, aproximadamente el número que Estados Unidos y Rusia despliegan ahora. De hecho, Pekín parece haberse adelantado a ese calendario, según las autoridades, y ha empezado a cargar misiles nucleares en nuevos campos de silos que fueron detectados por satélites comerciales hace tres años.

Pekín también es motivo de preocupación: ha interrumpido una breve conversación con Estados Unidos sobre la mejora de la seguridad nuclear, por ejemplo, acordando advertirse mutuamente de inminentes pruebas de misiles o estableciendo líneas directas u otros medios de comunicación para garantizar que los incidentes o accidentes no desemboquen en encuentros nucleares.

Una de las conversaciones entre ambos países sucedió a finales del otoño pasado, justo antes de que Biden y Xi se reunieran en California, donde trataron de mejorar las relaciones entre ambos países. Se refirieron a esas conversaciones en una declaración conjunta, pero para ese entonces los chinos ya habían insinuado que no estaban interesados en más discusiones, y a principios de este verano dijeron que las conversaciones habían terminado. Citaron las ventas de armas estadounidenses a Taiwán, que estaban en marcha mucho antes de que comenzaran las conversaciones sobre seguridad nuclear.

Mallory Stewart, subsecretaria de control de armamento, disuasión y estabilidad del Departamento de Estado, dijo en una entrevista que el gobierno chino estaba “impidiendo activamente que mantuviéramos conversaciones sobre los riesgos”.

En su lugar, dijo, Pekín “parece estar tomando una página del libro de jugadas de Rusia en el sentido de que, hasta que no abordemos las tensiones y los desafíos en nuestra relación bilateral, optarán por no continuar nuestras conversaciones sobre control de armas, reducción de riesgos y no proliferación”.

A China le interesa, argumentó, “prevenir estos riesgos de error de cálculo y malentendidos”.

David E. Sanger

cubre el gobierno de Biden y la seguridad nacional. Ha sido periodista del Times durante más de cuatro décadas y ha escrito varios libros sobre los desafíos a la seguridad nacional estadounidense. Más de David E. Sanger