Por César Bianchi
@Chechobianchi
Fotos: Javier Noceti / @javier.noceti
Pablo Benítez (40) podría ser policía. Un policía, de azul, de los que hay miles por todo el país. Andaría persiguiendo delincuentes, metiéndose en bocas de venta de droga o siguiéndoles la pista a narcos grandes o chiquitos, los del narcomenudeo. Mucha gente lo insultaría, sólo por su uniforme azul.
O podría trabajar en cárceles, custodiando a los mismos malvivientes que el anterior Pablo Benítez imaginario habría perseguido en la periferia, esos que los diarios llaman zonas rojas o “barrios carenciados”. Tendría que vigilarlos, cuidar que ningún preso se fugue, que no se peleen entre ellos con cortes o que no se maten. Y lo mismo: por ser policía, “anti-chorro”, sería despreciado en un montón de vecindarios.
Pero Pablo Benítez hace 19 años eligió ser bombero. Y, entonces, no lo odian. Quizás dan por sentado su trabajo, alguno dirá que tiene mucho tiempo libre y arriesga su vida muy cada tanto. El riverense, vocero de Bomberos y encargado de las relaciones públicas de la institución desde hace tres años, dirá que desde que se recibió puso una barrera emocional y decidió que se lo tomaría como un trabajo, porque… alguien lo tiene que hacer. “Me voy de ese lugar, donde quedó un fallecido, y vuelvo a mi lugar de trabajo, y tengo que volver a comer, para salir a rescatar a otra persona. Y esa otra persona va a necesitar que yo esté 100%. Yo no me puedo quedar pensando en la persona que falleció”, dice, como justificándose, en el cuartel principal de la Dirección Nacional de Bomberos.
Pablo, que fue padre muy joven, ya tiene un heredero que le seguirá los pasos. Su hijo Facundo en febrero se recibirá de bombero. A Pablo no lo inquieta, dice que riesgos hay en todos lados, y si su hijo “no hace locuras”, podrá ayudar a la sociedad con su trabajo.
"Los bomberos que están libres en su casa, de franco, dejan sus cosas y se suman. Y yo les decía: 'Che, ¿pero vos no estabas en tu libre?' '¡Tas loco! ¡Hay un incendio! Vamo’ arriba'. Vos ves que es así: es vocacional"
-¿De niño querías ser bombero?
-En algún momento se me pasó por la cabeza. Pero en principio tenía aspiraciones a ser jugador de fútbol, como todo niño. Vivía con la pelota para todos lados… Comía y me iba al club, pasaba toda la tarde jugando al fútbol o fútbol de salón. Después, en el liceo, tenía la idea de estudiar Medicina. Pero lo económico me llevó a repensar un poco la decisión, y un amigo me insistió para entrar a la Escuela de Policía, para ser ambos policías. Y la medicina fue quedando más lejos. Probé en la Escuela de Policía y salvé la prueba, quedé adentro. Hicimos la prueba unos 300 y entramos 50. Yo logré pasar y me quedé, mi amigo, el que me incentivó, no tuvo suerte.
-¿Cuál es el recuerdo más antiguo que te liga a este oficio?
-La casa de mi abuela paterna queda cerca del destacamento de Bomberos en Rivera. Entonces, los veía seguidos, y lo tenía en cuenta. Y después, lo que uno veía en televisión, que a los niños les llama más la atención.
-¿Y cómo nació la vocación? Supongo que es clave la vocación…
-Vocación sí, claro, es necesaria si querés desempeñar bien la función. Yo me crié en el barrio Mandubí de Rivera. Cuando yo vivía ahí era zona rural, el ómnibus no entraba a Mandubí. Y el vecino de al lado era bombero. Yo lo veía, él me contaba alguna cosa, yo charlaba mucho con él, siempre me enseñaba algo… Cuando él vio que yo entré en la Escuela Nacional de Policía él me daba manija: “Pablito, tenés que ser bombero. Siempre estás ayudando a la gente, es gratificante, lo que hacés es importante para la sociedad”. Él me machacaba cuando yo tenía 21 y había ingresado a la Escuela. En segundo año hay que elegir si Bomberos, cárcel o lo que es seguridad (policía). Yo conocía la Policía de adentro, porque mi padre había sido policía un tiempo, pero me fui interiorizando y vine a dar la prueba en Bomberos. Dimos ocho la prueba y quedamos los ocho ese año.
Cuando nos permitieron hacer prácticas, y salimos en el camión para aprender, ví los incendios, los accidentes, los rescates, practicamos maniobras en las guardias, y todo eso me fue motivando. Ver a los bomberos trabajar fue clave.
-Tengo entendido que en Uruguay, al menos, hay muchos bomberos voluntarios…
-Sí, va en aumento, es algo muy reciente. Hoy son unos 40 bomberos registrados. Tenemos agrupaciones en Paysandú, en Young, en Salto, en Fray Bentos, hay grandes agrupaciones que han trabajado con nosotros en éstos (últimos) incendios. En Montevideo no hay. Estamos hablando de asociaciones autorizadas por el Ministerio del Interior, que tienen un logo que dice “bombero voluntario”.
-Es gente que no trabaja de eso todo el año, pero están a las órdenes para cuando se los precisa. Es una labor de fuerte contenido vocacional, de servicio, de ayuda al prójimo, ¿no?
-Sí, exactamente. Es así… Hoy en día en la mayoría de los destacamentos del país la cosa funciona justamente por eso. Hay destacamentos donde la guardia del día -me pasó estando como jefe del destacamento de Melo- que tenés tres oficiales de guardia, y se te desatan cuatro incendios a la misma vez. No te da, es imposible. Y los bomberos que están libres en su casa, de franco, dejan sus cosas y se suman. Y yo les decía: “Che, ¿pero vos no estabas en tu libre?” “¡Tas loco! ¡Hay un incendio! Vamo’ arriba”. Vos ves que es así: es vocacional.
Acá en Montevideo tenés más destacamentos. Las jurisdicciones en el interior son más grandes y es gente que vive ahí, y te tira un poco más la camiseta: “Es mi pueblo, son mis vecinos”, y querés ayudarlos.
-¿Hay algo de adrenalina que les atrae? ¿De heroico quizás? ¿De altruismo?
-Sin dudas que sí. La adrenalina la sentís siempre. Yo soy el vocero de Prensa, pero esto te lleva a querer estar siempre en el terreno, si tenés la vocación.
-Si no, te transformás en un burócrata…
-Claro, y ya no sos el bombero. Cuando vas ascendiendo en el escalafón, ya no vas en el camión, vas en una camioneta después que los demás… Pero ese momento de subirte en el camión y salir con sirena abierta, y sabés que te vas a encontrar con lo peor, es tremendo. Quizás sea un rescate, con personas atrapadas y sabés que te están esperando. Incluso hay médicos, ambulancias, pero nadie puede hacer lo que están esperando que vos hagas, que es sacar a la persona dentro de un auto destrozado. Y sumale que corrés contra el tiempo. Es una adrenalina brutal. En Melo también lo viví porque allí, porque más que era oficial, salía con el autobomba.
Lo de heroico, sí. Nosotros siempre vamos a los lugares que la gente dispara. Vos vas a un incendio, donde la gente dispara, y nosotros tenemos que entrar. En el momento tratás de entrar, ver la situación y resolverla. No te ves como héroe, sino como que es tu tarea. Es tu trabajo. Sabés que te podés lastimar, te podés quemar, te podés intoxicar, pero tenés que hacerlo, porque los demás esperan eso de vos. Si yo no lo hago, ¿quién lo hace? Soy el que tengo que hacerlo.
"Los casos más difíciles son aquellos en los que hay niños involucrados. Te encontrás con niños y tenés que hacer las cosas rápido para solucionarlo. Y los accidentes de tránsito son complicados"
-Sos el jefe de Prensa y Relaciones Públicas de la Dirección Nacional de Bomberos, uno te ve trajeado y no vestido "de bombero". Pero antes estuviste "en la cancha", apagando incendios de forma literal y no metafórica, como ahora. ¿Cuánto tiempo?
-Sigo estando (tengo dos guardias mensuales). En Melo, cuando fui jefe del destacamento, estuve full time, y en (el departamento de) Investigación y Siniestros también. Desde 2016 que no soy bombero full time, con el equipo colgadito para salir.
Antes de asumir este rol estuve como ayudante del subdirector, antes estuve como jefe del Departamento Forestal, previo a eso fui jefe de la Escuela de Formación y de la Escuela de Especialidades en el departamento de Cursos y Estudios. Previo a eso estuve siete años como jefe del destacamento de Melo. Y antes estuve en el departamento de Investigación de Siniestros. Y antes, sí, fui meramente operativo.
-¿Cuáles son los casos más duros que te han tocado vivir?
-Nosotros vamos a emergencias e intervenciones de todo tipo. Y las más difíciles son aquellas en las que hay niños involucrados. Te encontrás con niños y tenés que hacer las cosas rápido para solucionarlo. Me ha pasado algunas situaciones que, de repente, no eran tan graves, pero le das soluciones rápidamente al niño. Esto es un trabajo en equipo: los cuatro que van tienen que trabajar en sintonía y rápido, si no, no funciona. Recuerdo un piso en un edificio donde se había corrido el ascensor, y tuvimos que sacar el piecito de un niño que había quedado atorado. Ver a ese niño ahí era -para uno que es padre- difícil. Y recuerdo otro caso, también con un niño, que había quedado con la manito atascada en otro ascensor, y pudimos actuar bien.
Y después, acciones más difíciles que hemos tenido que resolver: los accidentes de tránsito son complicados. Cuando nosotros llegamos ya pasaron algunos minutos, y es muy difícil, porque a esa sardina en lata que es el auto, vos tenés que abrirlo y sacar a la persona de adentro. A veces no es un auto, es un camión que se cayó de la ruta, y tenés que meterte hacia adentro para expandir el auto, separar las partes del vehículo… He tenido algunos, y es difícil, porque corrés contra el tiempo, la persona entra en shock, pierde mucha sangre, le pedís al médico que te dé una mano (que le dé una inyección para que aguante) y vos no podés liberar a la persona, porque tiene un fierro dentro del cuerpo o con algo que le atravesó la pierna. Esos casos los recuerdo por lo difícil y rápido que tenés que resolver.
Después, he tenido que estar en algunos incendios complicados (incendios de estructura o de campo). Me tocó estando en Melo de actuar en uno de 1.000 hectáreas forestadas. Hasta el director nacional fue, yo estaba a cargo de ese operativo, y coordinando todo con los apoyos que estaban allí. Me sentí con capacidad y solvencia de poder hacerlo. Después que pasó me sentí tranquilo con mi accionar, y pensé: “Se quemó todo esto, sí, pero lo controlamos, manejamos la situación, a pesar de todas las dificultades”. Ese fue en 2011, a 50 kilómetros de Santa Clara, en Museo El Cordobés, Cerro Largo.
-¿El fuego se ensaña más con los más pobres?
-(Piensa) Tal vez el daño y el efecto (del fuego) sí… en otras viviendas, con otra estructura, capaz que no afecta tanto. Hace unos días en una vivienda precaria pasó y consumió todo, también pasa en los asentamientos precarios, con casas muy cercanas, y se quema más de una. Ya cuando vamos, evitamos la propagación hacia otras viviendas, porque si están muy cerca, si son de chapa, o de madera, es un desastre. Es cierto.
"La mayoría de las personas fallecidas se dan en el invierno, y no todas son del sector económico más bajo. Las causas son, la mayoría de las veces, vinculadas a un factor humano"
-La temporada estival suele ser de zafra para ustedes. En verano tienen mucho más trabajo, por cuestiones climáticas: mucho calor, poco viento, humedad, sequía. Pero tú me decías hace unos días, cuando te hice una consulta para C5N, que por lo general, el comienzo de los incendios suele ser humano...
-Si bien ahora se ve incrementado mucho el trabajo nuestro, se ve más, en invierno también tenemos mucho trabajo, sobre todo por la calefacción. Lo que se usa para calefaccionar puede ocasionar incendios. La mayoría de las personas fallecidas se dan en esa época del año (invierno), y no todas son del sector económico más bajo. Las causas son, la mayoría de las veces, vinculadas a un factor humano. Pero en el verano, los incendios forestales, de campo o vegetación, no se inician por sí solos. Las reacciones espontáneas podrían ser el 1%, es algo muy excepcional. Lo otro excepcional es que caiga un rayo.
Pero los incendios estos son porque una gente hace una quema de residuos, de pasto, o limpian el predio y queman algo, o fuegos que quedan mal apagados (para hacer una hoguera, para cocción de alimentos o hacer un asado). La quema es lo más frecuente. Es difícil concientizar a la gente, porque al que lo hace no le importa, en realidad. Es difícil poder identificar al que lo hace.
-Por lo general, esa causa humana es de imprudencia y negligencia. Pero, ¿cada cuánto aparece un piromaníaco? ¿Son una rareza?
-No podemos decir cada cuánto aparece alguno, pero me he encontrado con algunos… Capaz que ahora hay uno y no lo puedo encontrar, porque nadie lo denuncia y nadie lo ve. Pero sí he visto muchos. Uno nos tuvo en jaque un verano, cuando yo estaba en el departamento de Investigaciones: prendía fuego y filmaba, y le encantaba ver el fuego arder y quemando todo, y lo filmaba. Lo pudimos identificar, lo probamos y fue detenido. Cuánto tiempo esté preso dependerá del daño que ocasione. Si ocasionó poco daño y demuestra que tenía un problema mental, deberá ir a tratamiento. Pero si se le prende fuego la casa a una persona, o hay daños físicos a personas, la pena puede ser mayor.
Y en Cerro Largo, por allá por 2007 o 2008, recuerdo unos piromaníacos que prendían fuego unos vehículos, y llegaron a prender fuego como 10 vehículos. (El fotógrafo, Javier Noceti, apunta que la película uruguaya “La teoría de los vidrios rotos”, de Diego Fernández, versa sobre este caso).
-¿Es debidamente reconocido el trabajo de los bomberos en Uruguay, o se da por sentado? Hay uniformes que despiertan rechazo en mucha gente, por motivos ideológicos: eso pasa con el uniforme de policía, y aún más con el de militar. Pero creo que no es así con el uniforme de bombero, ¿o sí?
-No, no, en ese sentido, no despierta rechazo. Al contrario, somos apreciados por la sociedad en general. Pero a veces el no entender el trabajo en sí puede hacer que digan: “Ah bueno, están para eso, para apagar el fuego” o “están de guardia, súper tranquilos, y solo laburan cuando hay un incendio”. Es muy difícil que un bombero no esté movido por los demás. Nosotros somos los primeros en predicar la seguridad, la seguridad ante todo, la seguridad es lo primero. Y nosotros, a veces, sabemos que nos vamos a enfrentar a un riesgo y no importa. Somos un poco inconscientes. Pero, en general, pienso que somos bien reconocidos por la sociedad.
-Hay 1.700 bomberos asalariados en Uruguay. ¿Están bien pagos? Se sabe que el soldado, el militar raso, no está bien pago. Los policías han mejorado mucho su salario en los últimos años. ¿Y los bomberos?
-Nosotros estamos dentro del Ministerio del Interior, y dependemos de la Policía. O sea que cuando hubo aumentos, hubo para todos. El sueldo de un agente (de Policía) es el mismo que el de un bombero: el mismo grado, el mismo sueldo. No es un mal sueldo, hoy en día. Hoy en día un bombero que egresa de la Escuela (Nacional de Policía) gana unos 35.000 pesos en la mano…
Busca un documento en su celular, y me lo muestra. Un bombero recién recibido gana: “39.405 (pesos) nominales, incluye presentismo, y partida por tareas prevento-represoras. Valores vigentes hasta enero de 2020”, dice.
"Nosotros somos los primeros en predicar la seguridad, la seguridad ante todo, la seguridad es lo primero. Y sabemos que nos vamos a enfrentar a un riesgo y no importa. Somos un poco inconscientes"
-Este año arrancó duro para ustedes... Pasaron de un extremo al otro, de incendios tremendos en Algorta, departamento de Río Negro, y la Costa de Oro de Canelones, de varios días y muchísimas hectáreas quemadas, a inundaciones en la ciudad de Canelones y Piriápolis. ¿Qué ha tenido de especial este comienzo del verano comparado con el de otros años?
-Fueron 110 hectáreas quemadas en la Costa de Oro, y en Algorta más de 30.000 hectáreas… Pero fueron dos realidades muy diferentes. Allá en Algorta fue forestación y campo, más de 30.000 hectáreas fue algo histórico en los 134 años de la Dirección Nacional de Bomberos. Nunca combatimos un incendio tan grande. Más de 10.000 hectáreas ya es muchísimo… Capaz que dicho así, el de Costa de Oro parece chico, pero 110 hectáreas en la costa de Canelones, donde está lleno de casas, tenés ruta (Interbalnearia), tenés caminos, es un disparate… Y de la forma que se dio: hay imágenes que mostraron que llegaron a la copa de los árboles, el humo llegó a ser de color naranja porque se llegaban a inflamar de los gases que se elevaban de la combustión, y después saltó a la ruta. Ese incendio fue brutal.
Este comienzo de año ha sido bastante complicado. Me tocó a mí la guardia del 1° de enero, estuve en El Fortín, pero cuando llegué ya estaba controlado… El 29 y el 30 estuvieron más difíciles las circunstancias. Después cayó una lluvia en Algorta -estábamos desesperados por una lluvia, porque el incendio iba propagándose-, llovió, y ese golpe de agua nos ayudó a controlar el incendio (de Algorta). Pero, a su vez, esa agua ocasionó destrozos en Paysandú. Vino agua, viento, y ese día que llovió en todo el país tuvimos alrededor de 100 intervenciones por árboles caídos, levantamiento de techos… O sea, estábamos combatiendo el incendio de Algorta, y otro entre Nuevo Berlín y Tres Bocas, y la lluvia nos sirvió para controlarlo. Pero, a la vez, tuvimos que atender, en diferentes departamentos, las consecuencias de las inclemencias del tiempo (lo que vos decías: destrozos en Piriápolis, Maldonado y Canelones).
-¿Cuál fue el peor verano que te ha tocado vivir desde que sos bombero?
-Este todavía no ha terminado… y está complejo. Ha tenido muchas intervenciones, y en el mismo momento. Hace unos días tuvimos más de 80 intervenciones en el mismo momento, y responder todo eso fue una locura. Te hablo de 80 intervenciones en el área metropolitana, donde hay 17 destacamentos (son 78 en todo el país). Este verano viene complicado. El año anterior a la pandemia (verano de 2020) también fue un año complicado, y la pandemia frenó un poco la cantidad de incendios que se estaban dando.
Y recuerdo un verano donde se quemaba todo, por todo el país. Tuvimos incendios por toda la costa de Maldonado, Rocha, y había fuegos por todos lados… Fue en el 2004. Ibamos a los cerros a apagar los incendios, recuerdo un incendio que quemó todo un cerro y pasó al cerro de al lado, a la misma vez se quemaba el Parque Salus, y también había fuego en Artigas, en Durazno… Se cortaron todas las licencias de bomberos, y todos los recursos estaban destinados a estos incendios. No teníamos tanta infraestructura como ahora; llevábamos carpas y acampábamos en algún lugar cerca de la intervención, o algún vecino nos daba un lugar para quedarnos. Ese verano fue bastante complicado.
"En Algorta fue campo, más de 30.000 hectáreas fue algo histórico. Nunca combatimos un incendio tan grande. Y 110 hectáreas en la Costa de Oro, donde está lleno de casas, tenés ruta, caminos, es un disparate"
-¿Te ha tocado ver de cerca cuerpos consumidos por el fuego?
-Lamentablemente, sí. En el 2021 hubo más de 40 personas fallecidas a causa de incendios. Me ha tocado ir a trabajar en el combate a un incendio y encontrarme con esa situación… Una vez, en la noche del 5 para el 6 de enero fui a combatir un incendio en una casa donde falleció una niñita. Fue en Casavalle. La madre había ido a comprar los regalos para los Reyes en una feria nocturna, y dejó a la niña con la abuela. Yo fui en apoyo del cuartel, y cuando llegamos ya estaba apagado el fuego, terminamos de enfriar todo, pero la tragedia ya estaba consumada. La abuela había salido a su casa, que estaba al lado, y cuando volvió, ya no la pudo sacar. Ver eso fue un poco… yo en realidad lo tengo que tomar como un trabajo, porque es así. Fue el caso que más recuerdo, por la forma y cómo se dio.
-¿Cuán cerca de la muerte les toca estar?
-Estando en el departamento de Investigación de Siniestros, me tocaba hacer las investigaciones. Y es parte de la investigación verificar en qué posición estaba la víctima (fatal), a veces tenemos que trabajar con el forense, ir a la morgue…
¿Cerca de la muerte? Estás cerca de la muerte de otras personas. Capaz que vos te arriesgás y no lo dimensionás. Para nosotros es algo habitual. Quizás nos sentimos cerca de la muerte cuando quedás atrapado y no podés salir, o te falta el aire… Yo no he estado tan cerca de eso. Me he llevado algún golpe, he inhalado mucho humo, pero no estuve tan cerca de la muerte. Sí de la muerte de otras personas, las víctimas, lamentablemente…
-¿Y en qué pensás cuando pasa eso? Cuando llegan tarde a una vivienda, o no pueden salvar a una persona...
-Desde el inicio yo levanté una carrera y dije: “Es un trabajo”. Lo tengo que tomar así. Tenés que poner esa barrera emocional. Me voy de ese lugar, donde se murió alguien, y vuelvo a mi lugar de trabajo, y tengo que volver a comer, para salir a rescatar a otra persona. Y esa otra persona va a necesitar que yo esté 100%. Yo no me puedo quedar pensando en la persona que falleció.
-¿Y te ha tocado salvar personas de las llamas?
-Sí, claro. Sí, sí… No lo dimensionamos, porque en el momento te da una alegría, una satisfacción, pero hiciste lo que tenías que hacer. Te quedás contento, claro, orgulloso de lo que pudiste hacer, y de tus compañeros (porque no lo hacés solo). Me pasó hace poco -yo estaba de guardia- en un incendio que hubo en Andes entre 18 y San José, donde también falleció un niño. El destacamento fue hasta el lugar, el de acá estaba en otro lugar. Yo me fui hasta ahí. Cuando entré, vi que había gente trepada de los balcones intentando salvar a alguien. Había mucho humo. Le dije a los bomberos que sacaran a los vecinos de ahí, porque se iban a intoxicar todos. Después entendí por qué estaban todos ahí: porque había un niño adentro y no lo habían podido sacar.
Yo entré por la puerta de abajo, me metí ahí sin equipo respiratorio -había un humo impresionante-, y vi que había una persona ahí, caminando entre el humo… Le dije: “Vení, vení, salí”, y él me decía que no, se rehusaba a salir. “Dejame, estoy buscando a mi sobrino”, me dijo. Lo saqué a la fuerza, pero él se metió de vuelta, entonces me metí con él. Le agarré la cara, lo miré de cerca y le dije: “¿Me ves? ¿Ves que tengo humo? Bueno, soy bombero. Vos no vas a salir vivo de acá, si no salís ya. Esperame afuera, que yo entro y saco a tu sobrino. Te lo prometo”. Él seguía diciendo que no, que tenía que entrar a sacarlo… Lo saqué a la fuerza al tío, un muchacho de 20 años, tendría. Entré y vi al niño, lamentablemente caído, y ya fallecido. Era un niño de 3 años.
Son las cosas tristes, que te chocan un poco, que te dejan una impotencia… Capaz que si hubiera llegado 5 minutos antes lo salvaba, pero no creo, porque era tanto el humo y tan poquito el tiempo que tenés para solucionar esa situación…
-Pero son más los casos exitosos, los otros…
-Son más los otros, sí. Te decía que el año pasado hubo más de 40 personas fallecidas, pero las que se rescatan son muchísimas más. Muchísimas más.
-Tenés un hijo de 20 años, Facundo, que en febrero se recibirá de bombero. ¿Te gusta la idea o lo querías lejos de una manguera?
-Gustarme, me gusta. Si él no hace locuras, bueno… riesgo hay en todos lados. No me va a afectar si sé que él no hace locuras. Si toma los recaudos pertinentes, tendrá los riesgos de este oficio, es así. Yo voluntariamente no lo empujé a que siguiera mis pasos, pero de chiquito lo llevaba al cuartel, estaba conmigo, de niño iba conmigo a intervenciones, cuando iba hacer algún peritaje. Cuando estaba en Melo, se ponía el casco y me decía: “Papi, voy a hacer guardia”. Y bueno, agarró para ese lado también.
-¿Sos feliz?
-Sí, sí, sin dudas.
Por César Bianchi
@Chechobianchi
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