Por Joaquín Symonds
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Para defender a alguien ante la Justicia basta con entenderlo. No se precisa compartir lo que hizo o lo que piensa, pero sí tener la suficiente comprensión para ser un convencido de que esa persona merece una defensa digna ante cualquier acusación. De esto se trata, en cierta medida, el trabajo del abogado penalista, en palabras de Jorge Barrera.
Los potenciales clientes que llegan a su estudio ubicado en el Centro de Montevideo saben tres cosas de Barrera: es católico, es fanático de Peñarol y tiene un apego político por el Partido Colorado, filas en las militó y por las que ocupó una banca en la Cámara de Diputados.
Esto no le ha impedido defender a todo tipo de dirigentes políticos, jugadores de fútbol y empresarios. La única defensa que el abogado no acepta hacer es ante casos de violación de derechos humanos cometidos en la dictadura, y no solo porque tiene razones fundamentadas en su fuero íntimo, sino también porque está convencido de que no sería el mejor defensor en causas de ese tipo.
En entrevista con Montevideo Portal, Barrera habló sobre las idas y vueltas de su carrera, su vínculo con el catolicismo, los casos que tiene entre manos y su opinión sobre el presente de la Fiscalía. “Los fiscales, como los abogados, deben tener un equilibrio emocional que es clave para la resolución de los conflictos”, apunta.
De los casos que ha tenido en sus manos, ¿hay alguno que recuerde más?
Muchos, porque todos son distintos. Cada caso encierra una familia, un mundo, situaciones que son únicas. Te diría que el más emotivo es el de Milvana Salomone, patrocinando a la familia de la víctima y sobre todo, y más emotivo, fue el encuentro con ella y su familia. El que me generó esperanza y ratificó que el camino es la constancia, el esfuerzo y el trabajo fue esta segunda actuación judicial en el caso de Lola Chomnalez. Me parece que, después de siete años y medio, empezaron a existir con más claridad respuestas que la familia merecía. Pero no lo pongo en el estatus de Milvana porque creo que todavía no está resuelto definitivamente. Entonces, son dos casos que me llenaron de emoción. Uno resuelto y otro en vías de resolución, pero que no está absolutamente completo.
Después, de felicidad [se ríe], el que perdió Víctor Hugo Morales; de mucha felicidad porque ahí se unieron varias cosas. Como decía Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mi circunstancias”, entonces me parecía una gran paradoja que un periodista que se dice paladín de la defensa de la libertad de expresión y de los derechos individuales le hiciera una denuncia penal a otro periodista por difamación e injurias. Ya eso me parecía muy contradictorio, pero además había una carga emocional porque cuando hablé con Luciano Álvarez y con Leonardo Haberkorn, la única condición que les puse para la defensa fue no transar: que fuéramos hasta el final. Además, debo confesar que también mi padre, que fue mi gran referente, siempre me enseñó que “es de bien nacido ser agradecido”. Y la actitud que tuvo Víctor Hugo Morales con Morena y con Cataldi [a quienes tildó de corruptos] también debo decir que me influyó. Y el hecho de haber ganado ese juicio porque ni siquiera se presentó me dio una gran cuota de felicidad, y lo recuerdo como un hecho feliz cuando se archivó el asunto.
¿Supo algo más de Víctor Hugo Morales?
Lo recordé hace pocos días y me encontré con su abogado de ese momento, y hasta me enteré que no le pagó los honorarios y está embargado en Uruguay por el no pago de esos honorarios. Me parece que fue muy injusto con Morena y con Cataldi, y defendiendo el caso, defendía el honor de dos personas que él sí mancilló.
¿Cómo es lidiar con la ansiedad y las críticas que han expresado los padres de Lola Chomnalez?
Es algo humano, porque como padre pensaría de la misma forma que los padres de Lola. Para mí ellos han sido un ejemplo de tesón, de superación de las adversidades. Por lo tanto, para los padres de Lola tengo solamente palabras de admiración y respeto. Lo que acontece es que, como abogado, tengo que analizar qué situación de código procesal teníamos, cuáles eran las potestades y posibilidades de trabajo que teníamos los abogados de las víctimas; porque nosotros participamos de ese proceso porque existió una reforma de la ley penal empresarial, que solamente les permitía a los familiares de las víctimas participar aportando pruebas, e inclusive existía una discusión de si eso implicaba participar y preguntar en las audiencias. Creo que es bastante difícil explicarle a un padre cómo funciona el sistema y su falta de secretario del juez o asesor letrado, por lo cual cada juez que entra empieza a leer el expediente desde cero.
¿Tiene algún otro caso en esta misma situación?
Sí, una situación similar está pasando hoy con el caso en Maldonado del avión que se cayó en la Laguna del Sauce. Ya van ocho años de actuaciones, con una cantidad de jueces y fiscales intervinientes, y cada juez que viene comienza a leer nuevamente el cuerpo. Para los familiares de las víctimas, como lo expresaron con claridad al fiscal actual, quien tiene que dar respuesta es el Estado uruguayo. Es uno, institucionalmente es uno solo y hace ocho años que no hay una definición con respecto al tema. Podemos llegar a correr el riesgo de estar cerca de la prescripción y no tener una resolución. Al tramitarse todo eso por el código viejo, también las posibilidades de actuación de los abogados tienen un ámbito de aplicación bastante escaso.
En ese caso, el avión cayó y se determinaron un montón de irregularidades; ni caja negra tenía. Parece ser bastante claro en qué podría terminar.
Sí, aspiro a que haya una resolución en los próximos meses porque sería un papelón histórico para el Uruguay que el caso prescribiera. Entonces, tanto con el fiscal como con la jueza actuante, que también asumió hace menos de un mes, estamos convencidos de que este año va a haber una resolución.
¿Pero hay algo más detrás?
No, no. Yo creo que es el funcionamiento de un código que ya está derogado y, por el otro lado, se utilizan más recursos humanos en el sistema nuevo y eso es lógico. Y este retraso de ocho años creo que tiene que encender las alarmas.
Le ha tocado defender a líderes políticos de todos los partidos y es sabido que tiene un pasado en el Partido Colorado. ¿En algún momento hubo un cuestionamiento ético?
Cuando fui diputado trabajé en normas que tuvieran que ver con lo sustancial penal y también con lo procesal penal; recuerdo haber trabajado intensamente en dos modificaciones que fueron importantes: la ley de medidas alternativas a la prisión y la modificación del [artículo] 113 del Código de Proceso Penal viejo, en el que se les permitía a los abogados empezar a ejercer los derechos de los imputados desde antes del período de procesamiento. Antes del año 2000, el abogado defensor aparecía en el proceso cuando ya existía un pedido de procesamiento.
Pero yo era plenamente consciente, durante los cinco años que fui legislador, de que necesitaba una profundización académica y una puesta a punto de qué era lo que en el mundo de la dogmática penal se estaba discutiendo y cuáles eran las soluciones que se daban desde el punto de vista académico, práctico. Así fue que entre 2005 y 2006 casi que viví en Argentina, donde hice la maestría en derecho penal en la Universidad Austral. Esos dos años me desconecté de Uruguay. Cuando volví definitivamente, comencé con casos tras los cuales ya había sido notorio que no me iba a dedicar a la actividad político partidaria, situación que ya lleva 18 años. Y por eso no miro el color político de la persona que confía. Siempre en la vida he optado por no esconder lo que soy y eso genera que la persona que viene acá sabe tres cosas: la primera que soy católico, la segunda que soy hincha de Peñarol y la tercera que la historia de mi vida está relacionada a la historia del Partido Colorado.
¿Y cuando no comparte los principios del cliente?
Como abogado voy a defender los intereses y, como dice la palabra, abogar por los intereses. Puede ser que en algunos casos haya rechazado asuntos, no porque entienda que la persona no tenga el derecho a una defensa, sino porque no voy a ser yo el que lo pueda defender mejor.
¿Por ejemplo?
Es sabido que yo no defiendo temas de violación de los derechos humanos en la dictadura, salvo que esté convencido de su inocencia. Pero yo no sería el mejor abogado para eso. No es por un tema de que las garantías o los derechos individuales no deban respetarse, al contrario. Denuncias que puedan perjudicar a Peñarol no me imagino patrocinando, y no es que la gente no tenga derecho a reclamar contra el club. Pero una cosa es que haya derechos y otra que yo sea el abogado.
¿Y con el catolicismo?
La Iglesia no es un conjunto de santos, sino un conjunto de pecadores que tienen su base fundacional en Cristo. Si vos lees los evangelios y dice que “vino para los enfermos y no para los sanos” y que “el mayor mensaje es la misericordia”... bueno, yo que trabajo en situaciones límite del ser humano, entiendo perfectamente el mensaje de misericordia. La fe me ha servido para ser más comprensivo, para poder entender mejor la naturaleza humana, y entonces en mi trabajo profesional por supuesto que me influye. Puedo comprender, que no significa aceptar ni convalidar.
¿Comprender qué?
Que se pueden cometer errores y que se pueden enmendar, y que hay que rehabilitarse para tratar de no volverlos a cometer.
¿Tuvo una reconversión en base a un momento o fue un camino?
Lo tengo muy presente. Los caminos no son lineales en ningún aspecto, pero sí diría que, más allá de la formación en mi casa, creo que la presencia de Juan Pablo II en mi vida marcó un quiebre y, sin lugar a dudas, de los textos de Juan Pablo II yo te diría a partir de los 90 influyó definitivamente en muchas de las cosas que hoy pienso. Y también José María Escrivá de Balaguer; son dos referentes de dos santos que sí, que me ayudan constantemente hasta el día de hoy y espero que en la muerte.
Fernando Romano es el fiscal que ha tomado los casos de violencia en el deporte. En muchos de esos hechos se critica que hay cosas que son propias de lo folklórico del fútbol. ¿Cree que todas las peleas en una cancha terminan en Fiscalía?
A ver, punto número uno: la discusión “violencia sí - violencia no” es una pérdida de tiempo. Todos queremos combatir la violencia; plantear esa discusión no tiene sentido. Punto número dos: sí hay una discusión sobre los medios y estos tienen que ser efectivos y no efectistas. Hay una diferencia sustancial entre ser efectivos y efectistas; si es por el solo hecho de generar el efecto de dar un mensaje ejemplarizante, eso no es garantista ni ajustado a derecho, porque todos aplaudimos ese mensaje salvo que te toque a vos. Eso es un poco la misma lectura que tengo con lo que pasa en la sociedad uruguaya con respecto al derecho penal. Si le toca a otro que está en el proceso, pedimos mano dura, recorte de garantías, pero si le toca a mi amigo o a mí mismo, ahí quiero garantías, pactos internacionales, rehabilitación. Y eso es una lectura hemipléjica y no sana.
¿Las medidas de Romano son siempre efectivas?
No, en el caso de Rodrigo Saravia era un claro caso de legítima defensa. ¿Qué se le puede pedir a una persona que va a ser agredida?, ¿que haga como Cristo y ponga la otra mejilla? Todos los que hemos cursado Penal 1 sabemos que cuando se habla de antijuricidad es que ningún ciudadano tiene por qué tolerar lo injusto. En ese caso en particular lo que me llamó la atención fue que antes de declarar ya se decía que Saravia había ingresado a la lista negra. Luego Romano me dijo que no era así.
Pero Romano ha dicho, por ejemplo en el caso de los paravalanchas del Parque Central, que había dirigentes que no aportaban información; como que no querían colaborar para ayudar a terminar con la violencia.
No conozco esas declaraciones, será un tema para consultar a él. De los dirigentes que yo conozco, para nadie es redituable la inseguridad. Habría que preguntarle a Romano por qué dijo eso y, en caso de que haya sido así, que actúe contra quienes hayan actuado así. Yo estuve en desacuerdo cuando dijo que si no aparecían los elementos que él pedía, todos los que fuimos a la tribuna en ese clásico íbamos a ir a la lista negra. En eso discrepé con él y se lo dije, pero quedó simplemente en un intercambio de opiniones. Somos personas que queremos lo mismo; lo que creo es que cada caso hay que tratarlo buscando lo efectivo y no lo efectista.
Entonces hay veces que se busca lo efectista.
Sí, claro, claro.
En ese marco, no está libre de que alguien lo filme tarareando una canción de muerte. ¿Cómo vio ese episodio con Salgado?
Mirá, lo que sí es cierto es que quizás ahora pensás más en las canciones. Hace cinco años atrás, en el tarareo y en la lógica de no guerra, quizás podrías tararear porque era pegadiza una canción que cuando analizás la letra es repudiable. En lo particular, desde que fui electo presidente de Peñarol, sí mido cada palabra. Es más: como conozco todas las letras, sé cuál puedo empezar a cantar y cuál no.
¿Cómo ve el funcionamiento de la Fiscalía actualmente?
El cambio del Código del Proceso Penal generó una revolución cultural que recién lo estamos empezando a ver y analizar con el paso del tiempo, porque tenemos cinco años del código pero dos de pandemia. El cambio del rol del abogado defensor y de la Fiscalía y, sobre todo, el rol público que tienen los temas penales, no solamente se dan por el cambio normativo sino porque estos temas dejaron de ser un ámbito de discusión reservado de la academia para pasar a ser temas de los cafés, encuentros familiares o cualquier evento social. Hay una democratización y mayor transparencia en cuanto al debate sobre los temas penales. Todos sabemos que los temas penales no solo se resuelven dentro de la Justicia, y debemos tener un sinceramiento en cuanto a que sabemos que no es así por la actividad de la Fiscalía, porque los clientes quieren que sus abogados den públicamente su versión de los hechos. El tema penal no solo genera un daño dentro del expediente, sino también reputacional y de condena social. Este tipo de cambios, entre otros tantos, cambió la actividad de la Fiscalía y los abogados.
¿Pero cómo cambió?
El fiscal cuenta con mucha más información que el abogado. En un accidente de tránsito, por ejemplo, la Fiscalía cuenta con el gabinete de accidentología, con la Policía Científica, con la Policía Técnica. Vos, como defensa, contratás peritos privados y hasta en muchas audiencias muchos fiscales te cuestionan qué es una pericia de parte. Entonces, lleva tiempo asimilarlo en la sociedad. Yo creo que algunas interferencias y algunas discusiones se deben a eso.
¿Funciona bien la Fiscalía entonces?
Noto en algunos episodios que lo importante es ganar o perder un juicio, y quién lo gana y quién lo pierde. El objetivo debe ser resolver un conflicto social, y si se resuelve tratando de acercarse a la verdad de los hechos, el sistema es más sano. Esto no es un clásico, no es que los fiscales sean de un equipo y los abogados de otro. A mí me ha pasado que a las 8:00 de la mañana tengo un contradictorio con un fiscal y a las 16:00 con el mismo fiscal, como patrocinante de la víctima, coadyuvo con la Fiscalía. Si hay un enfrentamiento que excede el rol que cada uno debe cumplir, no se va a poder cumplir a cabalidad la tarea. Uno puede ser muy fuerte en la opinión hacia los problemas, pero si eso trasciende a lo personal, creo que no es efectivo.
Uno de los conflictos fue el de Gabriela Fossati y Juan Gómez. ¿Hubo un mal manejo?
Prefiero no opinar.
Pero la fiscal es muy pública, da opiniones, y es muy activa en redes sociales. ¿Eso no genera rispideces dentro del sistema?
La respuesta concreta a esa pregunta te la voy a poder dar en un par de meses, porque yo defiendo a una de las personas que denunció Fossati [Alberto Grille, director de Caras y Caretas], y estoy convencido de que eso no va a alterar la relación personal ni profesional. Bueno, de mi lado seguro que no, del lado de Fossati estoy convencido de que tampoco, pero bueno todavía no tengo la respuesta concreta. A mí no me preocupa que los fiscales tengan actividad en redes, porque son seres humanos. Lo que no me gusta es si eso influye en las diferencias que pueden ser tanto en Twitter como jurídicas, que pueden ser en Facebook como en un juicio. Creo que los fiscales, como los abogados, tenemos que tener un equilibrio emocional que es clave para la resolución de los conflictos. Pero, repito, debe ser de todas las partes y los abogados defensores también debemos tener ese equilibrio emocional que nos permita distinguir nuestro rol con firmeza conceptual, pero no con agravio personal.
¿Juan Gómez o Jorge Díaz?
[Se ríe] Cada persona tiene su impronta, porque son distintos. Yo creo que Juan está haciendo un esfuerzo enorme, invisible, donde nunca se valora lo que se evita. En ese sentido, la impronta de él es componedora, de tratar de evitar situaciones que sean más perjudiciales. En ese sentido, sí tiene una impronta diferente a Díaz.
¿Está de acuerdo con el nuevo CPP?
Con los principios sí, con la implementación no. No solo es imperioso que se necesita una reforma, sino que cualquier operador te admite que este código así como está hay que reformarlo. Me concentro mucho más en los temas legales que en los personales. Tenés una legislación procesal que muchas veces tiene hasta términos contradictorios, situaciones en las que te entra la duda sobre la legalidad o no de tal recurso.
La Asociación de Abogados Penalistas de Uruguay sacó un comunicado en contra de la abogada Soledad Suárez sobre la reserva de los nombres de las víctimas del caso Penadés. ¿Cómo vio lo sucedido, usted que integra la organización?
Yo lo que creo es que lo grave es que un profesional sea agredido, sometido al escarnio y sometido a una acusación ética por la conducta de su cliente. Eso no lo puede hacer ningún abogado. Yo no seguí tanto el episodio, pero te lo digo en términos generales, pero lo grave es que en un Estado de Derecho, donde tanto víctimas como imputados deben tener garantías, asociar o criticar a un abogado porque quiera ejercer los actos propios que la Constitución y la ley le garantizan para ser una defensa no me parece un error, es un horror. Acá tiene que existir que la víctima tenga derechos, pero que no se rebajen las garantías individuales de un imputado para ejercer su debida defensa. Pero lo más grave es que se asocie la conducta personal o se asocie al abogado con las conductas o inconductas que pueda tener un cliente. Si no sabemos distinguir el colega que patrocina con el rol que cumple en una sociedad democrática con el hecho en sí, puah, creo que hay un problema grave de fondo.
¿Defendería a Gustavo Penadés?
Primero tendría que conversar con él, porque siempre lo hago con todos los eventuales clientes. No te puedo decir si acepto o no, si no conozco y me junto con la persona.
¿Pero tomaría un café?
Con todos. Yo no tengo un expertise en delitos sexuales, yo hago delitos culposos y delitos económicos. Normalmente, si no es en esas áreas, ni siquiera me llaman.
¿Vuelve a Peñarol?
No.
¿Y a la política?
[Piensa] No por ahora. Lo que es indudable, incuestionable, es que al fútbol no. Porque la política al lado del fútbol es un juego de niños. A la política no creo, por lo menos en un futuro muy cercano; quizás jubilado sí. Hoy estoy muy enfocado en los temas académicos y de estudios universitarios. Hay más chance de que me empiece a interesar por la política que por volver al fútbol.
¿Por qué es un juego de niños?
Porque es mucho más cruel el fútbol.
¿Sufrió siendo presidente de Peñarol?
Sí, claro. A mí me costó dolor, me costó momentos duros familiares y —creo que nunca lo dije— hasta temas de salud. Quiero mucho a Peñarol, mitad en broma, mitad en serio. Antes de casarme, cuando mi señora me preguntó cuánto quería a Peñarol, mitad en broma y mitad en serio, le dije: “Si algún día te llego a querer lo mismo que a Peñarol, sentite la mujer más feliz del mundo”. Pero más allá de eso, en serio: quiero demasiado a Peñarol como para volver a estar en situaciones que me generaron temas que no quiero volver a repetir.
¿Se arrepiente?
No, jamás. Mis conclusiones de la presidencia de Peñarol fueron dos: la primera, que los sueños están para cumplirse, que hay que trabajar para hacer realidad esos sueños. Era un sueño porque creía que podía devolver la felicidad que a mí me generó de niño Peñarol. La segunda es que los sueños cumplidos no dan la felicidad. Di tres años importantes de mi vida, terminé con un patrimonio menor al que asumí y perdí clientes que recién hoy estoy recuperando. No me arrepiento, di lo mejor de mí.
Por Joaquín Symonds
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