Por Joaquín Symonds
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La casa de la familia Suárez parece un búnker. Hay un portón de hierro con 12 disparos tanto en la estructura de chapa como en el cuadrante de cemento y ladrillos que lo contiene.
Al lado del portón hay una ventana con un vidrio polarizado, que no deja ver nada porque detrás se erige una contención de 23 ladrillos apilados. Como en la guerra, la función es que pueda parar los balazos que tiran desde el exterior.
El portón de hierro “está prohibido” por Carina, la hermana de Diego Suárez, un conocido narcotraficante de la zona al que llamaban el Peligroso. Suárez fue asesinado hace más de 10 años y era quien abastecía varias bocas de la zona de Villa Española.
Con el fallecimiento del Peligroso, lejos de llegar la paz a su familia, en las últimas semanas la disputa por territorio con la familia Albín se recrudeció. Por eso es que la puerta de ingreso a la casa está casi inhabilitada. Incluso Carina recomienda a sus visitantes estacionar más adelante porque cualquier vehículo que se pare enfrente puede ser destino de disparos.
En ese mismo portón, hace menos de una semana, Ezequiel —uno de los 12 hijos que tenía Carina— fue asesinado de dos balazos: el primero ingresó en la sien del lado izquierdo, una bala procedente de un arma 45 milímetros; el segundo cerca de la costilla, pero esta vez el proyectil era de 9 milímetros. El deceso fue en el acto.
Detrás estaba otro de los hijos de Carina, un adolescente de 15 años que en ese momento le decía que se alejara de esa puerta, que era peligroso. “Bo, salí de ahí. Hablá por el fondo”, fueron las palabras exactas que salieron de la boca del joven. Luego vio a su hermano caer al piso y dejar un charco de sangre, del que hasta ahora hay rastros.
Ezequiel tenía 21 años y era bastante cercano al Peligroso. Sabía de sus negocios y de cómo operaba para abastecer las bocas de droga. “Tenía información”, resume Carina, y piensa que el asesinato fue premeditado, que alguien avisó a los Albín de que el joven estaba en la puerta. Horas más tarde, la camioneta pick-up blanca desde la que salieron los balazos apareció quemada.
El joven asesinado estaba en prisión domiciliaria con tobillera electrónica por violencia de género. Su madre también está privada de su libertad mientras espera una sentencia por un delito de receptación, tras presuntamente encubrir un copamiento a una casa propiedad de los Albín.
Carina le dijo a su hijo que se fuera a vivir a su casa para estar juntos, porque sabía que si se quedaba solo, lo iban a asesinar. “Me lo mataron igual”, dice ahora.
La escalera al techo
Pasando el portón “prohibido”, hay un largo pasillo. Desde que comienza hasta que termina, se cuentan 10 disparos en la pared y en las ventanas, sumado a los vidrios rotos que quedaron del día que asesinaron a Ezequiel.
En el fondo hay una escalera que conduce al techo de la casa, pero allí no hay ninguna habitación. Los escalones permiten que los Suárez puedan escapar en caso de que les pase algo, además de que en el último tiempo —desde que están presos— algunos vecinos les alcanzan comida por las azoteas de sus casas y bajan por la escalera.
Carina no desmiente que no tengan armas, pero sí que sean de alto calibre. La hermana del Peligroso repite una y otra vez que “esta guerra” la tiene cansada, que ya no puede vivir así. “Si tuviera esas armas que dicen, hace rato esto se hubiera terminado. ¿Te creés que alguien aguantaría esto?”, pregunta.
En la casa de la familia Suárez hay algunas reglas que se intentan cumplir. Una de ellas es que se deben respetar los turnos para dormir: siempre tiene que haber alguien despierto y en guardia por si pasa algo. Carina duerme en el último tramo de la madrugada y el resto de sus hijos lo hacen antes.
Lo otro es que no se puede estar cerca de la cocina durante la noche y tampoco sentado en el living de la casa. El padre de los hijos de Carina infringió esta regla y recibió un balazo que entró por su oído izquierdo y salió cerca de su nariz. Como consecuencia, quedó con hemiplejia y está perdiendo la vista.
Carina está acostumbrada a tener a familiares heridos por balaceras y vivir en la constante inseguridad de no saber qué puede pasar de un momento a otro. Uno de los jóvenes que integra la descendencia de los Suárez padece de un trastorno mental que afecta su psiquis, pero esto no lo libró de ser objetivo de balas también.
Hace menos de un mes, iba a un supermercado a la vuelta de su casa cuando varias personas lo abordaron, lo tiraron al piso y le dispararon tanto en los pies como en la pierna derecha. El hombre debió ser operado y quedó rengo, a pesar de que está intentando recuperar movilidad.
¿Cuál es la lucha con los Albín? La hermana del Peligroso responde que no hay tal disputa porque están “todos presos”, y porque los hijos que no están privados de libertad no pueden combatir. Sin embargo, la Policía maneja otra información y asegura que en los últimos tiroteos se pudieron identificar integrantes de ambos bandos familiares.
Carina sí reconoce que los jóvenes son “de responder”. “Si los insultan, si los atacan o si van contra alguno de la familia… son gurises, no van a dejar de pechear”, considera.
Mensajes falsos y la Republicana comprada
Hubo un tiempo en que los Suárez y los Albín eran amigos, se saludaban y tenían un trato diario por ser vecinos. Carina dice que algo pasó con respecto a los negocios de su hermano y la banda del Bicho, líder de los Albín. Desde entonces la disputa por acaparar la venta de droga en las bocas comenzó y, con el paso del tiempo, se fue recrudeciendo.
El pasado sábado circuló en redes sociales una serie de mensajes de WhatsApp en la que, con la firma de “los Suárez”, se advertía a los vecinos que no salieran porque iba a haber venganza por la muerte del “niño Ezequiel”.
La respuesta no tardó en llegar y horas más tarde circuló otra conversación en la que los Albín aseguran que no van a “parar hasta terminar con todos estos gusanos”.
Carina asegura que ellos no fueron los creadores de estos mensajes y que “obviamente” son falsos, con el fin de que la gente se ponga en su contra. “Si los vamos a matar a todos, no vamos a mandar un mensaje de WhatsApp. Lo hacés y punto”, sostiene.
La presencia de la Guardia Republicana cerca de la casa de los Suárez es notoria. Los móviles pasan lento, miran y siguen. Carina asegura que varias veces en la noche efectivos de la fuerza irrumpen con balas de goma y han intentado entrar sin orden de allanamiento.
“Hace poco quisieron entrar y siempre están apuntando con esas escopetas. Andan por los techos también”, asegura. Carina tiene el convencimiento de que los Albín sobornan a la Guardia Republicana; es más, hace poco recibió un mensaje que dice: “Amiga, mi padre hace unas horas vio al furgón hablando con los del Bicho”.
“El furgón” refiere a un camión blindado que está parado en la esquina de la casa de los Suárez, una especie de central para que los efectivos puedan coordinar tareas.
“Un rafagazo a la gorda”
La guerra narco no solo se disputa en el territorio, aunque allí es donde más sangre deja, sino que en redes sociales también hay intimidación por parte de ambas bandas. Entre los elementos que posee la Fiscalía que investiga estos episodios hay una serie de chats que anteceden el asesinato de Ezequiel.
Montevideo Portal accedió a algunas de esas conversaciones en las que un integrante de la familia Albín amenaza a uno de los hijos de Carina. De igual forma, en la captura de pantalla se puede apreciar que el emisor de los mensajes había respondido a una foto que uno de los Suárez subió en la que se veía un arma. En la imagen se ve el revólver y la pregunta de: “¿Solo?”.
El pasado 14 de junio esta persona envió: “La concha de la Karina. Le vamos a dar un rafagazo en la cara a la gorda puta esa”. El mismo día, el integrante de la banda de los Albín invitó a los Suárez a que salieran de su vivienda: “Bajen a la vereda que van a sentir las largas”.
“Cuidá a tu familia que vamos por todos ustedes”, indica otro de los mensajes, y luego agregan: “24/7 empistolados. Guerreamos de una nosotros”. “No estamos ni ahí con la película nosotros, matamos de una”, indicó el supuesto remitente de los Albín.
Por Joaquín Symonds
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