Por César Bianchi
@Chechobianchi
Fotos: Javier Noceti / @javier.noceti
Álvaro Armand Ugon (51) estuvo tres semanas sin ver la película La sociedad de la nieve tras su estreno. No fue falta de interés; fue frustración y bronca por haber audicionado para obtener un papel, haber obtenido el papel, haber grabado muchas horas interpretando al padre del joven Roberto Canessa y, finalmente, no aparecer ni un segundo en la exitosa película que ahora buscará alzarse con un Óscar a mejor película extranjera. Cuando superó la frustración y pudo ver el filme le reconoció unos cuantos méritos, sobre todo haber derribado algunos mitos, como que el elenco deba estar poblado de actores famosos para aspirar a ser un boom mundial. Por lo pronto, Armand Ugon confirmó algo que él ya sabía: la historia, la historia que cuenta la película (o una obra), tiene el verdadero poder para tener aspiraciones.
Armand Ugon tiene un currículum poblado de premios y reconocimientos tras sus actuaciones en obras de teatro, ficciones en TV, cine y espectáculos que ha protagonizado. Tiene en su haber más de 30 obras de teatro, en 10 fue protagonista o coprotagonista, participó en 20 series de TV (algunas para plataformas) y suma 14 reconocimientos por su trabajo, entre ellos, siete premios Florencio.
Por estos días, el actor se prepara para su tercer unipersonal tras los
exitosos Resiliencia y Recuerde esto. Este se llama Psicópata (de Fernando Schmidt y
dirección de Fernando Toja, en el Undermovie), y es una comedia de humor negro
que tiene como cómplice pasivo al público.
“Me abstraje del mundo, me concentré en que me contaran una historia en el teatro, con luces, había un tren en escena que se movía, parecía moverse por unas luces que tenía al costado. Yo dije: ‘¡Pah, esto es alucinante!’”
¿Qué querías ser de niño cuando fueras grande?
Lo primero que me acuerdo es que quería ser dibujante. Tenía un cuñado que dibujaba, hacía caricaturas. Empecé a practicar con caricaturas y después historietas. Quería ser dibujante publicitario, porque era lo que me habían dicho que se podía trabajar en eso. Después quise ser cantante de tango también. Miraba Grandes valores del tango y había dos niños que cantaban… Yo lo miraba con la señora que trabajaba en casa. Son las dos cosas que recuerdo.
Tenías apenas dos años cuando falleció tu madre y cuatro cuando murió tu padre, contaste en el programa Podemos hablar. Ustedes eran cuatro hermanos, y vos eras el menor. ¿Qué responsabilidad le atribuís a Sandra, tu hermana mayor, entonces con 18 años, en que los cuatro hermanos se hayan mantenido unidos?
Toda. Es mérito absoluto de ella, porque en un principio, en realidad, lo que iba a suceder es que íbamos a vivir todos con distintos tíos, hermanos de mis padres. Y ella fue la que dijo: “No, tenemos un apartamento, tenemos la posibilidad de quedarnos todos juntos”. Ella tenía 18, era la mayor, y mis otros dos hermanos tenían tres años de diferencia. Y fue todo mérito y responsabilidad de ella.
¿Y tus otros hermanos? ¿Qué papel jugaron todos en tu crianza?
Primero estábamos todos juntos. El primero que se fue es mi hermano, que se fue a vivir a Buenos Aires, cuando yo tenía 13 o 14, después mi hermana se casó, y los últimos años de menor hasta cumplir 18 viví con mi hermana menor, la que me sigue a mí, y su pareja. En mi familia no había un tema de relación con el teatro o la actuación. Pero mi hermana menor era socia del Teatro Circular y acostumbraba a ir al teatro con su pareja, y ahí empecé a ir. Había ido por primera vez con un profesor de Literatura del liceo. Sabía que existía el Circular, y que ellos iban. Fue el primer lugar en el que me presenté cuando decidí estudiar teatro.
Me consta que el actor Roberto Jones fue tu gran inspiración para que te decidieras a estudiar actuación, siendo menor de edad. Contame cómo fue eso.
Tenía 16 o 17 años. Lo fui a ver en la Sala Verdi, en una obra que nunca me acuerdo cómo se llamaba. No sobrevivió a la mancha de ácido de la que habla [el teórico teatral inglés] Peter Brook. Era una historia familiar. Sí me acuerdo muy bien del trabajo de Roberto: ¡impactante! Cuando lo vi por primera vez fue el despertar de una vocación. Yo estaba en una etapa adolescente. Me pasaba tirado en la cama, salía de noche, joda, pero no tenía una idea de hacer nada. Y más allá de decir “quiero ser actor”, me llamó la atención el fenómeno teatral como hecho artístico y como vivencia, ¿viste? Eso fue lo primero que me sorprendió. Me abstraje del mundo, me concentré en que me contaran una historia, con luces, había un tren en escena que se movía, parecía moverse por unas luces que tenía al costado. Yo dije: “¡Pah, esto es alucinante!”. Antes había ido al teatro de niño, pero nunca me había pasado nada.
Años después laburé con él… Me dirigió en el primer espectáculo que dirigió, Un tranvía llamado deseo. Y antes actué con él en Largo viaje de un día hacia la noche, con dirección del Flaco [Jorge] Denevi.
Empezaste a actuar a los 17, entonces. ¿Cuánto tiempo después pudiste empezar a vivir de la actuación?
A los 25 años empecé a vivir de la actuación. Fue cuando se hizo la primera serie de ficción en canal 4, El año del dragón.
Recuerdo que durante unos años canal 4 apostó a la ficción y produjo algunas novelas o series uruguayas: El año del dragón, Charly en el aire y Constructores, todas en el 4. ¿Fue ahí que pudiste tener un salario?
Claro, todas esas. También Mañana será otro día, pero creo que primero fue El año del dragón. ¡Empecé a cobrar un sueldo! Yo venía de tener miles de trabajos. Laburé en una farmacia, en la Liga Sanitaria, con un loco que deshollinaba calderas, laburos de todo tipo. Y ahí fue el primer laburo en que cobré por actuar. Y dije: “Ta, me la voy a jugar”. Me la jugué y se empezó a dar todo.
Esas series uruguayas fueron a comienzos de este siglo. Sin embargo, hace ya unos cuantos años que la TV nacional no apuesta a la ficción. ¿Es un género que no es redituable para los canales o no hay suficiente mercado para ellas?
Ha pasado por muchos motivos el porqué. Lo primero es que la ficción es lo más caro de producir. Vos fijate que vos hacés un programa nacional y se pagan cosas de royalties, pagás el formato y demás, y hay una apuesta. Pero en una ficción, además de eso, tenés que tener 20 locaciones, no te alcanza con una. Tenés todo un equipo detrás de cámaras, toda una producción, y aparte tenés los guionistas, los actores, los traslados. Es más caro.
Pero, además, la realidad se ha ido corriendo hacia un lugar en el cual la ficción está ahora en manos de las plataformas de streaming. Ahora en TV abierta se ve otro tipo de contenidos, y en las plataformas ven ficción. Y se está produciendo mucho acá, porque hay muy buenos equipos, hay profesionalismo y grandes actores. Pero todavía no está muy afianzada la producción nacional para esas plataformas. Yo tuve la posibilidad de trabajar en una coproducción nacional el año pasado, con Yair Dori, que hizo [la productora] Cimarrón, en una serie sobre la AMIA. No es una historia uruguaya, pero fue una coproducción uruguayo-israelí. Se estrenó recién en Israel, y se estrenará pronto en plataformas. Creo que hay una pata ahí de que no haya una exigencia a nivel de leyes para que eso se haga también.
Sí hay una cultura del audiovisual con una política clara de promover que lleguen a filmar y grabar en Uruguay, con exoneraciones fiscales importantes…
¡Claro! Se le descuenta el IVA a producciones que son arriba de 600.000 dólares. Es un montón de guita. En una producción de 5 millones de dólares, es un descuento importante.
Has ganado siete premios Florencio a mejor actor. ¿Alguno tuvo un sabor especial, distinto al resto?
También gané, el año pasado, el premio del Colectivo de Críticos Independientes, que también me honra mucho, porque es la primera edición de ese premio, que me dieron por un último unipersonal, por Recuerde esto (La lección de Jan Karski). Creo que ese, precisamente, lo valoro por ser el último, por ser un unipersonal, pero sobre todo por el proceso que vivimos con los ensayos, por lo que le pasó al Flaco Denevi, que tuvimos que parar, después retomamos con Renata [Denevi], fue todo muy difícil y muy luchado. Le tengo un especial cariño a ese trabajo, así que por eso. Y después el de Hamlet (2009), por lo que significa el papel y su nivel de ícono cultural y teatral.
¿Cuánto sumó en tu carrera la docencia, a los 29 años, cuando empezaste con Beatriz Massons?
Creo que soy un privilegiado, en el sentido de que la docencia te hace volver a las bases, a nivel teórico y práctico, todos los años. Yo todos los años estoy empezando con un montón de gente que no ha hecho nada de actuación, que viene sin vicios y que tiene que transitar por las bases teóricas, a nivel de metodología y de técnica. Entonces, yo repaso todo eso todos los años.
O sea, nunca das nada por sentado o te dormís en tu talento…
Exacto. Y en distintos niveles, además: yo doy Metodología de primero, de segundo y de tercero. En cada año hay un nivel de metodología o de técnica que estoy repasando, todos los años, pero sobre todo las bases, los principales argumentos filosóficos de algunas técnicas de actuación, que es lo primero que te olvidás. Por eso es un privilegio y, además, lo disfruto mucho. Es una actividad que me carga de cierta responsabilidad en la previa: que salga todo bien, que las clases salgan buenas, y, después, me voy muy satisfecho y lleno cuando termina.
“La docencia te hace volver a las bases, a nivel teórico y práctico, todos los años. Todos los años estoy empezando con un montón de gente que viene sin vicios, y que tiene que transitar por las bases teóricas, a nivel de metodología y de técnica”
Hay una palabra de moda en los últimos años: “resiliencia”. La primera vez que escuché esa palabra, fue al ver un unipersonal tuyo llamado precisamente así: Resiliencia, basado en la novela autobiográfica El furgón de los locos, de Carlos Liscano. Vos estabas solo en escena, y hasta te mostrabas desnudo. ¿Te deja exhausto una obra así, donde toda la obra recae en lo que vos hagas en las tablas?
Absolutamente: te deja exhausto. Creo que hay como un mito respecto a la actuación de que, en realidad, lo que te puede afectar es que el personaje se meta en tu vida. Eso no pasa si vos tenés cierto nivel de sanidad mental y de profesionalismo y tenés claras las cosas: que es un juego y que es tu trabajo. Pero sí pasa que vos le prestás tu cuerpo, tu inteligencia, tu sensibilidad, tu energía, tus músculos y tu voz al personaje. El personaje sos vos en las circunstancias que plantea la obra. Evidentemente, eso te atraviesa, te hace plantearte o te hace orbitar en determinados temas, que son los temas que plantea la obra, y eso empieza a hacerte reflexionar a vos, y de alguna manera te transforma en el sentido de que ese tema pasa a tener una importancia en tu vida. Y después, energéticamente, en un unipersonal dejás todo… Vos entrás a escena y sos vos llevando un show durante una hora o lo que dure.
En 2021 protagonizaste la obra Muñecas de piel, también de Marianella Morena, basada en el caso Operación Océano. Se trata de una obra que conllevó una polémica judicial, porque familias de las víctimas presentaron un recurso de amparo intentando que la obra no se llevara adelante. Igual se presentó en 10 funciones, en el Sodre. La obra tenía desnudos muy jugados de Sofía Lara y tuyos también. ¿Qué te dejó Muñecas de piel?
Lo primero que me dejó es el grupo de trabajo, el grupo humano de ese espectáculo, del primero al último. Desde Antonio [Ladra, asesor de prensa], Marianella [Morena, la directora], Lucía [Etcheverry], la productora, Mané [Pérez] y Sofía [Lara], las actrices, todo el equipo técnico. Siempre los trabajos con Marianella son removedores; no vas a salir igual que como entraste, eso seguro. No te pasa como actor, y tampoco le pasa al espectador. Pero me quedo con el grupo humano que conocía ahí, y tengo la certeza de que es gente que va a estar siempre en mi vida.
“El personaje sos vos en las circunstancias que plantea la obra. Eso te atraviesa, te hace plantearte o te hace orbitar en determinados temas, que son los temas que plantea la obra, y eso empieza a hacerte reflexionar a vos, y te transforma”
Hace un par de años participaste de ese boom que fue la película La sociedad de la nieve. Lo curioso es que audicionaste, te quedaste con un papel, filmaste algunas escenas... pero no quedaste en el recorte final: tu actuación no se ve en la película. Me imagino la frustración... Cuando finalmente viste la película, el trabajo final, ¿qué sentiste?
Lo que me pasó fue que me enteré la semana anterior al estreno, en diciembre. Yo antes había dado notas, estaba convencido de que había entrado en el trabajo final. Y al final me enteré de que no, de que no entró. Entonces, vi la película como veintipico de días después de que se estrenó…
Estabas re caliente…
Digamos que estaba bastante influenciado por no haber quedado en la película, je. Igualmente, reconozco que es una excelente película, le reconozco todos los méritos y lo que aporta de positivo en algunos aspectos a la producción nacional. Rompe varios mitos: el mito de que una ficción para tener éxito mundial tiene que tener actores reconocidos mundialmente, o que un actor uruguayo desconocido y joven no puede protagonizar una película y llegar al nivel de éxito que tuvo la peli.
De hecho, vos eras mucho más conocido que Enzo Vogrincic. Incluso, Maxi de la Cruz apenas tuvo un papel muy pequeño, casi un bolo, en la película…
Exacto. Ahí fijate que el reconocimiento que vos puedas tener en Uruguay, a nivel mundial no interesa, no tiene importancia. Lo que importa ahí es la historia, es cómo está contada, cómo está filmada, la excelencia en todos esos rubros, que termina siendo lo que hace que tenga el éxito que tuvo. Y sobre todo, la historia. Igualmente, es “gracioso” no haber quedado en esta película, con el éxito que está teniendo. Pero es una anécdota, también.
“La sociedad de la nieve rompe el mito de que una ficción para tener éxito mundial tiene que tener actores reconocidos mundialmente, o que un actor uruguayo desconocido y joven no puede protagonizarla y llegar al nivel de éxito que tuvo la peli”
Por estos días presentás Psicópata, de Fernando Schmidt con dirección de Fernando Toja. ¿Qué pueden esperar los que vayan a ver esta comedia de humor negro al Undermovie (todos los sábados de marzo a las 21)?
Lo que van a ver es un espectáculo unipersonal con humor, con mucho humor negro, que trata sobre un hombre con trastorno de personalidad antisocial que convoca para un espectáculo autobiográfico, paradójicamente. Nos empieza a contar su vida, su traumática infancia, su vida compleja, y, de a poco, comienza a confesarnos algunos crímenes, empieza a planear otros, en complicidad con los espectadores. Indirectamente, porque no hacemos participar al público, sino que el público es público nomás, pero de alguna forma es cómplice, como esas críticas o series donde el actor rompe la cuarta pared, mira a cámara, te confiesa algo y, si vos seguís viéndolo, sos cómplice.
Como House of Cards…
Por ejemplo, sí, o Ricardo III de Sheakespeare. Eso estaba en el teatro clásico, está en muchas películas y series, y, bueno, se trabaja con ese recurso.
Hace 12 años tenés tu propia escuela de actuación. ¿Encontraste la forma de obtener un salario fijo, más allá de compartir tus herramientas con futuros colegas?
Obviamente la docencia es una forma de vida, a nivel económico es una seguridad, si funciona el proyecto y demás, y te diría que es mi principal medio de vida hoy en día. Del borderó, de la venta de entradas, es muy difícil vivir. Tengo otros laburos, soy locutor también, trabajo en publicidad, pero al mismo tiempo la docencia es una forma de mantenerse estudiando, de mantenerte activo y no dormirte en los laureles.
“Lo que van a ver es un espectáculo unipersonal con mucho humor negro, que trata sobre un hombre con trastorno de personalidad antisocial que convoca para un espectáculo autobiográfico. Y comienza a confesarnos algunos crímenes, y a planear otros”
Si le tuvieras que dar un solo consejo, uno solo, a una persona que quiere dedicarse a la actuación y golpea las puertas de tu escuela, ¿qué le dirías?
Hay algo que dice [el actor y director teatral ruso Konstantin] Stanislavski, que es: “Ama el arte en ti mismo y no a ti mismo en el arte”. Que se hagan la pregunta si esa actividad que piensan emprender es esencial en sus vidas. Si es necesario, un motor real, y no tiene nada que ver con algo de vanidad o con el hecho de querer ser reconocido: si realmente es algo esencial en sus vidas. Que se pregunten si es algo esencial y real para ellos, más allá de si tienen éxito o no. Si es algo vital para ellos. Si la respuesta es sí, que empiecen a estudiar, y que sepan que no será fácil. Si tienen claro que eso es lo que quieren hacer, tarde o temprano llega la posibilidad de vivir para eso.
¿Sos feliz?
En algunos momentos, sí. Siento que me realiza mucho mi profesión. Tengo una característica personal: siempre estoy parado en lo que falta, por eso tengo que agradecer lo que tengo, que es mucho.
Por César Bianchi
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