Fotos: Gentileza de Búsqueda | Nicolás Der Agopian
Habían pasado casi diez años desde que habían tenido su último hijo. Como querían una hija mujer, decidieron intentarlo. En vez de tenerla a ella, tuvieron dos hijos mellizos y varones. Uno de ellos, se llamaría Andrés Danza y sería periodista. El otro, se llamaría Claudio Danza.
Se mudaron al Prado, a una casona grande, porque pasaron de ser cuatro a ser seis. Vivieron mucho verde: un barrio de pasto, árboles y jardines. Y fútbol.
Y playa.
Danza tiene una fascinación especial con el mar. Fue mucho a Rocha y mucho a Atlántida, porque sus padres y su abuela tenían casa ahí. Se pasaba todos los veranos y esos son los recuerdos más felices de su infancia. A todos lados iba acompañado, esos son los beneficios de tener un mellizo.
Cuando llegó la adolescencia apareció un Andrés más rebelde. Se dejó el pelo largo y desarrolló una pasión por lo artístico. El vínculo se volvió fuerte con el cine, con la escritura y con la literatura. Escribía mucho y escribía poesía. Lo heredó de un padre lector que siempre le inculcó que había que leer. Sí, hay que leer. Y leyó a Bradbury, a Onetti, a Hemingway, a Idea Vilariño y a César Vallejo. Y casi todas las obras de Auster, de Murakami y de García Márquez.
Fue una etapa de su vida muy fermental y de mucha intensidad. Pero, también, tormentosa. Aunque nunca aburrida. El mundo de la literatura, a Danza, le dio esa posibilidad y esa virtud: una exploración infinita.
Cuando llegaba el Búsqueda a su casa, no lo leía porque no tenía sección de deportes y terminaba leyendo las historietas de Garfield.
Ese mismo diario sería el que agarraría durante sus años en facultad de comunicación. Sería uno de los pocos que lo agarrarían, entre todos los que llevaban todos los días.
Estudió con la intención de focalizarse en una orientación que había en ese momento. Se llamaba Narración creativa y tenía mucho más que ver con la escritura de guiones de cine, otro de sus amores.
En 1996 hicieron un llamado a Búsqueda para el que se presentó junto a otra periodista. Danza ya había estado publicando en revistas literarias y había hecho alguna que otra crítica literaria en El Observador. Así empezaría siendo periodista, en Búsqueda, y nunca se iría.
Si tuvieras que dejar un tesoro escondido para que alguien lo encuentre en cincuenta años, ¿qué dejarías?
Un libro. Es una forma de agrupar ahí adentro una cantidad de cosas que me gustaría decir. Eso sería lo más apropiado: un libro. Sobre todo, con el cariño que le tengo al papel y al objeto libro, que me parece algo muy importante. Creo que dentro de cincuenta años va a seguir existiendo, pero capaz que no existe de la misma forma. Son tan grandes los cambios que, capaz, en cincuenta años no existe más el libro o no existe más la humanidad directamente. Pero creo que un libro. Tendría que pensar cuál y con qué contenido, pero un libro.
¿Desde los 19 años que estás en Búsqueda?
Sí, toda una vida. Prácticamente 25 años. Primero fui cronista de información general, después empecé a hacer algo de periodismo político, y empecé a seguir candidatos. En 1999, seguí a Luis Alberto Lacalle Herrera. Después, empecé a hacer la cobertura parlamentaria. Cubrí la Cámara de Senadores, después cubrí algunas otras campañas de otros candidatos y, después, terminé siendo editor de política, secretario de redacción, editor general y, desde el año 2017, director periodístico.
¿Por qué Búsqueda? ¿Qué te atraía de este medio a esa edad?
Búsqueda siempre me gustó por la profundidad y porque me parece que tiene una apuesta a la calidad tanto de escritura como de periodismo, que tiene más de investigación. El concepto ese de profundizar y pensar un poco más las notas, y su presentación, me parece muy importante.
El periodismo tiene mucho de literario y es importante ponerle mucho cariño a eso, entonces me parece que Búsqueda cumple un poco con todos esos requisitos. Por supuesto que estos 25 años ha cambiado. Yo creo que ha evolucionado positivamente, ha desarrollado todo eso. Igual, no está bien que yo opine porque soy parte involucrada, pero es por eso principalmente. Me parece que es un medio que apuesta mucho a la profundidad y al análisis y a la investigación.
Y cumple con otro requisito que es fundamental, que es la independencia. La realidad es que hace 25 años que estoy acá y, en este momento soy director periodístico, y nadie sabe lo que he votado, nunca me lo han preguntado. Hay una independencia absoluta para trabajar y eso es muy importante.
¿Cómo te formó como periodista Búsqueda? Quieras que no, fue tu escuela.
En los hechos, empecé con 19 años y me formó mucho más que la propia universidad. En realidad, el periodismo se aprende mucho en las redacciones. La universidad sirve muchísimo, yo soy un gran defensor de que la gente tenga estudios terciarios para ejercer, sobre todo porque da mucha cultura general y sirve como para conocer una cantidad de cosas. Pero sí, Búsqueda me formó muchísimo.
Yo entré cuando Danilo Arbilla era director y tenía todo eso de escuela, de enseñar, de la escuela Búsqueda, y aprendí de periodistas muy valiosos. Entre ellos, Claudio Paolillo que después pasó a ser director y de quien fui mano derecha muchísimos años, más de una década. Cuando él era director y yo era secretario de redacción, trabajábamos juntos y aprendí mucho de él. Después, acá en Búsqueda tuve como dos referentes cuando estaba dando mis primeros pasos.
Uno todavía trabaja acá conmigo que es Eduardo Alvariza, el editor de cultura. Otra persona fue Gerardo Lissardy, uno de mis primeros jefes de política que ahora está trabajando para la BBC y vive en Nueva York. Aprendí muchísimo de él también. Con ellos dos, además de una relación de amistad muy cercana, se encargaron de transmitirme mucho lo que saben, que es muchísimo. Eso realmente me marcó como periodista y marcó un poco lo que soy hoy.
Realizaste cursos de periodismo en Alemania, Bélgica y Japón, ¿cómo es ejercer el periodismo afuera?
En Alemania estuve dos meses, tenía una beca para periodistas jóvenes latinoamericanos. Eran 15 periodistas, había uno por país y nos hacían un curso de un mes en Berlín y después otro mes recorriendo Alemania. Y es un montón, porque es una realidad totalmente diferente a la que vivís y ves la magnitud de los medios, la cantidad de gente que consume medios y cómo trabajan profesionalmente, que es impresionante.
Japón, por ejemplo, junto con Suecia, es el país del mundo que consume más medios. De los diez diarios más vendidos del mundo, hasta hace poco, cinco o seis eran japoneses. Siguen teniendo diario en papel y siguen vendiendo más de un millón por día. Ahí también aprendí mucho el tema de la masividad. En Japón estuve un mes en una beca, con distintos periodistas latinoamericanos, aprendiendo periodismo de los grandes diarios de allá.
En Bélgica estuve estudiando dos cursos distintos de la Unión Europea, aprendiendo más sobre política, sobre política internacional, sobre la organización de la Unión Europea. Eso ya es otro tipo de curso, pero los cursos de periodismo metido en otros diarios y en otros países fueron principalmente en Japón y en Alemania. Y me aportaron muchísimo. Era joven, todavía estaba en una etapa de mucho aprendizaje y estuvo muy bueno. Japón fue en el año 2004 y Alemania en el año 2012.
Hablemos de Una oveja negra al poder, que incluso ganó el Premio Libro de Oro... ¿Por qué Mujica?
Cuando empecé a cubrir la Cámara de Senadores, uno de los que era senador ahí era Mujica. Esto fue en el gobierno de Batlle. Ahí generé un vínculo político-periodista, de fuente, bastante cercano con Mujica, con Astori, y con una cantidad de gente que en el 2005 asumieron el gobierno.
Con Mujica, ese vínculo lo seguí cultivando cuando él fue ministro de Ganadería, después fue candidato a presidente y, cuando fue presidente, con otro colega, que no trabaja más conmigo, Ernesto Tulbovitz, dijimos que sería bueno registrar ese momento porque Mujica, como decimos en el libro, es como una oveja negra de la política. Queríamos ver cómo se desempeñaba esa persona en la Presidencia de la República, con sus luces y con sus sombras, que eso fue lo que tratamos de mostrar en el libro.
Como teníamos un vínculo bastante cercano se lo fuimos a plantear a él, cuando hace no mucho que estaba en la presidencia, menos de un año. Nos dijo que sí y nos dio un acceso bastante fluido a lo que él iba haciendo y a toda su agenda. Tuvimos una cantidad de charlas bastante íntimas, como 14, y más de noventa horas de grabación. Él, siendo presidente, iba a mi casa. Nosotros lo esperábamos con el otro periodista y se quedaba como hasta la una de la mañana y conversábamos de todo un poco.
Eso, sumado a entrevistas con otras personas, lo transformamos en un libro. En todo momento dijimos que "esto que estamos concibiendo y haciendo hay que hacerlo desarrollado en un libro", y eso fue lo que hicimos. No esperábamos el resultado que iba a tener, porque libros de Mujica hay muchos.
Es cierto que este tiene ciertas particularidades, pero nunca esperamos el boom que significó. En los hechos, el libro ya lleva vendido más de 230.000 ejemplares en todo el mundo, es muchísimo. En Uruguay fue el Premio Libro de Oro, ósea el libro más vendido en Uruguay ese año. Se sigue vendiendo y ya supero los 35.000 ejemplares. Generó mucho ruido y mucha aceptación. Además de que lo presentamos como en diez países, se tradujo como a seis idiomas, una cantidad de cosas impensables en su momento.
¿Qué sentís tras ese éxito?
Me deja muy contento. Es algo muy gratificante desde el punto de vista profesional y desde el punto de vista personal. Igual, fue una sorpresa porque cuando sacás un libro esperás que te vaya bien y que genere cierto impacto, pero no esperas que explote de la forma que explotó. Sobre todo cuando recién lo sacamos, en mayo del 2015, a la semana ya iba por la cuarta edición. Acá en Uruguay, ya va por la décimo tercera. Entonces, en determinado momento, como que nos pasó por arriba la ola.
Tuvo otro impacto grande en Brasil, que fue otro de los países que lo compró y fue de los primeros en traducirlo. Quedé contento con el resultado, que eso me parece lo más importante: con cómo lo presentamos y con el contenido. Hasta el día de hoy es un libro que era lo que queríamos hacer en ese momento. Los sentimientos hacia él son positivos, sigo teniéndole mucho cariño.
Seguiste y cubriste a Lacalle Herrera en una gira, ¿a quién más seguiste?
Seguí a Lacalle Herrera en el Interior, seguí a Mujica, seguí a Vázquez más de una vez y viajé al exterior con Vázquez. De los expresidentes, incluso al presidente actual, los conozco a todos y los conozco bastante bien. A algunos un poco más, algunos menos, pero he tenido conversaciones con todos ellos. Capaz que con el que tengo una relación más fluida, por todo esto, es con Mujica. Siempre sobre la base de yo siendo periodista. Esas reglas de juego siempre estuvieron claras y siguen claras, pero conocerlos los conozco a todos y se aprende muchísimo de eso porque llegar a ser presidente del Uruguay, eso no es para cualquiera.
Son personas muy inteligentes, son personas muy hábiles políticamente y muy estrategas. Hace un tiempito saque una columna en Búsqueda que se llama "Entre carnívoros", que cuenta una anécdota de Lacalle Herrera. Decía que cuando Lacalle Herrera estaba en una interna con Juan Andrés Ramírez, en el Partido Nacional, Andrés Ramírez lo criticaba y él decía que iba a ganar él porque en política hay dos clases de políticos: están los herbívoros, que nunca llegan a ningún lado, como Juan Andrés Ramírez, y están los carnívoros. Eso me quedó, porque es así, y, efectivamente, para llegar a ser presidente de Uruguay tenés que ser carnívoro.
Todos ellos son carnívoros, todos ellos tienen un historial, todos ellos tienen unos cuantos muertos en el ropero, o algún parricidio o alguna cosa de esas. Pero de todos ellos se aprende muchísimo, y no solo desde el punto de vista ideológico intelectual, que sí se aprende porque son personas muy cultas y muy inteligentes, sino desde el punto de vista político. Suelen ser muy hábiles y yo disfruto también de acercarme lo máximo posible para mirarlos actuar y decidir.
¿Una persona maravillosa que hayas conocido?
No es fácil. Como te decía hoy, que me hayan marcado muchísimo a nivel periodístico y que sean referentes, Eduardo Alvariza y Gerardo Lissardy como los referentes fundamentales. Después, a nivel periodístico he conocido a muchísima gente. También conocí mucho presidente del exterior. A Bolsonaro lo conocí hace relativamente poco, a Bush, Cristina Fernández, Lula, Evo Morales. Pero para destacar, por encima de las cosas, a las personas que tengo más cerca.
En realidad, no creo en los ídolos, estoy en contra de los ídolos, eso nubla más y perjudica más a las personas de lo que los ayudan.
¿Algo que la vida te haya hecho aprender a los golpes?
Muchísimas cosas. Es que la vida en esencia son golpes con algunas gratificaciones, pero principalmente son golpes. El asunto ahí es aprender de ellos, eso es lo que hace la diferencia.
Aprendés a cómo desempeñarte profesionalmente, a cómo desempeñarte personalmente, pero creo que la inteligencia pasa por la capacidad de aprender de los momentos positivos, pero especialmente de los momentos negativos.
He tenido golpes importantes y de todos, igual, traté de sacar alguna enseñanza, y hacer un equilibrio. Creo que ahí lo mas difícil es el justo equilibrio. Para eso trabajamos. Capaz que nunca llegamos a conseguirlo del todo, pero parte de crecer y de aprender. La experiencia y desarrollarse es tratar de alcanzar ese justo equilibrio. Es esa capacidad de alejarse un poquito y tratar de ver el bosque y no solo el árbol.
¿Un ejemplo concreto?
Cuando tenía 19 años perdí a uno de mis mejores amigos, que se murió además de un segundo para otro de un ACV y eso fue un golpe. Lo recuerdo ahora porque me desestabilizó mucho porque pensaba que eso no ocurría y que no le ocurría a la gente joven y menos a la gente que había crecido conmigo. Pero por otro lado me hizo, por una de las primeras veces en mi vida, valorar lo importante y dejar un poco de lado lo accesorio. Era un momento en el que yo estaba muy volcado a un montón de cosas que no eran tan trascendentes y que me preocupaba por cosas que no eran tan centrales.
Ese fue un sacudón tan grande que me llevó a valorar y a soltar otra cantidad de cosas. Ahí parte del crecimiento es la capacidad de andar lo más ligero de equipaje posible. Tengo mucho esa filosofía de vida. Los periodistas la tenemos que tener, sobre todo si queremos ejercer de la mejor manera nuestra profesión no podemos estar muy abrazados a nada, salvo nuestros afectos más cercanos porque en definitiva, nosotros, para poder trabajar lo mejor posible tenemos que ser lo más libre pensadores posible. Y para ser lo más libres tenemos que tomar la mayor distancia posible de prácticamente todo.
Lo importante son los afectos, un círculo determinado: mis amigos, mi familia. Después, no me abrazo a nada. Ni a un partido político, ni a una ideología. Me gusta ser lo más distante posible y hurgar lo máximo posible. Y molestar. porque el periodista tiene que molestar y mucho. Después, tratar de transmitirlo porque, en definitiva, los periodistas somos grandes intermediarios, somos espectadores privilegiados. Pero para contarlo, siempre para contarlo, nunca para guardártelo para vos. Yo registro y transmito.
¿Algo de lo que te arrepientas?
De cosas grandes no, no me gusta mucho estar mirando mucho para atrás. No soy mucho de tener muchos ojos en la nuca, ni tampoco soy muy de atarme demasiado al pasado. No hay cosas grandes. Cotidianas siempre hay: algo que viste que no estaba suficientemente desarrollado, algo que dijiste que capaz no era lo suficientemente correcto, una pregunta que no hiciste, alguna cosa siempre hay.
¿Un sueño por cumplir?
Muchos. Me gustaría seguir escribiendo, y voy a seguir escribiendo. Después, seguir desarrollándome periodísticamente. Acá en Búsqueda, trabajo con un equipo de gente que es alucinante, con quienes me siento muy cómodo. Mi intención es tratar de potenciarlos lo máximo posible, de potenciar al medio lo máximo posible. Estoy contento con cómo estamos saliendo y con cómo estamos posicionados. Siempre quiero potenciarlo más.
Además, soy un gran defensor de los equipos. Creo que hay un tema en el mundo contemporáneo y a nivel periodístico. Creo que, por ejemplo, las redes sociales son muy útiles y a los periodistas nos sirven mucho pero creo que nos han hecho un daño terrible también. Hay muchos periodistas que se terminaron asumiendo como protagonistas arriba del escenario y termina importándoles mucho más la cantidad de seguidores que tengan y no el contenido de lo que hacen.
Eso está perjudicando considerablemente a la profesión, así que mi objetivo es tratar de seguir potenciando lo otro, el equipo, el producto de varios periodistas sumados y no tanto esa cosa individual, muy narcisista, que se ha desarrollado ahora. Todos los periodistas tenemos que ser un poco narcisistas porque vivimos de lo que escribimos y porque nos gusta escribir bien, pero es importante ponerte en tu justo lugar. Lo del justo equilibrio me parece fundamental, más en estos tiempos que han perdido el norte y terminaron siendo personajes. Eso es un riesgo.
¿Qué es felicidad para ti?
Son momentos. No creo en la felicidad eterna de estar siempre feliz o siempre infeliz. La felicidad consiste de momentos a lo largo del día en los cuales te sentís realmente contento con lo que lograste ser contigo mismo y con los que están alrededor tuyo.
Creo que la felicidad más auténtica, y por la que yo más trabajo, es mirarme al espejo y decir que estoy donde quiero estar, con quien quiero estar y estar haciendo lo que a vos te gusta hacer de la mejor forma posible. No tengo pretensiones, no soy una persona que le interesen grandes cosas, ni grandes lujos, como aspiraciones para ser feliz. Con poco me alcanza. Volvemos a lo del justo equilibrio, es un poco así.
La angustia existencial es importante haberla tenido, la sigo teniendo todo el tiempo, y es uno de los grandes impulsos creativos también.
¿El momento más triste de tu vida?
Cuando se murió mi padre. Mi padre se murió después de un cáncer bastante prolongado, de dos años, pero el último año sufrió mucho. Era una cosa bastante dolorosa. Yo estuve muy cerca de él y siempre tuve una relación bastante cercana.
Se murió relativamente joven. Estaba bien y de un día para el otro se le diagnosticó cáncer. Yo lo viví con mucha angustia, pero, sobre todo, con mucha tristeza porque me parecía injusto y me parecía que no era el momento. Ya había conocido a sus nietos, pero yo tengo dos hijos y no los pudo conocer. Fue un momento muy triste. Después, me di cuenta que fue el momento más triste de mi vida.
Si murieras hoy, ¿irías al cielo o al infierno?
Tengo méritos como para los dos, no sé. Hay que ver cuántos tengo como para un lado o para el otro. En realidad, te soy absolutamente sincero, no me preocupa mucho. Me preocupa más lo que quede acá, si acá va a quedar para la gente que hable de mí, si es el cielo o el infierno. Eso es mi idea de cuando no esté. Es, más bien, el legado. Sobre todo, en las personas más cercanas. No lo he pensado porque estoy más interesado en lo otro.