Por Joaquín Symonds
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Margaret veía que su hija de 12 años estaba callada, introspectiva y aparentemente angustiada. Cosas de la edad, pensaba. Pero no se quitaba el desvelo por saber qué le sucedía a la menor.
La niña, Manuela [nombre ficticio], se escribía por redes sociales con otro menor que también era oriundo de Las Piedras (Canelones). Un día, Margaret se enteró de que su hija le había enviado al varón “una foto subida de tono”.
Ante la situación, tomó su celular y se comunicó directamente con él para decirle que eso no estaba bien, que no eran costumbres que debían tener dos jóvenes que recién comenzaban la adolescencia. Le pidió por favor que borrara el archivo porque, de lo contrario, iría a hablar con sus padres.
La respuesta del joven dejó a Margaret atónita: “Capaz que en vez de preocuparte por eso, deberías preocuparte porque a tu hija el pae la violó”. La frialdad de las palabras recorrió cada músculo de una madre que, de repente, estaba desesperada.
Fue a hablar con Manuela, quien como respuesta lloró y rogó que no preguntara más, que se fuera del cuarto y la dejara sola. Margaret era “hija de religión” del hombre, quien junto a su pareja integran la comunidad umbandista y son referentes de un templo en Las Piedras.
Ese mismo día de diciembre de 2023, Margaret fue a la seccional más cercana y después de algunos inconvenientes para que le tomaran el reclamo, logró hacer la denuncia contra el hombre de 50 años. Los hechos de violación ocurrieron desde abril del año pasado hasta fin de año, de acuerdo con la información que la menor le dio al equipo psicológico que la atendió.
El Instituto Técnico Forense (ITF) comprobó que la adolescente había sido víctima de violencia sexual tras diagnosticar “desgarro de los músculos de la vagina”. A Margaret se le cayó el mundo.
El mismo día en que se enteró de la situación, el ahora denunciado fue hasta la casa de la madre y en todo momento negó haber cometido algún tipo de abuso. “Yo no me contuve y le di una paliza. Le seguiría pegando hasta ahora. Pero ahí ya vimos que algo tenía que ver con todo, porque ni siquiera me denunció. Se fue calladito la boca”, dijo la mujer en diálogo con Montevideo Portal.
Cómo se daban los hechos
Los casos de abuso sexual en localidades pequeñas —en Las Piedras hay alrededor de 70.000 habitantes— tienen un efecto rebote en otras posibles víctimas que se animan a denunciar. Esta causa no fue la excepción.
La denuncia de Margaret provocó la intervención de la Fiscalía de Delitos Sexuales de 5° Turno. Desde allí, solicitaron a la Justicia medidas limitativas que le prohíben al pae el acercamiento a las dos menores y sus familias.
La abogada de las víctimas, Elizabeth Frogge, comentó a Montevideo Portal que a su entender las medidas cautelares no contemplan la gravedad del caso por varios motivos. La penalista mencionó que hay dos principales: en Las Piedras las partes suelen coincidir en varios lugares, como el supermercado o el centro de la ciudad. La otra razón es que el referente religioso sigue compartiendo espacios y momentos con otros menores, lo que podría implicar un riesgo para la comunidad.
Con la aprobación de la Ley de Urgente Consideración (LUC), el gobierno modificó en su artículo 34 el 224 del Código Penal que refiere a los requisitos para disponer de prisión preventiva. Allí se expresa que en los casos de violación, abuso sexual, abuso sexual agravado o atentado violento al pudor, el denunciado debe ir a penitenciaría mientras avanza la investigación.
Por los lazos que los unían, Margaret solía ir con Manuela a la casa del pae a quedarse los fines de semana. Por fuera del ámbito religioso, Margaret definió la relación previa entre ellos como “de amigos”. “Él era mi padre de religión, éramos amigos y nuestros hijos tienen edades similares, entonces también jugaban entre ellos”, agregó.
De acuerdo con el relato que Manuela hizo ante los psicólogos, el acusado solía llevarla a sitios apartados de la casa. Allí la manoseaba y abusaba sexualmente de ella. “Al terminar, la menor aclara que el denunciado la amenazaba con la religión, diciendo que iban a ir por sus padres”, indica uno de los documentos en referencia a la muerte de los progenitores.
El otro caso
Frogge aseguró que sus clientas decidieron juntarse y seguir en conjunto la causa ante los pocos avances que ha hecho el Ministerio Público. Explicó que al haber realizado las denuncias en seccionales diferentes, ha sido difícil poder reunir toda la información.
Lo cierto es que a Eva le pasó algo similar con su hija Federica [nombre ficticio], pero hace ocho años. La mujer era fiel a la religión umbandista desde hace mucho tiempo y también asistía al lugar en el que el pae es referente, siendo este también su “padre de religión”.
En aquel entonces, al igual que Margaret con Manuela, madre e hija compartían momentos los fines de semana con el hombre. A los 18 años, su hija le confesó que había sido abusada por el hombre cuando tenía 10. Ante esta situación, Eva decidió radicar la denuncia y se alejó del movimiento.
Las amenazas
Con lo que supo en diciembre y todo lo que vino después, Margaret decidió conseguir un trabajo que fuera por las noches, dado que es el único momento del día que puede cumplir con sus tareas sin que nada la interrumpa. “Un día te avisan que tenés audiencia, que vas para allá y para acá. Además, tengo a mis otros hijos que atender y hace dos años que quedé viuda”, contó.
Hace algunas semanas comenzó a trabajar en un bar de la ciudad canaria. Las jornadas laborales se extienden hasta las 2:30 y es la encargada de cerrar la caja para luego depositar el dinero recaudado en el día.
Cuando sale del lugar, suele ir atenta en su moto para prevenir que alguien la siga con el fin de robarle. Una vez estaba saliendo de trabajar y notó que otra moto se ponía en paralelo a la de ella hasta encerrarla y tirarla en una cuneta.
“Me caí y lo primero que hice fue agarrar el casco, porque es lo único que tenía para defenderme”, contó. Uno de los dos delincuentes se bajó de la moto, sacó un arma y dijo: “Así que te andás haciendo la viva y denunciando. Sacá esa denuncia porque si no vas a terminar mal”, según el relato de Margaret.
Unos metros más atrás, el conductor del vehículo lanzó: “Dale, quemala ahora”. El hombre que tenía el revólver gatilló tres veces, pero el disparo nunca salió. Hasta hoy Margaret no sabe si fue la suerte o que el delincuente quiso darle un susto a sabiendas de que la recámara del arma estaba vacía.
Pero, ¿por qué vincular la amenaza con la denuncia?
Una persona cercana al pae declaró ante la Policía que el referente religioso le había mencionado al respecto.
En la declaración a la que accedió Montevideo Portal, el individuo narra: “Todo comenzó en el mes de diciembre. Yo me encontraba tomando mate con el señor en su templo, cuando este se manifiesta en textuales palabras: ‘cuando se calme un poco la cosa, voy a hablar con mis primos y conocidos de La Paz para que ruede alguna cabeza porque la única forma de parar esto es con una bala’. Luego el señor se levantó y se fue a comprar cigarros”.
En su testimonio, el individuo agregó el detalle de que ese día había ido al templo a buscar algunas herramientas y el pae le había comentado que tenía que ir a declarar el 16 de enero. Sin embargo, el referente religioso aseguró que no sabía cuál era el motivo de la citación dado que tiene otra causa abierta por violencia doméstica, lo que le implica el uso de una tobillera electrónica.
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