Fotos: Javier Noceti / @javier.noceti
Corría el segundo semestre de 1988. Su Nacional avanzaba a paso firme en la Copa Libertadores de América, y a Aldo Lema, curiosamente, no le caía en gracia el éxito de su equipo. Es que con los dos grandes todavía compitiendo en el certamen, el muchacho ya no daba abasto: venía a estudiar casi toda la semana a Montevideo (cursaba la Facultad de Economía), hacía sus primeros pinitos en radio, pero el fin de semana tenía dos trabajos en San José: hacía estudios durante las transmisiones deportivas y los fines de semana por la noche trabajaba en un cine josefino que le competía a otro más viejo, que se le había dado por proyectar películas pornográficas.
Ese sacrificio, a la larga, vaya si dio sus frutos. Aldo Lema (53) se graduó, viajó becado a Chile, donde culminó un Máster en Economía, esa vocación que se despertó cuando quiso entender qué era eso del “quiebre de la tablita” que en 1982 llevó a su padre a la ruina y lo sumió en la depresión. Hoy es socio de Vixion Consultores, asesor y director de empresas, profesor de la Universidad de Montevideo y director fundador de Enseña Uruguay, además de colaborar con columnas periodísticas en distintos medios del continente.
Mucho antes, fue un floridense adoptado por San José, un gurí inquieto que tuvo que ponerse a trabajar a los 11 años y poco después tuvo el sueldo más alto de su casa. Tuvo que apechugar con dos laburos para poder estudiar, y nunca dejó de hacerle caso a su madre, quien alguna vez le dijo: “Aldo, no sobrevive el más fuerte ni el más inteligente, sino el que tiene mayor capacidad de adaptación”.
Pues bien, el locutor y periodista deportivo que alguna vez proyectó películas de Fellini en San José de Mayo supo adaptarse, y hoy es un reconocido economista de consulta permanente en la región. Y para esta nota afirma que el magro 2% de crecimiento actual de la economía uruguaya no permite avizorar la puesta en marcha de reformas urgentes, y opina que será necesario un aumento significativo de la calidad de la educación para que crezca la productividad.
“Como locutor y operador suplente en San José hacía todas las horas que quedaban disponibles, inclusive las de fútbol. En el cine trabajaba viernes, sábado y domingo, en la noche. Pero nunca dejé de estudiar”
¿Cómo es eso de que empezaste a trabajar a los 11 años, cuando debías preocuparte solo por jugar y hacer los deberes?
Yo nací en Florida —mi padre era muy pequeño productor agropecuario, tenía una pequeña bodeguita y además producía cerdos de mediana escala—, luego nos mudamos a San José y ahí le fue muy mal con su actividad. Estaba en ciernes la crisis de 1982. Mi padre tenía una pequeña chacra en Villa Rodríguez (hoy ciudad), y vivíamos en San José. Le fue muy mal económicamente, cayó en una gran depresión, y ahí mi madre salió a trabajar con empleada doméstica y luego ella me pidió ayuda, y empecé a trabajar en los veranos, en supermercados y en panaderías. Pero nunca dejamos de estudiar, mi madre insistió en que mi hermana y yo le diéramos importancia a los estudios. Durante el año hacía pequeñas changuitas: repartía volantes, hacía mandados para alguna familia, eso hasta los 15 años: coexistió el trabajo de verano o muy parcial durante el año con los estudios.
Y a los 15 le planteaste a tu madre que querías trabajar en radio, pero te fuiste a trabajar en un cine, en San José. ¿Cómo se dio eso?
Yo era un gran consumidor de diarios y semanarios que mi madre traía de las casas donde trabajaba. Me gustaba mucho el fútbol, pero leía de todo. Mi madre trabajaba en casas de todos los colores políticos, entonces traía diarios en una época muy fértil en producción de diarios. Al terminar tercero de liceo, mi madre me quería buscar un trabajo, y yo le dije que quería irme a Montevideo a trabajar en radio con Omar Gutiérrez. El Flaco había llegado hacía poco a la capital, mi madre trabajaba en la casa de los padres de Omar en San José. Omar le sugirió que yo fuera a hablar a la radio de San José, entonces mi madre fue a hablar con un periodista de ahí, Tomás Puerto, con el mismo que empezó Jaime Clara, y él le dijo: “Decile que venga mañana”.
Pero mi madre también habló con a una gran amante de la cultura, que ha sido por décadas directora del Museo Departamental de San José, que también tenía una panadería donde mi madre trabajaba, María del Huerto Tornesi. Y María del Huerto llegó, dos días después que yo había empezado en la radio, a plantearme que yo fuera a trabajar de proyector en un cine nuevo, muy bonito, que pasaba buen cine, compitiendo contra el cine más grande de la ciudad, que había empezado a pasar películas pornográficas. El cine nuevo, el Biógrafo, salió a competirle con las mejores películas. Entonces, en cuarto de liceo, me convertí en el principal sueldo de casa, trabajando en los dos lugares: en la radio y en el cine.
Empecé en la radio reemplazando a un locutor suplente al que echaron: como locutor y operador suplente hacía todas las horas que quedaban disponibles, inclusive las de fútbol. En el cine trabajaba viernes, sábado y domingo, en la noche. Nunca dejé de estudiar, iba al liceo de mañana. Comía algo rápido, me iba a inglés, y me pasaba toda la tarde en la radio, algunas noches trabajaba en la radio y de viernes a domingo me iba al cine en las noches. Y los fines de semana, hacía estudios durante los partidos de fútbol, cubriendo todas las ligas de San José, también seguía los partidos del fútbol uruguayo y el fútbol argentino. En el liceo yo tenía buenas notas, pero necesitaba notas sobresalientes para conseguir una beca y poder venirme a estudiar Economía.
Te empezó a interesar la economía porque cuando eras adolescente tu padre cayó en bancarrota por el “quiebre de la tablita” del 82 y querías entender eso. ¿De esa crisis laboral de tu viejo nace tu vocación?
Sí, es así. Hay varias cosas: lo primero fue entender la crisis, eso estuvo desde los primeros años de liceo. Me gustaba la matemática y la humanística también, y Economía combina las dos cosas. Quería saber qué era lo que había pasado para que se produjera esa debacle. Yo había tenido una niñez muy feliz en Florida y a mi padre le había ido muy bien económicamente, hasta que quebró. Me fui dando cuenta que esa era mi pasión, era mi vocación.
Llegaste a Montevideo. ¿Cómo llegaste a vivir en el Consejo del Niño (hoy Inau)? Fuiste como ejemplo de estudiante universitario modelo. ¿Cómo fue eso?
Yo estaba haciendo todos los esfuerzos por venirme a Montevideo. Me junté con Luis Custodio, que era un incipiente periodista deportivo, que me llamaba por los resultados del interior, también con Javier Máximo Goñi, que recién estaba llegando a la Sport. Y se dio una casualidad: una profesora de francés que vivía a la vuelta de mi casa conocía a una asistente social de San José, a la que le comentó mi caso. Le dijo que yo tenía 400 dólares ahorrados para venirme a Montevideo (no era nada), y esa persona a la vez me contactó con un asistente social entrañable, con quien sigo en contacto: Dante Santos, que era el director de un hogar del Consejo del Niño, en la calle Pando, que estaba buscando dos o tres estudiantes universitarios que vinieran de vivir una situación económica y social compleja, pero que mostraran interés por estudiar, y que eso pudiera, eventualmente, mostrarse como referencia para contagiar al grupo de adolescentes.
Fuimos tres universitarios —que estábamos en esas condiciones— y la verdad que hubo un efecto de contagio, porque sigo en contacto con esas personas y sé que algunos lograron superar las dificultades que tenían, son personas encantadoras y se insertaron en el mundo laboral. Justo se dio un cambio de equipo deportivo en la radio de San José, y al único que le propusieron seguir fue a mí, que hacía estudios. Yo estaba de lunes a sábado en Montevideo, los sábados me iba para allá y trabajaba los fines de semana, sobre todo en las transmisiones del domingo.
Durante unos años fuiste colega, trabajaste en varios radios, mientras que seguías estudiando Economía…
En Montevideo llegué a CX 30, durante los Juegos Olímpicos de Seúl 88. Me pasa la posta Miguel Nogueira, y yo quedé haciendo estudios, competía con [Julio César] Gard, que estaba en Universal, con Marcelo Becerra en Carve, en radio Oriental estaba empezando Sergio Silvestri. Hacía estudios y era importante, porque las transmisiones eran largas. Yo en ese equipo aprendí mucho: estaba Néstor Moreno Mederos, Raúl Barizzoni, Mónica Willengton, que era locutora comercial, surgió Luis Custodio, Fernando Schmidt, Fernando Tetes, Ricardo Piñeyrúa, entre otros. Después trabajé en Radiomundo con el mismo equipo, de ahí me fui a CX 26 Sodre con Pepe Mansilla y —casi a punto de recibirme de economista— terminé con Mansilla y Juan Gallardo en El Espectador. Fue mi último año, 1991.
Recién recibido postulaste para una beca (BCU, BID y la Universidad Católica de Chile), la ganaste y te fuiste a Santiago. ¿Qué aprendiste en Chile?
El Banco Central (BCU) era parte de una red de varios bancos centrales en América Latina, yo había ganado un concurso en Antel y estaba trabajando ahí. Un gerente del BCU, Ariel Banda, había ido a buscar escolaridades a la Universidad, seleccionó a los de mejores notas y quedé en una beca para ir a estudiar en la Universidad Católica de Chile, con el compromiso de volver a Uruguay. Luego no se pudo concretar por una ley de funcionarios públicos, del año 94, que impedía el reingreso de funcionarios públicos al Estado. Terminé estando 18 años en Chile, volví en 2011 recién.
Fui profesor, ayudé en investigaciones, trabajé con algún profesor, entonces, por primera vez, por un año y medio, trabajé solo de la academia, concentrado en estudiar y en hacer cosas propias de economía. ¿Qué aprendí? Yo llegué en medio de la transición política en Chile. Aprendí de la importancia de la calidad de la política en el impacto de la economía. Vi cómo se había preparado La Concertación para ser gobierno, todavía influía mucho [Augusto] Pinochet. Ese grupo de políticos y economistas habían tomado nota de los errores de fines de los 60 y 70. El ministro de Trabajo de [Patricio] Aylwin, René Cortázar, dijo una frase que me quedó: “Hemos vivido una historia pendular. No es que ahora nos toque a nosotros porque antes le tocó a otros; ahora nos tiene que tocar a todos”. Esto del “péndulo” —ahora lo volvió a citar el presidente Gabriel Boric— que va de un lado a otro, creo que La Concertación y el acuerdo político tan importante, que fue mayoría con 60% en ese momento, lo que hizo fue centrar el péndulo. Aprendí que la calidad de la política es muy importante en la toma de decisiones desde el punto de vista económico.
Aprendí, también, que una condición necesaria para hacer mejores políticas sociales es crecer. Parte de que Chile pudo acercarse en términos de indicadores sociales a otros países del mundo en esa época es por la calidad de la política, y por desarrollar ciertas políticas procrecimiento como la inserción externa (que hoy ni Chile ni Uruguay la cuestionan), la estabilidad macroeconómica (tampoco la discuten). Y después, tras esa fase, viene una etapa de reforma que es mucho más dificultosa, y amerita mucha calidad de la política, acuerdos y negociaciones.
“Un gerente del BCU había ido a buscar escolaridades a la Universidad y quedé en una beca para ir a estudiar en la Católica de Chile, con el compromiso de volver a Uruguay. Terminé estando 18 años en Chile, volví en 2011 recién”
Hablemos un poco de economía. Según una encuesta reciente de Cifra, el 52% de las respuestas prioriza temas económicos cuando se le pregunta cuál es el principal problema del país: un 26% habló de la falta de empleo, el 20% habló de la situación económica (así de general) y un 6% mencionó la pobreza y los precios altos. Y el 57% de los frentistas señalaron la economía como el principal problema del país. ¿Cuál es, entonces, el principal problema de la economía uruguaya?
Siempre la economía es muy importante. Si uno ve los resultados electorales y políticos, la mayoría está marcada por el desempeño económico del gobierno. En el caso de Uruguay, el principal problema es que tiene un bajo crecimiento, tan solo 2% anual, que es lo que un comité de expertos ha estimado. Eso significa que la economía crece 2%, la masa salarial crece 2%, por lo tanto, si los salarios reales crecen al 1% o poco más, el empleo crece otro 1%. Y eso es escaso, es poco, para un país con el nivel de ingreso per cápita de Uruguay. Entonces, después de una recuperación cíclica, donde mejoraron los precios de las materias primas, donde las tasas de interés estuvieron bajas, si viene un ciclo adverso, crecer en promedio al 2%, significa que en buenos momentos se crece al 4 o al 5%, pero que en malos tiempos podés estar estancado o podés decaer.
Cuando el viento se pone en contra, para una economía que crece poco, el estancamiento o en un escenario de crecimiento tan bajo (inferior al 2%, y eso parece un escenario probable) eso tendría consecuencias: no hay mucho margen para que los salarios crezcan, no hay mucho margen para que el empleo sea muy dinámico, se volvería una economía de menores oportunidades, y al mismo tiempo, hay un crecimiento bajo de los recursos fiscales como para desarrollar políticas sociales adicionales. Entonces, el principal desafío es subir el crecimiento potencial, y eso en la etapa donde está Uruguay, exige reformas difíciles de abordar.
Hay que mejorar significativamente la calidad de la educación como para que aumente la productividad. Es fácil decirlo, pero luego traducirlo en que efectivamente nuestros jóvenes estén preparados para lo que hoy este mundo exige en términos de capacidades o habilidades, primero lleva tiempo, y luego hay debates sobre cómo conseguirlo. La síntesis es: en el largo plazo crecemos a una tasa baja, si vienen tiempos de vacas flacas, corresponde crecer menos de 2% y esa es una situación que sumada a otros eventos (como la sequía ahora) genera un escenario de insatisfacción de la gente respecto a las expectativas que tiene.
¿Es razonable esta desaceleración de la economía?
Era esperable y previsible. El evento adicional que está afectando más es la sequía. Hubo una desaceleración y, por la sequía, la economía se estancó en el segundo semestre del año pasado. Incluso, excluyendo el impacto de la sequía —que no es menor, es de 2 puntos de la economía—, se desaceleró y se estancó después. Ahora parece estar mostrando signos de recuperación. Este es un desafío transversal: lo han tenido los gobiernos en el pasado, y los tendrán en el futuro. Obviamente, muchas veces está disimulado por el viento a favor o el viento en contra. Por ejemplo, al Frente Amplio le tocaron 10 años de viento a favor y cinco de viento en contra, que fue el segundo gobierno de [Tabaré] Vázquez. A este gobierno le tocó un primer período muy adverso, pero después hubo una recuperación muy rápida de 2021 a 2023. Ahora el mundo nos juega a favor —todavía—, pero veremos la elección en Estados Unidos el año que viene, la guerra entre Rusia y Ucrania, y Argentina nos juega en contra.
“Un 2% de crecimiento es escaso, es poco, para un país con el nivel de ingreso per cápita de Uruguay. Crecer en promedio al 2%, significa que en buenos momentos se crece al 4 o al 5%, pero que en malos tiempos podés estar estancado o podés decaer”
No es novedad que Uruguay es un país caro. Ok, a la economía le va bien, pero vamos al supermercado y todo está carísimo. Esa bonanza ¿está llegando a los bolsillos de la gente?
Uruguay tiene dos temas respecto a los precios. Uno, siempre es caro, sobre todo algunos bienes comercializables a nivel internacional, bienes que deberían valer lo mismo independiente del país, pero son más caros en Uruguay por impuestos o por tarifas públicas, o por otros costos propios de Uruguay (por ejemplo, los combustibles). Pero hay otra parte, que son los servicios. ¿Por qué Uruguay tiene servicios más caros que en otros países? Porque tiene un ingreso per cápita más alto; es consecuencia de ser los mejores de la clase, de tener una oposición en la región de ingreso per cápita. Argentina es más barata que Uruguay, y posiblemente lo sea por muchos años, pero es un país que hoy es más pobre que Uruguay.
Y lo tercero: cíclicamente, o porque Uruguay se ha vuelto atractivo o porque ingresan transitoriamente dólares, se encarece. Cuando una economía se recupera rápido y crece 5%, como creció Uruguay durante dos años, eso genera cierta expectativa, genera cierto dinamismo que la sociedad tiende a verlo como positivo y favorable. Pero después, cuando volvemos a nuestro régimen de 2%... el 2% es poco, y genera, genuinamente —sumado a la desaceleración o estancamiento— puede generar una percepción económica desfavorable. El derrame y el impacto de crecimiento en la sociedad en su conjunto existe, lo que pasa es que hay una diferencia significativa entre crecer al 5% que estando estancados. Cuando la economía se estanca, el efecto que se ve es desfavorable respecto a la expectativa que la sociedad tenía.
Para pasarla bien con poca plata, los uruguayos deben cruzar el charco e irse unos días a Buenos Aires. ¿Eso está bien? ¿O deberían poder darse esos lujos acá?
Hay tres formas de generar ese efecto positivo. Una, subiendo la tasa de crecimiento en Uruguay. Si subimos la tasa de crecimiento, van a ser más dinámicos el empleo y los salarios. Por otro lado, deberíamos generar algunas políticas para abaratar algunos bienes y servicios que se comercializan en Uruguay: abrirnos más al resto del mundo. Pero tenemos una restricción que es el Mercosur: el bloque tiene aranceles, tarifas de importaciones muy altas con el resto del mundo. Una política, que debería ser consensuada con el Mercosur, sería bajar el arancel externo común para abaratar muchos productos donde debería haber precios más parecidos a los de otros países.
Hay algo muy difícil de cambiar: Uruguay ha definido políticas tributarias, políticas de tarifas públicas, que la sociedad en su conjunto ha validado, y creo que en el fondo, no necesariamente hay consenso para que se bajen tarifas o impuestos para algunos productos importados. Y hay que generar más competencia en algunos sectores, como en los combustibles. Crear mayor competencia en materia de distribución de combustibles.
Mirá, lo que tiene más barato Argentina son algunos servicios, porque los salarios son mucho más bajos. Entonces, uno puede pasar de Uruguay a Argentina a comprar porque tenemos un nivel de salarios mayor, porque hemos hecho las cosas relativamente bien, y vamos a comprar servicios producidos en base a salarios, porque la pobreza domina allí (tienen 40% de pobreza) y en el fondo, están produciendo servicios por esos salarios bajos. No es un problema de Uruguay; es un problema de Argentina.
“¿Por qué Uruguay tiene servicios más caros que en otros países? Porque tiene un ingreso per cápita más alto; es consecuencia de ser los mejores de la clase. Argentina es más barata que Uruguay, pero es un país que hoy es más pobre que Uruguay”
¿Hay que insistir en buscar un TLC con China o es mejor olvidarnos y concentrarnos en mejorar el vínculo con los socios del Mercosur?
Para evitar los eslóganes de los economistas (“mayor inserción externa” o “mayor apertura”), Uruguay tiene, entre las opciones importantes, cuatro cosas arriba de la mesa: un acuerdo con la Unión Europea que lleva más de dos décadas, se está negociando con el Mercosur y habría que ver cómo eso se materializa. Después hay tres opciones: un acercamiento a Estados Unidos, un acercamiento a China, y una opción del Acuerdo Transpacífico. Uruguay no se puede cerrar a ninguna, como no se cerró Chile en los 2000. La duda es si esos acuerdos con todos son en el ámbito del Mercosur o no. Hoy, la posibilidad de que el Mercosur lidere esos acuerdos es escasa. Tenemos una realidad política conflictiva en Argentina, no sabemos qué camino tomará Argentina tras las elecciones, y cómo se llevará con Brasil. Pero si hubiera una oportunidad de que Uruguay negocie algunos de estos acuerdos directamente, deberíamos aprovecharla, porque el tiempo sigue corriendo.
Uruguay tiene posibilidades —porque ya lo ha hecho en el pasado, en el acuerdo de México, y en otros— de avanzar solo. En esa duda de: “China o Estados Unidos”, yo digo: China y Estados Unidos. No hay mucho más tiempo para seguir esperando.
¿Uruguay tiene que ir por todo?
Creo que no hay que elegir, tiene que ir por todo. Y como dice la frase: es preferible pedir disculpas que pedir permiso, y avanzar. Porque para Uruguay este tema es muy relevante.
¿Cómo ves la reforma de la seguridad social, tal cual está hoy, con los cambios propuestos por Cabildo Abierto y aceptados por el presidente?
Lejos de lo óptimo, pero mejor que nada. Era mejor la reforma antes de las modificaciones que planteó Cabildo, aunque también ese proyecto era lejos de lo óptimo, porque Uruguay necesitaba hacer cambios más profundos. Es un paso en la dirección correcta, se hacen cambios como se hacen en Uruguay (de manera lenta). Creo que habrá que hacer nuevas reformas sea quien esté gobernando en el futuro, porque esta es una dinámica que era inimaginable hace 25 o 30 años y me parece que la variable demográfica nos obligará, en el futuro, a hacer nuevos cambios. Le da algo más de sostenibilidad financiera y hace algunos ajustes de parámetros, que por lo menos, desde el punto de vista de la sostenibilidad fiscal, para Uruguay son favorables. Hoy, Uruguay, por la calidad de su política, por las reformas que ha implementado, y por los ciertos consensos que existen, es visto como el país de menor riesgo en la región. Esta reforma impacta ahí: en la sostenibilidad financiera, eso significa una tasa de interés menor, eso tiene impacto en la inversión productiva en el país, eso genera un escenario un poco más favorable para el crecimiento, desahoga las finanzas públicas y les da espacio a las políticas sociales.
La crisis política e institucional que vivió el país estos días, a raíz de la demorada renuncia de Irene Moreira y la postura de Cabildo Abierto respecto al gobierno, ¿puede repercutir a mediano plazo en la economía del país? Pregunto porque resta una Rendición de Cuentas (con posible aumento del gasto)…
Visto con ojos externos, si uno se para desde afuera del Uruguay, creo que hoy se reconocen dos cosas muy relevantes. Por un lado, las coaliciones en Uruguay en los últimos 20 años (la coalición del Frente Amplio primero, y ahora esta coalición) han funcionado relativamente mejor que como han funcionado en el resto del mundo. Lo segundo es que una coalición que lleva tres años, que tenga estos cortocircuitos, es natural. Por delante, la institucionalidad fiscal y la regla fiscal que Uruguay adoptó le ha permitido durante estos años mejorar la clasificación del riesgo, reducir la tasa de interés, y ha sido menos procíclica.
Eso significa que en tiempos en que se creció, se redujo el déficit, y en tiempos donde se desacelera (la economía), algo puede aumentar (el déficit fiscal), pero la verdadera prueba está en la Rendición de Cuentas. Ahí hay un compromiso del presidente de la República y del Ministerio de Economía de que no habrá un carnaval fiscal en el último año, que es una tónica que ha estado siempre en las administraciones de Uruguay. La regla fiscal que fue apoyada por la coalición tenía tres objetivos: uno era darle sostenibilidad a las finanzas públicas y evitar una pérdida del grado inversor. Segundo, ser menos procíclica, no gastar en épocas de vacas gordas y tener que ajustar en épocas de vacas flacas. Esos dos objetivos parecen, hasta ahora, logrados. Pero el tercero viene ahora. Este fenómeno que ha ocurrido, con una mayor fragmentación y riesgo de la coalición, lo que puede poner en duda es que hacia el final del período de gobierno y el inicio del ciclo electoral, ese manejo responsable de las finanzas públicas se pueda revertir. Entonces, salvo que ocurran eventos inesperados, el impacto será menor o bajo.
“Hay tres opciones: un acercamiento a Estados Unidos, un acercamiento a China, y una opción del Acuerdo Transpacífico. Uruguay no se puede cerrar a ninguna, como no se cerró Chile en los 2000. La duda es si esos acuerdos son en el ámbito del Mercosur o no”
¿Qué te saca de la rutina de los números?
Muchísimas cosas. Me saca Nacional, me sacan mis hijos y mis sobrinos, el cine… Leo mucha prensa, soy un gran consumidor de medios de prensa. Los vinos, también. Me volví fan del vino, recordá que mi padre tuvo una pequeña bodeguita a las afueras de Florida. Y viajar: una actividad que me desconecta, sobre todo porque cuando viajás, no hay conexión. Y también San José, mi lugar en el mundo, y Central [de San José], mi equipo de allí.
Tu madre siempre fue empleada doméstica y estudió hasta 2° de escuela. ¿Cuándo fue la última vez que te dijo que estaba orgulloso de vos?
Me lo dice casi todos los domingos que la veo. Su mayor enseñanza es su capacidad de adaptación. Va a cumplir 91 años en junio, y su lema es que “no sobrevive el más fuerte ni el más inteligente, sino el que tiene mayor capacidad de adaptación”. Y esa frase le hace justicia plenamente, en todas sus décadas, desde que lo que vivió al terminar 2° de escuela, cuando vivía en el campo, la sacaron de allí para que ayudara a la madre en el campo a alimentar a sus hermanos más chicos (que también trabajaban en el campo). Eso lo hizo por 20 años. Hasta que a fines de los años 50 la llamaron de Montevideo para que viajara a ayudar a una persona, y se vino a la capital. Se vino como escapada, porque sabía que si se quedaba, sería empleada en San José toda su vida y no quería eso. Y acá conoció a mi padre.
¿Sos feliz?
Sí, soy muy feliz. O sea… disfruto las cosas que hago, permanentemente.