Cuando su sueño de la infancia de dar la vuelta al mundo y su pasión por los autos se unieron, Caio Oliviero convenció a Rafaela Almeida Bomfim -su pareja- para iniciar juntos una travesía que, si todo va bien, durará cuatro años y que empieza en Uruguay.
"Decidimos irnos ahora porque aún somos jóvenes y no tenemos hijos, nuestros padres están sanos y, con la pandemia, entendimos que necesitamos poner los sueños en práctica mientras todavía hay tiempo", cuenta en una entrevista a la Agencia EFE Bomfim, que dice que para costear los viajes él alquila un consultorio y ella un apartamento.
La pareja brasileña comparte su experiencia a través de Instagram, donde bajo el nombre @mundoadentro2022, actualizan su travesía y muestran los puntos más destacados de los lugares por los que se cruza su camino.
Acompañados de una Land Rover equipada con una placa solar para generar energía, esta pareja de aventureros preparó durante todo un año una experiencia que recordarán durante el resto de sus vidas.
"Durante ese tiempo, buscamos en internet y leímos libros de personas que hicieron este tipo de viaje para saber cómo preparar el auto", cuenta Oliviero.
En estos momentos se encuentran en una pequeña explanada cerca del Faro de Punta Carretas, el punto más al sur de la capital de Uruguay, donde llegaron a través de Chuy, en el departamento de Rocha, situado al sureste del país y fronterizo con Brasil.
Desde allí, comenzaron visitando, entre otros, parte de la costa este uruguaya como Punta del Diablo, La Paloma, Punta Ballena y Punta del Este, y finalmente se establecieron -durante unas semanas- en Montevideo.
Su intención ahora es cerrar la etapa en la capital con el Jardín Botánico de la capital y de ahí pasar a Colonia del Sacramento (suroeste) antes de trasladarse a su siguiente destino: Argentina.
"Uruguay es muy lindo y organizado, las plazas están muy cuidadas y los museos tienen mucha historia", afirma Bomfim, que asegura que desde que pisaron suelo uruguayo no pasaron ningún apuro y que siempre tuvieron sensación de seguridad.
Lo único que les supone un problema es, a parte del idioma -solo hablan portugués y un poco de inglés- que consideran que los precios, en general, son "caros", aunque eso no les privó de degustar la gastronomía local, como el chivito, las empanadas, el chorizo, el dulce de leche y los alfajores.
Nuevos aprendizajes
Este viaje también supone un aprendizaje para la pareja, que pese a ya vivir juntos en Brasil nunca habían compartido las 24 horas del día durante tantos meses.
"Gracias a esta experiencia estamos aprendiendo a respetar el espacio del otro, porque la convivencia debe ser tranquila y no desgastante", confiesa Oliviero, que además se dio cuenta de que realmente "se puede vivir con muy poco".
"Antes del viaje teníamos varias cosas que, una vez salimos, nos dimos cuenta de que guardamos desde hace años y no usamos. Con lo que tenemos conseguimos cocinar, tomarnos duchas e ir al baño", relata Bomfim.
Para ello, cuentan con un filtrador de agua que usarán sobre todo en países sin agua potable, fogones, una heladera, una mesita pequeña y una especie de carpa que funciona como mampara en la que se resguardan para ir al baño y ducharse.
Uno de los grandes retos que tiene la pareja es estar tanto tiempo lejos de sus familiares, aunque explican que las videollamadas suavizan el hecho de tener tan lejos a sus seres queridos.
"La idea es ir viajando por el mundo y que nuestras familias puedan ir visitándonos para que conozcan nuevos países con nosotros", explican ambos.
Mientras están estacionados, normalmente en lugares tranquilos y algo alejados del bullicio de la multitud, a menudo reciben la visita de otros viajeros o de compatriotas brasileños, que reciben el ofrecimiento de la pareja de tomar algo todos juntos y charlar del devenir de la vida.
"Sabemos que muchas personas sueñan con hacer viajes como este y nosotros les demostramos que es posible vivir en un carro. Aunque todo es más compacto aquí, decimos que la casa es pequeña pero el patio trasero es enorme", comparte la pareja.
EFE