El Ejército ruso ha movilizado toda su artillería pesada y su aviación para expulsar a las tropas ucranianas que penetraron hace tres días en su territorio, mostrando su debilidad defensiva en la frontera ante una operación que ha recibido el respaldo de Occidente.

“Se han rechazado los intentos de algunas unidades [ucranianas] de adentrarse profundamente en territorio, en el sector de Kursk”, reconoció hoy el Ministerio de Defensa ruso en un comunicado.

El jefe del Estado Mayor ruso, Valeri Guerásimov, prometió “la derrota aplastante del enemigo”, pero esta está aún muy lejos de llegar, lo que ha encendido el alarmismo en las redes sociales y entre la oposición, que responsabiliza al presidente, Vladímir Putin, por su “sangrienta aventura” en Ucrania.

Ucrania no ha reivindicado oficialmente la mayor incursión desde el inicio de la guerra en febrero de 2022, pero Kiev insinuó el jueves que no hay mejor forma de obligar al Kremlin a negociar la paz que golpeándole donde más le duele.

Ni el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ni el Estado Mayor del Ejército u otros altos cargos han revelado hasta ahora detalle alguno, ni confirmado oficialmente la participación de las fuerzas ucranianas en la incursión.

“Es cosa del Ejército decir quién y qué está pasando allí”, dijo Mijailo Podoliak, asesor del jefe de la Oficina Presidencial, en declaraciones a la televisión, en lo que constituye el primer comentario sobre el tema de un representante del gobierno.

El presidente ruso Vladímir Putin, hablando con el gobernador de Kursk, Alexei Smirnov. Foto: Gavriil Grigorov / EFE/EPA / Sputnik / Kremlin Pool

Asustar a Rusia

Podoliak sí que señaló la eficiencia en aumento de las “operaciones militares de Ucrania en la zona de hostilidades”, y explicó que esta podría influir la postura de Rusia ante unas posibles negociaciones.

“A día de hoy, tenemos una guerra que gradualmente está avanzando hacia el interior de la Federación Rusa. ¿Les asustará? Sí. ¿Reaccionan a otra cosa que no sea el miedo? No”, afirmó Podoliak.

Solo cuando la guerra no transcurra conforme a los planes rusos, y el coste en términos de bajas y pérdidas materiales y de territorio ascienda, estará Moscú dispuesta a admitir compromisos, enfatizó.

En estos momentos, la mayor parte de las informaciones sobre la extensión de la operación en curso proceden de fuentes rusas, según advirtió el analista militar Oleksandr Kovalenko.

Sin embargo, declaró a EFE, las fuerzas atacantes han logrado controlar unos 400 kilómetros cuadrados de territorio ruso, casi la mitad de la extensión tomada en Ucrania desde inicios de 2024 en intensos combates por fuerzas rusas numéricamente muy superiores.

Los objetivos

La comprensión de los posibles objetivos de Ucrania en Kursk puede transformarse rápidamente cuando aparezcan más detalles sobre la operación, previno Kovalenko.

Sin embargo, las peculiaridades del relieve de la región de Sudzha apuntan a una elección cuidadosa del teatro de operaciones, que favorece tanto los avances rápidos como la defensa, explicó.

Según Kovalenko, la incursión ya ha obligado a Rusia a transferir reservas de algunas partes del frente en Ucrania, donde Moscú sigue ejerciendo presión en las regiones de Járkov (noreste) y Donetsk (este).

La creación de una “zona sanitaria” bajo control ucraniano también podría convertirse en un factor en unas posibles negociaciones con Rusia.

El ritmo de los avances ucranianos es tan rápido que no se puede excluir un intento de capturar la central nuclear de Kursk para canjearla por territorios ucranianos ocupados, señaló.

Algunas voces en Ucrania han puesto en duda la oportunidad de emplear los escasos recursos militares en Kursk, en lugar de reforzar a las tropas exhaustas y en inferioridad numérica en el este, en especial cerca de Toretsk y Pokrovsk.

Sin embargo, también abundan las reacciones positivas.

“Bravo por todos los que lo planearon. Se emplearon los principios de la guerra: sorpresa, carácter masivo, unidad de mando, ofensiva, iniciativa, logística”, comentó en X Bogdán Krotévich, un mando de la Brigada Azov que recientemente había criticado públicamente la contraofensiva veraniega del año pasado.

Unas fuerzas limitadas han conseguido en Kursk mucho más de lo que podrían haber logrado en Pokrovsk o Toretsk, donde hay 80.000 efectivos rusos, coincide Kovalenko.

“¿Dónde tiene más sentido contraatacar? ¿Donde Rusia tiene una ventaja total o donde es más vulnerable?” preguntó.

Un agujero en la frontera rusa

Tanto Defensa como las autoridades regionales admitieron que los combates continúan por tercera jornada consecutiva en los distritos de Sudzha y Kórenevo, que se encuentran a varios kilómetros de la frontera.

El gobierno de Kursk aseguró el jueves al Canal Uno que “el enemigo no ha avanzado ni un metro, al contrario, se está retirando”, pero los partes militares y los blogueros cercanos al Kremlin lo desmienten.

Estos últimos insisten en que el enemigo se ha hecho con el control de un puesto fronterizo, donde tomaron prisioneros a varias decenas de soldados rusos —incluido jóvenes reclutas—, y sigue avanzando por carretera hacia otras localidades de la zona, a una profundidad de diez kilómetros.

Según el Instituto de Estudio de la Guerra (ISW), que cita fuentes rusas, los ucranianos controlarían 45 kilómetros cuadrados, superficie que incluiría más de una decena de localidades.

Los ucranianos también tomaron el gasómetro de Sudzha, el tanque que mide el flujo de gas que circula por territorio ucraniano con destino a los clientes europeos, aunque el consorcio Gazprom informó hoy que sigue bombeando ese carburante a través de Ucrania.

Los blogueros también han cargado por primera vez las tintas contra el nuevo ministro de Defensa, Andréi Beloúsov, al que acusan de descuidar la protección de la frontera, cuando era conocida la concentración de las tropas enemigas a escasos kilómetros de territorio ruso, y le conminan a castigar a los oficiales incompetentes.

El Kremlin bombardea su propio territorio

El Ejército ruso recurrió hoy a los cazabombarderos Su-34 para golpear en Kursk, escenario de la mayor batalla de tanques de la Segunda Guerra Mundial, las posiciones de las unidades ucranianas que cruzaron la frontera común.

Según Defensa, los Su-34 emplearon bombas aéreas FAB-500, las que habitualmente utiliza Moscú para martillear territorio ucraniano, para lanzar “ataques precisos desde una distancia segura” de la zona de combates.

Por su parte, la agrupación Séver atacó las posiciones de seis brigadas mecanizadas enemigas en Kursk, pero también en las vecinas regiones de Járkov y Sumi, donde Kiev habría sufrido 415 bajas, además de la destrucción de cuatro tanques, una treintena de blindados y vehículos militares.

En un intento de frenar el pánico —han muerto cinco civiles y otra treintena resultaron heridos—, Putin interrumpió sus vacaciones para celebrar hoy una reunión por videoconferencia con el gobernador en funciones de Kursk, Alexéi Smirnov, quien declaró la víspera el estado de emergencia.

Obligar a Rusia a negociar la paz

El asesor presidencial ucraniano, Mijailo Podoliak, admitió de manera sutil el papel de Kiev en la incursión al reconocer su “efectividad” y asegurar que Rusia sólo aceptará negociar la paz “si entiende que las pérdidas en esta guerra son inimaginables y que el precio de la guerra ya es inasumible”.

“De cara a la segunda cumbre de la paz, para que ella (Rusia) llegue allí, se comporte de manera más o menos adecuada […] y no actúe con arrogancia, lo que es propio de la política exterior rusa, es necesario que funcionen los instrumentos de coerción”, señaló.

Añadió: “Hoy tienen una guerra que poco a poco profundiza en la Federación Rusia. ¿Les asustará? Sí. ¿Reaccionan a algo que no sea el miedo? No”, dijo.

Al respecto, la Comisión Europea defendió este jueves que, “según el derecho internacional, Ucrania tiene derecho a defenderse y eso incluye golpear al enemigo en su territorio”.

“En el marco de este derecho legítimo a defenderse, Ucrania está facultada para golpear a su enemigo donde crea necesario en su territorio, pero también en el territorio del enemigo”, afirmó Peter Stano, portavoz del jefe de la diplomacia comunitaria, Josep Borrell.

EFE