Izquierda: el capitán Hans Langsdorff. Arriba derecha: águila del Graf Spee. Foto: Iván Franco / EFE. Abajo derecha: fragmentos del Admiral Graf Spee exhibidos en el Museo Naval de Montevideo. Foto: Gerardo Carrasco.
El 20 de diciembre de 1939, el capitán de navío Hans Wilhelm Langsdorff, comandante del acorazado alemán de bolsillo Admiral Graf Spee, se quitaba la vida de un disparo en el Hotel Naval de Buenos Aires.
Días antes, y tras presentar batalla en el Atlántico a tres buques británicos, el dañado navío germano se vio obligado a recalar en el puerto de Montevideo. Tras infructuosos intentos de reparar su nave, y en la creencia de que varios buques enemigos lo aguardaban aguas afuera —una mentira urdida con habilidad por los servicios de inteligencia del Reino Unido—, Langsdorff decidió hundir la embarcación, cuyo pecio desguazado reposa todavía a escasa distancia de la costa montevideana.
Numerosos tripulantes de la nave quedaron alojados en Uruguay en calidad de refugiados, la mayoría acogidos por familias de origen alemán. Varios se radicaron para siempre en el Río de la Plata.
En 2017 murió el último de ellos, Hans Eubel, quien tras ser repatriado a Alemania regresó a Sudamérica. Vivió primero en Argentina y en la década de 1980 se mudó a Uruguay, donde pasó el resto de su vida.
El águila de la discordia
El 10 de febrero de 2006 se recuperó una enorme escultura de águila de más de dos metros hecha de bronce que estaba colocada originalmente en el espejo de popa del buque. El destino posterior de la pieza —que incluye una esvástica— fue objeto de una polémica y de acciones judiciales, y el futuro del objeto todavía no está resuelto.
Desde entonces y hasta ahora se manejó la posibilidad de subastarla, de trasladarla a Alemania, de colocarla en un museo, de destruirla lisa y llanamente, o de fundirla para transformarla en una escultura de índole pacifista.
Recientemente, según informa el periódico El País, el Estado uruguayo fue citado a conciliación para el próximo 7 de febrero, por un reclamo por US$ 25 millones presentado tiempo atrás por el relacionista público Alfredo Etchegaray, uno de los inversionistas que participaron del rescate de la pieza.
“Lo único que pretendo es que se cumpla con la justa compensación y que el águila tenga un destino académico-cultural que contribuya a la reflexión para no repetir los errores y horrores del pasado. Y que también sea un aporte a la promoción del turismo y el marketing de Uruguay, con una exposición itinerante que visite las grandes capitales del mundo. Incluso se podría hacer una serie para Netflix”, dijo el demandante.
De acuerdo con el citado medio, la hija del capitán, Inge Nedden-Langsdorff, tomó literalmente cartas en el asunto. En una misiva dirigida al presidente Lacalle Pou, la mujer sugiere que lo mejor que puede hacerse con el águila es exhibirla en el Museo Naval de Montevideo, sitio que ya alberga otros elementos extraídos del barco años atrás.
En la carta, Nedden-Langsdorff recuerda que en el mencionado museo se realizan anualmente eventos conmemorativos de la Batalla del Río de La Plata, ocasiones en las que se dan cita descendientes de los tripulantes de las naves involucradas, que llegan a Uruguay desde Europa y Nueva Zelanda.
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