Peculiar es la palabra que define al sistema electoral de Estados Unidos, donde Donald Trump derrotó a Hillary Clinton en 2016 con casi tres millones de votos menos y George W. Bush a Al Gore en 2000 con casi 500.000 menos.

Los grandes protagonistas son los electores del Colegio Electoral.

En ambos casos, la victoria del candidato republicano se debió a que había superado los 270 votos electorales necesarios para abrirle las puertas de la Casa Blanca.

Estas son algunas claves del sistema, en víspera de las elecciones del 5 de noviembre entre Donald Trump y la demócrata Kamala Harris, que se anuncian muy reñidas.

El porqué

El sistema se remonta a la Constitución de 1787, que estableció las normas para las elecciones presidenciales por sufragio universal indirecto en una sola votación.

Los padres fundadores lo consideraron un término medio entre elegir al presidente por sufragio universal directo o por el Congreso, considerado poco democrático.

A lo largo de las décadas se han presentado cientos de propuestas de enmienda al Congreso para modificar o abolir el Colegio Electoral, pero ninguna ha prosperado.

¿Quiénes son?

Son 538 compromisarios. La mayoría de ellos son congresistas, funcionarios y cargos locales de los partidos, pero sus nombres no aparecen en las papeletas de voto y son en su inmensa mayoría desconocidos para la opinión pública.

Cada estado tiene tantos compromisarios o grandes electores como congresistas en la Cámara de Representantes (número determinado por la población) y el Senado (dos por estado).

California, por ejemplo, tiene 54 y Texas 40. Vermont, Alaska, Wyoming y Delaware sólo tienen tres.

En todos los estados menos en dos (Nebraska y Maine deciden por representación proporcional), el candidato más votado se lleva todos los votos de los grandes electores.

Polémica

En noviembre de 2016, Donald Trump obtuvo 306 votos de grandes electores. Millones de estadounidenses pidieron que lo bloquearan. Pero solo dos grandes electores de Texas desertaron, con lo que se quedó con 304 votos.

No era la primera vez que ocurría algo así. Cinco presidentes estadounidenses en total han perdido el voto popular, pero han ganado las elecciones.

John Quincy Adams fue el primero, en 1824 contra Andrew Jackson. Las elecciones de 2000 dieron lugar a un enredo en Florida entre George W. Bush y el demócrata Al Gore. Este último obtuvo más votos en el país, pero el republicano consiguió 271 votos en el colegio electoral.

 ¿Simple formalidad?

No hay nada en la Constitución que obligue a los grandes electores a votar por uno u otro candidato.

Algunos estados les obligan a respetar el voto popular pero aquellos que se niegan, por lo general, solo se exponen a una multa.

Pero en julio de 2020, la Corte Suprema dictaminó que estos grandes electores “desleales” podían ser castigados si hacen caso omiso de la elección de los ciudadanos.

 ¿Cuándo?

Los electores se reunirán en sus estados el 17 de diciembre. La ley estadounidense estipula que “se reúnan y emitan sus votos el primer lunes después del segundo miércoles de diciembre”.

El 6 de enero de 2025, tras contar todos los votos, el Congreso anunciará solemnemente el nombre del presidente, que se conocerá mucho antes.

Los estados claves

Con más 200 millones de votantes llamados a las urnas para las elecciones presidenciales de noviembre en Estados Unidos, el resultado puede depender de tan solo unas decenas o cientos de miles de votos.

Por lo tanto, los votos de los electores de siete de los denominados estados bisagra tendrán mucho más peso que los de los demás.

En Estados Unidos los votantes eligen al candidato por el que quieren que los electores de su estado voten.

Los estados bisagra no se inclinan claramente hacia uno u otro partido, a diferencia de los otros que ya se consideran favorables a los demócratas (California o Nueva York, por ejemplo) o a los republicanos (Texas o Florida, entre otros). Representan un número significativo de electores (93 de 538).

Como no importa quién gane la mayoría de los votos en todo el país, lo único que cuenta es el resultado en cada estado, el candidato más votado en un estado gana todos sus electores (excepto en Nebraska y Maine).

El objetivo es alcanzar la cifra mágica de 270, sinónimo de victoria nacional.

Por eso, el republicano Donald Trump y la demócrata Kamala Harris centran sus energías en estos estados e invierten en ellos la mayor parte de sus fondos.

¿Cuáles son?

Quizás el estado más codiciado con sus 19 grandes electores es Pensilvania. En 2016, Trump ganó en ese lugar por la mínima en 2016 y Biden se impuso en 2020 pero también por escaso margen.

En este estado en declive industrial, los obreros tienden a dar la espalda a los demócratas. Sin embargo, Harris cuenta con los grandes proyectos de infraestructuras lanzados por el presidente Biden y con el apoyo de los sindicatos para conservarlo.

Las grandes ciudades de Filadelfia y Pittsburgh se inclinan por ella, mientras que Trump apuesta por la población rural.

Michigan

Al igual que Pensilvania, este bastión demócrata -y sus 15 grandes electores- fueron a parar a Trump en 2016, para sorpresa de todos, frente a Hillary Clinton. Biden lo reconquistó en 2020.

En esta cuna de la industria automovilística, también en declive, Harris ha recibido un fuerte apoyo del principal sindicato del sector (UAW), pero no de los numerosos votantes árabes-estadounidenses o musulmanes indignados por el apoyo de Estados Unidos a Israel en la guerra de Gaza.

Trump apuesta en particular por el coste de la vida para movilizar a la clase media contra Harris, que se presenta como la heredera de un mandato de Biden marcado por la inflación.

Wisconsin

Junto con Pensilvania y Michigan, es el tercer estado que resquebrajó el “muro azul” en 2016, un bloque de una veintena de estados considerados firmemente demócratas.

Hillary Clinton perdió sus diez grandes electores, que Biden recuperó en 2020.

Como muestra de la importancia del estado para ellos, los republicanos celebraron allí su convención en julio, en Milwaukee.

Entre los votantes moderados, los demócratas agitan la “amenaza existencial para la democracia” que representaría Trump.

Georgia

Quizás el más importante de los estados bisagra, junto con Pensilvania.

En el corazón del sur religioso y conservador, Georgia confía tradicionalmente sus 16 grandes electores al candidato republicano.

Pero en la estela de los movimientos antirracistas, este estado, con su numerosa comunidad afroestadounidense, prefirió hace cuatro años al demócrata Biden.

Hija de padre jamaicano y madre india, Harris tiene 59 años, casi 20 menos que Trump, y un mejor perfil para atraer a los jóvenes y a las minorías de los centros urbanos y universitarios.

Pero el electorado religioso alaba a Trump como artífice de la suspensión de la garantía federal del aborto. Un logro por el que parecen proclives a olvidar la imputación del expresidente por intentar alterar los resultados de las elecciones en Georgia en 2020.

Carolina del Norte

Otro estado sureño, Carolina del Norte (16 grandes electores) no vota por los demócratas desde Barack Obama en 2008, pero su gobernador es demócrata desde 2017.

Sin embargo, al igual que en Georgia, Harris cuenta con los afroestadounidenses (en torno al 20% de la población) y los jóvenes.

Los demócratas se esfuerzan por aumentar el número de votantes registrados con la esperanza de mejorar la participación.

Arizona

Este estado predominantemente republicano del suroeste (11 grandes electores) dio la sorpresa en 2020 al elegir a Biden por solo 10.457 votos de ventaja.

Trump ha centrado su campaña en la inmigración ilegal, un tema importante en este estado fronterizo. Esto juega en contra de Harris.

La esperanza de la actual vicepresidenta radica en que en las elecciones de medio mandato de 2022 el estado prefirió a una demócrata para gobernadora, en detrimento de una candidata trumpista.

Nevada

Este estado del oeste de Estados Unidos con seis grandes electores, conocido por sus casinos, no ha votado por un republicano desde George Bush en 2004.

Pero los conservadores creen que pueden conseguirlo gracias en parte a la población latina, parte de la cual se distancia de los demócratas.

Los partidarios de Harris esperan que la llegada de nuevos habitantes (empleados más jóvenes y mejor formados que suelen proceder de la vecina California para trabajar en el sector tecnológico o en la transición energética) juegue a su favor.

AFP