El 30 de setiembre de 2010 una protesta sindical de la policía terminó con el secuestro del presidente ecuatoriano Rafael Correa. Las dimensiones del hecho se conocieron al día siguiente, cuando la Secretaría de Comunicación de Presidencia ecuatoriana reveló la grabación de la frecuencia de radio de los policías sublevados en la que se escuchó alguien que intentaba imponer la orden de matar al presidente.
A las ocho de la mañana del 30 de setiembre unos 800 policías exigieron la salida de la cúpula de la Policía Nacional, acusándolos de haber traicionado a los intereses del cuerpo y no preocuparse por las condiciones de vida de los trabajadores. Se trataba de una manifestación en rechazo de la Ley de Servicio Público que vulneraba una serie de beneficios económicos adquiridos por la policía.
Sobre las diez de la mañana, el presidente Rafael Correa concurrió al Regimiento Quito, sede principal de las protestas, y realizó un discurso público desde un balcón de la sede, recordando las mejoras que habían tenido los policías desde el punto de vista salarial. Pero al permanecer las protestas mientras hablaba, Correa tuvo una reacción que sería recordada y criticada por buena parte de los ecuatorianos en los meses siguientes. El presidente tomó su corbata y gritó: "si quieren matar al presidente, aquí está, mátenlo. Correa no está escondido"
El presidente fue agredido con gases lacrimógenos y trasladado al Hospital Policial, donde se congregaron cientos de simpatizantes del gobierno para expresarle su apoyo. Correa no saldría del Hospital Policial hasta las nueve y media de la noche, cuando fue rescatado por las Fuerzas Armadas y el Grupo Especial de Operaciones, en un hecho que dejó 190 heridos y ocho muertos.
Desde su habitación en el tercer piso, el presidente Correa preguntó si los rescatistas eran de las Fuerzas Armadas y accedió a salir, siendo trasladado al Palacio de Carondelet, donde afirmó que se trató del “día más triste” de su vida. “Gran culpa de esto lo tienen los conspiradores de siempre. Andan tergiversando todo para ver, si a través de la conspiración logran lo que no logran en las urnas”, afirmó el presidente en aquel discurso.
Luis Almeida, editor en el diario Hoy de Ecuador recuerda el intento de golpe de Estado dado por la policía como una jornada confusa desde el punto de vista informativo. Almeida lo vivió desde la redacción del periódico a donde llegaban constantes y contradictorios datos sobre qué estaba ocurriendo.
¿Cuál fue su tarea como editor aquel día?
Llegué a la redacción sobre el mediodía, los hechos ya habían comenzado. El principal problema era ver cómo organizábamos la información porque había tantas versiones, de tantas partes y tantas noticias que en algunos casos no teníamos equipos, entonces se hacía difícil. La idea era organizar la información y distribuirla. El 95% de la información del diario al día siguiente, fue el suceso. Lo primero era eso.
¿Recibieron algún tipo de pedido por parte del gobierno, en cuanto a cómo cubrir?
En nuestro caso no; el pedido fue más bien a los medios audiovisuales que se enlazaran a partir del mediodía a la señal de los medios estatales, pero en el caso de periódicos no hubo pedidos. Había sí un bombardeo de información a través de boletines, pero nunca nos dijeron “ustedes tienen que decir esto”.
Los medios audiovisuales acataron este planteo del gobierno, pero cuando las cosas empezaron a salirse del cauce y empezó a verse que se estaba preparando el rescate, las televisoras se desengancharon y abrieron los canales noticiosos y todo el país vivió en vivo y directo el tiroteo con la policía y la muerte de algunas personas inclusive.
¿Considera que fue una buena decisión acatar el pedido del gobierno?
Fue la actitud más prudente, tomando en cuenta la situación que vivía el país. La situación que se vivía en primeras horas de la tarde, daba para pensar que si no se cumplía con el pedido la situación podía empeorar. De pronto, cabe la reflexión si esa actitud derivó en que el público se perdiera de información que estuviera más allá de lo que el gobierno quería transmitir.
En términos generales ¿Cómo evalúa la cobertura dada por los diferentes medios?
Creo que en general los medios actuamos bien, si revisas la información que se publicó ese día no me parece que hayamos exagerado. Lo que hicimos fue contar lo que sucedió ese día. Ahora claro, la objetividad absoluta no existe y los medios de comunicación de Ecuador en general, un año después, seguimos manteniendo la tesis que fue una sublevación policial mal manejada, casi todos los periodistas estamos de acuerdo y esto discrepa con la posición oficial que existe que fue una cosa armada que intentaba derrocar al gobierno. Si tú preguntas al alguien cercano al gobierno va a decir que la prensa oculta esas intenciones, pero la prensa se dedicó a contar lo que vivió y lo que le constaba.
¿Cree que el hecho retoma la imagen de fragilidad democrática que Ecuador tenía años atrás?
Ecuador no es el ejemplo más grande de estabilidad democrática, desgraciadamente. En los últimos años hemos tumbado a tres presidentes de la República, por distintos medios, unos con protestas y otros a través de la acción legislativa. El 30 de setiembre me parece que, para desgracia de los ecuatorianos, lo que hizo fue reafirmar esa imagen de inestabilidad y de fragilidad del sistema político ecuatoriano. Pero es algo que se viene arrastrando de por lo menos 15 años atrás.
Hay análisis-a los que se opone el gobierno- que insisten en que fue mal manejada de parte del gobierno la sublevación y algunas personas consideramos que terminó haciéndose y diciéndose algo que pudo manejarse de otra manera y que tal vez hubiera evitado que la cosa escalara y terminara en lo que terminó.