Por Federica Bordaberry
federicaborda
Todavía hay muchos hombres que dicen “Feliz día” todos los ocho de marzo (también hay mujeres que se lo dicen a otras mujeres). Hay hombres que piden que no te pongas “como loca” con la fecha. Hay hombres que directamente prefieren no decir nada por miedo a errarle al término. Hay hombres que preguntan y que ofenden.
Aunque también hay hombres que preguntan qué decir y lo hacen de verdad. Hay hombres que dicen lo que tienen que decir: buena lucha, quizá; saludos, quizá; aguanten las mujeres, quizá.
En 1984, fue el Plenario de Mujeres del Uruguay quienes armaron una marcha silenciosa hacia la Jefatura de Policía de Montevideo. Caminaron la Avenida 18 de Julio y terminaron con un acto en la Plaza Cagancha para conmemorar el Día Internacial de la Mujer.
“Hay mujeres amas de casa a quienes la sociedad les impone la responsabilidad de atender el mantenimiento cotidiano de la familia, que se enfrenta hoy a la impotencia de ver cómo día a día esa tarea se torna más inalcanzable”, decía aquella la proclama.
Quizá, la primera marcha. Y en silencio.
Años después (ahora), el silencio no existiría. (Ahora) marchan con bombos, con platillos, gritan, aplauden, lloran, se ríen, se indignan, cantan, saltan, se abrazan, se les eriza la piel o se les caen las lágrimas al mirar hacia atrás, o hacia adelante, y ver miles de mujeres caminando juntas. (Ahora) todas se visten de negro, de violeta, de rosado, algunas continúan apoyando la legalización del aborto con el verde.
(Ahora) todo esto pasa. Pasó, en realidad, a partir de las seis de la tarde del ocho de marzo del 2022. Las concentraciones, y de donde partieron varios colectivos feministas, estuvieron a lo largo de 18 de Julio. En la esquina con Paraguay empezó la Intersocial Feminista. En la Plaza Libertad y en la Plaza de los Bomberos, el Tejido Feminista. En la Plaza de los Treinta y Tres, las Murguistas Feministas.
En Bvar. Artigas y 18 de Julio, donde comienza la avenida, hay solo algunos rastros de lo que va a pasar. Hay pocas mujeres, dos o tres, que caminan con un pañuelo, con una remera o con un cartel bajo el brazo. Son premoniciones, advertencias, o muestras.
A la altura de Paullier, a las 18:15, aparecen algunas más. Caminan en grupo y se gritan saludos de una esquina a otra. Ellas caminan ya completamente vestidas de violeta. Están pintadas y llevan carteles sostenidos por tablas de maderas o por palos de escoba.
Cerca de la Plaza de los Treinta y Tres, quizá a tres cuadras, empiezan a verse las vallas puestas por la Policía en medio de la calle. Una de las avenidas principales del país se corta por todas esas mujeres que se juntaron. Cuanto más cerca, más ruido, más barullo, más abejas volando cerca de su panal.
Ahí mismo es evidente: todo chorrea miel. Se venden pañuelos violetas en puestos, las mujeres están juntas y son muchas. Muchísimas. Algunas tienen la piel arrugada de las señoras mayores, otras la piel delicada de una niña. El grupo etario que llega a la marcha no existe, son todos.
Quizá porque sea la agrupación de Murguistas Feministas (es posible) a esa altura de la avenida los cánticos sean más largos, sean más melódicos, y los disfraces sean más coloridos. La marcha comienza a las 18:30 (minutos más, minutos menos) detrás de una pancarta que ocupa el ancho entero de la avenida.
Una mujer reparte papeles para que quienes no se saben las letras acompañen. Uno de ellos, escrito bajo el lema “Somos agua cuando la realidad es piedra”, dice:
No hay cartón pa tanta piedra
Que se haga arena en la marea.
Las cosas están en la mesa,
No me encajes la indiferencia.
Encuentro en la marcha 8M
Para pararse con el corazón,
Viene a cachetearte en esta plena
Para moverte de tu negación
Otro:
No es carnaval,
No es, si hay abuso
No es carnaval.
Y otro:
La violencia…
Que tapás…
Es porque…
La generás…
Ni explotadores…
Ni machistas…
Carnaval…
Feminista…
Los cantos son firmes, son llenos de rabia, llenos de lucha, llenos de hermandad, llenos de mujer.
A la marcha la marcó la previa. La marcaron Beatriz Argimón (Vicepresidenta de la República) diciendo que el Pit-Cnt se sube al carro de una marcha histórica, Carmen Asiaín (senadora del Partido Nacional) comentando que dejaron afuera “a medio país”, Mónica Bottero (directora del Instituto Nacional de la Mujer) declarando que “el Pit-Cnt hizo que fuera imposible ir”.
Andrea Tuana (integrante de Intersocial Feminista y referente en el área) diciendo que todo aquello es un “error de lectura”. Valeria Caggiano (también de Intersocial Feminista) diciendo “que no la politicen ellas”.
Se dijo que el Pit-Cnt no organizaba ni sería el acto central en el 8 de marzo. Y fue cierto. Fue cierto porque las mujeres saben que la discriminación y la violencia las afecta a todas.
Sin embargo, la proclama desde el Pit-Cnt estuvo. Los carteles a favor o en contra de la derogación de los 135 artículos de la LUC se presentaron, las pancartas apoyando causas de izquierda también.
Aunque no. Para nada. Ese no fue el espíritu de la marcha. Este 8 de marzo pasaron otras cosas. De político partidario hubo poco.
Hasta la Intendencia de Montevideo se alzaron cientos de carteles, se sacaron miles de fotos. Todos tenían escritos palabras diferentes, pero pedían lo mismo: tenemos los mismos derechos que los hombres. En el camino, se vio la Iglesia del Cordón con vallas y con guardias. Tendrá que ver con gajes de la última vez que tiraron pintura roja hacia la fachada durante una marcha feminista.
Todo se frenó ahí, entre Santiago de Chile y Ejido, que fueron las dos calles designadas para seguir con la marcha hasta la Rambla. El sol se puso en ese ángulo en que todo parece naranja, en el que se sabe que está bajando y yéndose, en el de los atardeceres memorables.
Se armaron shows breves: mujeres en los hombros de otras mujeres, bengalas en el aire, coreografías, cantos.
Por Ejido bajó una parte de todas ellas. Anochecía entre los árboles y entre los semáforos que cambiaban la luz de verde a rojo. Y no importaba. Las mujeres que aplaudían, que cantaban, que gritaban, se paraban en las calles importantes para que el tránsito no pasara. Para que la marcha no se cortara. Para que las mujeres siguieran su camino.
Cuando se escuchaba una bocina, o un motor gruñendo, aparecían aquellas que fueron algo parecido a las defensoras de la tribu. Mostraron los dientes, gritaron, saltaron y no se movieron. Caminaban y enseguida las reemplazaban otras. Y así hasta, por lo menos, las nueve de la noche.
A tres cuadras de la Rambla, la vista se convirtió en una explosión. Un mar de mujeres había derivado ahí y estaban todas juntas. En algún momento de la tarde, el Tejido Feminista leyó una proclama.
Se escucharon varias frases: “hoy elegimos caminar juntes hasta el mar porque defendemos nuestros cuerpos de la violencia”, “violencia ante la cual la justicia estatal responde de forma absurda e injusta, solo piensa en el castigo y más penas”, “aquellas que maternan en esta sociedad que las deja solas y les devuelve solo culpa”, “queremos que no haya ni una muerta ni una desaparecida más”. Los gritos, los aplausos, los abrazos, los cantos.
Todo esto siguió durante muchas horas más. Las mujeres cortaron esa parte de la ciudad hasta la hora que ellas quisieron hacerlo.
Por Federica Bordaberry
federicaborda
Acerca de los comentarios
Hemos reformulado nuestra manera de mostrar comentarios, agregando tecnología de forma de que cada lector pueda decidir qué comentarios se le mostrarán en base a la valoración que tengan estos por parte de la comunidad. AMPLIAREsto es para poder mejorar el intercambio entre los usuarios y que sea un lugar que respete las normas de convivencia.
A su vez, habilitamos la casilla [email protected], para que los lectores puedan reportar comentarios que consideren fuera de lugar y que rompan las normas de convivencia.
Si querés leerlo hacé clic aquí[+]