Por The New York Times | Abu Bakr Bashir, Iyad Abuheweila, Vivian Nereim and Yousur Al-Hlou
Israel-Gaza War (2023- ) Palestinians Civilian Casualties Power Failures and Blackouts United Nations Relief and Works Agency Gaza Strip Israel Khan Younis (Gaza Strip) Cuando las fuerzas israelíes entraron a Gaza para luchar contra Hamás el viernes, se interrumpieron las comunicaciones, lo que sembró caos entre los civiles palestinos y dejó a los rescatistas a ciegas.
Durante 34 horas, la inmensa mayoría de los más de dos millones de palestinos que viven en Gaza no tuvieron forma de comunicarse con el mundo exterior, ni entre sí.
No tenían forma de saber si sus seres queridos estaban vivos o muertos. Las líneas telefónicas de emergencia dejaron de sonar. Paramédicos desesperados intentaban salvar a la gente conduciendo hacia el sonido de las explosiones. A los heridos se les dejó morir en la calle.
El viernes al atardecer, tres semanas después del inicio de la campaña de bombardeos israelíes en Gaza —y mientras los palestinos se preparaban para una inminente invasión terrestre por parte de Israel—, el precario servicio telefónico y de internet que había permitido mantener cierta apariencia de vida en el interior del enclave bloqueado se interrumpió repentinamente. Dos funcionarios estadounidenses dijeron que Estados Unidos creía que Israel era responsable de la pérdida de comunicaciones, y hablaron bajo condición de anonimato debido a lo delicado del asunto.
El pánico se extendió por todo el territorio.
“Sentí que me había quedado ciego y sordo, incapaz de ver u oír”, escribió Fathi Sabbah, periodista que vive en Gaza, en su perfil de Facebook el domingo, después de que se restablecieran parcialmente los servicios de teléfonía e internet.
Desde que hombres de Hamás —el grupo armado que gobierna Gaza— cruzaron la valla fronteriza el 7 de octubre, matando a unas 1400 personas en el sur de Israel y tomando como rehenes a más de 220, según las autoridades israelíes, los gazatíes afirman vivir dentro de una pesadilla. En respuesta a los ataques, el ejército israelí estableció un sitio en este territorio densamente poblado, cortando la electricidad, el agua y los suministros médicos mientras lanzaba una lluvia incesante de bombardeos aéreos y de artillería.
El domingo, el ejército israelí dijo que había ampliado una incursión terrestre durante la noche y advirtió con creciente “urgencia” que los civiles palestinos debían trasladarse a la parte sur de la franja costera, aunque los ataques aéreos también han seguido matando gente allí.
El ejército israelí también declaró que estaba llevando a cabo ataques aéreos en Líbano tras el lanzamiento desde allí de al menos 16 cohetes contra territorio israelí. En Gaza, 47 camiones de ayuda cruzaron la frontera desde Egipto transportando agua, alimentos y medicinas, la mayor cantidad en un solo día desde que se permitió la entrada de camiones por primera vez el 21 de octubre, pero aún insuficiente en comparación con los niveles de asistencia que las organizaciones de ayuda dicen que son necesarios.
Ahmed Yousef, funcionario de 45 años que vive en la ciudad de Deir al-Balah, pensaba que la pérdida de electricidad y agua era lo peor que podía pasar.
“Pero perder las telecomunicaciones resultó ser mucho peor”, dijo. No solo no pudo ponerse en contacto con sus familiares y amigos, sino que tampoco pudo contactar con el hombre que le vende agua, ni con otro al que paga por hacer cola durante horas en una panadería para comprar pan para su familia.
Al principio creyó que la pérdida de servicio era temporal. Recién se enteró de que había un apagón casi total cuando utilizó la electricidad de un sistema de paneles solares para ver Al Jazeera, la cadena de televisión árabe por satélite, un único hilo que le unía al mundo exterior.
La conectividad se reanudó espontáneamente el domingo hacia las 4 a. m., dijo Abdulmajeed Melhem, director ejecutivo de Paltel Group, la principal empresa palestina de comunicaciones. La empresa no había hecho ninguna reparación y no sabía cómo ni por qué se había restablecido parcialmente el servicio, dijo. Añadió que creía que el gobierno israelí era responsable del corte y del restablecimiento, aunque el servicio sigue siendo limitado tras un ataque aéreo israelí contra una torre de telecomunicaciones a principios de la guerra.
Las autoridades israelíes se han negado hasta ahora a comentar sobre las acusaciones de haber provocado deliberadamente los cortes. Los dos funcionarios estadounidenses dijeron que habían instado a sus homólogos israelíes a hacer lo posible por restablecer las comunicaciones.
El apagón sembró el terror —y la indignación— en toda la Franja de Gaza.
“Parece que los palestinos hacían demasiado ruido mientras los masacraban”, escribió en la red social X Ghassan Abu-Sittah, cirujano plástico británico-palestino que dejó su consultorio en Londres para trabajar como voluntario en un hospital de Gaza. “Ofendía la refinada sensibilidad de los patrocinadores occidentales de Israel. Así que cortaron toda comunicación y nos silenciaron”.
Aislados del mundo exterior —y entre sí—, los gazatíes se enfrentaron a escenas propias de una película apocalíptica.
Los equipos de rescate se vieron obligados a intentar localizar los lugares de los ataques aéreos observando la dirección de la que procedían las explosiones, dijo Mahmoud Basl, funcionario de defensa civil. En otros casos, los voluntarios recogían a los heridos y los llevaban al hospital, notificando a los equipos al llegar el sitio del ataque aéreo para que pudieran intentar salvar a otros que habían quedado atrás, dijo.
Yusuf al-Loh, director de operaciones de una agencia de servicios médicos que depende del Ministerio del Interior, describió a personas que habían corrido más de un kilómetro y medio para llegar a los equipos de rescate, pidiendo ayuda a gritos. Cuando algunos finalmente llegaron, estaban tan enfadados por sentirse abandonados que insultaron a los rescatadores, lo que agravó la sensación de desastre “a nivel psicológico”, dijo.
Al-Loh calificó el apagón de “crimen de guerra” por el que deberían rendirse cuentas.
“Los F-16 vuelan constantemente hasta el punto de que tengo la sensación de que quieren borrar Gaza”, afirmó.
Más de 8000 personas han muerto en Gaza desde el comienzo de la guerra, entre ellas más de 3000 niños, según Ashraf al-Qidra, portavoz del Ministerio de Salud en Gaza.
Después de restablecerse las comunicaciones, los equipos de ambulancias y de protección civil encontraron cientos de muertos y heridos tendidos en el suelo o atrapados bajo los escombros, dijo al-Qidra en una conferencia de prensa el domingo.
Miles de personas irrumpieron en los almacenes de la agencia de las Naciones Unidas que ayuda a los palestinos, UNRWA, llevándose harina de trigo “y otros artículos básicos para la supervivencia, como objetos de higiene”, según informó la agencia en un comunicado de prensa el domingo.
“Se trata de una señal preocupante de que el orden civil comienza a resquebrajarse tras tres semanas de guerra y un férreo asedio a Gaza”, declaró Thomas White, director de asuntos de la UNRWA en la Franja de Gaza.
“Las tensiones y el miedo empeoran por los cortes en las líneas de comunicación telefónica y de internet”, afirmó. “Sienten que están solos, aislados de sus familias dentro de Gaza y del resto del mundo”.
Helmi Mousa fue uno de los pocos residentes que tuvo conexión a internet el sábado por la mañana, en medio del apagón generalizado. Sin embargo, esto no alivió su ansiedad, ya que no pudo comunicarse con familiares que viven a pocos kilómetros de distancia y tienen tarjetas SIM palestinas.
Mousa, escritor jubilado de 70 años, y su esposa, Basma Attia, se acurrucaron en su apartamento del noveno piso de Ciudad de Gaza.
“Las explosiones ocurrían a nuestra izquierda, a nuestra derecha, desde todas las direcciones”, afirmó. “Parecía que hubiera 100 aviones impactando dentro de Gaza, y parece que ya no hay límite para la locura o lo imaginable”.
A pocos kilómetros de Mousa, Ahmed Elmadhoun estaba en el tejado de un hospital de Jan Yunis buscando una fugaz conexión a internet con una tarjeta SIM israelí que había comprado por el exagerado precio de 100 dólares, pero el servicio no funcionaba. Elmadhoun, de 26 años, activista y periodista, estaba desesperado por hablar en medio del silencio.
“Sentí que nuestra voz ya no era importante”, dijo Elmadhoun por teléfono desde Ciudad de Gaza el domingo. “Era como si estuviésemos muriendo solos”.
Elmadhoun preguntó a sus 17.000 seguidores en X si podían ayudarlo a conseguir una tarjeta eSIM, un SIM digital que permite activar un plan de telefonía celular.
A más de 320 kilómetros de distancia, Mirna El Helbawi, escritora y activista egipcia, organizaba un amplio esfuerzo digital para contrarrestar el corte de las telecomunicaciones en Gaza, conectando a personas de Egipto y Europa que adquirieron planes de telefonía celular para intentar mantener en contacto con el mundo exterior a periodistas, voluntarios y médicos palestinos atrapados.
El Helbawi envió a Elmadhoun uno de los códigos QR que los voluntarios habían comprado y, en cuestión de minutos, Elmadhoun pudo escanear el código para activar un plan de telefonía celular con servicio de itinerancia.
“Pudimos devolverle la voz a Gaza”, dijo Elmadhoun. “Fue una sensación extraña. Lo que antes dabas por sentado, ahora lo sentías como un milagro en tu poder”.
Yousef, el funcionario público, se ha refugiado en casa con sus dos hijas escuchando los sonidos del bombardeo. De momento no han sufrido daños, aunque dice que tiene la sensación de que algo se ha roto durante esta guerra, una de las muchas que han vivido los gazatíes.
“Si sobrevivo a esta guerra, mi familia y yo nos iremos de Gaza para siempre”, afirmó. “Nuestra vida no puede ser así”.
Con reportería de Aaron Boxerman, Katie Rogers, Vivian Yee y Ahmed Al Omran.
Vivian Nereim es la jefa de la corresponsalía del Golfo. Tiene más de una década de experiencia en la península arábiga y anteriormente fue reportera de Bloomberg News en donde cubría Arabia Saudita. Más de Vivian Nereim
Yousur al-Hlou es videoperiodista para el Times. Más de Yousur al-Hlou Varios gazatíes hacen fila en una panadería de Jan Yunis, en el sur de la Franja de Gaza, el viernes. (Samar Abu Elouf/The New York Times) Humo en el norte de Gaza visto desde Sederot, Israel, el domingo. (Tamir Kalifa/The New York Times)