Por The New York Times | Neil Macfarquhar

Media docena de soldados rusos hablan de que se les enviará a una zona de combates intensos al este de Ucrania tan solo once días después de su movilización. Cuando se les pregunta sobre su práctica de tiro, un conscripto barbado responde: “Una vez. Tres cargadores”.

En un pueblo cerca de Ekaterimburgo, en el centro de Rusia, los hombres recién movilizados marchan en su lugar vestidos con su ropa de diario. “Sin metralletas, sin uniformes, sin zapatos, nada”, comentó un observador no identificado. “La mitad tiene resaca, están viejos y en riesgo… la ambulancia debería estar de guardia”.

En otra parte, montones de familiares de soldados rusos recién reclutados están apiñados afuera de un centro de entrenamiento y a través de la cerca les pasan artículos a los reclutas: botas, boinas, chalecos antibalas, mochilas, sacos de dormir, colchonetas para acampar, medicinas, vendajes y comida.

“Así no debería ser”, le dijo una mujer llamada Elena al medio informativo Samara Online. “Compramos todo”.

A pesar de las leyes draconianas en contra de las críticas hacia la “operación militar especial” en Ucrania, las redes sociales rusas están inundadas de videos de amplia circulación en los que se captaron escenas como las anteriores. Este tipo de publicaciones son quejas en contra del Ministerio de Defensa por hacer justo lo que predijeron los expertos militares de Occidente: llevar con rapidez a Ucrania a miles de soldados recién reclutados, mal entrenados y mal equipados, con demasiada prisa por llenar los huecos en sus líneas de defensa como para convertir a los hombres en unidades cohesivas.

“En el mejor de los casos, les están dando lo básico; en el peor de los casos, nada y los lanzan al combate, lo cual sugiere que estos chicos son literalmente carne de cañón”, comentó William Alberque, especialista en las Fuerzas Armadas rusas y director del programa de control de armas en el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, una organización de investigación con sede en Londres.

El sábado, surgió una señal extrema del desorden, cuando dos hombres de un Estado de la antigua Unión Soviética abrieron fuego en un campo de entrenamiento ruso. Mataron a once voluntarios e hirieron a quince antes de ser asesinados a tiros, reportaron medios informativos rusos.

Según analistas militares, el Ejército de Rusia tiene dificultades para equilibrar dos objetivos: desplegar suficientes soldados para detener los avances recientes de los ucranianos al mismo tiempo que reconstruye las fuerzas terrestres diezmadas durante ocho meses de guerra.

Como era de esperarse, algunos reclutas ya han muerto o han sido capturados, lo cual ha provocado críticas cada vez más fuertes hacia el esfuerzo de movilización que se anunció el 21 de septiembre y que es considerado un desastre desde su inicio.

Según los críticos, en teoría, se iba a reclutar a hombres de las reservas con habilidades militares que tendrían que actualizarse, pero, en la práctica, metieron a casi todo el mundo.

“El resultado de la movilización es que se lanza a gente sin entrenamiento al frente de batalla”, escribió furiosa Anastasia Kashevarova, una bloguera militar que ha apoyado la guerra, en una indignada publicación, uno de varios comentarios de ese tipo.

“Cheliábinsk, Ekaterimburgo, Moscú… ya están llegando los ataúdes de zinc”, agregó. “Nos dijeron que habría entrenamiento, que no serían enviados al frente en una semana. ¿Nos estaban mintiendo de nuevo?”.

Hasta el momento, el Kremlin ha tolerado las críticas hacia la gestión de la guerra, aunque encarceló o multó a quienes cuestionaron la necesidad de la invasión. Sin embargo, esta última semana, hubo rumores de que también se debían tomar medidas estrictas en contra de quienes critican el Ejército.

En una conferencia de prensa del viernes, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, confirmó que ya se habían desplegado a 16.000 reclutas en unidades de combate, algunos de los cuales tenían apenas entre cinco y diez días de entrenamiento. Putin señaló que los reclutas eran muy necesarios, pues el frente en Ucrania mide casi 1120 kilómetros, y agregó que el entrenamiento iba a continuar allá.

La evidencia de la falta de entrenamiento es anecdótica, pero la cantidad impresionante de videos provenientes de toda Rusia —junto con las amenazas dispersas de algunos reclutas de levantarse en huelga por las condiciones, así como otros reportajes y comentarios— enfatizan la profundidad de los problemas.

En un video de gran circulación, un recluta de Moscú asignado al 1.° Regimiento de Tanques —una célebre unidad que fue afectada severamente a inicios de la invasión— señaló que el comandante del regimiento había anunciado que no habría práctica de tiro, ni siquiera entrenamiento teórico antes del despliegue.

Otro video mostraba a un grupo de unos 500 hombres desaliñados, la mayoría con los rostros cubiertos con pasamontañas y de pie al lado de un tren en la región de Bélgorod, cerca de la frontera con Ucrania. El narrador decía que no les habían asignado una unidad específica, habían vivido en “condiciones inhumanas” durante una semana, en la que habían tenido que comprar su propia comida y les faltaban municiones.

La provincia de Bélgorod anunció que la mayoría de los hombres iba a regresar a la región central de Rusia para entrenamiento adicional. Incluso Roman Starovoit, gobernador de la región vecina de Kursk, condenó las condiciones del entrenamiento. Describió edificios de comedores en ruinas, duchas oxidadas o descompuestas y falta de camas y uniformes. “En algunos lugares está bien y en algunos simplemente es terrible”, comentó en redes sociales. Con razón las autoridades rusas están buscando darle un giro positivo al llamado a las filas. El ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú, anunció que 200.000 reclutas se estaban preparando en unos 80 campos de entrenamiento y seis centros educativos. Putin puso fin a la movilización impopular al decir que 220.000 conscriptos bastarían, en contraste con el anuncio inicial de 300.000.

La cantidad de soldados rusos en Ucrania sigue siendo turbia. Se desplegó un estimado de 200.000 soldados para la invasión, pero, según agencias de inteligencia de Occidente, han muerto o han sido heridos entre un tercio y la mitad. Una inyección de cientos de miles de reclutas podría detener los avances ucranianos a corto plazo, pero, para los analistas militares, Rusia podría tener dificultades para revertir su suerte en los meses por venir. “Los rusos tendrán que decidir: tomarse el tiempo para armar una unidad de manera apropiada y luego correr el riesgo de perder la guerra o usar esa unidad ahora porque la guerra lo exige, pero la unidad tendrá una preparación incompleta”, comentó Johan Norberg, analista especializado en Rusia de la Agencia Sueca de Defensa e Investigación. De improviso, parte del entrenamiento más concentrado está ocurriendo en el Donbás, la zona del este de Ucrania que ha estado bajo las llamas de la guerra desde que Rusia encendió un movimiento separatista en 2014.

En la primavera, se secuestraban hombres en las calles del Donbás y eran despachados en la vanguardia. Sin embargo, en medio de la matanza, cambió la actitud, comentó Kirill Mikhailov, un investigador del Equipo de Inteligencia de Conflictos, una organización fundada en Rusia para monitorear conflictos que involucran a las tropas rusas. Las autoridades de la región se percataron de que habían “desperdiciado sus hombres a cambio de pocas ganancias”, comentó Mikhailov, y por eso supieron que iban a tener que entrenar a los reclutas rusos para que fueran mejores soldados.

No obstante, por el momento, con la llegada de miles de reclutas a Ucrania, parece que el Kremlin está enfatizando la cantidad sobre la calidad. O, en palabras de Norberg, citando una expresión rusa: “No con habilidad, sino con números”. Soldados conscriptos rusos observan un biatlón de tanques en los Juegos Internacionales del Ejército cerca de Moscú, el 21 de agosto de 2022. (Nanna Heitmann/The New York Times)