Por Aníbal Falco
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Para los países que tienen una moneda débil o una inflación elevada, el dólar, después de la Segunda Guerra Mundial —tras el acuerdo de Bretton Woods hasta 1971 cuando se estableció la libre flotación de divisas—, se fue convirtiendo durante décadas en un mecanismo de ahorro y de refugio para inversionistas.
A partir de mediados del siglo pasado, el comportamiento y la volatilidad de la propia moneda uruguaya, con picos de inflación que llegaron en la década del 1960 y 1990 a superar el 100% (180% durante el gobierno de Jorge Pacheco Areco y 130% durante el de Luis Alberto Lacalle Herrera), hizo que con los años se instalara en el país una suerte de “cultura dolarizada”. Por ejemplo, la inflación en Uruguay entre los años 1968 y 1998 promedió un 63%.
Aunque puedan perder dinero en el proceso, los uruguayos suelen ahorrar en la divisa norteamericana. Y esto no es casualidad. Más allá de cierto aspecto psicológico de confiabilidad sobre el billete verde, la historia nacional en términos inflacionarios —la evolución históricamente volátil de la moneda uruguaya durante décadas—fue lo que generó esa conducta.
Lo que ocurre es que la moneda norteamericana cumple con tres requisitos fundamentales: es moneda de cambio, o sea, tanta cantidad de dólares valen por un bien. Segundo, es referencia de valor. Y, por último, tiene reserva de valor (condición que generalmente no cumplía el peso uruguayo). En teoría, el dólar no se desvaloriza y esta es una de las razones por las que los precios de los bienes más caros están siempre dados por esta moneda: casas, campos, autos, maquinarias. En definitiva, el tipo de cambio es la manera en que un país puede adecuar su idiosincrasia para competir con el mundo.
Sin embargo, hay consenso entre los economistas de que en Uruguay hubo políticas llevadas a cabo a lo largo de las últimas décadas (en particular en la de 1990) que lograron corregir una serie de desequilibrios macroeconómicos que caracterizaron al país durante varios decenios. En esta línea, los gobiernos sucesivos de los tres partidos que gobernaron —a partir de 1985— apuntaron a favorecer la apertura comercial, mantener un déficit fiscal sostenible y combatir la inflación.
Tras el plan de estabilización del gobierno de Luis Alberto Lacalle (1990-1995), la inflación logró bajar y comenzó a ubicarse en un dígito a partir de 1998, cerrando en 8,63% para finales de la década de 1990.
No obstante, cuando estalló la crisis de 2002 y se devaluó fuertemente el peso uruguayo (88%), la inflación (el aumento sostenido y generalizado en el nivel de precios de bienes y servicios) durante el comienzo de la crisis superó el 20%. El precio del dólar pasó de $ 14,33 en enero y cerró en $ 27,17 en diciembre. Ese mismo año, se resolvió el sistema de libre flotación de la divisa estadounidense, abandonando el sistema de banda de flotación que rigió hasta el 20 de junio de 2002.
El reclamo del campo
La asociación entre estas dos variables macroeconómicas (la inflación y el tipo de cambio) ha generado a lo largo de los diferentes gobiernos reclamos del sector agroexportador, en particular cuando el dólar se deprecia con respecto al peso uruguayo, como ha ocurrido en lo que va de 2024.
El sector agroexportador puede ser perjudicado por un dólar barato porque sus ingresos suelen ser en dólares (por las exportaciones), pero muchos de sus costos operativos están en moneda local. Cuando la divisa está baja, recibe menos pesos por los productos que vende en el extranjero, lo que afecta su rentabilidad. Sus productos se vuelven, a su vez, menos competitivos en el mercado internacional.
El pasado 26 de marzo, la Federación Rural, una de las principales gremiales agropecuarias del país, criticó a través de un comunicado el valor del dólar en Uruguay.
En una breve declaración, la organización de productores divulgó un gráfico sobre la evolución desde 2004 del poder adquisitivo del dólar con respecto al peso uruguayo corregido por la inflación, o sea, considerando la Unidad Indexada.
“Hoy en día el valor del dólar tendría que estar a $ 58 para poder equipararnos al nivel promedio de referencia. Es el valor de inicio de la pandemia ($ 43) ajustado por Índice de Precios al Consumo (IPC), 32% (febrero 2024-marzo 2020). Es necesaria mayor producción para cubrir los impuestos y gastos de funcionamiento en pesos en un sector que ya venía exigido de la mayor sequía en 70 años, que costó US$ 1.883 millones, 3% del Producto Interno Bruto (PIB) nacional”, apuntó la Federación en el comunicado.
El cuestionamiento del gremio agropecuario fue apoyado por el senador Sebastián Da Silva (ahora suplente de Javier García), por ejemplo, quien además es productor rural.
“Estamos perdiendo de vista que el Uruguay tiene en sus bases de crecimiento la producción exportadora, la producción del campo. Un tipo de cambio competitivo es parte posible de un Uruguay que se mira a sí mismo. Hay un consenso de los economistas en bajar la inflación” a través de un dólar menos competitivo, coincidió el legislador.
A su vez, el exministro de Economía y senador del Frente Amplio Mario Bergara ha sido también uno de los principales críticos sobre el atraso cambiario (que el propio gobierno estimó en aproximadamente un 15% en el último trimestre de 2023) y ha reclamado la intervención del Banco Central del Uruguay (BCU) en el mercado de valores.
Este miércoles en Colonia, el precandidato sostuvo “que la competitividad depende de una mejor inserción externa”, asociada también al tipo de cambio.
“El gobierno focalizó todas las baterías de la gestión económica en el resultado fiscal. Pero no tuvo una agenda de crecimiento. Se olvidó de que la productividad depende de la ciencia, la tecnología, la innovación. La competitividad depende de promover competencia. Se ignora y agrede el atraso cambiario más grande del siglo XXI, que es el que tiene Uruguay hoy. Hoy el dólar está por el sótano ante la pasividad del gobierno y del BCU, que han mirado en los últimos dos años cómo el dólar bajó de $ 44 a $ 37. No se inmutan, cuando el BCU tienes las herramientas para recomponer la situación”, añadió el economista.
No obstante, como contrapartida al reclamo generalizado del sector agroexportador, un dólar barato también implica un beneficio para los consumidores de a pie, al facilitar la adquisición sobre todo de bienes importados o viajes al exterior a un costo menor. Una lectura posible, por ejemplo, de esta situación, es que haya un mayor consumo en la economía uruguaya en pleno año electoral.
Valor del peso y el mercado
En el correr de este gobierno, los reclamos por el nivel de dólar han sido constantes por parte del sector exportador y de distintos economistas. Sin embargo, ante reiteradas consultas de los periodistas, en entrevistas y ruedas de prensa, el presidente del BCU, Diego Labat, ha defendido que el tipo de cambio está en sus fundamentos. Al mismo tiempo, ha rechazado la necesidad de que el regulador intervenga en el mercado cambiario.
Labat ha remarcado que la tarea del BCU es ganar credibilidad y que el objetivo que persigue el organismo es el de la inflación, “no el valor del tipo de cambio”.
Consultado por Montevideo Portal en enero de este año, el jerarca defendió la gestión del regulador financiero y remarcó que el objetivo primordial del organismo es mantener la inflación baja. En sus intervenciones el jerarca suele apuntar, al mismo tiempo, a que el cumplimiento de las metas de inflación llevaría a un fortalecimiento del peso y eso es parte de lo que esperaban desde el equipo económico.
“Cuando asumimos en marzo de 2020, veníamos con ciertas presiones (por ejemplo, tarifas) porque la inflación estaba cerca del 10%. Era una inflación que no estaba fuera de control, pero con un ancla más arriba, si bien el rango objetivo era de entre 3 y 7%, los agentes económicos interpretaban que en realidad el rango estaba entre 8 y 10%. Lo que hicimos fue bajar el 3-7% a 3-6% y tratar de hacer nuestros actos creíbles para que se creyera que realmente queremos ir al 3-6%. No estamos cómodos con el 8%. El objetivo nuestro es la inflación y no un valor del tipo de cambio”, reafirmó.
Sobre la repercusión del precio del dólar con esta política contractiva, el economista respondió nuevamente que lo que se piensa desde el BCU “es en el valor del peso uruguayo”.
“Es decir, que cuando emitimos un billete de un peso o de cien pesos, que ese billete no pierda valor. Eso es lo que nos preocupa. Tenemos un solo objetivo, la inflación, que en definitiva es el poder adquisitivo del peso uruguayo. Nosotros no tenemos un objetivo de tipo de cambio y si lo empezás a tener ahí es cuando tenés dos objetivos y empezás a tener lío. Cuando el peso uruguayo se fortalece la gente empieza a creer más en el peso. Eso hace que la moneda se aprecie y eso es parte de lo que nosotros esperábamos. Lo que sí hay que entender es que la mayor parte de la caída del tipo de cambio o de la apreciación del peso uruguayo responde a muchas otras razones que tienen que ver con la debilidad del dólar en general, casi todas las monedas de la región se han apreciado, salvo Argentina”, afirmó Labat a principio de año. En enero de 2024, el valor del dólar promedió los $ 39,1.
Por su parte, el economista e investigador del Centro de Estudios para el Desarrollo (CED) Ignacio Umpiérrez confirmó que efectivamente en marzo se dio una baja importante en el tipo de cambio, que revirtió el alza que se había dado a principio de año.
“Lo que está explicando no solo marzo, sino la presión sobre el tipo de cambio que viene de 2022, son varios factores. Uno es el flujo de inversión extranjera directa —el mayor en una década—, que por año está siendo del entorno de los US$ 5.000 millones. Son 7 puntos del Producto Interno Bruto (PIB). Está pasando lo que también pasó en 2011 y 2012 (el dólar estaba en torno a los $ 20), cuando esa variable también jugó en contra del tipo de cambio. También influyen los flujos de exportaciones de bienes y servicios, que han sido elevados más allá de la sequía”, valoró Umpiérrez.
En esta línea, agregó: “Seguimos hablando de flujos y más ofertas de divisas. Y cuando la oferta aumenta, como todo precio, cae. Tampoco se puede obviar la política monetaria en fase contractiva del BCU durante casi todo 2023, que es uno de los canales de transmisión cambiaria. En definitiva, no hay factores espurios para la baja del tipo de cambio. Son factores genuinos y el dólar está donde el mercado dice que está. Siempre en Uruguay reclamamos por el tipo de cambio y nunca nos fijamos en la inflación”.
Dicho índice (IPC) cerró en 4,71% en febrero y completó así el noveno mes dentro del rango meta del BCU.
Según la Bolsa Electrónica de Valores del Uruguay (Bevsa), el dólar cerró el pasado miércoles a $ 37,552, tras registrar una leve alza con respecto al día anterior. Sin embargo, la divisa registró una depreciación de 3,83% en marzo y de 3,77% en lo que va de 2024. En abril de 2022, la cotización del dólar era de $40,87.
El 2 de marzo de 2020 la cotización del dólar era de $ 39,20, pero en mayo de ese año llegó a alcanzar los $ 45,5 (en pandemia). Ese mes, la inflación interanual fue de 11,05%, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).
Por su parte, el BCU, que no interviene en el mercado cambiario desde el 31 de agosto de 2021, resolvió en febrero mantener en 9% la tasa de interés, tras la reunión del Comité de Política Monetaria (Copom).
#DólarBEVSA | El dólar cerró este miércoles al alza. La cotización del @BancoCentral_Uy del #DólarFondo (promedio #BEVSAUruguay) fue $37,552.
— Bolsa Electrónica de Valores del Uruguay S.A (@BevsaUruguay) March 27, 2024
??0,12% (??$0,05) respecto ayer.
??3,83% (??$1,50) en el mes.
??3,77% (??$1,47) en el año. pic.twitter.com/tMYBICCW80
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