A las 10:15 de la mañana se publicó el artículo. El titular era: “Yamandú Orsi, el precandidato del FA que pasó por las turbulencias de una campaña sucia” y se trataba de un perfil periodístico realizado por Montevideo Portal.

Se comparte en Instagram, en Facebook, en X (antes Twitter). Y, en esta red social, enseguida caen los “me gusta”. Uno, dos, tres, al minuto. Y los comentarios, en catarata. “Que grande el Yama! Tipo humilde, sencillo, va a a romperla como Presidente!”; “Muy buena nota! Yo el domingo lo apoyo sin duda”; “La decencia regresa a Uruguay con Yamandú”; “Vuelve la decencia al Uruguay junto a Yamandú”; “Excelente entrevista. El domingo, mi apoyo es para Yamandú”.

Y así hasta que ese posteo en X llegó a 40 “me gusta”, 43 “retweets” y 51 comentarios ese mismo día, el 28 de junio, a dos días de las elecciones internas en Uruguay.

El comportamiento de prácticamente todos los usuarios que interactuaron con ese posteo en X es típico de un bot.

Originalmente, “bot” es una abreviación de la palabra “robot”. Funcionan de forma similar, a través de procesos automatizados. Con un programa, un software, se arma un conjunto de instrucciones para darle a una máquina y, la repetición de la misma, la transforma en un bot. Cuando se habla de bots específicamente para redes sociales, ese conjunto de instrucciones hace que la máquina participe en redes como Instagram, X, Facebook, incluso WhatsApp o Telegram.

“Son procesos automatizados, en este caso, que tienen objetivos bien definidos. Seguramente, muy bien organizados por determinados sectores, normalmente políticos, cuando se trata de campañas electorales […] ¿Qué tienen como objetivo este tipo de prácticas? Generar temas de conversación social, ponerlos arriba de la mesa, incidir en la imagen o reputación de una persona y propagar determinados temas”, dice Leandro Fagúndez, CEO de OGreat Comunicación & Marketing, consultor político y magíster en Marketing Online y Estrategia Digital.

“Lo que tratan de hacer los bots es agarrar algo específico y amplificarlo. Es muy grande el mundo de los bots y para qué pueden funcionar”, resume por su parte Federico Revello, experto del mundo digital e inteligencia artificial y director de Kordenada36.

La noche del 30 de junio, el discurso de Yamandú Orsi —sabiéndose ganador de las elecciones internas del Frente Amplio— le valió 11 momentos de aplausos. Algunos los desincentivó, para seguir hablando, mientras que otros fueron respetados e, incluso, agradecidos.

Y, aunque todos estos aplausos fueron reales, varios en X no lo fueron. Cuando se publicó el perfil periodístico del candidato frenteamplista en Montevideo Portal, ese posteo fue atacado por un grupo de perfiles con alta probabilidad de ser bots.

La mayoría tenía un discurso similar: Yamandú Orsi presidente, la vuelta a la decencia, el voto el domingo de las elecciones internas. En general, aplausos.

Y, además, la mayoría de los usuarios escribieron posteos que oscilan entre los 13 y 16 caracteres de largo. La mayoría fueron creados después de 2022 y, sobre todo, después de finales de 2023, cuando comenzaron a anunciarse las campañas. La mayoría no supera los 150 seguidores, la mayoría tiene fotos de portada genéricas y fotos de perfil de personas solas realizadas —claramente— con inteligencia artificial. La mayoría realizó comentarios entre las 15:00 y las 16:00 horas de ese día.

Es que así se identifican los bots: patrón en el discurso, posteos idénticos, nombres de usuarios similares y con mismo largo de caracteres, fecha de creación del usuario y hora del posteo, actividad similar en la red, ubicación geográfica.

Pero también existen herramientas digitales como Botometer X, que verifica la actividad de una cuenta de Twitter y le otorga un puntaje comparándola con las cuentas que utilizan automatización.

“Se usan porque funcionan”, explica Fagúndez. Según dice, los bots tienen una capacidad de penetración y de influencia en votantes indecisos muy grande. De hecho, en marzo de 2024, la consultora PolPower analizó el impacto de los comentarios en redes sociales sobre los usuarios, su participación en discusiones políticas y el grado de influencia que estos comentarios pueden tener momentáneamente.

El estudio, basado en una encuesta hecha a mil uruguayos mayores de edad, tiene como una de sus conclusiones principales que cinco de cada 10 personas (50%) admiten que se sintieron momentáneamente influenciadas por lo que leyeron en los comentarios de otra persona en redes sociales.

Es que, según el experto, “tiene una capacidad muy grande de influencia porque a nivel usuario nosotros no estamos viendo si cada una de las respuestas que vemos en X, o cada uno de los comentarios que vemos en redes sociales, son de perfiles reales: El usuario no analiza ese tipo de cosas. Simplemente lee el comentario y se queda con eso”.

“Cuando las asesorías vienen desde el exterior, de países como México, Colombia, Ecuador, Estados Unidos, España, este tipo de prácticas son mucho más comunes que en Uruguay. Para ese tipo de mercados, estas cosas ya están mucho más instaladas”, agrega Fagúndez.

Revello, por su parte, argumenta que la influencia llega a votantes indecisos, sobre todo si se les toca un punto ideológico clave. “Como en Estados Unidos, el caso de la tenencia de armas. Si vos tocás ese punto y está indeciso, lo cambiás”, dice.

El lado oscuro

Es cierto que los casos denunciados en Uruguay no son tantos y, de hecho, han comenzado a aparecer recién en la campaña anterior. En 2019, Ernesto Talvi (en ese entonces candidato a la presidencia por el Partido Colorado) denunció a un número de WhatsApp que se hacía pasar por él y decía que pagaba entre $ 400 y $ 500 por ir a sus actos políticos.

E incluso el propio presidente Luis Lacalle Pou denunció ante Fiscalía a dos páginas de Facebook y X por publicar imágenes de un extracto falso del libro Luis Lacalle Pou, un rebelde camino a la Presidencia. Allí, se simulaba que Lacalle Pou admitía haber atropellado y matado a una mujer en la década del 90, estando bajo el efecto de alguna droga.

Pero no fue solo la publicación falsa del contenido, sino que además la promoción del mismo, que amplió enormemente el número de usuarios que vio la difamación.

Según el diario El País, en 2019, el Departamento de Delitos Informáticos investigó las denuncias de al menos ocho políticos por difamación. El Observador informó, por su parte, que el organismo investigó al menos 10 denuncias vinculadas a noticias falsas.

“A todos los candidatos les han hecho algo. Desde deep fakes con la voz, hasta noticias falsas”, dice Revello. Porque, aunque haya bots que estén programados para tener discursos positivos sobre algo o alguien, hay otros hechos para hablar negativamente en redes. 

Incluso, aunque las acciones de los bots sean de apoyo, puede significar un problema para la cuenta que están atacando. Si X percibe que una cuenta tiene demasiada interacción con bots, es probable que la suspenda, dejándola por un tiempo fuera de la red.

Uruguay también ha recibido ataques desde afuera. El gobierno de Estados Unidos informó, en setiembre de 2023, que el gobierno ruso financió una campaña de desinformación en toda América Latina, haciendo mención a Uruguay, para llevar a cabo una campaña de manipulación en contra de Ucrania, la OTAN y las políticas americanas.

Aunque es clave tener en cuenta que “no siempre hay un uso de bots a gran escala, o en un gran estado de notoriedad. A veces, simplemente son comentarios que están circulando en redes sociales. […] Seguramente hay en el día a día nuestro diferentes tipos de prácticas que tienen que ver con estos comportamientos”, explica Fagúndez.

En ese sentido, el propio Revello realizó un experimento hace unas semanas: compró bots para sus propia cuenta de X y gastó solamente 500 dólares. “No crean que tiene que haber una gran organización para que suceda esto”, plantea y acota que “no quiere decir que alguien de afuera del sistema político no tenga un interés particular, un interés en que le pase algo a determinada persona o a determinada cuenta”.

Estas practicas, las de comprar bots, no son para nada económicas, argumenta Fagúndez. “Poder llevarlas adelante requiere de una inversión importante”, dice.

“Uruguay es un país chico y las granjas de clicks, que son negocios turbios, pero negocios al fin, no les importa quién vota qué. Lo que les importa es vender”, explica Revello.

Lo que sucede es que, a pesar de que sea una práctica deshonesta, no es ilegal en sí mismo. “Pasa que con lo digital, hay muchos vacíos legales. Sobre todo, en Uruguay”, dice Fagúndez. Aunque lo legal puede correr, por ejemplo, con denuncias vinculadas a la difamación, es muy difícil lograr que se encuentre a un culpable.

“Para entrar en ese concepto, de difamación, no solo precisás saber si son trolls (personas reales) o bots (cuentas automatizadas), que ya de por sí es muy difícil. Necesitás una inversión muy alta. Además, necesitás saber quién está detrás de esa gestión […]. Entonces, normalmente es muy difícil que trascienda o que se traslade esto hacia un terreno legal”, comenta.

Y, en términos legales, no solamente puede afectar a la persona atacada por los bots, sino que “este tipo de cosas a veces ni siquiera pasa por los fondos del partido, o son prácticas que se hacen por fuera de lo que pueda estar regulado por una declaración jurada”, dice Fagúndez sobre la información de gastos de los partidos políticos a la Corte Electoral.

“O se encapsula bajo otros conceptos, por ejemplo, pautas publicitarias en digital de los medios. Es muy fácil poder camuflar determinados conceptos, una cosa adentro de lo otro, y mucho más en estos terrenos que son digitales”, agrega.

En esta campaña política de 2024, hasta el momento, el caso más importante fue el que vino luego del escándalo de la denuncia de la mujer trans Paula Díaz, a Yamandú Orsi, por un delito sexual. Un mes y medio después, Díaz confesó en televisión que había mentido y que la situación había sido orquestada por Romina Celeste Papasso.

La situación no comenzó en redes sociales, pero pasó hacia esas plataformas rápidamente. De hecho, el propio Movimiento de Participación Popular (MPP), sector que lidera Orsi, hizo circular un informe al respecto y, en el mismo, se indica que “hubo un asedio digital a Yamandú desde una campaña coordinada desde México”.

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Según narran, el 7 de marzo se desencadenó una serie de publicaciones en X que fueron replicadas por usuarios mexicanos que parecían tener como objetivo amplificar el mensaje contra Orsi.

“La incursión de usuarios mexicanos en el asedio digital contra Yamandú no fue un acto aislado ni espontáneo. Los gráficos analizados revelan una red compleja de interacciones que sugieren una coordinación meticulosa, posiblemente con la intención de exportar tácticas de desinformación y acoso político más allá de las fronteras mexicanas”, declaran.

Además, sugieren un vínculo entre el narcotráfico y la procedencia de algunas de las cuentas: “Desde todo México, pero mucho más desde Sinaloa, quizás la zona más caliente del narcotráfico en aquel país”. Esto, en un contexto en el que el gobierno del Partido Nacional ha recibido acusaciones por tener vínculos con el narcotraficante aún prófugo, Sebastián Marset, luego de que se le entregara un pasaporte uruguayo.

Según la acusación, unos días más tarde cambió el origen de los “ataques” y circularon videos en YouTube con cuentas creadas desde Hong Kong. Estiman que se invirtieron entre 30.000 y 40.000 dólares en una tarde.

Sin embargo, es extremadamente difícil calcular cuánto se gastó en una campaña de bots. “Depende de variables como el volúmen que quieras darle”, dice Fagúndez, refiriéndose a una acción puntual o a una de largo aliento.

“En base a esa relatividad, podemos estar hablando de inversiones que van desde 10 mil dólares hacia adelante. En mercados como México, se llega a invertir medio millón de dólares, un millón, dos millones. En Uruguay, obviamente, esta magnitud no es tal, pero sí se invierten muchos miles de dólares para poder generar este tipo de prácticas”, agrega.

A esto, Revello aporta que incluso hay distintos costos con respecto a la calidad del bot, en los distintos “market places”. “Tenés algunos que pueden costar equis cantidad de plata y otros, por hacer lo mismo, cien o mil veces más”.

“Fuimos informados que 1.000 cuentas del exterior, creadas recientemente y sin seguidores, estaban interactuando con este tema”, dijo Francisco Legnani (coordinador de campaña de Orsi) a Canal 10 en marzo, tras la denuncia del MPP.

De aquel contenido generado con bots, hasta la fecha, solamente quedó uno. La fecha de su publicación indica 7 de marzo y dice lo mismo que decían todos: “Mirá Orsi. La Caro ya está descorchando”.

“Eso es lo que permite que sea mucho más difícil poder detectar determinadas prácticas”, dice Fagúndez sobre las huellas digitales. Los bots “permiten que uno pueda, incluso, borrar absolutamente todo el historial de lo que se generó, o ponerlo bajo otras fechas”.

Según dijeron a Montevideo Portal, Orsi no presentó una denuncia específica por los bots, pero el mismo es un elemento más a tener en cuenta en la investigación que Fiscalía está realizando luego de que Romina Celeste Papasso y Paula Díaz declararan que la denuncia realizada era falsa.

Concluye Fagúndez: “La realidad es que a medida que nos vamos acercando a octubre, y después a noviembre para el balotaje, esto va a tomar otro tipo de volumen y seguramente se van a acelerar determinados procesos que hoy, imagino, irán mucho más paulatinos en base a la cuenta regresiva”.