Por The New York Times | Steven Erlanger
BRUSELAS — Algún día, la guerra en Ucrania terminará. Cómo y cuándo siguen en el campo de las profecías. Sin embargo, una de las preguntas más importantes será cómo garantizar la futura seguridad de Ucrania, y quién lo hará.
Las posibles respuestas no son sencillas y dependerán del resultado de la guerra. Pero lo que parece claro es que, salvo un colapso y una derrota rusa con la que Ucrania recupere todo su territorio, lo más probable es que cualquier garantía de seguridad sea parcial y frágil.
Pero sin alguna expectativa, funcionarios y analistas sugieren que es difícil imaginar que los inversionistas regresen corriendo a Ucrania para reconstruir el país, o que otra guerra no estalle en el futuro.
Mucho gira en torno a la vacilación del propio Occidente, el cual quiere proteger a Ucrania pero ha demostrado que no quiere luchar por ella ni quiere una confrontación militar directa con Rusia. En cambio, ha tratado de trazar una estrategia a medio camino entre disuadir a Rusia pero sin provocarla.
Habrá “muchos riesgos a la vuelta de la esquina para la unidad europea y transatlántica”, aseguró Nathalie Tocci, directora del Instituto de Asuntos Internacionales en Roma. Si Ucrania logra recuperar incluso el territorio perdido desde la invasión de Rusia el año pasado, afirmó, entonces habrá cada vez más voces en Europa y Washington que dirán: “Miren los costos actuales, tanto civiles como militares: oigan, hagan concesiones”.
Pero Ucrania querrá a cambio compromisos de seguridad sólidos, afirmó Tocci, y eso podría generar divisiones en Occidente: países de Europa central y del este podrían exigir que Ucrania forme parte de la OTAN mientras que los aliados de Europa occidental podrían negarse.
Si bien la OTAN y la Unión Europea le han prometido a Ucrania una membresía a sus organizaciones, no existe una fecha límite para ello, y no hay seguridad de que esas promesas se cumplan. Después de todo, el abrazo de Occidente a Ucrania fue una de las razones citadas por el presidente ruso Vladimir Putin para justificar la invasión.
Mientras persistan las disputas territoriales, es poco probable que incluso una Ucrania que acepte algún tipo de acuerdo de cese al fuego con Rusia obtenga el apoyo unánime necesario para poder unirse a cualquiera de las dos organizaciones.
Es por eso que, según Thomas Kleine-Brockhoff, quien ayudó a escribir un artículo que detalla los espinosos temas involucrados en la reconstrucción de Ucrania, la forma en que termine la guerra será crucial.
Incluso antes de la invasión del año pasado, señaló, la soberanía de Ucrania ya estaba en riesgo debido a la anexión de Crimea por parte de Rusia. El mejor resultado en la actualidad sería que Ucrania recuperara todo su territorio perdido, aunque eso está lejos de ser una certeza.
“Si el resultado es una derrota absoluta de Rusia, entonces se resolvería el problema de Crimea y tendríamos una Rusia diferente”, afirmó Kleine-Brockhoff.
Ingresar a la OTAN sería entonces un escenario más fácil de imaginar para Ucrania y le generaría cierta condición de intocable, incluso ante otro líder revisionista ruso, afirmó.
“Pero el precio para obtener la victoria absoluta es muy alto”, afirmó Kleine-Brockhoff, “¿y luego qué?”. Sin embargo, cualquier cosa inferior a la membresía de la OTAN implicaría promesas que ya Kiev considera vacías. Ese tipo de promesas ya se intentaron antes, en 1994, cuando Estados Unidos, el Reino Unido y la propia Rusia le prometieron a Ucrania integridad territorial y “garantías” de seguridad a cambio de renunciar a sus armas nucleares de la era soviética bajo un acuerdo llamado Memorándum de Budapest.
Aquellas garantías llegaron sin compromisos —ni por parte de Moscú, por supuesto, pero tampoco de Washington ni Londres— y resultaron ser inútiles.
Anders Fogh Rasmussen, exsecretario general de la OTAN, ha intentado solucionar el imposible dilema con el “Pacto de seguridad de Kiev”, una propuesta que él y sus colegas redactaron durante el otoño junto con Andrey Yermak, jefe de personal del presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski.
Su objetivo es proporcionar algo viable entre las garantías vacías de 1994 y la membresía plena en la OTAN y la UE. La recomendación principal es que los aliados de Ucrania conviertan al país en una especie de erizo o puercoespín, uno tan bien armado que Rusia no intente tragárselo de nuevo.
Para llegar allí, la propuesta insta a una “asociación estratégica” entre Ucrania y países occidentales clave, sobre bases bilaterales, para desarrollar una “estrategia de varias décadas” cuyo fin sea lograr que Ucrania sea inexpugnable y capaz de defenderse por sí sola.
Rasmussen ha comparado su propuesta con la relación entre Estados Unidos e Israel, en la que existe mucha cooperación en materia de defensa, pero no hay ningún tratado formal de defensa.
En esencia, la propuesta es una alianza sin membresía, no tanto una garantía de seguridad para Ucrania sino más un gran elemento disuasivo para Moscú.
“La ironía es que esa no membresía en la OTAN requeriría más de Occidente que la membresía, y por más tiempo”, afirmó Kleine-Brockhoff.
Otros sugieren que aliados individuales, incluidos Estados Unidos, el Reino Unido, Francia, Alemania y Polonia, desplieguen sus propias tropas en Ucrania después de la guerra, de la misma manera en que la OTAN ha desplegado brigadas multinacionales avanzadas en los Estados miembros de la OTAN que limitan con Rusia.
Pero una presencia significativa de tropas en un país que no es miembro de la OTAN sería percibida en Moscú como una provocación mayor y una evidencia más que encajaría en la narrativa de Rusia de que la OTAN está tratando de arrancar a Ucrania de la influencia rusa.
Como señala Ben Hodges, un general retirado que comandó el Ejército de Estados Unidos en Europa, Estados Unidos, Canadá y otros países tenían tropas en Ucrania y capacitaron a las fuerzas militares de Ucrania hasta justo antes de la invasión de Rusia, cuando fueron retiradas para evitar una confrontación entre la OTAN y Rusia.
“¿Cuál sería su misión?”, preguntó.
Hodges cree que Ucrania, con las armas adecuadas de mayor alcance proporcionadas por un Washington actualmente reacio, podría derrotar a Rusia y recuperar todo el territorio ocupado, incluida Crimea, para finales de agosto.
“No hay manera de que Ucrania esté segura mientras Rusia controle Crimea”, aseguró.
Crimea permite que Rusia bloquee el mar de Azov, aísle Mariúpol, azote a Odesa y domine el mar Negro, al tiempo que reclama una zona económica exclusiva alrededor de Crimea, lo que limita la pesca y la exploración de gas, afirmó.
La única garantía real de seguridad para Ucrania es que al final logre ser miembro de la OTAN, alegó Hodges. Pero sea cual sea el resultado, “debe basarse en la presunción de que Rusia no lo respetará a menos que se vea obligada a hacerlo”, concluyó.
“Rusia no puede ser recompensada y pensar que lo que hizo valió la pena por haber obtenido ganancia o influencia territorial”, afirmó.
Pero para muchos, como Camille Grand, exsecretario general adjunto de la OTAN quien ahora forma parte del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, sigue siendo probable que la guerra termine con Rusia “alcanzando objetivos parciales”. Una derrota absoluta de Rusia y el ingreso pleno de Ucrania a la OTAN “solo es un escenario, y uno optimista”, señaló.
Grand también advirtió que, si bien “sería difícil venderles a los ucranianos” cualquier cosa que no sea la membresía de la OTAN, Rusia asumiría en sus planes bélicos que Ucrania sería, para todo efecto práctico, parte de la OTAN, así como siempre lo ha hecho con Suecia y Finlandia.
Una Ucrania posconflicto “le proporcionaría a la OTAN el ejército mejor equipado, mejor entrenado y más capaz de Europa, lo que de alguna manera le brindaría garantías de seguridad a la OTAN”, y no al revés, afirmó Grand. Soldados ucranianos se dirigen al frente de guerra para combatir en una zona del distrito Lyman de Ucrania, en Navidad, el 25 de diciembre de 2022. (Tyler Hicks/The New York Times). Una brigada de infantería mecanizada ucraniana en el frente de guerra en la región del Dombás en Ucrania, el 22 de diciembre de 2022. (Tyler Hicks/The New York Times).