La niña Daiana tenía el sino marcado: cuando cumplía años pedía “micrófonos” y “pelotas”, y soñaba con ser periodista y abogada. No quería cubrir básquetbol, quería conducir un informativo de televisión. Pero cuando veía películas elegía las de juicios, y devoraba cada emisión de Matlock que encontrara en la tele. La cancha de básquetbol no es un lugar más para la rubia de metro ochenta. Su mamá rompió bolsa (con ella adentro) cuando miraba a su esposo Ricardo jugar al básquet. Luego le tocó hacerle una entrevista a su padre —el citado Ricardo Abracinskas— cuando este ascendió con Verdirrojo; luego, ya una mujer hecha y derecha, estudiaba Derecho iluminando las fotocopias con el celular mientras esperaba que su hijo Camilo terminara de entrenar, y todavía espera el momento histórico de hacerle una nota a su único hijo luego de un gran partido. Después de eso, quizás, Abracinskas deje las transmisiones deportivas de Tenfield.
Seguramente usted la haya conocido en ese rol, aportándole datos estadísticos a relatores y comentaristas de básquet. Hace 22 años que está en eso. Pero en el medio hizo mucha cosa: dejó los estudios de Derecho, hizo radio (Sport 890, El Espectador, Carve), televisión (Algocontigo en canal 4, Esta boca es mía en el 12 y, ahora, Polémica en el bar en el 10), actuó, se pintó la cara para una murga, se recibió de abogada y, como tal, ya ha hecho un nombre, con un rótulo que le pesa (el de “defensora de violadores”)… hasta por ahí nomás, porque sus convicciones están muy por encima.
“No lo busqué, pero es el mote que lamentablemente me queda, cuando, en realidad, tengo en mi haber decenas de absoluciones y una sola condena. Cuando condena creemos en la Justicia, pero cuando no condena y absuelve en primera y segunda instancia, ahí la Justicia es ‘machista, patriarcal y se equivoca’”, dice ella. Abracinskas es clara: no elige sus defendidos de acuerdo al género; la clave para aceptar el trabajo es que ella crea en su inocencia. “Yo tendría que estar dentro del grupo de ‘hermanas, yo te creo’, y devastar el estado de inocencia que rige en el estado de derecho. Pero no soy una fascista”, dice.
Por estos días, defiende a Sebastián Mauvezín, el hombre acusado de facilitarle encuentros sexuales al exsenador Gustavo Penadés. Ella le cree a Mauvezín, y afirma que es “una causa armada”. Y está feliz la doctora, porque espera el regreso de su hijo basquetbolista, que fue a probarse a España, y ama polemizar en TV defendiendo sus ideas.
La cancha de básquetbol siempre te marcó. Tan así que tu madre, Mirna, rompió bolsa en una cancha, cuando estaba mirando jugar a tu viejo. ¿Cuánto te ha marcado una cancha?
Vinculada al básquetbol estuve toda la vida. Pero, en realidad, yo no quería ser periodista deportiva; yo estudié periodismo para conducir un informativo. Siempre fue mi intención, desde que empecé a estudiar periodismo, la conducción de un noticiero. Hice un casting para Canal 5 cuando estaba [Juan Carlos] Scelza, y no quedé. Hace unos días lo dije en Polémica cuando se fue Blanca [Rodríguez], que se acordaran de que yo quería conducir un noticiero. Lo de ser periodista deportiva fue culpa de [Federico] Buysán, que me contactó con la Sport 890 en los primeros años de esa radio. Cuando empecé en Sport dije: “Uy, con esto me hago millonaria”, jaja. Sabía de básquetbol, me gustaba el fútbol y quedé vinculada a eso. Pero en realidad yo quería ser periodista política. Pero sí, claramente la cancha de básquet me marcó toda la vida. Eso seguro.
Perdiste a tu mamá joven, quien se suicidó cuando tenías 22 años. Te enteraste mientras estabas trabajando, en Sport 890. ¿Entendiste el porqué de una decisión tan drástica?
Yo estaba en la Sport, estaba haciendo un programa. Aparece Buysán, y me pide que salga del aire. Y ahí me entero de que mi mamá se había suicidado. Y [el periodista deportivo] Javier Díaz me lleva para el Cerro. Ya había llegado mi papá. Mucha gente a la que le pasan situaciones traumáticas como esa hace terapia para procesarlo, cosa que yo no hice. No, nunca entendés el porqué de una decisión tan drástica.
Ella dejó una carta en donde agradece la hija que soy, el marido que fue mi padre, y nos deja claro que fue su decisión. Después que pasa, vos decís: “Uy sí, hace cuatro días que estaba metida en su cuarto, que no interactuaba tanto”, pero no se podía prever algo así. Había tenido una discusión muy fuerte conmigo, en un primer momento yo me culpé y después, hablando con psicólogos amigos, entendí que con los padres discutimos todo el tiempo y no podía cargar esa culpa, como no la puede cargar nadie.
¿Es un dolor que en algún momento se cura, se supera?
Yo creo que el único dolor que no se debe poder superar en la vida es la muerte de un hijo. Uno siempre se prepara para que los padres algún día no estén. Acá hay un matiz como cuando es un accidente, vos no hacés el duelo como hacés en una enfermedad y lo violento de la situación es lo más traumático. La imagen que ves cuando te encontrás con la persona que amás sin vida es muy dolorosa. Supongo que con terapia se supera.
Yo me doy cuenta por determinadas actitudes en las que encuentro ira en mi persona que pueden estar atadas a ese suceso. Pero tampoco lo quiero vincular ni quiero culparla de lo que yo soy hoy. Porque yo soy lo que soy gracias a la educación que me dio y a la mujer que me hizo. Entonces, de los defectos me parece injusto culparla por esa decisión. Pero te digo que recién 20 años después pude volver a ver una foto de mi mamá. Eso no es curar, pero fue como desbloquear algo que estaba bloqueado.
“El otro día se lo decía a una persona que estoy defendiendo: ‘Ni se te ocurra pensar en quitarte la vida, porque le vas a hacer mucho más daño a tu familia. Ni se te ocurra’”
“Quien se quita la vida, le quita una porción de vida a quienes están más cerca”, dijiste en Abran cancha de FM Del Sol. ¿Se saca algún aprendizaje de un episodio así de trágico y triste?
Sí. Que ni nada de lo más terrible que te pase en la vida puede llevarte a que tomes una decisión así, porque vos arruinás la vida de todos los que están alrededor. Estoy segura de que ella no lo sabía, no lo pensó y —eso también lo he hablado con otros— en ese momento vos seguramente no pienses en nadie. No piensas en cómo afectás a los demás. Creo que ella, en la carta, dijo: “Yo con esto les saco responsabilidad y con eso ya está”. El otro día se lo decía a una persona que estoy defendiendo: “Ni se te ocurra pensar en quitarte la vida, porque le vas a hacer mucho más daño a tu familia. Ni se te ocurra”. Y en un momento dado, también aprendí a valorar el estar vivo, cosa que con el tiempo dejás de valorarlo.
Te recibiste de abogada en 2017, hace pocos años, considerando tu experiencia como comunicadora. Pero la facultad de Derecho la habías empezado en 1996, al mismo momento en que comenzaste a estudiar periodismo en IPEP. ¿Por qué dejaste la facultad?
La dejé en el 98 porque perdí un examen de Derecho Comercial. Nunca había perdido un examen, nunca me había ido a recuperación en ninguna materia. Siempre me había ido muy bien. Estudié muchísimo para ese examen y me preguntaron artículos de memoria. Y los perdí. Salí a la calle y dije: “Bueno, esto no es para mí”. Eso se llama no saber aceptar la frustración. Fue la primera frustración de mi vida, entonces no estaba preparada. Por eso hay que fracasar muchas veces. Recuerdo que a mamá no le gustó nada que dejara la facultad, cuando estaba en tercero.
Llevás 22 años dando cifras de estadísticas de los partidos de básquetbol en VTV con la producción de Tenfield. ¿Cómo se hace para renovar el entusiasmo año a año en esa tarea? Lo pregunto porque en todos esos años hiciste TV, te recibiste como abogada y empezaste a ejercer, hiciste radio en proyectos deportivos y no deportivos. Pero nunca dejaste de aportar datos en los partidos de básquetbol.
¡Una vida entera! Hice periodismo deportivo, programas no deportivos de tele, me recibí de abogada, hasta actué, y nunca dejé las transmisiones de básquet. Ah, y también fui la primera mujer que comentó fútbol en Uruguay (en realidad, creo que hubo una mujer antes, en los años 50). Eso me lo pregunto cada vez que tengo que ir a un partido. Y mil veces he dicho: “Ya está”, porque ese es mi techo. Yo no voy a hacer otra cosa. Y sé que va a ser mi techo siempre. Digo que es mi techo porque no me gusta comentar y mucho menos relatar (pobre gente la que me escuche). He comentado partidos, pero no es algo a lo que aspire.
Soy súper agradecida con la empresa que me dio la oportunidad. Es un lugar que me parece que es muy mío. Durante toda la vida me conocieron por “la del básquetbol” y “la que se peleaba con Sonsol”. Y después lo que pasa es que mi hijo empieza a jugar al básquetbol. Entonces, cada vez que digo: “Quiero dejar, ya está, no tengo ganas de llegar a medianoche a casa, cuando el otro día arranco a las 7 de la mañana y me tengo que ir a Lagomar”. Y me pasa que mi hijo empieza a jugar, empieza a crecer, empieza a tener minutos. Y dije: “Quiero hacerle la primera nota”. En mi primer año le hice una nota a mi padre en el ascenso de Verdirrojo, el cuadro con el que crecí porque vivía a una cuadra. Para mí eso fue un momento que lo tengo grabado. Y después mi hijo debuta y yo no le hice la nota porque apenas había jugado 30 segundos. Después juega en Urupan, en un [partido] televisado donde mete el triple en la hora, y yo no estaba. Y ahora se fue para España. Pero lo más probable es que vuelva y voy a seguir con la esperanza de que tenga un gran partido y poder hacerle la nota. Y ahí sí, capaz que doy un paso al costado.
En un partido tuviste un cruce fuerte con Alberto Sonsol, al aire. Sentiste que te ninguneaba como mujer, que estaba siendo machista. ¿Cómo recordás ese episodio?
Hubo muchos, pero uno muy recordado al aire, sí. Lo pasaban cada tanto en Bendita TV. Lo recuerdo con tristeza. Fueron momentos muy desagradables. Y sí, creo que tenían que ver con una cuota del ninguneo hacia el hecho de ser mujer. Hoy, nada de lo que pasó en esas oportunidades pasaría. Porque hoy tendría una condena social enorme y hasta una cancelación. Yo me la tuve que fumar, y tengo un carácter muy fuerte. Hoy es inimaginable.
Y eso es parte de todo el camino que yo siento que hemos ido transitando y que el feminismo ha ido construyendo, el respeto que hemos ganado. Capaz que sigan siendo machistas, pero saben que no lo pueden decir como antes sí.
“Los hijos [de Sonsol] me dijeron varias veces: ‘Son grandes, tómense un café’. Y Alberto tiene un carácter… Digo ‘tiene’ porque, para mí, sigue vivo, son esas personas que nunca se mueren, porque marcaron un hito”
¿Te llegaste a reconciliar con él?
Quedó un café pendiente. Nosotros estuvimos años sin hablarnos y, de hecho, no compartíamos mesa. Carlitos [Peinado] seguía comentando, él seguía relatando, y ahí yo me fui a nivel de campo. Y sí hacía estadísticas cuando estaba con Buysán y [Diego] Jokas. Los hijos me dijeron varias veces: “No sean pelotudos, son grandes, tómense un café”. Y Alberto tiene un carácter… Digo “tiene” porque, para mí, sigue vivo, son esas personas que nunca se mueren, porque marcaron un hito, un showman como él nunca va a haber. Mi admiración periodística hacia él va más allá de las diferencias personales.
Yo sentí que habíamos madurado los dos en el Antel Arena, en una final. Y pasó que yo estaba saliendo y él estaba por entrar al baño, me mira y me dice: “Nos tenemos que tomar un café”. Yo lo miré y le dije: “Claro que sí. Estamos grandes”. Fue la última vez que lo vi. Después lo vi en Polémica en el bar contando que tenía covid y después pasó lo que pasó.
¿En qué momento te propusiste terminar la carrera de Derecho y ejercer la abogacía?
En 2015. Yo creo que ya había salido de La brújula, en El Espectador, un programa que me marcó. Después me fui a hacer la mañana de Carve, y me sentía vacía. Sentía que algo me estaba faltando en mi vida y siempre tuve ganas de crecer. Retomé la facultad y dije: “No puedo dejar esto pendiente. No puedo, por un examen, haber perdido algo que para mí era mi vocación”. Volví y en tres años me recibí. Y como todos los que nos recibimos sin tener idea de qué podía pasar con la carrera, siempre apuntaba a que quería ser abogada penalista. Increíblemente, ni bien me recibo, estoy en Atlántida, me llama por teléfono un conocido y me dice: “Te estoy llamando porque mi primo quiere hacer un juicio por difamación, lo están ensuciando en las redes sociales”. Yo, recién recibida, le dije: “Llego a Montevideo y nos juntamos”. Fue la denuncia de violación a una chica en Valizas.
Había una vocación latente, dormida, en la abogacía…
Las películas que elijo ver tienen que ver con temas de la Justicia, con los juicios. Lo que pasa es que había que romper eso de volver después de grande, porque yo volví con 37 a la facultad. Mi hijo jugaba al fútbol, yo lo llevaba y estudiaba en la cancha, en Instrucciones, con la luz del celular, porque la luz de mi auto estaba rota, mientras mi hijo estaba entrenando a las 18:30. Todos tenemos que luchar por la justicia, cada uno en su ámbito.
“Luchar por la justicia” suena a frase de superhéroe…
¿Y para qué vivimos? La justicia tiene que ver con un montón de cosas, tiene que ver con ser buena persona, con tus amigos, ser buen hijo: eso es el concepto de justicia, no es la balanza, pero esa balanza tiene mucho que ver con el equilibrio y con el estado de derecho.
Como abogada has llevado adelante casos de impacto público. El primero es, precisamente, la denuncia de abuso sexual de tres jóvenes a una mujer en un camping de Valizas, en enero de 2019. En julio de 2020 los jóvenes fueron absueltos y, en febrero de 2021, en segunda instancia hubo otro fallo en el mismo sentido. Vos defendías a uno de los acusados. Ya ahí se da algo que después se terminó repitiendo en tu carrera: te empezaron a señalar como “defensora de violadores”.
Sí, no lo busqué, pero es el mote que lamentablemente me queda, cuando, en realidad, tengo en mi haber decenas de absoluciones y una sola condena. Cuando condena creemos en la Justicia, pero cuando no condena y absuelve en primera y segunda instancia, ahí la Justicia es “machista, patriarcal y se equivoca”.
“Acá basta una denuncia para que ya seas culpable, para la sociedad y la Justicia, porque el problema es dónde vos usás la perspectiva de género”
En Montevideo Portal, fuiste clara: “El uso de la perspectiva de género no puede pasar por encima de los principios del derecho penal”. Ampliame este concepto.
La protección de las víctimas es innegable. El que lo niegue es porque no entiende nada de las situaciones de violencia que se viven y de la vulnerabilidad de las víctimas. Pero es justamente el derecho penal, que es de última ratio, es el último lugar al que el Estado tiene que apelar porque va a ser lo último que tiene el individuo y sagrado que es la vida y la libertad. Y siempre tendió históricamente a proteger al reo. Por eso siempre las normas penales cuando aumentan no se ajustan para atrás. Si a vos te condenan por un homicidio y después la pena aumenta, no va a aumentar al condenado porque in dubio pro reo protege al reo. Y no debería nadie ser acusado sin la plena prueba —o la semiplena prueba para la prisión preventiva— que le permita al juez estar seguro de que está metiendo a la cárcel a alguien que no es inocente.
En aquellos delitos donde se aplica la perspectiva de género, se invierte en la carga de la prueba. Acá basta una denuncia para que ya seas culpable para la sociedad y para la Justicia, porque el problema es dónde vos usás la perspectiva de género. Vos no podés usar la perspectiva de género para una sentencia: vos tenés que usar la perspectiva de género para valorar la prueba porque “ah, era prostituta, entonces nadie la puede violar” (hemos visto fallos así); vos tenés que usar la perspectiva de género para proteger a la víctima o a la denunciante, pero después tenés que permitirle al denunciado que presente todas las pruebas que tenga, para demostrar que esa denuncia es falsa.
Y todo eso está vulnerado en los tribunales de familia especializados. Yo creo que ha cambiado un poquito desde el proyecto de ley de Lacalle, que lamentablemente quedó en un proyecto, pero eso llevó a que la discusión se hiciera pública. Hablo del proyecto que modificaba la Ley de Género que saca Lacalle Pou, en donde se instalaron en los medios estas conversaciones: de cuándo usás la perspectiva de género, de si se podía presentar prueba o no en los juzgados de familia especializado, si se puede usar la denuncia para sacar a un hombre de su casa para cuando un padre inicie un proceso de visitas y le hace una denuncia y deje por dos o tres años de ver a su hijo de 2, entonces cuando tiene 5 ya no sabe ni cómo se llama su papá.
Yo dudo de aquel abogado que dice: “Yo solo soy defensor de víctimas”. Nosotros somos abogados, podemos elegir el cliente, pero yo voy [a elegir] a quien le creo y apuesto a la verdad. ¿Me puede mentir? Por supuesto que me puede mentir, pero si yo encuentro un indicio que me hace decir que yo estoy defendiendo a un violador de un niño, no lo voy a hacer, porque no lo necesito. Entonces yo lo elijo. ¿Me puedo equivocar? Claro que sí. Creo que en la única condena que tuve a lo largo de mi carrera no me equivoqué, y está condenado un inocente. Tan es así que la sentencia dice: “probablemente haya cometido los hechos”, pero no puedo decir nada porque se condenó en primera instancia y por un Tribunal de Apelaciones.
Vuelvo a lo que te decía de la perspectiva de género. Se discutió mucho, se cambió mucho, pero también hay un negocio... Hay clínicas con determinadas psicólogas que siempre son las mismas tres o cuatro, que tienen historial de arruinar familias y de arruinar la vida a niños, con niños que no develan ninguna situación abusiva.
¿Vos creés que hay colegas tuyos que hacen “un negocio” con la Ley de Género, como le dijiste a La Mañana?
Estoy convencida de que hay un montón de organismos que se financian con dineros del exterior y que la única forma de seguir recibiendo financiación es que existan multiplicidad de denuncias. Es un negocio, lo veo. Tengo un caso ahora: venía hace un año negociando un convenio en el que la mamá quería que el padre pasara 15 días con los niños y el padre decía: “Yo tengo que trabajar, hagámoslo paulatino”. Hubo discusiones entre abogados buscando un convenio. Cuando se inició el proceso de visitas, la mamá apareció a decir que un día haciéndole cosquillas, el padre le habría tocado la cola. ¡Oh casualidad!, cae en manos de los mismos profesionales de siempre, y de las mismas psicólogas que siempre acompañan a esos profesionales, y que están vinculados también a financiación de organismos internacionales. Cuando empezás a investigar, y vas a España o Argentina y mirás el observatorio de falsas denuncias, hay muchos abogados en ese negocio.
Volviste a tener una opinión similar cuando el caso de una denuncia de abuso sexual a una mujer a la salida de un boliche en el Cordón. ¿Nuevamente tenías la certeza de que los jóvenes eran inocentes y se trataba de una denuncia falsa?
Sí, a mí me llamaron para defender ese caso y no lo quise agarrar, porque yo venía del caso de Valizas y en ese momento pensé: “Yo no me quiero restringir solo a este tipo de defensas”, cosa que, después, en definitiva, pasó. Eso fue 2021. A mí me habían mandado los audios y los videos, yo los conocía. ¿Si tenía la certeza de que eran inocentes? No. Primero, siempre todo el mundo es inocente. Yo creo en la inocencia, hasta que las pruebas me demuestren lo contrario. Como había conocido elementos probatorios de ese caso, me generó grandes dudas. Me generó dudas y me dio la sensación de que si la Justicia actuaba como tenía que actuar, tenía que demostrarse la inocencia de los chicos.
“Hay gente que quiere ser más papista que el papa, que le gusta ser políticamente correcta, que le gusta quedar bien con grupos de poder o está altamente desinformada. No sé qué es peor: si ser un mandadero o si ser un desinformado”
En ese caso, en febrero de 2022, le apuntaste a colegas. Dijiste: “Nadie puso el ojo sobre los periodistas que afirmaron que era una violación”. ¿Por qué creés que pasa esto? ¿Porque la voz de la mujer como presunta víctima tiene más credibilidad que la de los presuntos victimarios hombres?
Yo creo que hay gente que quiere ser más papista que el papa, que le gusta ser políticamente correcta, que le gusta quedar bien con grupos de poder o con sectores políticos. O que está altamente desinformada, que todavía es más grave en un periodista. No sé qué es peor, si ser un mandadero de algún sector o si ser un desinformado.
Pero voy más acá, con el tema de Operación Océano. Hubo un periodista que publicó los nombres de todas las personas inocentes y encima los calificó de “pedófilos” [N. de R.: se refiere a Antonio Ladra]. Varios quisieron hacerle un juicio; yo no le hago juicios a colegas. Pero creo que hay cosas que hay que ponerlo en freno. Somos periodistas, no somos impunes. Y son personas las que están del otro lado. Sería bueno que nadie escupiera para arriba porque le pasa al hijo, al tío, al primo o al sobrino de cualquiera.
En cifras o términos porcentuales, ¿cuán comunes son las denuncias falsas de mujeres contra hombres, ya sea para quitarles dinero o alejarlos de sus hijos? ¿Son excepcionales?
Primero, nadie va a subvencionar un observatorio de falsas denuncias en este país. Segundo, precisás mucho tiempo. Los expedientes no nos pertenecen, no son públicos los expedientes de familia especializada. Y tercero, que a veces son denuncias falsas o a veces son denuncias, porque hay gente que no lo hace ex profeso. Capaz que una madre que tuvo alguna experiencia traumática en su vida ya piensa que un padre que limpia a una hija es un acto sexual. Se lo prohibió durante todo el tiempo que estuvieron casados, y cuando el padre tiene visitas y la limpia porque tiene 3 años y hay que enseñarle a limpiarse, para esa madre eso es un toqueteo que no tiene que ocurrir. Así hay muchas.
Yo no te puedo decir el porcentaje, te puedo hablar de mi experiencia. He tenido de los dos: muchísimos casos de hombres denunciados con mala intención y ex profeso para cortar el vínculo con sus hijos o para sacarlos de su casa y quedarse con sus bienes. Muchos, muchos, muchos, muchos. Te puedo decir que son la mayoría de los que tengo y he tenido. Y también he tenido muchas mujeres que se han sentado a decirme: “Estuve 20 años casada, me cagó mil veces veces, ya no lo aguanto más y ahora todavía me retacea la plata. Le quiero hacer una denuncia para que se vaya”. Yo les contesto: “Estás en la oficina equivocada, te puedo dar nombres de colegas que te van a hacer esa denuncia”. Y no me dan los dedos de las manos para contar casos similares.
O casos en que me decían: “Yo me emborraché, consumimos drogas y cuando empezamos a tener sexo me parece que en algún momento le dije: ‘pará’”. “¿Y por qué lo querés denunciar?” “Porque desapareció y no me llamó más.” Gente enferma hay en todos lados. Creer que las mujeres siempre vamos a decir la verdad me parece de un nivel de precariedad intelectual... Parece que no somos mentirosas, no somos despechadas, y todos los hombres son violentos.
Yo creo que hoy el principal delito en Uruguay, si se hicieran cifras, sobre lo que más denuncias se reciben es sobre violencia doméstica. Sin dudas es un problema en el que hay que trabajar. Y hay que cambiar las cabezas de los hombres, y el paradigma en el que nos criamos todos. Ahora, que todos los hombres estén viviendo en la cuerda floja, pendientes de que una mujer no se enoje y lo denuncie por violencia simbólica, violencia patrimonial, por violencia verbal, cuando después ves los celulares y te encontrás con… Mirá, tengo un caso en el que ella le decía: “Hacete coger, puto reprimido”, y él le contestaba: “Dale, ok”. Ella lo denuncia por violencia y llevé un bibliorato con 300 hojas de mensajes de pruebas de insultos y amenazas de ella a él de prenderle fuego a la casa.
Volviste a defender hombres acusados de retribución o promesa de retribución a menores para que ejecuten actos sexuales o eróticos, en el caso Operación Océano. De hecho, fuiste fuente de consulta para mi libro Sugar daddy, la trama de la Operación Océano (2020). Cuatro años después del comienzo de esa investigación que tuvo unos 33 imputados, menos de un tercio fue sentenciado culpable, ¿no?
De 33 imputados, hubo 13 sobreseídos o archivados, fueron 11 a juicio y solo nueve firmaron juicios abreviados. Reconocieron su culpabilidad, no transitaron el juicio y muchos de ellos, uno específicamente, que es amigo mío, lo hizo porque sabía que iba a estar tomando mate en la calle antes de que empezara el juicio, y lo decidió con su abogado. Tenemos grandes problemas con los abreviados… Las propuestas de los abreviados eran de penas que carecían de sentido: el problema no era la pena, el problema es asumirlo.
La pregunta es: ¿cuáles son tus grandes conclusiones sobre un caso que fue emblemático?
Y seguirá siendo emblemático porque hay 11 personas que van a ir a juicio. El juicio todavía no empezó, el auto de apertura está por largarse en estos días. Yo comencé en Océano con un imputado que fue sobreseído. Y después me invita [el abogado] Paul Pereira Schurmann a sumarme a la defensa de las cuatro personas que él defendía. Yo creo que la Fiscalía cometió, de la mano de Darviña Viera, un error gigante que fue acumular una causa, hacer una megacausa. Inicialmente se hablaba de “una red de explotación sexual”, vos te acordarás bien… Se buscó generar el impacto público de “los pedófilos”, como dijo el colega, y escracharlos por todos lados. ¿Por qué? Porque “eran gente de poder”. Y sí, si le están pagando a una chica que cobra 300 o 400 dólares, seguramente el almacenero de la esquina no lo puede hacer. Y era eso lo que se aspiraba. Fue un error haber hecho un juicio de esa magnitud. Hubo gente que tendría que haber quedado afuera mucho antes.
“Yo tendría que estar dentro del grupo ‘hermana, yo te creo’, y devastar el estado de inocencia. Alguien me dijo: ‘Hay machos que pueden defender a sus congéneres’; eso es excesivamente fascista, además de no ser nada sororas”
Has recibido duras acusaciones por tu rol como defensora de hombres acusados de abuso, incluso al aire. Has protagonizado algunos cruces fuertes, como en Polémica en el bar, cuando la politóloga y especialista en género Soledad González te dijo: “Le estás cuidando el dinero a los violadores”, cuando discutían sobre la reparación de 12 sueldos del culpable a la víctima. A esto hay que sumarle que días antes habías sido increpada por una mujer al salir de una cancha. Esa mujer también dijo que “defendés a violadores”. Es curioso porque te acusan de no ser sorora con mujeres presuntamente víctimas, y te insultan mujeres a viva voz demostrando falta de sororidad. ¿Por qué pasa eso? ¿Porque no se entiende el rol de los abogados profesionales y que toda persona merece defensa? ¿Se parte de la base de que si hay una mujer que denuncia ser víctima, solo por ser mujer no miente?
Todo eso junto. Parece que hay que decir: “Hermana, yo te creo”. Yo tendría que estar dentro del grupo de “hermanas, yo les creo”, y devastar el estado de inocencia que rige en el estado de derecho. Pero no soy una fascista. Creo que las personas que piensan así y que entienden que hay personas, según el delito que cometen, que no merecen defensa o, como me dijeron, que “hay machos que puedan defender a sus congéneres”. Son excesivamente fascistas, además de no ser sororas, de no respetar el derecho al trabajo de una mujer y de que quieren hacer lo mismo de lo que se quejan.
Nos quejábamos de que había reductos casi inexpugnables para las mujeres. El derecho penal era uno. Ahora entra una mujer, pero solo podés defender mujeres, porque si no sos “una machista con la venda en los ojos que defendés a los violadores”. Es de un nivel grosero de poca empatía. Y segundo, de un fascismo altamente preocupante. El tema es que son siempre las mismas, entonces ya no me preocupan.
Actualmente, defendés al profesor Sebastián Mauvezín, señalado como quien le facilitaba menores al exsenador Gustavo Penadés para que este tuviera encuentros sexuales con ellos. Vos siempre decís que no podés defender a alguien si no creés antes en su inocencia. ¿Por qué deberíamos creer que Mauvezín es inocente?
Yo no pretendo que crean los demás que es inocente, porque, además, no conocen las evidencias. Ahora, si la pregunta es por qué yo le creo [a Mauvezín], te contesto que le creo porque él me llamó hace un año, me pidió que me incorporara a su defensa, a lo cual le dije que no, porque era una simple espectadora y me olvidé de mi profesión y creí lo que los medios me vendían. Él ya en ese momento me juró que eso no era así.
¿Alcanza con que te juró que era inocente?
No, no. Pero si alguien te jura tiene que ser muy tonto, porque después sabe que nosotros vamos a acceder a su teléfono, a su computadora, entonces cae muy fácil ese juramento. Después, cambió la defensa de Penadés. Yo tengo una excelente relación con Laura Robatto [abogada de Penadés junto a Homero Guerrero]. Laura me dijo cosas que me convencieron de que yo tenía que incorporarme a la causa. Y me incorporé a la causa hace un mes junto a Rosana Gavazzo. Y cuanto más conozco la carpeta fiscal y el disco de cuatro teras, más convencida estoy de que esto es una causa armada.
¿Armada contra Penadés y Mauvezín?
El problema es que las víctimas que declaran, las que no vinculan a Mauvezín, todas prescribieron. La fiscal dice que los delitos sexuales no prescriben porque son delitos de lesa humanidad, que son delitos de trata. Esa es otra discusión dogmática en la que estamos convencidos de que tenemos razón. Todos los delitos prescriben. No es que puedes hacer nacer un delito 20, 30 o 40 años después. Lo que no significa que efectivamente no haya estado con menores. Yo no sé si estuvo con menores. Yo sé que estas personas que declaran del 90, del 95, todas lo hacen con identidad reservada.
Respecto a Mauvezín, hay dos grupos de denunciantes. Los del 90 y 95, Romina [Celeste Papasso] y [Jonathan] Mastropierro, cuando Romina tenía identidad de varón con 13 años. Estamos hablando del 2003 o 2004. Ese es un grupo. Y el otro grupo son chicos de entre 14 y 17 años, B, D, I, H, que supuestamente Mauvezín se encontró con uno que salía de jugar al fútbol y él los encara en la calle. Les dice que quiere proponerles jugar un campeonato en una iglesia. Uno o dos, porque se contradicen en las declaraciones, le dan el teléfono y Mauvezín les dice que en realidad era para hacer una changuita. Solo uno tenía teléfono. No hay ninguna prueba objetiva en el celular de Mauvezín ni en ningún lado de que hayan existido esas charlas. Me llama mucho la atención a mí que adolescentes no tengan teléfono. Podés haberlo perdido, pero tenés una nube con un mail. Es raro…
¿Creés que Penadés es inocente?
No soy su abogada, no estudié la carpeta de Penadés. Yo defiendo a Mauvezín y hay un error enorme, que es pensar que Mauvezín no firma un abreviado, porque convengamos que si firma un abreviado ya se va para la casa. A [Rosanna] Gavazzo y a mí nos dijeron: “qué mal lo que le hacen al pobre Mauvezín, no lo dejan firmar un abreviado para que no inculpe a Penadés”. No, Mauvezín no firma un abreviado porque ¿cómo va a reconocer algo que el tipo dice que no hizo? Vamos a ir a juicio contra estas personas que no conocemos su identidad, no conocemos su fecha de nacimiento, no les conocemos la voz. Y lo que sí está claro es que Mauvezín con la trama no tuvo nada que ver.
Tres de noviembre de 2023, Hebraica vs. Peñarol. Estabas trabajando en la transmisión y te emocionaste al aire porque debutaba tu hijo [Camilo] con la casaca aurinegra. De nuevo: antes tu padre, luego tu madre rompe bolsa en una cancha de básquet y, décadas después, ves debutar en Primera a tu hijo...
Ay, lo extraño horrible (se emociona). Hace meses que no lo veo. Y ahora es la primera vez que lloro desde que se fue a España a probarse en un equipo. Lo de Camilo es resiliencia pura. Camilo tuvo una operación de meniscos y el doctor que lo operó me dijo: “No va a poder hacer más deporte”. Él jugaba al fútbol y al básquetbol. Al fútbol en Wanderers y al básquet en Biguá. Y me dice: “En todo caso si quiere hacer algún deporte, que haga fútbol, que es de menos impacto”. Y él dijo: “No, yo voy a jugar al básquetbol”. Y después hubo otros médicos que dijeron: “No le sacaron todo el menisco, puede jugar”. Pero él no lo sabía y asumió el riesgo de tener una artrosis a los 25 años o de tener que hacerse un implante de meniscos en el exterior. Ahora está jugando en España, pero lo estoy esperando...
¿Sos feliz?
Antes de dedicarme 14 horas a esta profesión, siempre dije que sí. Hoy te puedo decir que son momentos de felicidad y muchos momentos de angustia y tristeza.