Por César Bianchi
@Chechobianchi
Fotos: Javier Noceti / @javier.noceti
El carismático doctor Bartolomé Ángel Grillo (86) no se caracteriza por escatimar en palabras elogiosas para consigo. Para disimularlo, suele hablar en tercera persona de sí mismo como algunos futbolistas. Dice que, ya de joven, “el 1 de todas las arterias del cuerpo era Grillo” o que “menos mal” que a la República de Parva Domus “la agarró Grillo” hace 15 años, porque había muchos oportunistas en la zona. También que ni bien empezó a destacarse, él mismo tuvo que atender a sus profesores de facultad.
Pero se lo perdona, porque tiene sobrados motivos para enorgullecerse de su carrera, abundante en reconocimientos. Su currículum vitae tiene 16 páginas, y su secretario personal dice que es imposible de reducir a dos o tres. El encabezado dice: “Médico. Prof. Adjunto de la Facultad de Medicina. Neurorradiólogo. Radiólogo vascular. Tomografía computada. Angiología terapéutica”. Ha presentado 120 trabajos de investigación científica, y publicó 60 de ellos.
Hay una investigación que lo catapultó al estrellato: un día de 1985 se le dio por viajar a la Antártida a investigar a los pingüinos, en procura de combatir la arterosclerosis. Allá, usando los calzoncillos largos de su padre, advirtió que los pingüinos se alimentaban con krill, un pequeño crustáceo, y que este tenía omega 3. Las propiedades del omega 3 de krill, dice, son superiores a las de omega 3 de pescado: mantiene la sangre más fluida, es anticoagulante; disminuye el colesterol malo, aumenta el colesterol bueno, y es un gran antiinflamatorio.
Dos veces Premio Nacional de Medicina (1979 y 1990), Ciudadano Ilustre de Montevideo (en 2019) y a días de obtener un sello del Correo en su honor, “Lito” Grillo se hace el tiempo para presidir la República de Parva Domus, concurrir al Rotary (entre otras fraternidades), acompañar a Peñarol y cuidar amorosamente a su esposa. Con 86 años, dice que el Vitalkrill que mentó le permitió ganar en salud y felicidad.
¿Sabe por qué sus padres eligieron llamarlo Bartolomé?
Porque mi abuelo se llamaba Bartolomé. Un día, almorzando, le pregunté a mi papá por qué me puso Bartolomé, que no me gustaba. Y me dijo: “Se levanta y hoy no almuerza con nosotros, se va a su dormitorio”. Calladito me fui. De esto hace como 70 años.
¿En qué momento advirtió que tenía una vocación por la medicina?
Tenía tres vocaciones: ingeniero naval, medicina o torero. A mí, la labor del torero me entusiasma mucho, voy habitualmente todos los años con mis hijos a ver corridas de toros. Llegué hace 20 días de la Feria de San Isidro en Madrid. La tauromaquia es una de las cosas que me apasiona, a pesar de ser de raza tana. Como no pude ser ingeniero naval, ni pude ser torero, me dediqué a la medicina. Además, siempre desde chico fui investigador, preguntando, buscando.
Usted es un cirujano especializado en neurocirugía y angiología intervencionista, una especialidad que se ocupa del interior de las arterias. Explíqueme usted en qué consiste su especialidad…
Iba a ser otra especialidad, pero estaba en el Hospital Pasteur y empecé a ayudar a los que hacían neurorradiología, [Lorenzo] Pérez Achard y [Eduardo] Vigil, que hacían las arteriografías por punciones directas de las carótidas, antes de hacer los cateterismos. Un 13 de junio, me dicen: “Mirá, podés hacerlo”. Y me fue muy bien con el paciente. El 14 de junio, que era mi cumpleaños justo, no me salió nada con un paciente, entonces me dijeron: “Toda una vida estuvimos trabajando nosotros, ¿y vos en dos días querés aprender a hacerlo?”. De ahí hasta hoy [pasé] haciendo arteriografías, pretomografías y prerresonancias. Los diagnósticos los hacíamos por punción directa de la aorta, de las carótidas o de las femorales, antes del cateterismo, y por esa inyección de contraste y sacar placas, por medio indirecto, hacíamos los diagnósticos, que llevaban horas y te irradiaba mucho. Hoy, con la tomografía y la resonancia, todo eso prácticamente desapareció.
Entonces, me dediqué a la neurorradiología, que era el diagnóstico, sobre todo, de la parte neurológica por punciones arteriales. Después de eso pasé a todo el árbol arterial de todo el cuerpo y me hice famoso. En ese momento, el 1 de todas las arterias del cuerpo era Grillo.
Comencé después a hacer cateterismo con catéteres muy duros, muy gruesos, de la época, pero igual las cosas se hacían, e incluso hice técnicas propias de las cuales una era tapar las arterias con grasa del mismo paciente, que es una técnica mía. Por ejemplo, los tumores que sangran mucho: taparlos antes. O sea, ir al caño a tapar para que, si el cirujano operaba después, no tuviera sangre. De tal manera que desde ahí ya no me bajé más.
“Me dediqué a la neurorradiología, que era el diagnóstico de la parte neurológica por punciones arteriales. Después pasé a todo el árbol arterial de todo el cuerpo y me hice famoso. En ese momento, el 1 de todas las arterias del cuerpo era Grillo”
Hice neurorradiología, neurocirugía. Hasta que un día en la Universidad [de la República] no se permitía tener varias cosas y yo tenía incluso el material quirúrgico que había comprado; lo vendí y me dediqué solamente a la angiología. La angiología es el estudio de las arterias para tener un diagnóstico. Hoy, el tomógrafo y el resonador han limpiado mucho de eso. De tal manera que hice angiología diagnóstica, y después pasé a angiología terapéutica. Y hoy soy angiólogo intervencionista, soy el que hace intervenciones por dentro de las arterias o por dentro de las venas.
También es científico. Su mayor logro como investigador es haber descubierto, en 1985, las cualidades del krill, un crustáceo que habita en aguas heladas, rico en omega 3. ¿Qué lo llevó a viajar a la Antártida para investigar? ¿Cuál era el propósito de aquella investigación a mediados de los 80?
Como yo estaba todo el día dentro de las arterias, tanto diagnosticando como interviniendo en las arterias, se me ocurrió que la arterosclerosis, la angiosclerosis, lo que ocluye las arterias, no tenía un diagnóstico correcto. Entonces dije: “Podemos ir a la Antártida y estudiar a los pingüinos”. En el mundo se estudió a la paloma, la gallina, el gallo, el perro, el gato, pero el pingüino no se había estudiado.
¿Fue un pálpito suyo, o lo había estudiado y había otros autores que señalaban la conveniencia de estudiar a los pingüinos?
Fue un pálpito mío, sí. Se me ocurrió ir hasta allá, fui a hablar con el general [Ricardo] Galarza del Instituto Antártico, y ahí arrancamos. La idea fue buscar la etiología de la aterosclerosis, el porqué de la enfermedad arterosclerosis, que es la enfermedad que mata más en el mundo, la que ocluye las arterias, la grasa y el colesterol que tapa las arterias.
¿Y usted estimaba que en la alimentación de los pingüinos podría estar la clave?
No, se me ocurrió estudiar el pingüino y cuando empezamos a estudiar el pingüino en la Antártida —fui con los calzoncillos largos de mi viejo porque no teníamos ropa adecuada— fuimos primero en una carpa, después los wanigan, que tratamos de armar nosotros. Los wanigan son los refugios donde vos vivís en la Antártida; es como una heladera, pero la heladera guarda el frío adentro y el wanigan guarda el calor adentro y el frío afuera. Es un lugar habitacional, como un container. Entonces armamos los primeros wanigan. En 1985 íbamos en el Fairchild, en el hermano del que se cayó en los Andes, lleno de tanques de bencina adentro, tirados arriba los tanques…
Yo fui a estudiar el pingüino —que nadie lo había estudiado— en un lugar inhóspito, con una alimentación especial y ver qué pasaba, para atacar la arterioesclerosis, la enfermedad que más mata en el mundo. Eso fue ocurrencia mía. Por supuesto tengo colaboradores que fueron igual o mejores que yo después, por supuesto, pero la idea fue mía.
¿Junto a quién desarrolló la investigación? Porque no lo hizo solo…
El profesor Walter Alayón, que sigue estudiando conmigo. Es un médico patólogo, que sabe mucho de esto. Y con Freddy Terra, un doctor joven que nos ayudaba y trabajaba. Terra tenía la juventud que se necesita, tanto para alimentar a los pingüinos, agarrarlos, traer pingüinos, alimentarlos acá, cambiarles la dieta. Después hicimos experiencias con conejos.
¿Se trajeron pingüinos desde la Antártida?
Sí, sí, trajimos. Cosas que no se podían hacer, pero bueno... También hicimos una experiencia con conejos. Les dimos de comer a los conejos que comen pellets (cosas secas, húmedas), y les dimos krill. Por ese trabajo con los conejos nos dieron un premio, porque les hicimos de comer a los conejos algunos pellets con krill y, a otros, pellets con grasa. Y en el experimento mostramos que los que comían con krill tenían mucho menos grasa que los que comían con grasa.
“Yo fui a estudiar el pingüino (que nadie lo había estudiado), en un lugar inhóspito, con una alimentación especial y ver qué pasaba, para atacar la arterioesclerosis, la enfermedad que más mata en el mundo. Eso fue ocurrencia mía”
Estábamos autorizados por el SCAR [Comité Científico de Investigación Antártica, por su sigla en inglés], que permite hacer las experiencias. Y Greenpeace estuvo ahí mirando. Operamos a los pingüinos. Les hice arteriografía (como al ser humano) al pingüino en la Antártida. Todo eso está publicado. Al operarlos, vimos que la alimentación fundamental del pingüino era el krill. El mundo miraba el krill por sus proteínas y nosotros encontramos el omega 3 de krill, que, hoy, para mí, es mucho más efectivo que el de pescado.
El krill antártico, con el que se alimentan los pingüinos, es rico en omega 3, descubrió usted. Patentó un extracto único en el mundo para el consumo humano (Vitalkrill). ¿Qué es el Vitalkrill y cuáles son sus propiedades? ¿Y cuáles son las bondades del omega 3?
El Vitalkrill ya no es más mío, se lo vendí al laboratorio Roemmers. Eso que encontramos nosotros es lo que otros autores encontraron en los peces (el omega 3); yo digo que el de krill es más efectivo porque tiene xantina y fosfolípidos. Y las propiedades son brutales. Primero, no tiene contraindicación porque es una grasa, no es un medicamento. Es una grasa buena, no es medicamento. Segundo, la dosis. Hoy está un poco discutido si hay que tomar una, dos o tres cápsulas. Todos dicen una o dos cápsulas, yo tomo tres desde que lo descubrí, prácticamente todos los días. Lo tomo en cualquier momento del día. Y las propiedades: mantiene la sangre mucho más fluida, es anticoagulante; disminuye el colesterol malo, aumenta el colesterol bueno, y es un potente antiinflamatorio.
Y hoy, en medicina, la gran cantidad de patologías, desde el cáncer y todas las patologías que hay, tienen un componente inflamatorio, sin lugar a duda. Quiere decir que las propiedades, sumadas a lo antiinflamatorio, que es el omega 3, abarca patologías de una gran cantidad de enfermedades. No digan que yo curo el cáncer, sino que mejoro la situación del cáncer o de las demás patologías. El omega 3, sin lugar a dudas, lo hace.
¿Por qué es bueno que lo consuman las mujeres embarazadas?
La mujer está mucho mejor para el parto. El cerebro del niño necesita omega 3, y como el feto no se alimenta, si la madre se alimenta con omega 3, le pasa por la placenta. Ya está comprobado que, ese chico o chica, después de que fue alimentado por la madre, en las mamaderas, por ejemplo, ya está comprobado —por otros autores, no por mí— que ese niño no repite los primeros años de escuela, se desarrolla mejor intelectualmente, y tiene un mejor estado físico del cerebro.
Empezó a investigar en 1985 —plena restauración democrática— y terminó su investigación tres años después, en 1988, tras varios vuelos a la Antártida. ¿Cómo recuerda el momento en que comprobó que había culminado una investigación científica que sería fundamental para la medicina uruguaya y mundial?
Sentí una sensación de tranquilidad, de haber hecho las cosas bien, pero nada más. Sabía que habíamos dado un paso trascendental en el futuro, y sigo pensándolo ahora. Aquella fue una sensación de tranquilidad, un impulso para seguir investigando, y que estábamos en una dirección correcta, porque somos científicos muy serios, decimos la verdad y todo lo que mostramos es lo que encontramos. No hay mentiras, no hay alteraciones.
Vimos que el krill tiene omega 3 y sirve para todo lo que es arteriosclerosis, para el recién nacido, para la patología de todo lo que es vascular, para toda la patología que es cáncer o sida. El omega 3 no cura, pero mejora el estado general [de la persona] porque estimula el aparato inmunológico y es antiinflamatorio, eso es fundamental.
¿Cómo se fabrica el extracto de krill?
Nosotros hicimos experiencias, hasta en polvo. Yo llevé una valija entera de polvo de krill a Europa, en épocas en que se podía. Hoy voy preso, porque aquello parece cocaína pura (aunque con olor a pescado). Yo pasé al avión sin ningún problema, porque además, en ese momento, yo era vicepresidente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y en Francia había unos tipos que querían estudiar esto y yo llevé una valija de polvo blanco, hecho por nosotros. El krill se pesca, hay que sacarle la cáscara y los ojos porque tienen propiedades cancerígenas y queda el cuerpito del krill, que es con lo que hicimos el polvo. Después yo estaba en Ginebra y para llevarlo a Francia, cuando pasé por las aduanas, pasé con la valija así, y allá no te controlan, pero ta…
Lamentablemente no pudimos llegar a mucho más tampoco en eso, pero el sacrificio lo hicimos, algo hicieron y estaban interesados. El polvo salió a la venta y se vendía brutalmente, eso tenía proteínas, entonces los pacientes decían: “Doctor, ¡me levanto con tremenda energía!”. Claro, eran inyecciones de proteína. Era una empresa muy chica la nuestra, conmigo y mi hijo. Después, otro laboratorio fabricó aceite y vendimos aceite de krill, hasta que no pudimos más, porque económicamente era caro conseguir el krill. Es caro, porque la pesca del krill hoy en día hay radares, hay islas de krill. Se pesca de dos maneras: una se absorbe con aspiradoras, se va el agua y el krill se deja, y otro con redes muy finitas porque es chiquito. Hoy hay barcos brutales que lo pescan y lo limpian.
Hace más de 25 años usted dio una charla en lo que hoy es el teatro Carlos Scheck, en plaza Cagancha, y avisó: “Dentro de unos años, el omega 3, esto que encontramos en los pescados, estará en el pan, en la leche, en todos los alimentos. Ahora se ríen, pero ya van a ver”. Y fue así nomás...
Lo intenté poner en el tabaco, en bebidas hay en algunos lugares (no puesto por mí). Yo hice experiencias con pan, se vendió pan con omega 3, pero como siempre tenés que tener empresas atrás: no prosperó. Y lo que se sigue vendiendo, que es un invento mío también, son los huevos con omega 3; eso es mío, fui premiado por eso también. Y la leche también, lo puse en Parmalat. Y de esa forma llega a mucha gente, es masivo.
¿Es cierto que en 2017 tuvo una entrevista con el papa Francisco, y él le contó que consume omega 3 de krill?
Sí. Yo me enteré que se alimentaba con omega 3 de krill. Le mandé todos mis trabajos, me mandó una carta felicitándome y diciéndome que rezara por él. Le contesté que por supuesto, y le dije que yo iba a viajar a Italia, para dar una conferencia en Florencia, que si me podía recibir. Me recibió, y tengo una foto con él. Él toma omega 3 de krill en el desayuno, se lo manda su médico de cabecera.
¿Cuántas veces ha viajado a la Antártida?
Puf, no las conté. Más de 20. Y al Polo Norte también fui.
En este gobierno viajó junto al presidente Lacalle Pou a la Antártida, pero tengo entendido que una vez viajaba con el expresidente Lacalle Herrera en un Hércules hacia el Antártida, y casi se cae el avión, ¿puede ser?
No, se salió el techo del Hércules. Cada tanto nos reunimos los que nos salvamos de ese viaje, en el último año de gobierno del doctor Lacalle. Íbamos en el Hércules, salimos de Punta Arenas y antes de llegar a la Antártida voló parte del techo. Daniel Olmedo, el piloto, que es amigo mío, bajó de 8.000 metros a 1.500 metros, dio vuelta y retornamos a Punta Arenas. Fueron cinco horas sin un pedazo del techo, y hacía un frío tremendo.
“El krill tiene omega 3 y sirve para todo lo que es arteriosclerosis, para el recién nacido, para la patología de todo lo vascular, para toda la patología que es cáncer o sida. El omega 3 no cura, pero mejora el estado general porque estimula el aparato inmunológico y es antiinflamatorio”
En un momento dado, el Cuqui Lacalle dijo: “Los de abajo deben estar muy contentos, porque se va a mover de escalafón”. Iban el presidente de la República, los ministros y todos nosotros, iba el embajador de Estados Unidos también. Voló, bajó a 1.500 metros, más o menos, dio vuelta y apuntó a Punta Arenas de vuelta. Empezamos a ver tierra después del mar, y yo le dije a Olmedo, el piloto: “¿No te gusta tirarte aquí?”. “No, no, venimos bien, aquí no tenemos mucha experiencia y hay mucho viento; mejor seguimos hasta Punta Arenas”. Llegamos a Punta Arenas y él dijo que eso había volado. Cuando subió al techo del avión, había quedado como una lata de sardinas, todo contra el lugar que comanda el avión. Si volaba realmente eso, nos moríamos. Quedó ahí pegado. Él creía que había volado, y no, había quedado todo contra el comando. De tal manera que, como no nos tocaba ahí, estamos aquí contando el cuento.
Ahora hay C-130, hace poco fui con el presidente Lacalle Pou, que va directo a la Antártida. El de ahora no es más moderno, pero es más grande y tiene más autonomía. Pero antes, íbamos en el Fairchild, el “hermano” del que quedó en los Andes, lleno de tanques de bencina adentro, una bomba en el aire…
¿Qué tan hincha de Peñarol es?
Yo puse la bandera de Peñarol en la Antártida. Hice un partido de fútbol entre pingüinos: les puse a unos con la camiseta de Peñarol y jugaron contra “Wanderers”. Eso está documentado. En el Polo Norte puse la bandera de Peñarol y un japonés me preguntó de qué país era. “De la República de Peñarol”, le dije. Esas locuras las hice.
Usted fue el médico personal del contador José Pedro Damiani, histórico presidente de Peñarol. Alguna vez me contaron que, en su último año de vida, el contador fue obligado por los médicos a dejar el whisky y el habano, y lo hizo, y poco después su salud comenzó a empeorar. Cuando parecía que agonizaba, él pidió volver a tomar buen whisky y fumar sus habanos, y por un tiempo su salud mejoró... ¿Esta anécdota es verídica?
No me consta. Mirá, un día me llaman de noche, urgente, para que viera a Damiani en la casa, como amigo médico. A mí no me gusta hacer eso, porque mi especialidad no es para ver pacientes a domicilio. Insistieron tanto que fui. Entonces lo revisé y le dije que del corazón no tenía nada. “Pero tiene que internarse ya mismo”, le dije. No quería saber nada de eso. Tenía que internarse, porque estaba tirado en la cama y no sabíamos que tenía. Les dije a los médicos: “Hay que hacerle una ecografía abdominal ya”.
Tenía un riñón trófico y el otro con un cálculo. Como tenía el cálculo tapando el caño, el riñón estaba así de grande y estaba por dejar de orinar. Le dije al urólogo [Luis] Bonavita que había que pincharle el riñón, ponerle un tubo y sacarle la orina. Le pinchan el riñón, le ponen un tubo, en dos días el riñón se achicó, orinó por el tubo y lo operaron para sacarle el cálculo. Ese riñón se achicó, entró a funcionar sin problema, el otro trófico lo tuvo trófico toda la vida, y a los 15 días voy al palco [del Centenario] y ya estaba él ahí, hablando para ir a las carreras, sin sobretodo. “Ya estoy bien”, decía él. Eso fue cuando se salvó de su cálculo renal, que era la enfermedad que tenía. Vivió 15 años más, fumando y chupando.
Después, cuando empezó a envejecer más, fumaba menos, pero además se le daba el whisky con agua, diluido. Él no le decía whisky al whisky. Decía: “¿Va a operar usted?”. “No, contador”, le decía yo. “Bueno, póngale color al hielo al doctor”, le decía a un secretario. ¡Fumaba habanos dentro del Sanatorio Americano! Y se hacía llevar su propio whisky por su enfermero privado. Era todo un personaje.
Fue vicepresidente de Peñarol desde principios de siglo hasta 2007…
Estuve hasta que falleció el contador. Llegó el hijo [Juan Pedro Damiani] y no seguí. Mirá, había 15 fotos de todos los nietos en la casa, y la foto conmigo estaba en el medio. La esposa del contador decía: “Gracias a aquel (y señalaba al cielo) y a este (señalaba mi foto) vive José Pedro”. Y el contador, a los gritos, me preguntaba si yo me acostaba con su mujer, porque vivía diciendo que gracias a Dios y a mí él estaba vivo.
¿Cómo recuerda esos años en el club aurinegro? ¿Hubo más ganadas que perdidas o al revés?
Yo la pasé muy bien al lado del contador, porque, además, era su médico personal. Era muy divertido. Esos años ganamos el Quinquenio (1993-97), el 99, y también ganamos el 2003 con Aguirre como técnico. Yo nunca saqué ni una entrada gratis, todo lo pagué de mi bolsillo. Damiani se reunía con el arquitecto [Vito] Atijas, que le reclamaba cosas, y el contador le decía: “Ponga un millón, que yo pongo dos”; Atijas no ponía nada, se levantaba y se iba. “¡Y encima se le caen los edificios!”, lo jorobaba el viejo.
“Yo puse la bandera de Peñarol en la Antártida. Hice un partido entre pingüinos: puse a un equipo con la camiseta de Peñarol. En el Polo Norte puse la bandera de Peñarol y un japonés me preguntó de qué país era. ‘De la República de Peñarol’, le dije”
Ganó dos veces el Premio Nacional de Medicina (en 1979 y 1990), galardón que otorga la Academia Nacional de Medicina. ¿Qué significa eso en su currículum?
Todos los premios —tengo más de 20—, para mí [para] lo único que sirven es como un incentivo para seguir trabajando. Yo creo que sigo siendo la misma persona, soy solidario, yo no salgo con carteles, pero ¿sabés a quién le dieron el Príncipe de Asturias en este país? A Enrique Iglesias [expresidente del BID] y a mí. Gané un premio internacional del Rotary, y el Club Uruguayo Británico me dio otro premio [Southern Star Awards, 2023] y le dieron a Ricardo Pascale otro. Pero mirá lo que pasó: nos dieron los premios cambiados, a él con la chapa de mi nombre, y a mí el premio con el nombre de él. Cada uno se llevó el premio que nos habían dado, al revés. Unos días antes de morir, le devolví el premio que tenía su nombre, pero el mío todavía está en la casa de él.
Además, tiene una estrella en la peatonal Sarandí, por haber sido elegido el primer científico uruguayo como Ciudadano Ilustre de Montevideo, en 2019. ¿Cómo reaccionó cuando se lo comunicó la Junta Departamental?
Fue una fiesta brutal ahí en la peatonal Sarandí. Y además tengo un premio que nos lo dieron a tres tipos, y después lo dejaron de dar. “Premio al Cartero” se llamaba. Yo pensé que era una broma, dije que sí, y colgué. Llamé al doctor [Julio María] Sanguinetti, y le pregunté si ese premio existía. El doctor me dijo: “Es uno de los premios más importantes en el mundo”. Conclusión: el Correo hizo una gran fiesta y nos lo dieron a tres tipos: a Roque Gastón Máspoli [exarquero campeón con Peñarol y campeón del mundo con Uruguay en 1950], que se durmió y no fue, a [Waldemar Cachila] Silva y a mí. Una fiesta descomunal en el Correo, con comparsas y candombe. Fui con toda mi familia y la pasamos bárbaro. Cuando me han dado premios, yo la paso muy bien con mi familia y amigos, pero sigo siendo el mismo.
Es presidente de la Parva Domus. Cuéntele en sus palabras, al lector que lo desconozca, qué es la República de Parva Domus.
La República de Parva Domus es una república única en el mundo. Yo soy presidente hace más o menos 15 años. La filosofía de ahí es la alegría, la amistad, la solidaridad, la tolerancia. Pasó por momentos muy malos y yo nunca quise ser nada. Un día me pusieron en la lista, otro día me pusieron suplente del vicepresidente (yo no estaba en el país), un día fallece el vicepresidente y quedo de vicepresidente. Querían que fuera presidente y dije que no, que no tenía tiempo: bueno, me ponen suplente del presidente. Muere el presidente y menos mal que la agarró Grillo, porque había un montón de ladrones, de jodedores que querían ya vender enseguida toda esa esquina.
Es una república donde se profesa la amistad,
la alegría, se hacen tenidas con alimentación muy buena, fiestas, tolerancia y
antiguamente había para jugar al billar, había un espacio para leer el diario,
había cancha de bochas, cosas que ya no se hacen más. Tenemos nuestros atuendos
para las fiestas. Es una fraternidad de hombres solos. Hay 650 ciudadanos —nos hacemos
llamar ciudadanos— y todos tenemos nuestros atuendos. Tenemos tenida los miércoles de
noche y los sábados al mediodía. Antiguamente, cuando la vida era otra, era la
misma filosofía, pero con gente que tenía más tiempo que hoy.
“En la República de Parva Domus se profesa la amistad, la alegría, se hacen tenidas con alimentación muy buena, fiestas, la tolerancia. Es una fraternidad de hombres solos. Hay 650 ciudadanos y todos tenemos nuestros atuendos”
Antes los tipos primero pescaban y después cocinaban, y hacían las fiestas y además con sus atuendos e incluso hacían desfiles por la Punta de las Carretas. Tengo las fotos en caballo, y esto y lo otro. A uno se le ocurrió: “¿Y si hacemos un ranchito y dejamos todos los tachos y las cañas, para no llevarlos en el tren?”. Hicieron un “ranchito” y a uno se le ocurrió poner la inscripción “Parva Domus Magna Quies” [Casa chica, reposo grande]. Eso quedó, como un lugar para dejar los atuendos y las cosas de la pesca. Después se hicieron edificios, los terrenos se fueron dividiendo, hasta hoy, pero con la filosofía de esa época. El 7 de setiembre cumplimos 146 años. Se llega a participar de la Parva por invitación. Ahora está totalmente refaccionada: baños, cocina, muebles, ascensor y una barbacoa brutal.
La última novedad es que el 27 de setiembre el Correo lanzará un sello en su honor como “personalidad destacada”. ¿Cuándo fue la última vez que mandó una carta?
Yo soy bastante antiguo… Primero, tengo que confesar que no sé escribir a máquina. No sé escribir, yo lo único que hago en el teléfono es escuchar, hablar, tocar un botón y eso, escribir no, porque no sé escribir, ni lo intenté. Incluso estas máquinas [se refiere a los tomógrafos de su clínica] trato de tocarlas lo menos posible. Me hago poner la imagen, estoy en un “encerramiento” contra la tecnología. [Soy] loco, pero bueno… ¿La última carta? No sé… Yo, que viajaba muchísimo —ahora viajo menos—, mandaba muchas postales, desde donde estuviera. Me pasaba una noche escribiendo para mis amigos.
¿Nunca le interesó involucrarse en política?
No. Hubo intentos, eh, pero no. Yo nunca milité en ningún partido. Soy contra la izquierda, sin lugar a dudas. Más a la derecha que yo, nada. Soy blanco (ya te digo que atendí a Sanguinetti, a Martha Canessa), pero soy blanco. Y hoy soy amigote y colaboro con [el senador nacionalista Jorge] Gandini.
¿Cómo hace para mantenerse tan saludable a sus 86 años?
Trabajo todo el día. Laburo, hice un trabajo de investigación, dirijo este servicio de tomografía y resonancia [se refiere al Centro Multidisciplinario de Diagnóstico, tomografía computada e imagen, que funciona en el subsuelo del SMI]. Estos equipos son nuestros, y cuestan millones de dólares. Esto tiene ya prácticamente cuarenta y pico de años. También dirijo la clínica Avril, ahí opero las várices. Sigo investigando. Y sumale la Parva [Domus], el Rotary y otras cosas… Y para mantenerme saludable: el omega 3 y el Vitalkrill.
¿Es feliz?
Sí, porque hago lo que quiero. Sigo haciendo lo que quiero, hice lo que quise siempre y, además, soy muy muy solidario, trato de ayudar a la gente siempre que puedo.
Por César Bianchi
@Chechobianchi
Acerca de los comentarios
Hemos reformulado nuestra manera de mostrar comentarios, agregando tecnología de forma de que cada lector pueda decidir qué comentarios se le mostrarán en base a la valoración que tengan estos por parte de la comunidad. AMPLIAREsto es para poder mejorar el intercambio entre los usuarios y que sea un lugar que respete las normas de convivencia.
A su vez, habilitamos la casilla [email protected], para que los lectores puedan reportar comentarios que consideren fuera de lugar y que rompan las normas de convivencia.
Si querés leerlo hacé clic aquí[+]