Fotos: Javier Noceti / @javier.noceti
El 12 de abril de 2004, Fiorella Buzeta fue al liceo como cualquier otro día. Ese lunes de regreso a clases tras vacaciones, la profesora de Ciencias Físicas les daría los resultados de una evaluación que había hecho antes de la Semana de Turismo. Fiorella, entonces con 12 años, estaba algo distraída cuando sintió un ardor y se desplomó al piso. Quiso juntarse las piernas con las manos para ponerse de pie, y no pudo. Volvió a intentarlo, pero fue en vano. Impotente, miró a Marcos, un compañero de clase, y le hizo una pregunta con tono de exclamación: “¿Qué me hiciste? ¡Qué me hiciste!”.
La noticia de la niña baleada por un compañero en el liceo n° 13 de Maroñas llegó a todos los medios. Unos días después, cuando ella ya estaba en silla de ruedas, este cronista la visitó en su hogar en el barrio Las Acacias. Ella y sus padres decían —juraban— que la púber, cercana a cumplir los 13, se recuperaría y volvería a caminar. Parecían convencidos, que de veras lo creían.
Veinte años después de aquel episodio que Fiorella llama “accidente” o, más elípticamente, “la situación”, Fiorella Buzeta —activista por los derechos de personas con discapacidad, feminista y militante por los derechos de la comunidad LGBT siendo ella heterosexual— vuelve a ser noticia. Esta vez porque su lucha, también política (sobre todo, política) la llevó al Parlamento. Buzeta (33), todavía en silla de ruedas, será diputada suplente del representante de El Abrazo (FA) Alejandro Zavala en lo que será una banca “colectiva”. La oportunidad fue propicia para repasar su tremenda historia de resiliencia —palabra que tiene tatuada en el antebrazo derecho—, sus sueños y sus futuros desafíos.
¿Cómo fue tu infancia en el barrio Las Acacias?
Vivíamos en una casa atrás del Hipódromo, en el callejón de Gregorio Rodríguez. Yo nací en ese callejón, que era de pedregullo. Mi abuelo criaba caballos. Cuando yo nací ya no había caballos porque se fundió el Hipódromo. Y mi infancia ahí fue muy conjunta con mis tíos y mis primos, porque eran tres casas: en el fondo vivía uno de mis tíos, en el medio vivíamos nosotros y adelante mis abuelos. Jugábamos a la bolita, a los almacenes y a la pelota. Era un barrio súper humilde.
Esa niña, ¿qué soñaba ser de grande? No creo que se imaginara haciendo política, y mucho menos luchando por los derechos de las personas con discapacidad…
Hasta hace muy poco no me imaginaba en política. Y no teníamos el tema discapacidad como algo cercano, porque no lo teníamos en la familia. Porque llegás a la temática de la discapacidad por cercanía. Es un tema que todavía la sociedad no se lo ha apropiado, como el tema del feminismo o los derechos de las personas LGBT+. Con todos esos temas la sociedad se los ha apropiado. Con la discapacidad todavía falta eso.
¿Qué soñaba ser de grande? No había un sueño particular. Me costó mucho estudiar. Soy perseverante, pero nunca fui una alumna brillante. Siempre me costó no llevarme ninguna materia, pero hasta el último año no me llevé nada. Hasta sexto de liceo no me llevé nada, pero por perseverancia y por estudiar.
Eras todavía una niña cuando tu vida cambió, de un instante para el otro. Habías ido al liceo, que habías empezado apenas un mes antes. ¿Podés recrear qué pasó el 12 de abril de 2004, sobre las 10 de la mañana, en clase de Física?
Era el lunes después de Semana de Turismo. Nosotros fuimos a la clase de Ciencias Físicas. Entramos, tuvimos una primera parte que nos habían hecho una evaluación antes de irnos de vacaciones para ver en qué estaba la clase. Y ese día nos estaban dando los resultados. Estábamos haciendo algunas tareas en el pizarrón con la profesora. Suena el timbre del recreo. Yo bajo con una amiga, Jennifer, a la cantina. Cuando subimos, se acerca una compañera que había conocido ahí, hacía tres semanas.
Teníamos dibujo después. Me dice: “No terminé el deber de dibujo. ¿Me ayudás?”. Yo lo había terminado, entonces entré al salón y le dije: “Tenés que poner este color acá, este color acá y tal otro color acá”. Le dije a ella: “Me voy a hablar con Marcos y los gurises”. En el salón había varias personas. Ya había tocado el timbre del recreo para volver a clase y la profesora todavía no había llegado. Marcos estaba parado, apenas sentado en el pupitre, apoyado en la parte de escribir, y yo estaba parada frente al salón. Él estaba mirándome a mí. Y ahí se da la situación…
“Me acuerdo de estar tirada en el piso y que la clase se llenara de policías. Yo estaba desnuda, temblaba entre el susto y el frío, y tenía dolor. En un momento deciden bajarme, porque eran dos pisos por la escalera. A Marcos no lo vi nunca más”
Yo no sé de dónde sacó el arma. Hay testigos que dijeron que él ya había sacado el arma, cuando yo estaba en la cantina, y otros compañeros le habían dicho: “Guardá eso, no jodas con eso”. Pero cuando yo tomé contacto con él, él no tenía el arma en la mano. Él la saca de atrás o del bolsillo, yo no vi de dónde.
¿Y se le disparó el arma o te disparó a propósito?
Hasta el día de hoy yo no lo sé. Yo siento el impacto y caigo automáticamente. Siento un ardor e inmediatamente caigo al piso y ahí me empiezo a agarrar yo misma las piernas. Yo estaba con un jean así, y me empiezo a agarrar las piernas, queriendo levantarme… pero no podía. Me las quería levantar y se me caían. En un momento veo sangre, sangre, sangre, en todo el lado izquierdo, que fue donde impactó la bala. Ahí me desesperé y le dije: “¿Qué me hiciste? ¿Qué me hiciste?”. En eso mis compañeros se me tiraron arriba. Y otros compañeros lo agarran a él y le dicen: “Tirá el arma por la ventana, tirá el arma por la ventana”. Él la tira, y después la encuentran.
¿Cuántos minutos te costó entender lo que había pasado?
Meses. Yo en el momento no entendía nada. Ahí viene una profesora de inglés que estaba en el salón de al lado a hacerme los primeros auxilios, porque ella era enfermera. Me saca la remera y me deja desnuda en el salón. Lo primero que hace es sacarme la remera y me dice: “Tranquila, ya llamaron a la emergencia”. Otros compañeros habían ido a llamar a la directora. Recién 40 minutos después llamaron a la emergencia. De todo esto me entero después. En el momento era una locura. La profesora se queda conmigo, hacen entrar a mi hermana que tenía un año menos que yo y estaba en la clase de al lado. Mi hermana ve la situación y entra en crisis. Me dice: “Quedate tranquila, mamá ya viene”.
Y después me acuerdo estar tirada en el piso y que la clase se llenara de policías. Yo estaba desnuda, temblaba entre el susto y el frío, y tenía dolor. En un momento deciden bajarme, porque eran dos pisos por la escalera. Me suben a una camilla. Deciden bajarme y en eso nos cruzamos en la escalera con mi madre y mi hermano, porque los habían ido a buscar. A Marcos no lo vi más; desde ese momento, nunca más lo vi.
Estuviste cinco días en cuidados intensivos en el Pereira Rossell, luego te pasaron a sala y ahí te alcanzaron una silla de ruedas. Tu madre te dijo una frase inspiradora: “La fuerza está adentro tuyo”. Por esos días, ¿qué pasaba por tu cabeza? ¿Tenías odio y rabia, o prevalecían otros sentimientos?
Había mucha confusión. Yo no entendía si iba a volver a caminar o no. Lo primero que hicieron fue sentarme en una silla. Me sentó mi tío, y mamá me saca a una ventana a mirar para afuera y ahí me dice: “La fuerza está adentro tuyo”. Y mamá es una mujer muy golpeada, con ataques de pánico, que había sufrido mucho y en ese momento no trabajaba. No es una mujer fuerte. Pero esa frase fue claridad para mí.
“Hice la fisioterapia y la familia también aprende, hasta dónde asistir y hasta dónde no: ‘No hay que hacerle todo a Fiorella, hay que potenciar que Fiorella pueda hacer las cosas por ella misma’. Entonces fue un aprendizaje familiar”
Y también en ese momento me dijo: “No odies, porque el odio a la única que le hace daño es a vos”. Y yo nunca odié, Checho. Te lo juro. No odié ni a Marcos ni a nadie. Me he frustrado y en algún momento lo he culpado. Nunca dije: “Qué hijo de puta, lo que me hizo”. Sí, me cambió la vida. Él es responsable de haber disparado el arma, porque él sabía que era un arma, dado que tenía una familia de policías. Pero él no es responsable de haber cargado un arma. Esa es la responsabilidad de su familia que se la dio como una herramienta de defensa. Eso es lo que pienso hoy, 20 años después, con 33 años. En el momento sí lo culpé, pero nunca lo odié. Yo acepté lo que me pasó desde muy chica.
Yo fui uno de los periodistas que llegó a tu casa, unos días después, trabajando para el diario El País, cuando ya estabas en silla de ruedas. Y recuerdo que tu discurso y el de tus padres era que te ibas a recuperar y volverías a caminar. ¿De veras lo creías o era una forma de mentalizarte de forma positiva?
Creo que fue un mecanismo de defensa, para no caer en la realidad. Mirá, te voy a contar una cosa que me pasó. Me dan el diagnóstico y voy entendiendo qué es lo que me pasa: por qué no podés controlar los esfínteres, por qué no se te mueven las piernas, qué tenés que hacer con eso, cómo voy a hacer mi vida a partir de ese momento. Eso lo vas aprendiendo y los médicos te lo van dosificando. No te dicen que no vas a caminar. Para mí es un buen mecanismo, porque la persona en el momento tiene que ir dosificando la información.
Yo logro viajar a un centro de rehabilitación de Argentina. Estuve 10 años esperando volver a caminar. Por 10 años tuve la ilusión, porque cuando llego a Buenos Aires, uno de los médicos más capos de Argentina —jovencito, neurocirujano— me dice: “Se está trabajando en células madres, y hay una posibilidad que con las células madres las personas vuelvan a caminar, que se regenere la médula. Hay que esperar de cinco a 10 años”, me dijo. Pasaron cinco años y nada, pasaron 10 años y yo hice un bajón, porque habían sido 10 años de mantener la esperanza… Si bien yo decía: “Bueno, mi vida ahora es así”, tenía la esperanza de que la medicina avanzara más. Hoy no espero que la medicina avance. Yo ya incorporé la silla de ruedas, y no me imagino de otra manera. Hoy no sería conejillo de Indias, pero en ese momento sí, estaba dispuesta.
Se hizo una campaña de recaudación para tu rehabilitación, y mucha gente de a pie fue por tu casa para aportar algún dinero. Vos decís en un relato para BBC Mundo: “La gente quería que yo volviera a caminar, pero la rehabilitación, en realidad, es otra cosa. A mi entender, la palabra rehabilitar quedó obsoleta”. ¿Por qué escribiste eso?
Porque ahora no se usa más rehabilitar algo que no está habilitado, sino que la rehabilitación es mucho más social e integral. Tiene que ver con que vos aceptes lo que te pasa y seas lo más independiente y autónomo posible para seguir adelante. Pero no estás habilitando volver a caminar. Lo primero que me hicieron en el centro de rehabilitación fue pararme, lo que querés hacer es normalizar y que vuelvan las mismas funciones que se perdieron. Y para mí rehabilitar es otra cosa, es otra concepción. Si te podés parar está de más, porque se fija el calcio en los huesos, te mantenés mejor físicamente, los órganos se acomodan. Es mejor a estar siempre sentado, te ayuda con la movilización de los intestinos, es parte del ejercicio físico. Pero no tenés que volver a querer que la persona se maneje con los pies. Esa es la diferencia y lo que tenés que hacer es que la persona acepte que hoy la forma de moverse es en silla de ruedas y a buscar que sea lo más independiente y autónoma posible.
Empezaste a ganar independencia en una clínica de rehabilitación en Argentina. Ahí aprendiste algunas cosas que te permitieron ser más autónoma para subirte o bajarte de un vehículo o bañarte sola.
Aprendí todo en esa clínica. Mi accidente fue en abril, nosotros viajamos en agosto y estuvimos dos meses internados. Alquilamos una casa con mi familia, porque era un impacto familiar también. Hice la fisioterapia y la familia también aprende, hasta dónde asistir y hasta dónde no: “No hay que hacerle todo a Fiorella, hay que potenciar que Fiorella pueda hacer las cosas por ella misma”. Entonces fue un aprendizaje familiar, mis hermanos entraban, estaban en las terapias conmigo.
“Cuando me empecé a meter en lo social, me di cuenta de que no estaba sola. Éramos un montón reclamando lo mismo: íbamos a golpear las puertas a quienes tomaban las decisiones, y era a los que tenían cargos políticos”
Cuando ingresamos a la clínica, yo me di cuenta de que no estaba sola. Para mí, lo que me pasaba a mí era lo más terrible. Cuando llegué a la clínica, vi casos mucho más complicados. Me acuerdo un día estar caminando con unas férulas en el pasillo y le dije a mi vieja: “Mamá, no nos pasó nada”, porque había un gurí de 15 años con un traumatismo de cráneo, que era violento, le pegaba a la familia, le pegaba al fisioterapeuta, se le caía la baba. Cuando vi esa realidad, me di cuenta de que lo que me pasaba era una papa, comparado con otros. Había personas con cuadriplejia que no podían mover los brazos. Yo tenía 12 años, era pura energía, me ponían a hacer algo y yo: “Dale más, dale más”. Pero volví a Uruguay y fue una piña, porque acá no había nada de lo que tenía ahí, donde tenía todo a disposición. Acá tuve que buscar recursos de todo tipo. De hecho, contratamos a una fisioterapeuta. Nosotros filmábamos las clases y contratamos una fisioterapeuta durante ocho años en Uruguay para que me hiciera lo mismo que me hacían en Argentina.
Toda tu familia tuvo que adaptarse a tu situación. Vos has dicho que tu madre “tuvo que apechugar y apechugó”, que tu hermano te llevaba e iba a buscar al Liceo Francés (donde estudiaste becada) o que tu hermana te trataba como una par, soslayando la silla de ruedas. Al que no nombrás es a tu padre…
A mi padre le costó un poco más, y hasta el día de hoy le cuesta asumirlo. No hizo el duelo mi padre, hasta hoy. Siente que hay que protegerme, hay que cuidarme. Pero mi familia fue fundamental. Sin mi familia yo no hubiese llegado a donde estoy. Mi madre, mis hermanos, mis tíos, mis primos… Con mi hermana nos llevamos 15 meses y nos criaron como mellizas. Ella, en un momento, se quedó sin la hermana cómplice, sin la hermana con la que peleaba, ella tuvo que ir a psicólogo. Nosotras compartíamos el dormitorio y me decía: “Apagá vos la luz, no me importa que ya te acostaste. Subite a la silla y apagá la luz; no puede ser que la apague siempre yo”. Yo le decía: “Pero no te cuesta nada, vos das dos pasos y llegás a la luz”. Y ella era: “Subite a la silla y apagá la luz”. Yo me enojaba, pero ella tenía razón, me ayudó a valerme por mí misma y no esperar por los demás.
Empezaste a practicar handbol en silla de ruedas. ¿Qué te sumó hacer deporte, desde lo físico hasta en el aspecto social (porque ahí conociste a tu actual pareja)?
Cuando llegué a hacer deporte no lo pude sostener. Pero hice otras cosas: natación, yoga, pero el handbol, que es un deporte colectivo, no lo pude sostener. Ahí conocí a mi pareja, Enzo, con quien estoy desde hace 10 años y con quien convivo. Él también está en silla de ruedas. Nos conocimos ahí, fue un flechazo. Fue una cosa que no me había pasado. Yo tenía 22 años y él 35, con una hija de 8 años. Había tenido el accidente hacía tres años. Conectamos de una manera impresionante, conozco un montón de personas con discapacidad y no me pasó eso con nadie… Hubo una conexión especial.
¿Cuándo entra la política? ¿En qué momento entendiste que debías militar políticamente y que un sector o partido podía ser una trinchera desde donde pelear por las cosas que estaban mal?
A través del handbol y de grupos que se juntaban en la Intendencia de Montevideo [IM] (la coordinadora de la marcha, Mujeres y Discapacidad, el colectivo de Transporte Accesible), me empecé a meter en lo social. Cuando me empecé a meter en lo social, me di cuenta de que no estaba sola. Éramos un montón reclamando lo mismo, todos teníamos las mismas dificultades: íbamos a golpear las puertas a quienes tomaban las decisiones, y era a los que tenían cargos políticos. Hoy sé que son los cargos políticos, para mí era el “director de” tal cosa, pero eran quienes tomaban las decisiones dentro de la IM. Íbamos a pedirle entrevista a Pablo Inthamoussu, le pedíamos reunión a Desarrollo Social, a Federico Lezama, que era el director de la Secretaría de la Discapacidad. Y les decíamos: “Este es el problema que tenemos, ¿cómo podemos hacer?”.
Enzo ya estaba en política cuando lo conocí, en donde estamos ahora, Frente en Movimiento (Fem), uno de los grupos de El Abrazo [los otros dos son Ir y PAR]. Yo me fui arrimando y a través de Federico Lezama, director de la Secretaría de Discapacidad de la IM, yo le iba diciendo un montón de cosas que había que hacer y él me dijo: “Es por ahí, hay que juntar a la gente. Que te cambie a vos no le transforma la vida a nadie: tenemos que hacer políticas que transformen la realidad”. Y con él pasé de lo social a lo político. Dije: “Claro, esto es una propuesta política. No es solo mi reclamo, mi chacrita. El transporte tiene que adaptarse a nosotros”. Eso fue por 2017, cuando me fui metiendo en política.
¿Y por qué en El Abrazo? ¿Por qué en el Frente Amplio?
Desde mucho antes, yo tenía una perspectiva social, una mirada sobre las injusticias sociales. Yo vengo de un barrio muy jodido… Cuando yo tuve lo mío en 2004, nosotros veníamos de la crisis de 2002, y la pobreza era enorme. Yo me acuerdo de mis tíos debiendo alquileres, nosotros debíamos alquileres. Y vi cómo la comunidad se apoyaba, en esos barrios. Era: “Te presto una taza de azúcar” o “dame una taza de harina para poder darle de comer a los gurises”. Teníamos un almacén al lado, que vendía de a 100 gramos. Después me acerqué mucho al feminismo también. Empecé a tomar una perspectiva feminista de izquierda, y siempre tuve una visión por los más desprotegidos.
¿Qué has podido lograr como edila frenteamplista?
Yo creo que ya solo el haber llegado una persona con discapacidad —es la primera vez que pasa— transformó muchísimo la Junta Departamental. Una de las cosas que promovemos dentro de El Abrazo y dentro del FA es la participación de las personas, que las personas se representen a sí mismas. Y yo logré hacer ese eso, que las personas comunes entremos en la política y que las personas con discapacidad, un sector sumamente invisibilizado, también. Cuando nosotros asumimos, la sola presencia de una persona con discapacidad, que podía haber sido Fiorella o podía haber sido otra, transformó el sistema político dentro de la Junta Departamental. Me consta que se asignó un presupuesto específico para transformar la realidad dentro de la Junta Departamental.
“Como diputada quiero trabajar el desarme. Yo estoy en contra de que la gente esté armada. Hoy hay muchos jóvenes armados, acceden a las armas como acceden a un celular”
Y, a su vez, las personas con discapacidad estamos hablando del transporte, que nos tengan en cuenta. Ahora están los cabildos, donde todos los años rinden cuentas los municipios. Las primeras veces lo hicieron en lugares inaccesibles y yo me quejé, y dije: “Che, no puede ser que nosotros mismos tenemos la situación de discapacidad, y yo no puedo ir a la rendición de cuentas de un municipio”. Desde hace cuatro años, se vienen haciendo siempre en lugares accesibles, y me esperan, de hecho. Y después, en mi rol como edila, no he trabajado solamente el tema de la discapacidad. Hemos trabajado el feminismo, hemos aprobado protocolos de violencia dentro de la Junta y para la IM, hemos trabajado en temas de transporte y movilidad para las bicicletas y las ciclovías. Hemos defendido la ciclovía mucho con El Abrazo.
En 2019 por trescientos y pocos votos El Abrazo no logró una banca en Diputados. Pero ahora se dio, estás como suplente del diputado electo Alejandro Zavala, pero tenés un acuerdo político que te permite tener dedicación total para el despacho de él y tener una remuneración acorde, ¿no?
Nosotros en la junta hicimos la prueba de lo que era una banca colectiva, que es una de las propuestas de El Abrazo: que trabajemos en conjunto, que no haya una persona titular. Después, en la institución, te pasa de que la jerarquía va al edil titular. Nosotros acá trabajamos horizontalmente, somos tres ediles remunerados (dos por el Frente en Movimiento y uno por el Ir). En el Parlamento, el objetivo es trabajar igual. Va a ser más difícil, porque es súper jerárquico y va todo al diputado titular, pero el acuerdo político es lo mismo: que yo me pueda dedicar y que yo tenga una agenda particular, donde pueda trabajar en conjunto con Alejandro Zavala temas propios.
¿Como cuáles?
Bueno, para mí no es solamente la discapacidad. Hay un tema en el que me quiero meter de lleno, que es el desarme: que las armas no sean una forma de defenderse. Mi objetivo final es trabajar la violencia en la sociedad y cómo las personas ven en el arma un escudo, porque, hoy, la persona que tiene un arma en su casa es para defenderse, no es para dispararle al vecino ni para matar a nadie. Es porque tiene miedo. No te hablo de la delincuencia, ese es otro capítulo. Yo te hablo de quien usa el arma como escudo. La bala no nos defiende. Yo estoy en contra de que la gente esté armada y eso tiene que ver, en última instancia, con lo que está pasando ahora. Hoy hay muchos jóvenes armados, acceden a las armas como acceden a un celular. Para mí es muy importante trabajar el tema de la juventud y darles otras oportunidades a los jóvenes.
Has sido una luchadora por los derechos de las personas con discapacidad. Recuerdo que en Santo y seña salimos a recorrer Montevideo hace unos años, para mostrar que era una capital muy poco accesible para personas en sillas de ruedas, y la mayoría de los ómnibus de transporte público eran inaccesibles. ¿En qué hemos avanzado como país? ¿Qué derechos se han conquistado, en los últimos 20 años?
Con los gobiernos del Frente Amplio se avanzó en el Sistema Nacional de Cuidados, se avanzó en el Programa Nacional de Discapacidad, que antes no existía, particularmente en la Intendencia. La figura del asistente personal le transformó la vida a la gente, que fue insuficiente, eh… Fue insuficiente en el sentido económico, faltaban más asistentes personales y, además, tiene un tope: es hasta los 29 años y después de los 80, la gente que queda en el medio de los 29 a los 80 años quedaba sin asistente. Capaz que a los 29 te estás independizando, irte a vivir solo y necesitás un asistente. Yo creo que una de las propuestas que teníamos, antes de perder el gobierno en el 2019 dentro del programa del Frente Amplio, estaba que fuera para todas las personas y para todas las clases sociales, porque a la discapacidad no le importa cuánta plata tenés. Si tenés una discapacidad la vida se te encarece, y, además, la asistencia es un derecho.
Una de las cosas que promuevo es que no importa la clase social o el estrato social, aunque tenés que priorizar a los más pobres porque la tienen más jodida. Que el Estado le garantice ese derecho a la persona con discapacidad. En eso se ha avanzado, el FA tuvo un muy buen programa, el asistente personal se metió en la casa de las personas con discapacidad y, además, se consiguieron datos de lo que pasaba intrafamiliarmente, permitió que las madres —que son la mayoría mujeres que cuidan— pudieran salir a respirar, ni siquiera a trabajar, porque son cuatro horas. Muchas salieron a trabajar, pero otras salieron a hacer un trámite, salieron a ver una amiga, salieron a hacer trámites para la persona con discapacidad. Además, Montevideo es hoy una de las ciudades más accesibles en Latinoamérica. Argentina está un poco más avanzada, en ese sentido.
Y en estos cinco años a nivel de gobierno de coalición republicana, ¿qué se ha hecho?
Siento que no se ha hecho nada, y lo poco que se ha hecho, ha sido a destiempo.
Me estás hablando con la camiseta puesta…
No, te estoy hablando en serio. La secretaría del Programa Nacional de Discapacidad tiene muy poco presupuesto, no puede hacer mucho. Una de las propuestas interpartidarias que se hizo ahora —eso sí es un porotito para este gobierno— fue el acuerdo interpartidario por la discapacidad. Eso lo trabajó el edil Nicolás Botana, hijo de Sergio Botana. A través de él se generó un acuerdo interpartidario, pero no hubo una política que transformara realmente. Se crearon los facilitadores educativos o algo así, que es para dentro del aula. Para mí es la figura del asistente a la que se le puso otro nombre y, además, no tiene la formación adecuada. Pero llega a destiempo ese acuerdo interpartidario. Llegó ahora, cuando las clases están por terminar, después de cuatro años de gobierno. Si se hubiesen hecho en el inicio y lo hubiesen priorizado, te hubiera destacado esa política.
Le pregunto a la dirigente política que no solo lucha por los derechos de las personas con discapacidad: ¿Por qué creés que Yamandú Orsi debe ser el próximo presidente? ¿Por qué creés que es mejor candidato que Álvaro Delgado, o que debe gobernar el FA y no la coalición republicana?
Empiezo por lo último: yo creo que debe gobernar el Frente porque tiene una mayor visión de redistribución y de justicia social. Quedó demostrado en los 15 años de gobierno del FA, desde los acuerdos salariales, el presupuesto de la educación, cómo se disminuyó la pobreza… Todos esos fueron elementos que hoy, además, el FA no los está usando para combatir a la derecha. Hay un montón de cosas que están mal, pero la visión social del FA es lo que a mí me enamora. Cuando hablamos de los jóvenes, de las mujeres, de dar más oportunidades a las infancias, esas son las cosas que a mí me mueven.
¿Y por qué Orsi? Creo que Yamandú hizo un excelente trabajo en la Intendencia de Canelones y eso no lo puede negar nadie. Ha avanzado enormemente en muchas políticas y muchas de estas con perspectiva social en la Intendencia de Canelones, con la Secretaría de Discapacidad también. En este último período se incorporaron más de 40 personas con discapacidad a trabajar en los municipios canarios y también dentro de la intendencia. Creo que Yamandú tiene una capacidad de diálogo que quedó demostrada también, cuando tuvo que pelear un fideicomiso, para que la aprobaran y él logró convencer a un edil de otro partido para lograr ese acuerdo. Acá en Montevideo, en cambio, no lo pudimos hacer.
¿Alguna vez buscaste a Marcos para pedirle explicaciones o él acudió a vos para disculparse y explicarte lo sucedido?
Mirá… En el 2012, un día entro a Facebook y tenía un mensaje de una pareja de él, que me decía: “Buen día, Fiorella, Marcos está muy mal por todo lo que pasó… Quiere estar en contacto contigo y volver a recuperar la amistad”. Nosotros nunca fuimos amigos, porque nos conocimos en el liceo y solo llevábamos cuatro semanas de clase. Es más, él no fue las primeras dos semanas a ese turno, yo compartí apenas una semana de clase con Marcos. A través del perfil de ella, entro al perfil de él, y veo su foto de perfil: estaba tirado en el piso, vestido de militar, con un arma en la mano, como agazapado. Y… me bloqueé. Atiné a irme para el baño y ahí llamé a mi pareja de entonces. Me descompensé, me vinieron ganas de vomitar, fue un rechazo de las tripas… Verlo justo a él con un arma... me impactó y nunca le contesté. Ella contactó a mi pareja de ese momento —años después me entero de esto— y él le dijo: “Fiorella en este momento no está preparada”.
“Yo creo que debe gobernar el Frente porque tiene una mayor visión de redistribución y de justicia social. Quedó demostrado en los 15 años de gobierno del FA”
Hace unos años, en 2021, sale una noticia donde Marcos, que estaba en la Guardia Republicana, les pegó a unos gurises y eso se hizo público. Fue un caso de abuso policial. Me llamó [la periodista] Denisse Legrand, de La Diaria, y me pide mi opinión al respecto.
Yo escribí una carta en el Facebook diciendo que no iba a hablar del tema.
Lo de ser policía viene de familia, entonces tener un arma se normaliza. Pero a mí me impactó verlo cargando un arma, y, además, que sea violento… Claramente ahí hay algo para trabajar, no estás del todo bien para cargar un arma. Pero no, desde aquel contacto de su novia de entonces, nunca más.
En tu carta catarsis en BBC Mundo decías que muchas veces a lo largo de tu vida, en vez de preguntarte “¿por qué a mí?”, te preguntaste “¿para qué? ¿para qué sucedió lo que sucedió en abril de 2004?”. Hoy, ¿tenés una respuesta a esa pregunta?
Sí, creo que soy la persona que soy por lo que me sucedió. No nací el día que me sucedió el accidente, pero la formación en la que yo accedí en el tema de educación, las redes que fui generando, esta conciencia social de entrar en contacto con el dolor de la realidad de otra gente, que hoy a mí me interpela, todo eso responde el “para qué”. Yo la tengo fácil en muchas cosas, tengo un auto propio, pude acceder al trabajo, pude acceder a la educación, pero otros compañeros que están en situación de discapacidad no la tienen tan fácil. Entonces yo creo que tuve contacto con una realidad muy invisibilizada, muy sufrida. Las personas con discapacidad que son pobres no acceden a la educación, no acceden al trabajo, no acceden a la vivienda, y la mayoría es pobre.
Que me haya pasado el accidente me hizo ver el camino de que me tenía que formar porque no iba a tener las mismas posibilidades que mis hermanos. Yo no iba a poder ir a trabajar como limpiadora como mi madre, porque estaba silla de ruedas. Si no me formaba no iba a tener tan fácil acceder a un trabajo, entonces me tenía que formar. Hice los seis años de liceo, los cuatro años de facultad (no me recibí de licenciada en Comunicación aún), pero todo eso me formó. ¿Para qué me pasó? Para ser quien soy hoy.
¿Sos feliz?
Sí, la felicidad son tramos, ¿no? Si uno cree que es feliz siempre es porque tiene un caparazón enorme de “no me pasa nada, no me afecta lo social”. Yo no soy feliz todo el tiempo, porque me llegan muchas situaciones duras y conecto con esas realidades. Pero sí soy feliz en mi vida en particular.