En la tarde del jueves, la Fiscalía de Mercedes dispuso la imputación de la madre y el padrastro de Santino, un bebé de 15 meses que falleció el pasado viernes en un hospital de Paysandú, trasladado desde la capital sorianense.
El hombre afronta cargos por homicidio culposo y la mujer por reiterados delitos de violencia doméstica hacia el menor. Ambos tendrán como medida cautelar prisión preventiva por 120 días, plazo en el que se sustanciará el juicio.
El menor había sido llevado al hospital de Mercedes por el adulto el viernes 5 de abril, y presentaba varios golpes.
En aquella ocasión, la mujer de 23 años y el hombre de 30 aseguraron que el bebé se había caído. Sin embargo, los médicos determinaron que los golpes no eran compatibles con una caída.
Por el estado complejo del pequeño, los médicos del hospital decidieron trasladarlo a una mutualista en Paysandú, en donde falleció.
Luego de esto, el servicio de pediatría del hospital se comunicó con la Unidad de Violencia Doméstica de la Policía y el caso entró en la órbita de la Fiscalía de Mercedes.
El fiscal de Primer Turno de Mercedes, Carlos Enrique Chargoñia, comenzó a estudiar el caso y ordenó una autopsia, cuyos resultados dieron indicios de maltrato en el cuerpo.
Tras esto, y luego de reunir las pruebas, la fiscal Stella Alciaturi realizó la imputación.
En la tarde de ayer, una multitud de vecinos se congregó frente al juzgado mercedario para exigir justicia por Santino.
Rosario Acosta, abuela paterna del pequeño, utilizó las redes sociales para desahogar su dolor y cargar contra su exnuera, a quien acusó de evitarle la posibilidad de ver a Santino durante varias semanas, “el maldito mes en el que se fueron a vivir juntos” con su nuevo compañero.
“Hola a todos. Soy Rosario, la abuela paterna de Santino. Quiero por aquí dejar nuestra historia de vida junto a nuestro amado ángel. Santi tenía 1 año y 3 meses, y fue un niño muy amado por nosotros, cosa que sin duda saben mis allegados. ¿El problema? Vivimos a 50 km de su casita, en un pueblo llamado Sacachispas. Desde que mi hijo y esta mujer, que ya no sé cómo llamarla, estuve para mi nieto, mi primer nieto, imaginen mi felicidad”, escribió la mujer.
“Ellos se separaron y yo seguí con ella, ayudándola en todo, siempre pendiente. Y nació Santi el 1 de enero de 2023. Desde los 15 días empezó a venir a casa con ella, yo le pagaba los pasajes y venía ella con Santi a quedarse días; jamás le gritó ni habló mal, mucho menos pegarle. Era, ante mis ojos, una madre amorosa. Yo iba dos o tres veces al mes a Mercedes también a verlo y llevarle sus cositas, pero no podía estar todos los días. Le cortaba sus túnicas, que siempre estaban largas, lo bañaba, vestía, le daba la mema, lo llenábamos de amor y muchas mañas… Jamás le vi nada”, relató.
En cuanto a la situación de maltrato que el niño sufrió en los días previos a su muerte, “nadie se dio cuenta por el ritmo de vida que llevamos. Estuvo 20 días o un mes evadiendo para pasarme la dirección de la nueva casa a la que se había mudado con el marido y nuestro Santi. El 2 fuimos a Mercedes y le volví a pedir la dirección y me dijo que estaba trabajando, que al salir me mandaba ubicación, lo cual nunca hizo. Cómo iba a imaginar lo que pasaba… Yo confié en que estaba trabajando de verdad, lo que no entiendo es cómo la gente que estaba todos los días con ellos nunca vio nada”, lamentó.
“Le dije: ‘En estos días vuelvo, no te preocupes’, y nos volvimos de noche para casa. El miércoles 3 a las 13 y algo me avisan que Santi tuvo un accidente doméstico y estaba grave. Salimos volando bajo lluvia, con las cañadas crecidas, con mi marido para Mercedes. Llegamos al hospital, le di un besito y le prometí que todo iba a estar bien: la primera promesa que no le pude cumplir”, escribió.
“Del hospital fuimos a CAMS [el sanatorio] a hacerle una tomografía y de allí salí a Paysandú. Era tan horrible de ver y de vivir ese momento. Me dijeron que Santi había llegado sin signos vitales, pero yo confiaba en que los médicos lo iban a salvar. Ella me decía que el nene se le había caído de los brazos a Matías [su compañero], y ella justo había ido a la casa de la madre”.
A Acosta esta explicación le despertó suspicacias. “No podía haberle afectado tanto una caída. Sospeché, obvio, que él le había hecho algo, pero ella juraba que no. Volvimos a casa y nos fuimos para Paysandú. Llegamos de noche y solo pudo entrar mi hijo en ese momento; al llegar el día pude subir yo. Lo que me dijeron fue horrible. Santi tenía hematomas en la cara, cadera y espalda, dos costillitas fracturadas y fractura de cráneo. Un estudio realizado en la retina de sus ojos mostraba signos de golpes y sacudones de distinta fecha. No había duda, estaba siendo maltratado en ese maldito mes que se fueron a vivir juntos, pero mi cabeza estaba tan mal que ella se hacía la víctima y yo le creía, quería que hubiera una posibilidad de que estuvieran equivocados, así como quería una posibilidad de que Santi se salvara”, narró.
Sin embargo, esa posibilidad no se produjo. “‘Lo tenemos que desconectar, abuela’, me dijeron, y sentí morir. ‘No, no, no… debe haber algo, lo llevamos a otro lugar, hacemos lo que sea’, les dije, y solo hubo un ‘no’. Santi estaba declarado con muerte cerebral desde el jueves. Era viernes y hacía frío… allí me quedé junto a él desde que me dejaron subir hasta que lo dejaron ir, y su papá. Su madre subió dos veces nomás y por escasos minutos. Ella se iba a buscar a Matías que, según ella, estaba muy mal. Tampoco vi eso, tampoco entendí que tuviera a su hijo a upa tres minutos y se fuera para nunca más verlo, cuando a mí me lo tuvieron que sacar de los brazos. Tampoco entendí que me preguntara si me quedaba y se fuera para Mercedes a las 13 mientras nosotros nos quedábamos con Santi para su autopsia. ¿Quién no querría saber de qué murió su hijo? Tampoco me di cuenta en el momento. Ni que llegamos a Mercedes después de las 21 y ella ni había ido al velorio, ni lloró, ni tocó el cajón de su hijo”, relató la mujer.
En su publicación, Acosta cuenta que ella y su marido tuvieron que llamar a su exnuera, horas más tarde, para avisarle que se llevaban el cuerpo del pequeño. “Otra vez ni se acercaba al cajoncito. Lo llevamos mi hijo, la abuela materna, yo y mi hija. Ella nunca tocó el cajón. Nunca me di cuenta de esas actitudes, ¿y saben por qué? Porque la mente se defiende así, creo yo, y no piensa, no discierne, no saca conclusiones en ese momento, porque todo lo ocupa ese dolor tan grande que estás sintiendo. Fue hace dos días que, hablando con mi madre y mi hermana, me di cuenta de que me había mentido, que los tiempos no daban. La casa de la madre queda a cinco cuadras, el hospital a tres. En cinco minutos que demora en llegar a la casa de la madre no puede habérsele caído el nene, tratado de reanimarlo, vestirlo, calzarlo, dejarlo en la cama, sacar la moto por un pasillo largo y angosto, volver a buscar al nene, llegar al hospital, que lo agarren los médicos y llamarla a ella que recién llegaba. Imposible que todo eso pasara en cinco o 10 minutos. Ella estaba ahí con él. La muy cínica jurando que fue un accidente. Y nunca denunció porque los moretones se los haría ella, y el [día] 2 no me dio la dirección porque Santi tenía moretones grandes en la cara y sabía que la hubiera matado. Pero esas conclusiones las saqué muy tarde, cuando ya no la tenía cerca. La odio y la odiaré toda la vida, arrebataron la vida de un inocente. Él solo tenía amor, me lo hubiera dado; todos los que nos conocen saben lo que era Santi para nosotros y lo amado que era. ¡Yo estaba tan lejos! Pero ¿nadie estaba cerca? Que se haga justicia”, pidió.
“Ojalá yo hubiera podido estar todos los días y no cada 15 o 20. Santi estaría acá conmigo”, concluyó.
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