Por The New York Times | Alan Feuer
EN ALGÚN LUGAR DE LAS MONTAÑAS ROCALLOSAS — En lo alto de un sinuoso camino rural, dentro de un campamento de casas rodantes a un kilómetro de un rancho ganadero, habita un hombre cuya vida ha sido destrozada por una teoría conspirativa del 6 de enero.
Ray Epps ha sufrido muchísimo en los últimos diez meses debido a que las figuras mediáticas de derecha y los políticos republicanos lo han acusado, sin fundamento, de ser un agente encubierto del gobierno que el año pasado ayudó a provocar el ataque al Capitolio.
Algunos extraños lo han tildado de cobarde y traidor y le han advertido de manera amenazante que duerma con un ojo abierto. Epps se vio obligado a vender su negocio y su casa en Arizona. Por temor a su seguridad y sin tener ninguna certeza sobre su futuro, él y su esposa se mudaron a una casa rodante en las laderas de las montañas Rocallosas y pusieron todas sus pertenencias en contenedores situados en una pradera del desierto alto que está a 2 o 3 kilómetros de distancia.
“¿Y por puras mentiras?”, preguntó Epps el otro día con expresión de un doloroso agotamiento. “Todo esto ha sido un infierno”.
Casi desde el momento en que una turba violenta asaltó el Capitolio el 6 de enero de 2021, los aliados del expresidente Donald Trump han querido responsabilizar del ataque a una serie de chivos expiatorios y no a las personas que estaban en la multitud que apoyaba a Trump ese día.
Primero, señalaron a antifa, el movimiento de activistas de izquierda que tiene antecedentes de haberse enfrentado a los partidarios de Trump, pero que no estaba presente cuando ocurrió el asalto al Capitolio. Luego trataron de culpar al FBI, el cual, según quienes divulgaron la historia infundada, planeó el ataque para que hubiera medidas represivas contra los conservadores.
Epps, de 61 años, no fue un simple observador el 6 de enero, sino que viajó a Washington para apoyar a Trump, lo grabaron incitando a la gente a ir al Capitolio y estuvo ahí el día del asalto. Pero a través de una serie de acontecimientos que tergiversaron su participación, se convirtió en el rostro de la teoría conspirativa sobre el FBI que difundieron los extremistas en los medios principales.
Algunas agencias de noticias turbias de derecha, como Revolver News, usaron videos editados de manera selectiva y una lógica infundada para presentarlo como un agente federal secreto a cargo de un “equipo de irrupción” que fue responsable de desatar la revuelta en el Capitolio.
De inmediato, el presentador de Fox News, Tucker Carlson, aprovechó las historias sobre Epps para captar una mayor audiencia. Estas también fueron repetidas por algunos congresistas republicanos, como el representante de Kentucky, Thomas Massie, y el senador por el estado de Texas, Ted Cruz.
En algún momento, Trump se sumó a la refriega al mencionar a Epps en uno de sus mítines políticos y promover una etiqueta que se hizo viral en Twitter: #WhoIsRayEpps.
Después de meses de observar desde las sombras cómo las figuras públicas que solía respetar —entre ellas Trump— ensuciaban su nombre y destruían su reputación, Epps decidió que él mismo quería responder.
En una entrevista que duró un día entero, sentado con su esposa Robyn y con sus dos perros shih tzus a su lado en su vehículo recreativo con aire acondicionado, Epps se describió a sí mismo como un padre, un exintegrante del Cuerpo de Infantería de Marina de Estados Unidos y un conservador incondicional pero desilusionado porque sus líderes lo habían traicionado. Concedió la entrevista con la condición de que no se revelara la ubicación de su nueva casa.
“Estoy en el epicentro de todo esto y es la farsa más grande que haya existido”, señaló. “Para nada está bien. El pueblo estadounidense está siendo engañado. Creo que debería ser un delito”.
Con ese fin, Epps y su esposa han estado buscando un abogado que les ayude a presentar una demanda por difamación contra varias de las personas que han difundido esas historias falsas. Si al final lo hicieran, se sumarían a una lista de otras personas y empresas —muy en especial, la productora de dispositivos de votación Dominion Voting Systems— en recurrir a los tribunales para combatir la incontrolada desinformación que surgió una y otra vez durante los intentos de Trump por invalidar las elecciones.
“Se tiene que saber la verdad”, explicó Epps mientras acariciaba a sus perros.
Aunque Epps participó en algunos de los eventos que dieron lugar al asalto del 6 de enero, la afirmación de que él promovió la trifulca del Capitolio en un complot de “bandera falsa” se basa exclusivamente en el hecho de que nunca ha sido arrestado y que, por lo tanto, ha de estar protegido por el gobierno.
No obstante, muchas personas, si no es que cientos, que aparentemente cometieron delitos menores ese día fueron investigadas por el FBI, pero no han sido acusadas ni arrestadas.
Epps mencionó que había actuado de manera tonta cuando él y uno de sus hijos fueron a Washington a última hora para presenciar el discurso de Trump sobre el fraude electoral. Pero comentó que había logrado evitar que lo arrestaran porque se comunicó con el FBI pocos minutos después de saber que los agentes querían hablar con él y en las entrevistas con ellos les demostró que había pasado gran parte del tiempo que estuvo en el Capitolio tratando de tranquilizar a los demás alborotadores, una aseveración respaldada por varios videos.
Epps, quien dudaba sobre el resultado de las elecciones, también fue entrevistado dos veces por el comité selecto de la Cámara de Representantes que investiga los acontecimientos del 6 de enero. Después de concluir sus trámites con el panel, los funcionarios publicaron un comunicado que decía que él les había asegurado que nunca trabajó como agente o empleado de ninguna agencia de las fuerzas policiales federales.
Uno de los momentos durante su estancia en Washington de los que más se arrepiente Epps es de la noche anterior al asalto al Capitolio, cuando se reunió con su hijo y un amigo para asistir a un mitin de apoyo a Trump en la Plaza de Black Lives Matter. En este evento, un provocador de derecha lo videograbó incitando a la gente a entrar al Capitolio el 6 de enero en lo que él calificó, incluso en ese momento, como una protesta pacífica.
Este video se ha usado para mostrar a Epps como un hombre que no solo incitó a la gente a amotinarse en el Capitolio, sino que también se libró de ser enjuiciado. El Departamento de Justicia no ha hecho declaraciones públicas sobre su decisión de no levantar cargos en su contra, pero la definición legal de instigación implica que las palabras de la persona planteen una amenaza de peligro inmediata, no la amenaza de algo que podría ocurrir al día siguiente.
Ese 6 de enero, al creer que podía detener la violencia en el Capitolio, Epps se vio implicado en un enfrentamiento entre la policía y los integrantes de la multitud que respaldaba a Trump, lo cual muchas personas consideran que es el momento crucial del ataque.
A Epps se le puede ver en los videos ese día a partir de la 1 de la tarde hablando con un alborotador llamado Ryan Samsel, quien ya había comenzado a confrontar a los policías que estaban detrás de una barricada de metal en la parte occidental del Capitolio. Epps comentó que él intervino en esta pugna para que Samsel no atacara a la policía y trató de hacerle ver que los oficiales solo estaban haciendo su trabajo. Samsel le contó exactamente lo mismo al FBI cuando fue arrestado unas semanas después. El problema para Epps comenzó muy poco tiempo después de que Revolver News publicó su primer artículo sobre él en octubre. Epps mencionó que, de pronto aparecieron en su correo electrónico amenazas de muerte, que se metían intrusos a su propiedad exigiéndole “respuestas” sobre el 6 de enero y que las personas que asistían a la misma iglesia que él empezaron a repudiarlo.
Las cosas se pusieron mucho peor después de que Carlson y algunos políticos destacados comenzaron a hacer más grandes las mentiras.
A fines de diciembre, la esposa de Epps encontró casquillos de bala cerca de la cabaña del lugar campestre que tenían en Arizona para celebrar bodas, lo cual indicaba que alguien había estado disparándole a la construcción. Luego, en enero, Epps recibió una carta de alguien que afirmaba que había sido introducido al país por un cartel del narcotráfico mexicano.
Quien la escribió decía que sin querer había oído a algunos miembros del cartel hablando acerca de asesinar a Epps.
“Te lo escribo para que te cuides”, decía la carta en un inglés mal escrito. “Estos del narcotráfico son gente muy mala”.
Sin saber si era verdad o solo una broma desquiciada, la esposa de Epps se fue a ocultar y dejó a Epps para que se armara y gestionara el negocio familiar durante un tiempo a través de su equipo de seguridad. Al final, la pareja vendió el negocio y su casa campestre, con lo cual perdió cientos de miles de dólares y echó a perder los planes para su jubilación.
“Ha sido una pesadilla”, afirmó Robyn Epps.
Después de haber salido de Arizona hace algunos meses para irse a las montañas, los Epps no han tenido mucha actividad. Se las arreglan para pasar algún tiempo con sus hijos (y con algunos de sus 37 nietos), pero principalmente se dedican a cuidarse. A Epps le ha dado por usar un sombrero de ala ancha que no deja ver su rostro. Si alguien de la gasolinera o del supermercado le dice que se le hace conocido, casi siempre sonríe y sigue su camino. El expresidente Donald Trump habla durante un mitin en la feria del condado de Delaware, en Delaware, Ohio, el 23 de abril de 2022. (Maddie McGarvey/The New York Times) Partidarios del entonces presidente Donald Trump se aproximan al Capitolio, en Washington, el 6 de enero de 2021. (Kenny Holston/The New York Times)
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