Por The New York Times | Kevin Koenig
Aún es temporada de yates en el Mediterráneo, una de las épocas favoritas del año de los paparazis y los seguidores de David Geffen en Instagram. Cualquier día lleno de sol y champaña, es posible ver a Elon Musk retozando sin camiseta en el yate de Ari Emanuel o encontrar a Drake a bordo de un superyate de 600.000 dólares a la semana en Saint-Tropez.
No obstante, este año las cosas son un poco diferentes. El hecho de que menos embarcaciones imponentes están partiendo de los puertos de Mónaco y Portofino, Italia, así como los acontecimientos mundiales recientes han llevado a una reflexión sobre cuántos de estos botes están vinculados a dinero malhabido.
Tras la invasión de Ucrania, autoridades europeas y estadounidenses allanaron más de una docena de yates propiedad de personas con nexos al presidente ruso, Vladimir Putin. Otras embarcaciones similares han aparecido en países como Turquía y los Emiratos Árabes Unidos, que tienen una relación relativamente buena con Rusia. (Ninguno de los supuestos dueños respondió a las solicitudes de hacer comentarios para este artículo).
Los yates allanados varían de tamaño desde casi 40 metros (alrededor de tres autobuses metropolitanos) a poco más de 150 metros. Los de gama más alta pueden costar cerca de 600 millones de dólares, que es la cantidad por la que se informó que se vendió el Dilbar, según algunas estimaciones, el yate más grande del mundo (Alemania allanó en abril el Dilbar, que está relacionado con el oligarca Alisher Usmánov).
Desde finales de la década de 1990, los superyates han sido parte del despilfarro llamativo adoptado por los ultrarricos en Rusia. En lo personal, el oligarca Román Abramóvich ha comprado siete (y vendido tres) desde su primera adquisición, que marcó tendencia, en 1998, incluyendo el que en algún momento fue el yate más grande del mundo.
Elisabeth Schimpfoessl, una socióloga que es la autora de “Rich Russians: From Oligarchs to Bourgeoisie”, mencionó que los concursos de medición de longitud en los que los primeros oligarcas se enfrascaron han disminuido, conforme modificaron el foco de su atención a la filantropía y el arte, así como a intentar superarse unos a otros con sofisticación cultural.
La escritora comentó: “No querían vivir ese estilo de vida de superrico típico y llamativo”, en referencia a los “oligarcas del dinero antiguo”, como Abramóvich. “Pero todavía están comprando los yates”.
¿Una razón para hacerlo? Los botes (y la movilidad que ofrecían) tomaron una clase diferente de importancia para los oligarcas a raíz de las sanciones de la Unión Europea en 2014 contra los rusos que restringieron los viajes, según Schimpfoessl.
Los yates fueron una manera para sus propietarios sancionados de pasar tiempo en países europeos a pesar de las restricciones; un bote puede moverse con relativa facilidad desde Montenegro hasta Cannes o Niza, en Francia. Schimpfoessl explicó que, al viajar a través de los puertos, “hay muchas menos oportunidades de que cualquier control fronterizo les haga una revisión”. A continuación, un estimado de cuánto podría costar adquirir y operar un superyate, del tipo preferido por los oligarcas rusos. Los cálculos están basados en conversaciones con casi veinte personas que trabajan en la venta, diseño, seguridad y seguros de yates.
Pago para empezar: 9 millones de dólares
Las ventas de los yates habitualmente se arreglan a través de un agente comercial, el cual se encuentra mediante un puñado de compañías con oficinas en todo el mundo, en lugares como Mónaco; Nueva York; Fort Lauderdale, Florida; Sídney; Dubái, Emiratos Árabes Unidos; Londres, y Hong Kong. (Los rusos, en particular, parecen ir a oficinas en Mónaco).
Los agentes comerciales son a menudo excapitanes de yates que reciben una comisión de alrededor del tres por ciento del costo de la embarcación. Así que, por un bote como el Amadea, de poco más de 100 metros, un yate de 300 millones de dólares que ha sido vinculado al oligarca Suleiman Kerimov, es probable que la comisión inicial del vendedor haya sido de cerca de 9 millones de dólares.
Tal cantidad de dinero compra algunas cosas. Primero que nada, experiencia. Un agente comercial ayuda a guiar a un cliente hacia un yate que cubrirá sus necesidades, ya sea que la mayor parte del tiempo lo quieran tener anclado en Saint-Tropez, Francia, o ir de expedición al Ártico. El vendedor también conecta al comprador con los principales astilleros que construirán la embarcación. El precio de etiqueta: 300 millones de dólares
Hay alrededor de cien yates en el mundo que miden más de 90 metros y, aunque no siempre queda claro de quién son propiedad, SuperYacht Times estimó que por lo menos dieciocho tienen dueños rusos. Los otros pertenecen a otras personas ultrarricas, la mayoría magnates de negocios estadounidenses y europeos y familias con dinastía, así como la realeza del Medio Oriente.
Muchos de los botes de mayor lujo se contruyen en astilleros en los Países Bajos y Alemania a lo largo de varios años. Los cargos por los cientos de integrantes del personal y los contratistas, así como en ocasiones miles de subcontratistas involucrados en la construcción pueden sumar hasta casi la mitad del precio de venta o, para un bote de 300 millones de dólares como el Amadea, alrededor de 135 millones de dólares. Viviendo como un Abramovich: 60 millones de dólares
Después, vienen los interiores. Los honorarios de un diseñador pueden alcanzar los 4 millones de dólares, según Patrick Knowles, de la firma de diseño de interiores Patrick Knowles Design con sede en Fort Lauderdale.
Knowles afirmó que tiene conocimiento de un yate con un cuarto (un bar con paneles de ónix, paneles curvos de vidrio con grabados a mano, así como acabados de hoja de oro y aditamentos de bar personalizados en oro) que cuesta más de 1 millón de dólares. Knowles, la mayoría de cuyos clientes son estadounidenses, indicó que el gusto ruso en diseño tiende a “inclinarse hacia lo fastuoso y expresivo”.
A menudo, hay agregados de ultralujo. Muchos megayates incluyen discotecas (1,5 a 2,5 millones de dólares), cines (2 millones de dólares), gimnasios (de 1 a 1,5 millones de dólares) y cuartos de pánico totalmente ventilados y recubiertos con Kevlar (de 2 a 3 millones de dólares). Algunos multimillonarios incluso construyen sus propias unidades médicas, complementadas con médicos y enfermeros, según Knowles.
Aseguró que los interiores de los yates tienden a añadir hasta el 20 por ciento del primer costo inicial del bote.
No obstante, eso no incluye el arte. Knowles señaló: “No es poco común que un propìetario tenga una obra para destacar en el salón principal y tal vez también en el camarote principal. Podría ser un Matisse, un Picasso (en realidad, depende del gusto del dueño)”. Los otros botes: 80.000 dólares y más
Dentro del gran yate (literalmente, dentro del casco, como las matrioshkas) a menudo se encuentran botes más pequeños, conocidos como “tenders”, que pueden costar millones. Un megayate podría tener un bote inflable rígido para uso de la tripulación (que cuesta 80.000 dólares o más), un Riva Aquarama antiguo (imagínate e George Clooney navegando por Italia en un pequeño bote de madera cuyo precio mínimo es de 113.000 dólares) y un bote “limusina” personalizado y con techo que puede llevar a los invitados a la costa sin despeinarlos (2 millones de dólares y más).
No obstante, existe una categoría aparte de “juguetes” para yates que son encontrados a menudo en otros botes que siguen al megayate del propietario. ... y no hay que olvidar el mantenimiento: 30 millones de dólares al año
Los costos de operación anuales son de alrededor del 10 por ciento del costo original del yate, que para una embarcación del tamaño del Amadea puede ser de 30 millones de dólares. Es una gran cantidad de logística de la que se debe llevar registro y, como The New York Times informó la primavera pasada, las compañías que encargan de la administración que supervisan todo eso para los oligarcas vinculados con Putin ahora son objeto de investigaciones.
En el caso del yate de poco más de 100 metros, tan solo estar anclado en el muelle podría costar hasta 29.000 dólares a la semana. Eso sumaría más de 750.000 dólares al año al año por un bote que está en el mar alrededor de la mitad del tiempo.
El combustible puede costar alrededor de 1 millón de dólares al año, para los botes que están flotando en un solo cuerpo de agua. Algunas embarcaciones viajan de Croacia a Cerdeña; otras van hasta la Antártida. Según un vendedor, un yate muy grande que cruza del invierno en el Mediterráneo hasta el Caribe para el verano podría gastar otros 300.000 en combustible.
Los salarios de la tripulación por el hipotético bote de más de 90 metros serían de cerca de 3 millones de dólares al año. Los capitanes en un yate de esas dimensiones tiene la expectativa de ganar alrededor de 300.000 dólares y podría haber dos capitanes, que trabajarían en turnos de dos meses.
Los otros 30 o 40 integrantes de la tripulación, incluyendo a chefs, oficiales, mayordomos, ingenieros, contramaestres y marineros, trabajan todo el año con todos los gastos pagados, a menudo incluso con las cuentas de los bares en la costa. Las responsabilidades en gran medida incluyen labores de limpieza algo tediosas y siempre interminables, trabajos de mantenimiento, así como servicios a los huéspedes que se adaptan a todos los caprichos imaginables.
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