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Pulsamos el botón y esperamos. Algunos son táctiles, otros más antiguos. Ese subir y bajar al que estamos acostumbrados, que permite transportarnos y otorga accesibilidad, lleva detrás un gran trabajo invisible. En esa labor constante y silenciosa la familia Ríos tiene mucho que ver.
La empresa Adamoli Ascensores, fundada en 1924 con el nombre de Bazzano & Adamoli, es pionera en su rubro, tanto en instalación como en reparación y mantenimiento. Desde el primer día se caracteriza por la vocación de servicio y el compromiso de sus integrantes, valores que se fueron transmitiendo de generación en generación.
En la actualidad están de festejo, ya que llegaron a los 100 años marcando y acompañando la historia del país, con ganas de seguir sumando.
Los ingenieros Juan Pablo Ríos y Manuel Ríos son primos, actuales responsables de Adamoli Ascensores, nietos de don Francisco Ríos, quien comenzó a trabajar en 1934. Empezó desde abajo, mirando y aprendiendo. Su maestro, el italiano Ricardo Adamoli, llegó a nuestro país y en 1903 instaló el primer ascensor, toda una novedad para aquel entonces. Trajo consigo un modelo en miniatura para poder mostrar de qué se trataba, comercializarlo mejor y enseñar. Esa reliquia se encuentra en la casa central de Adamoli y funciona a la perfección.
“En ese entonces era como mostrar una nave espacial, no existía el transporte vertical como hay hoy en la ciudad; se demoraba unos tres años en traerlo en barco y terminar todo el proceso”, explica a Montevideo Portal el ingeniero industrial Manuel Ríos, director y gerente técnico de la empresa. Se instaló en el Grand Hotel Lanata y a ese hito le siguió el ascensor en la Casa Quinta de Luis Alberto de Herrera en 1912, al que hoy Adamoli volvió a poner en marcha, luego de 50 años sin funcionar, para celebrar su centenario de vida.
Al acto de festejo, el martes 28 de mayo, acudieron autoridades del gobierno, entre ellas el expresidente Luis Lacalle Herrera, en nombre de la familia, y el ministro de Vivienda, Raúl Lozano. “Lo pusimos en marcha y aseguramos su funcionamiento. Quedamos muy contentos de poder restaurar el ascensor junto al Museo Histórico Nacional. Colocamos el tablero más moderno que tenemos y elementos de seguridad que no tenía, como la alarma. Se aggiornó tratando de mantener la estética y estilo de la época. La verdad es que fue muy emocionante, resumió toda la historia, cerró un ciclo”, cuenta a Montevideo Portal Juan Pablo Ríos, ingeniero civil, director y gerente administrativo y comercial de Adamoli.
Un gran legado familiar
Don Francisco Ríos falleció en 2002. Su esposa, que tiene 101 años, sigue siendo una figura clave, que también estuvo presente en el homenaje. Ella recibe a menudo a toda la familia en su casa que está en lo alto del negocio, a la vieja usanza, y continúa llevando las riendas, compartiendo el entusiasmo por el oficio con los más jóvenes.
“Nosotros nos reunimos todos una vez al año para hablar de la empresa, de lo que se hace. Esto nos ha ayudado a transmitir los valores de vocación de servicio, de esfuerzo y dedicación, porque trabajamos las 24 horas, los 365 días del año para que las cosas funcionen. Tenemos unos 1700 ascensores activos y por año instalamos unos 60, principalmente en Montevideo y Punta del Este, en donde tenemos una sucursal desde 1982”, expresa Manuel Ríos.
Confiabilidad y seguridad son dos valores claves a la hora de hablar de ascensores, ya que deben garantizar el derecho a la accesibilidad y un traslado sin inconvenientes. Por eso, el teléfono está siempre prendido para casos de emergencia, aunque el margen de incidentes es muy bajo. “Hay que tener empatía con el cliente porque puede pasar que el ruido no los deja dormir, que ocurrió algo en la noche. Estamos siempre enfocados en nuestra política de calidad, en analizar cómo se puede mejorar, estar en los detalles”, dice Manuel Ríos.
Con el paso del tiempo, la gama de productos de Adamoli se ha ampliado de acuerdo a la demanda. Pasaron a incorporar elevadores, ascensores neumáticos domésticos, con comando de voz y sistema braille. “Por ejemplo, siguiendo la normativa de accesibilidad, se le ponen los botones más abajo para que todos lleguen a presionarlo y por audio se avisa qué se está haciendo pensando en las personas ciegas. Todos los días la tecnología va cambiando a una velocidad impresionante. Nosotros vamos estudiando, aprendiendo e incorporando nuevas opciones. Antiguamente los ascensores eran electromecánicos, más sencillos, pero ahora ha cambiado todo el know how que hay que tener para poder hacerlos andar”, agrega Juan Pablo Ríos.
En los depósitos de Adamoli hay piezas y repuestos de ascensores de todas las épocas. Incluso, recuerdan con claridad las características de cada uno, en dónde se encuentran instalados, anécdotas y más. Todo el trabajo que conlleva genera un cariño “como si se tratase de un hijo”, explican entre risas.
Rememoran, por ejemplo, cuando colocaron el ascensor en el Palacio Peñarol con un escudo en el suelo hecho en granito de dos colores, el que tuvieron que mover a pedido del contador Damiani porque no estaba dispuesto a pisarlo. O cuando, en 1990, colocaron en el Hipódromo de Maroñas ascensores que superan los cuatro metros cuadrados de cabina. El Estadio Centenario, el edificio Greenfield y tantos más se suman a la lista.
“Yo recuerdo desde chico ver a mi padre trabajando con una pasión increíble, guardando botones, nombrando cada lugar, cada proceso, cada máquina. Todo eso se contagia y es lo que nos sigue caracterizando. Sin dudas esa responsabilidad hace que perduremos en el tiempo”, concluye Manuel Ríos.