Por The New York Times | Eric Lipton, Dionne Searcey y Michael Forsythe
La revolución de las energías limpias está remplazando al petróleo y al gas con un nuevo impulso a nivel global: los minerales y los metales que se usan en las baterías eléctricas, los paneles solares y otras formas de energía renovable.
Lugares como la República Democrática del Congo, la cual produce dos terceras partes del suministro mundial de cobalto, por ejemplo, están asumiendo el tipo de función que solían tener Arabia Saudita y otros países petroleros. Además, la competencia entre Estados Unidos y China para garantizar el suministro podría tener implicaciones de más largo alcance para la meta conjunta de proteger el planeta.
Esta investigación de The New York Times es producto de entrevistas con más de 100 personas de tres continentes y miles de páginas de documentos financieros, diplomáticos y de otro tipo. A continuación, algunos de los hallazgos.
Conforme Estados Unidos adopta las energías limpias, se vuelve vulnerable al impacto de los precios y la escasez de suministros.
El gobierno de Estados Unidos no pudo proteger las inversiones diplomáticas y financieras que había hecho en Congo durante décadas, ni siquiera cuando China se posicionaba para imponerse en la nueva era de los vehículos eléctricos.
La venta, que comenzó en 2016, de dos reservas importantes de cobalto en la República Democrática del Congo por parte de un gigante minero estadounidense a un conglomerado chino marcó el fin de cualquier presencia significativa de Estados Unidos en la extracción de cobalto en ese país.
Los fabricantes chinos de baterías han alcanzado acuerdos con las compañías mineras para garantizar el abastecimiento sostenido de ese metal.
Pekín financió una oleada de adquisiciones de minas en la República Democrática del Congo, lo cual le aseguró una cadena de suministro esencial.
Según el análisis de los datos, desde el año pasado, quince de las diecinueve minas de producción de cobalto en Congo eran propiedad de empresas chinas o estaban financiadas por ellas. Estas compañías habían recibido al menos 12.000 millones de dólares en préstamos y otros tipos de financiamiento de instituciones estatales, pero es probable que hayan obtenido miles de millones más.
Las cinco empresas mineras más grandes de China que trabajan en la extracción de cobre y cobalto en la República Democrática del Congo también tenían una línea de crédito de bancos estatales por un total de 124.000 millones de dólares.
Una de las empresas con respaldo del gobierno, China Molybdenum, la cual compró las dos reservas que poseía Estados Unidos, se describió como “una entidad empresarial pura” que cotiza en dos mercados bursátiles. Los registros muestran que el 25 por ciento de la empresa es propiedad de un gobierno local de China.
Las autoridades congoleñas acusan a las compañías mineras chinas de engañar al país con promesas de ingresos y prosperidad.
Los congoleños están revisando los contratos previos de extracción con la ayuda financiera del gobierno estadounidense, lo cual es parte de una labor más amplia para combatir la corrupción. También están analizando si China cumplió sus promesas de construir carreteras, escuelas, hospitales y otras obras de infraestructura.
Por otra parte, están acusando a China Molybdenum de retener pagos al gobierno en su mina de cobre y cobalto Tenke Fungurume. Esta empresa afirmó que no había hecho nada malo y cuestionó si esto se trataba de un intento planeado para debilitarla.
En China hay una expresión que dice algo como: “Donde existe el deseo de sancionar, aparecerán las pruebas”, comentó un vocero de la empresa. “Me da la impresión de que quizás estamos atrapados en el juego de potencias más grandes”.
La compra de una mina estadounidense por parte de China fue posible gracias a una empresa donde Hunter Biden era miembro del consejo administrativo.
Tenke Fungurume, una de las minas de cobalto más grandes del mundo, era propiedad de la empresa estadounidense Freeport-McMoRan. Luego, en 2016, fue vendida a China Molybdenum en una serie de transacciones por un valor de 3800 millones de dólares. La venta contó con la ayuda de una empresa de capital inversión que compró las acciones de un socio minoritario de la mina.
Hunter Biden, hijo del actual presidente de Estados Unidos, era miembro fundador del consejo administrativo de esta empresa de capital privado. De acuerdo con documentos financieros de China, esta empresa de Washington que había sido manejada por Hunter Biden sigue siendo accionista de la compañía. Chris Clark, abogado de Hunter Biden, comentó que su cliente “ya no tiene ningún interés, directo o indirecto” ni en la empresa china ni en la de Washington. En los expedientes de China vemos que ya no es miembro del consejo administrativo de la empresa china. Hunter Biden se rehusó a hacer comentarios.
Cuando se le preguntó a un vocero de la Casa Blanca si el presidente estaba enterado de la relación de su hijo con la venta, este contestó que no.
El hecho de que China sea la propietaria de las empresas ha incrementado el suministro de cobalto a nivel mundial, pero los trabajadores se quejan de la falta de seguridad.
Una mayor extracción y refinación del cobalto por parte de las empresas chinas ha ayudado a satisfacer la creciente demanda mundial. Pero al menos una docena de empleados o contratistas de la mina Tenke Fungurume le comentaron al Times que la tenencia de China había dado lugar a una considerable reducción de la seguridad y un aumento de las lesiones, muchas de las cuales no se reportaban a la gerencia.
La empresa señaló que quizás estas quejas fueron inventadas y que, de hecho, la seguridad había aumentado.
Estados Unidos va rezagado en la carrera por los minerales.
A medida que el mundo da un salto hacia un futuro enfocado en los vehículos eléctricos, Estados Unidos está intentando alcanzarlo, aunque el Congreso y el gobierno de Biden ya están dando los primeros pasos. El viernes, la Cámara Baja aprobó una ley que propone dedicar más de 500.000 millones de dólares para que la economía de Estados Unidos pase de los combustibles fósiles a la energía renovable y los automóviles eléctricos.
Amos Hochstein, alto asesor del Departamento de Estado para la seguridad de la energía global, pronostica que el acceso a los paneles solares y a las baterías para vehículos eléctricos será determinante para garantizar la energía en el futuro.
“Es indispensable para la seguridad nacional que Estados Unidos garantice que en el siglo XXI no se repitan los puntos débiles del siglo XX”, comentó. Una mina industrial de cobre y cobalto en Lubumbashi, República Democrática del Congo, el 26 de abril de 2021. (Ashley Gilbertson/The New York Times). Trabajadores de China Molybdenum en la mina de esta empresa en Kisanfu, República Democrática del Congo, el 27 de abril de 2021. (Ashley Gilbertson/The New York Times).
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