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Por The New York Times

Mientras arde la guerra, hay una lucha por equilibrar las crisis energética y climática

Mientras el mundo se tambalea a causa del aumento repentino en los precios del petróleo y el gas, los efectos colaterales de la invasión rusa a Ucrania han expuesto un dilema

12.03.2022 08:43

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2022-03-12T08:43:00-03:00
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Por The New York Times | Brad Plumer, Lisa Friedman and David Gelles

Mientras el mundo se tambalea a causa del aumento repentino en los precios del petróleo y el gas, los efectos colaterales de la invasión rusa a Ucrania han expuesto un dilema: las naciones siguen teniendo una dependencia extraordinaria de los combustibles fósiles y están sufriendo para apuntalar los suministros justo en un momento en el que los científicos consideran que el mundo debe reducir el uso del petróleo, el gas y el carbón para evitar un daño irrevocable al planeta.

Aunque los países podrían reducir de manera considerable su vulnerabilidad frente a los cambios violentos en los mercados del petróleo y el gas al cambiarse a fuentes más limpias de energías como la eólica y la solar, así como a los vehículos eléctricos —que también forma parte de la estrategia para combatir el cambio climático—, esa transición tardará años.

Así que, por ahora, para muchos gobiernos, la urgencia está más enfocada en paliar los colapsos energéticos a corto plazo, al buscar la manera de impulsar la producción mundial del petróleo para remplazar los millones de barriles al día que Rusia ha exportado históricamente, pero que ahora las naciones de Occidente rechazan.

Los dos objetivos no tienen por qué chocar, según autoridades estadounidenses y europeas.

Sin embargo, algunas personas temen que los países se obsesionen tanto con la crisis energética inmediata que desatiendan las políticas a largo plazo para reducir su dependencia de los combustibles fósiles, un error de juicio que podría dejar al mundo a merced de más crisis del petróleo y el gas en el futuro, así como un planeta con niveles peligrosos de sobrecalentamiento.

“A corto plazo, debemos intentar que esta crisis no cree una catástrofe económica”, opinó Sarah Ladislaw, directora gerente en RAMI, una organización sin fines de lucro que trabaja en asuntos relacionados con la energía limpia. “Pero también debemos tomar medidas a largo plazo para reducir nuestras vulnerabilidades energéticas subyacentes”. De lo contrario, opinó Ladislaw, “volveremos justo a esta situación dentro de varios años”.

Los precios del petróleo ya eran altos incluso antes de que estallara la guerra en Ucrania, cuando la economía mundial se recuperaba de la pandemia y la demanda superaba al suministro. No obstante, la invasión ordenada por el presidente ruso, Vladimir Putin, a finales de febrero provocó que se disparara el precio del crudo, el cual se acercó a 130 dólares por barril esta semana. El martes, el presidente Joe Biden anunció que Estados Unidos iba a prohibir las importaciones de petróleo desde Rusia —país que producía uno de cada diez barriles del petróleo que el mundo consumía antes de la guerra—, una maniobra que enturbió más los mercados.

“La decisión actual tendrá una repercusión en casa. La guerra de Putin ya está afectando a las familias estadounidenses en las gasolinerías”, comentó Biden.

Algunos funcionarios del gobierno, que a menudo se han enfrentado con los productores nacionales de petróleo y gas por las políticas sobre el cambio climático de Biden, mostraron un tono distinto el miércoles y le pidieron ayuda a la industria. La maniobra llegó cuando los precios de la gasolina promediaban 4,25 dólares por galón (1,12 dólares por litro) en todo el país, los niveles más altos desde 2012 después de ajustar la inflación.

“Estamos en pie de lucha, es una emergencia, y en este momento debemos aumentar con responsabilidad el suministro a corto plazo donde podamos para estabilizar el mercado y minimizar el daño para las familias estadounidenses”, les dijo la secretaria de Energía Jennifer Granholm a ejecutivos del petróleo y el gas en una conferencia de la industria celebrada el miércoles en Houston. “Esto quiere decir que lo mejor es que, si pueden, produzcan más ahora y dónde puedan”.

Granholm mencionó que redoblar la producción de petróleo y gas a corto plazo no implicaba abandonar el objetivo del gobierno de alejarse de los combustibles fósiles para combatir el calentamiento global. Biden ha prometido reducir para 2030 las emisiones de gases de efecto invernadero de Estados Unidos al menos en un 50 por ciento por debajo de los niveles de 2005.

“En efecto, en este momento, necesitamos que aumente la producción de petróleo y gas para satisfacer la demanda actual”, comentó Granholm. No obstante, agregó: “Hablamos en serio sobre la descarbonización mientras ofrecemos energía confiable que no depende de adversarios extranjeros”.

El uso del petróleo en los países industrializados cayó entre 2005 y 2012, la última vez que los precios estuvieron al alza, pero el consumo no ha subido ni bajado desde entonces, salvo por una caída temporal durante la pandemia.

Cuánto hará en realidad Estados Unidos para detener la dependencia de los combustibles fósiles en los años por venir sigue siendo una incógnita. En su más reciente perspectiva anual, la Administración de Información Energética de Estados Unidos señaló que esperaba que el petróleo y el gas se mantuvieran como las principales fuentes de energía de la nación hasta 2050 sin un cambio significativo en las políticas. Ese es el mismo año para cuando, según los científicos, las naciones deben eliminar la mayor parte de sus emisiones de combustibles fósiles si quieren evitar los efectos más catastróficos del calentamiento global.

La principal propuesta legislativa del gobierno para acelerar la transición hacia energías más limpias, la Ley Reconstruir Mejor, sigue en el limbo. Ese proyecto de ley incluye 555.000 millones de dólares en gasto para desplegar tecnologías bajas en carbono como las energías eólica, solar, geotérmica y nuclear. Los compradores de vehículos eléctricos recibirían hasta 12.500 dólares en créditos fiscales. El proyecto de ley también cuenta con miles de millones de dólares para que los edificios tengan una mayor eficiencia energética y remplazar la calefacción que utiliza gas con versiones eléctricas. Al mismo tiempo, los ejecutivos de la industria petrolera admitieron que tal vez podrían enfrentar límites relacionados con la cantidad adicional de producción de petróleo y gas a corto plazo. La producción petrolera de Estados Unidos ya casi llega a los niveles prepandémicos, apenas por debajo de 12 millones de barriles al día. La Administración de Información Energética predijo el martes que la producción podría aumentar a 13 millones de barriles al día para 2023.

“En realidad, nadie anticipaba la necesidad de crecer de manera significativa”, comentó Vicki Hollub, directora ejecutiva de Occidental Petroleum, durante un panel de discusión en la conferencia de Houston. “Ese es el desafío actual. Si no planeabas crecer, no podrás hacerlo en la actualidad”.

Hollub mencionó que, debido a las restricciones en la cadena de suministro, los productores estadounidenses de petróleo y gas tenían problemas para aumentar con rapidez la producción y que a causa de la escasez de mano de obra era difícil encontrar trabajadores calificados. Al mismo tiempo, los inversionistas enfurecidos a causa de los anteriores colapsos de los precios han exigido que las empresas se concentren más en regresar dinero en efectivo a los accionistas en vez de invertir en crecimiento.

Europa enfrenta un desafío todavía mayor. Desde 2010, el continente ha realizado inversiones importantes en energía renovable y ha tomado medidas de eficiencia que han ayudado a reducir su consumo de gas natural. Sin embargo, la producción local de gas ha disminuido aún más rápido y esto quiere decir que cada vez depende más de las exportaciones de lugares como Rusia, país que suministra casi el 40 por ciento del gas que usan los europeos para calefacción y electricidad. Europa también enfrenta tensiones entre las necesidades de seguridad energética a corto plazo y sus metas climáticas globales, opinaron funcionarios.

Frans Timmermans, vicepresidente de la Comisión Europea, reconoció que algunos países tal vez necesitan depender más del carbón a corto plazo mientras reducen el consumo de gas natural. Cuando el carbón, el combustible fósil más sucio, se quema para generar energía, las emisiones de dióxido de carbono que produce, las cuales atrapan el calor, suelen ser el doble que las producidas por la combustión del gas.

“Seré más claro que el agua: no hay ningún futuro en el carbón”, comentó Timmermans en una entrevista reciente. Sin embargo, señaló que es probable que algunos países de la Unión Europea sigan quemándolo durante más tiempo como sustituto del gas ruso hasta que puedan producir suficiente energía renovable para remplazarlo. “Entonces, haremos los cálculos para ver qué implica eso para las emisiones”, dijo.

John Kerry, enviado del gobierno de Biden para el cambio climático, comentó que redoblar ahora la producción de petróleo y gas para ayudar a Europa a remplazar el gas ruso no es incompatible con los objetivos climáticos. “Mira, sin duda, el suministro es necesario; tiene un lugar protagónico, debe tenerlo”, dijo, y agregó: “Nunca hemos considerado que el suministro de seguridad energética esté en contra de la idea de una transición y de alcanzar el objetivo de cero emisiones para 2050”.

Kerry mencionó que todavía hay tiempo para detener el consumo de combustibles fósiles, a pesar de la iniciativa a corto plazo de bombear más petróleo.

“Si durante seis o siete meses intentamos ajustar la volatilidad, seguimos en buen camino”, comentó. “No hablamos de quemar sin cesar durante los próximos diez años. Eso sería absurdo e inaceptable”. El presidente Joe Biden anuncia una prohibición a las importaciones de petróleo y gas desde Rusia, la medida más reciente para intensificar las sanciones en contra del país, en la Casa Blanca, el 8 de marzo de 2022. (Tom Brenner/The New York Times) John Kerry, el enviado presidencial para el clima, informa a reporteros en la Casa Blanca en Washington, el 22 de abril de 2021. (Al Drago/The New York Times)