Por The New York Times | Erin Griffith
SAN FRANCISCO — Los jóvenes reyes de Silicon Valley están desmontando sus unicornios.
Están escribiendo entradas de blog sentimentales que hablan de sus legados. Expresan su esperanza en las perspectivas de sus empresas. Están dejando sus puestos de trabajo al frente de las empresas emergentes que fundaron.
En las últimas semanas, Ben Silbermann, cofundador del servicio de tableros digitales Pinterest, dimitió como consejero delegado; Joe Gebbia, cofundador de la empresa de renta de viviendas Airbnb, anunció su salida de la dirección de la compañía, y Apoorva Mehta, fundador de la aplicación de entrega de abarrotes Instacart, aseguró que terminaría su mandato como presidente ejecutivo cuando la empresa comenzara a cotizar en la bolsa este año.
Las dimisiones significan el fin de una era en estas empresas, que se encuentran entre las más valiosas y conocidas de Silicon Valley en la última década, y de la era que representan. En los últimos años, los inversionistas han aportado cada vez más dinero en un grupo de empresas emergentes muy valoradas, conocidas como unicornios, con un valor de 1000 millones de dólares o más, y sus fundadores han sido tratados como héroes visionarios. Esos fundadores lucharon por obtener derechos de propiedad especiales que los mantuvieran en control de sus empresas, un cambio con respecto al pasado, cuando los empresarios solían ser sustituidos por ejecutivos más experimentados o cuando los presionaban para vender.
Sin embargo, cuando el mercado bursátil cayó drásticamente este año y afectó especialmente a las empresas tecnológicas que perdían dinero, este enfoque empezó a cambiar. Los inversionistas de capital de riesgo se retrajeron en la realización de acuerdos e instaron a las jóvenes y preciadas empresas de Silicon Valley a recortar gastos y proceder con cautela. El sector empezó a hablar de “directores generales en tiempos de guerra” que pueden hacer más con menos, mientras se jactan de las lecciones aprendidas en crisis anteriores.
La paciencia con los visionarios se agotó. Las empresas dirigidas por sus fundadores empezaron a parecer pasivos, no activos.
“Todo eso ha cambiado en los últimos 90 días y no va a volver a ocurrir pronto”, afirmó Wil Schroter, fundador de Startups.com, un programa de aceleración de empresas jóvenes. La historia de “ya lo resolveremos después” ya no es atractiva para los inversionistas, añadió.
Además de Silbermann, Gebbia y Mehta, los fundadores en la cúpula de Twitter, Peloton, Medium y MicroStrategy han dimitido este año.
No se van con buena nota. Las acciones de Pinterest han bajado un 60 por ciento con respecto a hace un año. Elliott Management, un accionista activista conocido por presionar a las empresas para que hagan grandes cambios, tomó hace poco una participación en la compañía. Las acciones de Airbnb han bajado un 25 por ciento desde hace un año e Instacart bajó su valoración interna casi un 40 por ciento en marzo, mientras se prepara para empezar a cotizar en la bolsa en un mercado hostil.
“Sin duda, es menos divertido ser consejero delegado cuando los mercados están a la baja, la economía tiende a ser negativa y la regulación aumenta”, señaló Kevin Werbach, profesor de Negocios en la Escuela Wharton de la Universidad de Pensilvania. “Si ya eres tan rico, famoso y exitoso como estos hombres, suele llegar un punto en el que permanecer en la dirección es menos atractivo que retirarte”.
En la tradición de las empresas emergentes, Mark Zuckerberg fue el pionero del jefe moderno. Llevando tarjetas de visita en las que se leía: “Soy el director general, idiota”, y erizando el vello de Wall Street con su “irrespetuosa” sudadera con capucha, exigió a los inversionistas que lo dejaran mantener una participación mayoritaria en Facebook a medida que esta crecía, dando paso a la actual era de acuerdos “favorables a los fundadores”. “Inspiró a toda nuestra generación a creer en lo imposible de que podían crear empresas”, afirmó Trace Cohen, de 34 años, inversionista en empresas emergentes muy jóvenes. Algunos fundadores de esta época llevaron su libertad demasiado lejos. Los gastos y las fiestas de Adam Neumann hicieron que se viera obligado a abandonar WeWork en 2018, a pesar de que tenía una participación mayoritaria en la empresa. Y las tácticas agresivas de Travis Kalanick en Uber provocaron su destitución en 2017, a pesar de sus acciones con supervoto.
El resto, en su mayoría, aguantó hasta las ofertas públicas iniciales de las empresas. Pero resulta que dirigir una empresa que cotiza en la bolsa, con sus obligaciones fiduciarias, las llamadas de los analistas y el trabajo de las ganancias trimestrales, está muy lejos del ajetreo y la emoción de la vida de una empresa emergente. Ahora, a medida que aumentan los problemas en medio de la crisis del mercado, están renunciando al poder y al control por los que una vez lucharon. Los inversionistas dicen que prevén más renuncias de fundadores que se dan cuenta de que ahora tienen que trabajar más por menos (relativamente hablando). “Ahora, pueden dejar que algunos ejecutivos den un paso al frente, tomen el relevo y la hagan crecer con diferentes incentivos”, aclaró Cohen.
La semana pasada, Brad Hargreaves, fundador de Common, una empresa emergente que gestiona espacios de vida en común, anunció que dejaría el cargo de consejero delegado y se convertiría en director creativo. La jefa de propiedades de la empresa, Karlene Holloman, una veterana del sector hotelero, asumirá el cargo de consejera delegada.
La caída del mercado ha influido en la decisión de Hargreaves. En tiempos de crisis, dijo, es bueno tener un fundador en la cima de la empresa que pueda convencer a los inversionistas, empleados y clientes de una gran visión. “Las operaciones no importan tanto”, afirmó. “Nadie está pendiente del balance final”.
El entorno actual requiere alguien con la amplia experiencia y las habilidades operativas de Holloman, comentó. “En una época más ajustada, en la que las operaciones importan mucho y nadie se cree las grandes visiones, se necesita un operador en ese asiento”, añadió.
“Muchos fundadores-directores ejecutivos se quedan demasiado tiempo”, opinó.
Los fundadores que hasta ahora se han quedado en medio de la recesión —y hay muchos, como en Stripe, Coinbase y Discord— pueden esperar mayores exigencias y más presión. La aplicación de compraventa de acciones Robinhood ha despedido a más de mil empleados este año a medida que pierde clientes activos. Para empeorar las cosas, los fundadores de empresas emergentes han perdido su halo de caché cultural positivo, una tendencia que comenzó durante la reacción tecnológica de 2017 y que ha crecido con la publicación de devastadores libros y programas de televisión sobre WeWork, Uber y otros preferidos de la tecnología.
“Una vez que has hecho una cierta cantidad de dinero, estás jugando por el estatus y el estatus no está ahí”, explicó Hargreaves.
Aun así, siempre está la historia del regreso. Si el mercado empeora y las empresas comienzan a hundirse de manera grave, podríamos ver la dinámica inversa de fundadores que regresan para salvarlas, sugirió Werbach, el profesor de Negocios.
Sería un regreso al fundador original de culto, que despertaba admiración mucho antes de que los unicornios vagaran por el valle y que incluso inspiró las fanfarronas tarjetas de visita de Zuckerberg. Fue, quizás, el jefe original: Steve Jobs. Los jóvenes reyes de Silicon Valley están desmontando sus unicornios y señalando el fin de una era. (Michelle Rohn/The New York Times)