Por The New York Times | Jeff Sommer
Es bueno ser el jefe.
El trabajo puede ser desafiante y estresante, pero tu sueldo es mayor al de todos los demás, mucho mayor, según las cifras más recientes.
Sabemos cuánto más ganan los jefes porque, cada año, gracias a la Ley Dodd-Frank de 2010, las empresas que cotizan en bolsa en Estados Unidos tienen que revelarles a sus accionistas una gran cantidad de información sobre la compensación de los altos ejecutivos. Además, las empresas deben comparar las ganancias abundantes de sus líderes con la paga de los trabajadores comunes.
Yo ya me acostumbré a escudriñar estas cifras año tras año. Para los dirigentes del mundo corporativo estadounidense, las sumas casi siempre varían entre cuantiosas y exorbitantes.
Consideremos que el director ejecutivo con el sueldo más alto en el informe de este año, recopilado por la firma de investigación sobre compensación de ejecutivos Equilar, fue Sundar Pichai de Alphabet, la empresa matriz de Google. En 2022, percibió 225.985.000 dólares.
El trabajador promedio de Google ganó 279.802 dólares, para nada un sueldo de miseria. Aun así, al empleado promedio le tomaría 808 años llegar a lo que gana Pichai. Claro que nadie vive hasta los 808 años y la seguridad laboral no es como solía ser. En enero, Alphabet anunció que iba a despedir a 12.000 empleados.
Ahora bien, Pichai no siempre ganó esa enorme cantidad de dinero. El año anterior, percibió 6.322.599, una relación salarial director ejecutivo-trabajador mucho más modesta de 21. Además, Google presta un servicio público muy importante. Usé el motor de búsqueda de Google para conseguir la compensación de Pichai y de otros ejecutivos bien remunerados en las declaraciones informativas que sus empresas presentan todos los años.
También es verdad que el sueldo de Pichai en 2022 no se habría visto tan colosal si lo hubiera recibido el año anterior.
En 2021, quien más ganó en el mundo empresarial estadounidense, según Equilar, fue Jeff Green, director ejecutivo de The Trade Desk, una empresa de publicidad digital, con 835 millones de dólares. El año anterior, fue Alexander Karp, director ejecutivo de Palantir, una empresa de minería de datos e inteligencia artificial que obtiene gran parte de sus ingresos a través de contratos gubernamentales. Karp percibió 1100 millones de dólares.
Estas cifras —y los sueldos de este año de los altos ejecutivos que, si bien fueron menos altos, aún están en un nivel de rey Midas— se han vuelto tan comunes que es fácil que pasen inadvertidas. Pero si te detienes a pensarlo, puede que estos números te resulten alarmantes.
Consideremos que, en 2022, el índice S&P 500 cayó un 19,4 por ciento. Los accionistas sintieron el golpe. Sin embargo, el ingreso medio de un director ejecutivo común y corriente (que llevaba en el puesto al menos dos años) fue de 14,8 millones de dólares, según Equilar. Eso fue 186 veces lo que ganó el empleado promedio, una leve reducción del año anterior cuando fue 190 veces mayor. Aun así, los trabajadores comunes tardarían 186 años en ganar lo que sus directores ejecutivos recibieron en 2022 de parte de consejos de administración que afirmaron preocuparse mucho por el bienestar de los accionistas y, a menudo, de las partes interesadas, como los empleados.
En lo que se refiere a los directores ejecutivos mejor pagados del país, las cifras de remuneración —y la discrepancia con lo que percibieron los trabajadores comunes— fueron mucho mayores. Equilar ofrece una lista de los 100 sueldos más altos en su sitio web.
En 2022, Pichai estuvo en la cima. Detrás de él, los ocupantes de los otros cuatro lugares fueron:
— Stephen Scherr de Hertz, la empresa de alquiler de autos que está viviendo un cambio radical tras declararse en bancarrota durante la pandemia, con una compensación de 182.136.137 dólares. Eso fue 4983 veces lo que ganó el empleado promedio en Hertz.
— Barry McCarthy de Peloton Interactive, que floreció durante el periodo de “quedarse en casa” en las primeras etapas de la pandemia, pero ahora necesita renovarse. Percibió 168.073.420 dólares, es decir, 2299 veces lo que ganó el empleado promedio.
— Michael Rapino de Live Nation Entertainment, empresa propietaria de Ticketmaster. Su compensación fue un total de 139.005.565 el año pasado. El empleado promedio ganó solo 25.673 dólares. El sueldo de Rapino fue 5414 veces mayor, una diferencia más grande que la que existe entre una milla y un pie.
Todos tienen un límite cuando se trata de paquetes de remuneración. Este año, fue evidente que los accionistas de Live Nation alcanzaron el suyo.
En una reprimenda poco común contra Rapino y otros altos ejecutivos con remuneraciones cuantiosas en Live Nation —Joe Berchtold, el segundo al mando, percibió 52.356.095 dólares en 2022—, una mayoría de los accionistas votó en contra de la compensación de los ejecutivos. Los accionistas también votaron con una mayoría aplastante a favor de realizar una votación anual de “say-on-pay” (mecanismo de gobierno corporativo mediante el cual los accionistas de una empresa tienen derecho a votar sobre la remuneración de los ejecutivos) en Live Nation, en lugar de cada tres años, como había hecho la empresa hasta el momento.
Estos extravagantes paquetes de remuneración llegaron en un momento inoportuno para Live Nation. Como recordarán, la empresa tuvo problemas en meses recientes.
En noviembre, The New York Times informó que el Departamento de Justicia estaba investigando a Live Nation por abuso de poder en la industria de la música en vivo. Poco después, la unidad de Ticketmaster de la empresa echó a perder la venta de boletos para un concierto de Taylor Swift, lo cual enfureció a millones de fanáticos en lo que se ha denominado ampliamente como un “fiasco” y una “debacle”. La indignación de los “swifties” derivó en audiencias en el Congreso, presión del gobierno de Biden a la empresa y, en junio, la revuelta de sus accionistas. Los paquetes de remuneración de los ejecutivos suelen incluir opciones de compra de acciones que los ejecutivos no cobran si las empresas no alcanzan ciertos objetivos de rendimiento. En algunos casos, esas cifras también incluyen beneficios como el uso de aviones corporativos y escoltas de seguridad. Gracias a la Ley Dodd-Frank, ahora podemos saber más sobre la paga de los altos ejecutivos que sobre el salario de nuestros compañeros de trabajo.
Por primera vez, las reglas requieren otro conjunto de números: la “remuneración real pagada”. Este es un concepto aparentemente simple que requiere cálculos complejos. Pero en esencia, incluye el cambio de valor de las participaciones accionarias ya otorgadas.
Estas cifras también son altísimas. En 2022, la “remuneración real pagada” de Pichai fue de 115.820.786 dólares. La de Scherr fue de 132.128.569 dólares. La declaración informativa de Peloton no incluyó esta suma para McCarthy. La de Rapino fue de 35.618.299 dólares.
Entonces, ¿qué debemos pensar de estos niveles de compensación que suben año con año?
No me opongo a que los directores ejecutivos ganen más que yo, sobre todo porque, como accionista, me beneficio cuando sus decisiones contribuyen a un aumento del valor de las acciones de la empresa. Como trabajador disciplinado, me complace cuando los directores ejecutivos me ayudan —y a mis compañeros de trabajo— a prosperar.
Lo que me impacta es la enorme brecha salarial.
Para poner en perspectiva el tamaño de esta disparidad, consideremos que Peter Drucker, el economista y gurú de la administración que murió en 2005, dijo que la mayoría de los trabajadores comprendían que los directores ejecutivos tendrían sueldos más altos. Pero también citó estudios que mostraban que se percibía como “bastante justo” cuando los directores ejecutivos ganaban entre 10 y 12 veces más que los trabajadores.
Es difícil hacer comparaciones precisas de las relaciones salariales entre ejecutivos y empleados de otras épocas porque la metodología que se usa ahora para calcularlas no se estandarizó sino hasta 2018. Pero no hay duda de que había mucha menos desigualdad salarial en Estados Unidos durante los años sesenta y setenta. Un estudio halló que la relación salarial en las grandes empresas era de menos de 20 ya entrada la década de 1970. Para 1989, era de más de 40, un nivel que a Drucker le parecía excesivo.
En los años noventa, el gobierno de Clinton argumentó que contendría los sueldos de los ejecutivos y emprendió una “reforma” tributaria importante, que tuvo consecuencias imprevistas. Al limitar la deducibilidad de la compensación de los ejecutivos a 1 millón de dólares, pero dejando una laguna jurídica enorme —las opciones de compra de acciones y los beneficios ligados al rendimiento corporativo—, esta política contribuyó al aumento de los paquetes de remuneración desbordantes.
Drucker, columnista de The Wall Street Journal, sugirió que los directores ejecutivos debían autoimponer un límite “voluntario” a su remuneración y asegurarse de que no fuera más de 20 veces mayor a la de los trabajadores de base y, de preferencia, menor que eso. Afirmó que hacer lo contrario crearía niveles corrosivos de desigualdad de ingresos y eso dañaría no solo a las empresas, sino también a la sociedad (nota de divulgación: aquí en el Times, la relación salarial ahora es de 45, según muestra la declaración informativa de la empresa). En su estupendo libro, “Other People’s Money” (“El dinero de los demás”), el juez de la Corte Suprema Louis Brandeis escribió hace más de 100 años: “Se dice que la luz del sol es el mejor desinfectante”.
Al menos veamos más de cerca los paquetes de remuneración de los ejecutivos. Dejemos que entre la luz. Los sueldos de los directores ejecutivos han subido de nuevo y están alcanzando niveles que hace una generación eran impensables. Google, Hertz, Peloton y Live Nation encabezan la lista. (Thomas Fuchs/The New York Times)