Por The New York Times | Kevin Roose
Comencemos por el principio: ¿Qué es ‘cripto’?
Hace una década o dos, esta palabra en general se usaba como una abreviatura de criptografía. Pero en años recientes, se relaciona más con las criptodivisas. Ahora, el término “cripto” suele referirse a todo el universo de tecnologías que se basan en cadenas de bloques, los sistemas de contabilidad distribuida que respaldan las monedas digitales como el bitcóin, pero que también representan la base de la tecnología que está detrás de cosas como los NFT, las aplicaciones de la Web3 y los protocolos comerciales de las finanzas descentralizadas, o DeFi.
Ah claro, las cadenas de bloques. ¿Me podrías recordar, sin entrar en muchos detalles técnicos, qué son?
En un nivel muy básico, las cadenas de bloques son bases de datos compartidas que almacenan y verifican información de manera segura, en términos criptográficos.
Puedes pensar que una cadena de bloques es como una hoja de cálculo de Google, solo que, en vez de guardarse en los servidores de Google, las cadenas de bloques se sostienen gracias a una red de computadoras ubicadas por todo el mundo. Estas computadoras (a veces llamadas mineras o validadoras) se encargan de almacenar sus propias copias de la base de datos, y agregan y verifican nuevas entradas y protegen la base de datos de hackers.
Entonces, ¿las cadenas de bloques son como… hojas de cálculo de Google sofisticadas?
Algo así, pero hay al menos tres diferencias conceptuales importantes.
La primera es que una cadena de bloques está descentralizada. No necesita la supervisión de una empresa como Google. Todo ese trabajo lo realizan las computadoras de la red, por medio de lo que se llama un mecanismo de consenso: un algoritmo complicado que les permite convenir qué hay en una base de datos sin necesidad de un árbitro neutral. Esto hace que las cadenas de bloques sean más seguras que los sistemas tradicionales de contabilidad, según creen sus proponentes, ya que una sola persona o empresa no puede eliminar la cadena de bloques ni modificar su contenido, y cualquiera que quiera hackear o cambiar los registros del sistema de contabilidad tendría que acceder a muchas computadoras al mismo tiempo.
La segunda característica importante de las cadenas de bloques es que, por lo general, son públicas y de código abierto, esto quiere decir que, a diferencia de una hoja de cálculo de Google, cualquiera puede inspeccionar el código de una cadena de bloques pública o ver el registro de cualquier transacción. (Existen cadenas de bloques privadas, pero son menos importantes que las públicas).
El tercer factor es que las cadenas de bloques suelen ser permanentes y solo se les pueden hacer adiciones, es decir que, a diferencia de una hoja de cálculo de Google, los datos que se agregan a una cadena de bloques, por lo general, no se pueden borrar ni cambiar después.
Comprendo. Entonces, ¿las cadenas de bloques son bases de datos públicas y permanentes que no son propiedad de nadie?
Correcto, ya lo estás entendiendo.
Ahora, recuérdame: ¿Qué relación tienen las cadenas de bloques con las criptomonedas?
En realidad, las cadenas de bloques no existían sino hasta 2009, cuando un programador con el seudónimo de Satoshi Nakamoto publicó la documentación técnica de Bitcoin, la primera criptomoneda de la historia.
El bitcóin usaba una cadena de bloques para llevar un registro de las transacciones. Eso fue notable porque, por primera vez, le permitió a la gente enviar y recibir dinero por internet sin la intervención de una autoridad central, como un banco o una aplicación como PayPal o Venmo.
Muchas cadenas de bloques siguen realizando transacciones con criptomonedas, y ahora existen alrededor de 10.000 criptomonedas diferentes, según CoinMarketCap. Pero muchas cadenas de bloques también pueden utilizarse para almacenar otro tipo de información, como datos de NFT, fragmentos de código que se ejecutan de forma automática conocidos como contratos inteligentes y aplicaciones completas, sin necesidad de que intervenga una autoridad central.
Hace unos años, los miembros del sector tecnológico nos decían que las criptomonedas eran una forma de dinero nueva y emocionante, pero no conozco a nadie que pague su renta o haga sus compras con bitcoines. Así que, ¿esas personas solo… se equivocaron?
Buena pregunta. Es cierto que en la actualidad casi nadie paga con criptomonedas. Esto se debe, en parte, a que la mayoría de los comerciantes todavía no aceptan pagos en criptomonedas, y las cuantiosas comisiones por transacción pueden volver impráctico el proceso de gastar pequeñas sumas de criptomonedas en compras básicas del diario. Esto también se debe a que, históricamente, el valor de las criptomonedas populares como el bitcóin y el ether ha subido, por lo que es un riesgo relativo usarlas para compras fuera de internet. (Los ejemplos de su uso para compras básicas suelen ser lastimosos, como el del hombre que en 2010 compró dos pizzas de Papa John’s con bitcoines, que en aquel entonces valían alrededor de 40 dólares, pero que ahora valdrían más o menos 400 millones de dólares).
También es cierto que el valor de las criptomonedas ha aumentado a una escala enorme desde los inicios del bitcóin, a pesar de que la gente no las usa para sus gastos diarios.
Parte de ese crecimiento se debe a la especulación, a la gente que compra criptoactivos con la esperanza de venderlos más caros después. En parte, esto es debido a que las cadenas de bloques que han surgido desde el nacimiento del bitcóin, como Ethereum y Solana, han ampliado los posibles usos de esta tecnología.
Además, algunos criptofanáticos creen que los precios de las criptomonedas como el bitcóin se estabilizarán en algún momento, y así será más práctico utilizarlas como modo de pago.
¿Qué otros usos reales tienen las criptomonedas, además de la especulación financiera?
En este momento, muchas de las aplicaciones exitosas de la criptotecnología se encuentran en las finanzas o en campos relacionados con las finanzas. Por ejemplo, hay quienes usan criptomonedas para hacer envíos internacionales de dinero a familiares en el extranjero y los bancos de Wall Street usan las cadenas de bloques para liquidar operaciones extranjeras.
El auge de las criptomonedas también ha dado pie a una abundancia de experimentos fuera de los servicios financieros. Existen clubes sociales, videojuegos, restaurantes e incluso redes inalámbricas que se basan en la criptotecnología.
Estos usos no financieros siguen siendo bastante limitados. Pero los defensores de la tecnología suelen argumentar que esta aún es incipiente, y que el internet tardó décadas en madurar para convertirse en lo que es hoy. Los inversionistas están destinando miles de millones de dólares a empresas emergentes basadas en criptomonedas, pues confían en que, algún día, las cadenas de bloques se usarán para toda clase de cosas: almacenar expedientes médicos, rastrear derechos de música para emisión en continuo, incluso para albergar nuevas plataformas de redes sociales. Además, el ecosistema cripto está atrayendo a muchísimos desarrolladores, una señal prometedora para cualquier tecnología en ciernes. ¿Las criptomonedas están reguladas?
Solo un poco. En Estados Unidos, se solicita que ciertas criptobolsas centralizadas, como Coinbase, se registren como transmisores de dinero y se apeguen a estatutos como la Ley de Secreto Bancario (BSA, por su sigla en inglés), conforme a la cual deben recopilar ciertos datos sobre sus clientes. Algunos países han aprobado regulaciones más estrictas, y otros, como China, han prohibido por completo el comercio con criptomonedas.
En comparación con el sistema financiero tradicional, las criptodivisas están muy poco reguladas. Hay normas que rigen algunos criptoactivos como las criptomonedas estables, o “stablecoins” —monedas cuyo valor está vinculado a monedas respaldadas por gobiernos— o incluso directrices claras del Servicio de Impuestos Internos sobre cómo deberían gravarse ciertas criptoinversiones. La regulación en ciertas áreas del sector, como las DeFi (finanzas descentralizadas), es casi nula.
Esto se debe en parte a que la tecnología aún está en sus inicios, y toma tiempo elaborar reglas. Sin embargo, esta también es una propiedad de la tecnología de cadenas de bloques, que se diseñó en gran medida para que los gobiernos no pudieran controlarla tan fácilmente.
Esta pregunta viene de la rapera Cardi B (que al parecer tiene curiosidad sobre el tema): ¿Las criptomonedas van a remplazar el dólar?
Lo siento, Cardi. El dólar es la moneda de reserva del mundo, y desplazarlo sería un esfuerzo enorme y costoso que es poco probable que suceda pronto. (Para darte solo un pequeño ejemplo de lo inmensa que es esa tarea: todos los contratos financieros que están denominados en dólares tendrían que volver a redactarse en bitcoines, ether, o cualquier otra criptomoneda).
También hay obstáculos técnicos que las criptomonedas deben superar si algún día van a desplazar a las monedas emitidas por gobiernos. En la actualidad, las cadenas de bloques más populares —Bitcoin y Ethereum— son lentas e ineficaces en comparación con las redes de pago tradicionales.
Además, para que una criptomoneda como el bitcóin sustituyera al dólar, se tendría que convencer a miles de millones de personas de que usaran una moneda cuyo valor fluctúa muchísimo, que no está respaldada por ningún gobierno, y que a menudo no se puede recuperar en caso de robo.
¿Qué tipo de personas invierten en criptomonedas? ¿Todos son —para citar un episodio reciente de la serie “Curb Your Enthusiasm”— “nerdos y nazis”?
Es difícil saber quién está invirtiendo en criptomonedas, sobre todo porque muchas de las operaciones se realizan de manera anónima o bajo un seudónimo. Pero algunas encuestas y estudios sugieren que el sector sigue estando dominado por hombres blancos adinerados.
En un informe reciente, Gemini, una criptobolsa, estimó que las mujeres conformaban solo el 26 por ciento de los criptoinversionistas. El grupo descubrió que el propietario de criptomonedas promedio era un hombre de 38 años con un ingreso anual aproximado de 111.000 dólares.
No obstante, al parecer, los dueños de criptomonedas se están diversificando. Una encuesta de 2021 del Centro de Investigaciones Pew reveló que era más probable que adultos asiáticos, negros y latinos hubieran usado criptomonedas que adultos blancos. También está aumentando la adopción de criptomonedas fuera de Estados Unidos, y algunos estudios sugieren que la aceptación está creciendo con más rapidez en países como Vietnam, India y Pakistán. Otra crítica que he escuchado es que las criptomonedas son malas para el medioambiente. ¿Es cierto eso?
Esta es una verdadera caja de Pandora, y una de las mayores objeciones al uso de criptomonedas.
Vamos a partir de lo que sabemos con certeza. Es cierto que, en la actualidad, la mayor parte de las operaciones con criptomonedas suceden en cadenas de bloques que requieren grandes cantidades de energía para almacenar y verificar las transacciones. Estas redes usan un algoritmo de consenso conocido como “prueba de trabajo”, un proceso que se ha comparado con un juego de adivinanzas global en el que las computadoras compiten para resolver acertijos criptográficos a fin de agregar nueva información a la base de datos y ganarse una recompensa. Para resolver estos acertijos se requieren computadoras potentes, que a su vez consumen mucha energía.
Por ejemplo, la cadena de bloques del bitcóin usa un estimado de 200 teravatios hora de energía al año, según Digiconomist, un sitio web que monitorea el consumo de energía de las criptomonedas. Eso es comparable al consumo anual de energía de Tailandia.
Además, se ha calculado que las emisiones de carbono relacionadas con el bitcóin alcanzan unos 100 megatones al año, lo cual es comparable a la huella de carbono de la República Checa.
¿Cómo justifican los partidarios de las criptomonedas ese tipo de impacto ambiental?
Los defensores de las criptomonedas suelen objetar estas estadísticas. También arguyen que:
— Nuestro sistema financiero existente también consume mucha energía, con el suministro de electricidad a millones de sucursales bancarias, cajeros automáticos que se quedan inactivos durante la mayor parte del día, minas de oro y otra infraestructura de alto consumo de energía.
— Muchas computadoras para minado de criptomonedas ya se valen de fuentes renovables de energía o de energía que, de otro modo, se desperdiciaría.
— La mayoría de las nuevas cadenas de bloques usan mecanismos de consenso que requieren mucha menos energía que el de prueba de trabajo.
¿Y esos argumentos son válidos?
En parte lo son. Es verdad que las cadenas de bloques más nuevas están diseñadas de tal modo que requieren mucha menos energía que el bitcóin, y que el cambio programado de Ethereum a un nuevo tipo de mecanismo de consenso llamado “prueba de participación” reducirá su huella ambiental de manera significativa, cuando suceda, si es que sucede.
Sin embargo, también es un poco conveniente apartar la atención del bitcóin, que sigue siendo la criptomoneda más valiosa del mundo. No se prevé que las necesidades energéticas del bitcóin vayan a disminuir mucho pronto. Además, aunque todos los mineros de bitcóin solo utilizarán energías renovables, el mantenimiento de la cadena de bloques aún implicaría un costo ambiental.
A fin de cuentas, está claro que la criptotecnología tal como la conocemos hoy en día tiene un impacto ambiental significativo, pero es difícil medir con exactitud cuán significativo es. Muchas de las estadísticas que se citan con frecuencia provienen de grupos de la industria, y es complicado encontrar datos y análisis confiables e independientes.
No obstante, pocos partidarios de las criptomonedas disputarían la afirmación de que las cadenas de bloques consumen más energía que una base de datos centralizada tradicional, así como 100 refrigeradores usan más energía que uno solo. Solo argumentan que el impacto ambiental de las criptodivisas se reducirá con el tiempo, y que vale la pena pagar los costos por los beneficios de la descentralización. ¿Cómo se usan las criptomonedas en la práctica?
La manera más rápida de empezar a usar criptomonedas es crear una cuenta en una criptobolsa como Coinbase, que puede vincularse a tu cuenta bancaria y convertir tus dólares estadounidenses (u otras monedas emitidas por gobiernos) en criptomonedas.
Aunque muchos usuarios prefieren crear sus propias carteras, o “wallets”, lugares seguros donde pueden guardar claves criptográficas que les dan acceso a sus activos digitales. Una vez que tienes algunas criptomonedas en tu cartera el proceso puede ser bastante sencillo. Solo ingresa la dirección de la cartera del destinatario, paga la comisión de la transacción (si aplica) y espera a que pase el pago. Durante años, las criptomonedas parecían ser la clase de tendencia tecnológica pasajera que la mayoría de nosotros podía ignorar sin mayor problema, como las patinetas eléctricas ‘hoverboards’ o las gafas Google Glass, pero se han vuelto tan importantes que ya no se pueden pasar por alto. (David Oku/The New York Times)
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