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Por The New York Times

La estrategia oculta de Arabia Saudita para que el mundo siga dependiendo del petróleo

El plan del reino para mantener el petróleo al centro de la economía global está en marcha en todo el mundo.

22.11.2022 15:23

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2022-11-22T15:23:00-03:00
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Por The New York Times | Hiroko Tabuchi

RIAD, Arabia Saudita — Un gran brillo en el desierto delata la ubicación de un centro de investigación futurista con una misión urgente: hacer más ecológica (a la brevedad posible) la economía de Arabia Saudita, que todavía se basa en el petróleo. El objetivo es construir paneles solares más rápido y usar más automóviles eléctricos para que el reino consiga quemar mucho menos petróleo.

Por desgracia, la visión de Arabia Saudita para el resto del mundo es muy distinta. Una de las principales razones por las que quiere quemar menos petróleo dentro de sus fronteras es que así podría liberar una mayor cantidad para vender al exterior. Se trata de un solo aspecto de la agresiva estrategia a largo plazo del reino para lograr que el mundo siga dependiendo del petróleo por muchas décadas más y conservar su posición como el principal proveedor conforme desaparezcan los rivales.

En días recientes, en la cumbre global de las Naciones Unidas sobre el clima en Egipto, representantes sauditas ejercieron presión para bloquear una convocatoria a que el mundo queme menos petróleo, según dos personas presentes en la reunión, y argumentaron que la declaración final de la cumbre “no debería mencionar los combustibles fósiles”. Estas acciones tuvieron éxito: tras algunas objeciones de Arabia Saudita y otros productores de petróleo, se decidió no incluir en la declaración una invitación a que las naciones reduzcan los combustibles fósiles.

El plan del reino para mantener el petróleo al centro de la economía global está en marcha en todo el mundo en las actividades financieras y diplomáticas de los sauditas, al igual que en otras esferas como la investigación, la tecnología e incluso la educación. Se trata de una estrategia que va en contra del consenso científico de que el mundo debe apresurarse a dejar de usar combustibles fósiles, como el petróleo y el gas, para evitar las peores consecuencias del calentamiento global.

Esta discordancia afecta el mismo núcleo del reino saudita. La empresa petrolera controlada por el Estado, Saudi Aramco, ya produce uno de cada diez barriles de petróleo del mundo y su visión a futuro es vender todavía más. El problema es que el cambio climático y las crecientes temperaturas ya amenazan la vida en el reino del desierto más que en otros lugares del mundo.

Saudi Aramco se ha convertido en una financista prolífica de investigaciones sobre problemas energéticos vitales. Ha financiado casi 500 estudios en los últimos cinco años, incluidas investigaciones con el propósito de mantener competitivos los automóviles de gasolina o generar dudas en torno a los vehículos eléctricos, según la base de datos Crossref, dedicada a monitorear publicaciones académicas. Aramco ha colaborado con el Departamento de Energía de Estados Unidos en notorios proyectos de investigación, incluida una investigación a seis años con el propósito de desarrollar gasolina y motores más eficientes, además de estudios sobre la recuperación mejorada de petróleo y otros métodos para impulsar la producción petrolera.

Aramco también opera una red global de centros de investigación, entre ellos un laboratorio cerca de Detroit donde desarrolla un dispositivo móvil para la “captura de carbono” (equipo diseñado para incorporarse a un auto de gasolina de tal manera que capture los gases de efecto invernadero antes de que salgan del escape). En un contexto más generalizado, Arabia Saudita ha destinado 2500 millones de dólares a universidades estadounidenses desde hace una década, lo que posiciona al reino como uno de los principales donadores en el sector de la educación superior del país.

En temas de interés para ellos, los sauditas han invertido alrededor de 140 millones de dólares desde 2016 en cabilderos y otros medios para influir en la política estadounidense y la opinión pública, cantidad que ubica a Arabia Saudita entre los países que más gastan en actividades de cabildeo en Estados Unidos, según informes presentados ante el Departamento de Justicia y contabilizados por el Centro para una Política Reactiva.

Gran parte de ese capital se ha concentrado en apuntalar la imagen del reino, en particular tras el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en 2018 a manos de agentes sauditas. Sin embargo, la estrategia saudita también incluye crear alianzas en estados del Cinturón del Maíz estadounidense productores de etanol (producto al que también amenazan los automóviles eléctricos).

Tras puertas cerradas en las conversaciones sobre el clima global, los sauditas han intentado obstruir las acciones e investigaciones relacionadas con el clima, en particular con objeciones a mensajes que instan a los países a reducir rápidamente el uso de combustibles fósiles. En marzo, durante una reunión de las Naciones Unidas con científicos especializados en el clima, Arabia Saudita y Rusia ejercieron presión para que se eliminara una referencia al “cambio climático inducido por los seres humanos” de un documento oficial; para lograrlo, incluso debatieron el hecho establecido científicamente de que la quema de combustibles fósiles por los seres humanos es el principal impulsor de la crisis climática.

“Hay muchos a quienes les gustaría que nos olvidáramos de la inversión en hidrocarburos. Pero no lo haremos”, afirmó Amin Nasser, director ejecutivo de Saudi Aramco, pues tal decisión solo sembraría el caos en los mercados de petróleo. La mayor amenaza es “la falta de inversión en petróleo y gas”, señaló.

En un comunicado, el Ministerio de Energía saudita indicó que esperaba que los hidrocarburos como el petróleo, el gas y el carbón pudieran “seguir formando parte esencial de las diversas fuentes de energía globales por décadas”, pero al mismo tiempo comentó que el reino ha “hecho inversiones considerables en medidas para combatir el cambio climático”. El comunicado también decía: “En vez de bloquear los avances en los debates sobre el cambio climático, Arabia Saudita desde hace mucho ha desempeñado un papel importante” en negociaciones y en grupos de la industria petrolera y del gas que buscan reducir las emisiones.

Arabia Saudita ha dicho que apoya el Acuerdo de París, cuyo objetivo es evitar que las temperaturas globales se eleven 1,5 grados Celsius por encima de sus niveles preindustriales, y se ha puesto la meta de generar la mitad de su electricidad con energía renovable para 2030. El reino también planea sembrar 10.000 millones de árboles en las próximas décadas y está en proceso de construir Neom, una ciudad futurista libre de carbono con transporte público de alta velocidad, agricultura vertical y una estación de esquí.

Arabia Saudita va a la segura. El gobierno ha invertido en Lucid, la empresa estadounidense de vehículos eléctricos, y hace poco anunció que formará su propia empresa de vehículos eléctricos, Ceer. Ya invierte en hidrógeno, una alternativa más limpia al petróleo y el gas.

De cualquier manera, la transición ecológica al interior ha sido lenta. Arabia Saudita todavía genera menos del uno por ciento de su electricidad con energía renovable y no se sabe bien cómo planea sembrar miles de millones de árboles en una de las regiones más secas del mundo.

Entre tanto, es cada vez más difícil ignorar la amenaza climática. A las tasas actuales, la supervivencia de los seres humanos en la región será imposible sin acceso continuo a aire acondicionado, revelaron algunos investigadores el año pasado.

Para los investigadores del Centro de Estudios e Investigación del Petróleo Rey Abdullah, un complejo parecido a una estación espacial accionado con 20.000 paneles solares que se centra en proyectos de energía solar y eólica o tecnologías como la captura de carbono, es evidente cuál es la disyuntiva más inmediata.

“Si seguimos consumiendo nuestro petróleo”, explicó Anvita Arora, directora del equipo de transporte del centro, “no nos quedará petróleo para vender”.

Los sauditas y el Cinturón del Maíz

A principios de 2020, Rob Port, anfitrión del pódcast “Plain Talk”, que comenta cuestiones políticas y sucesos actuales en Dakota del Norte, recibió una llamada de personas que decían representar a la Embajada de Arabia Saudita. Le preguntaron si estaría interesado en entrevistar a un vocero saudita para dialogar sobre los mercados petroleros.

Quien llamó fue Dan Lederman, del grupo LS2, agencia de cabildeo de Iowa que también ha trabajado para grupos agrícolas y relacionados con el etanol, y una de las pocas firmas de cabildeo que siguieron trabajando con los sauditas cuando otras empezaron a romper relaciones con ellos tras el asesinato de Khashoggi.

En mayo de ese año, Fahad Nazer, vocero de la Embajada de Arabia Saudita, apareció en el pódcast de Port. “Hablaban de que tenían los mismos intereses que nosotros”, señaló Port, en particular un interés en “un mercado petrolero global boyante”.

Esa campaña de difusión formaba parte de un plan importante del grupo LS2, en representación del reino, que ha abarcado estados como las Dakotas, Texas, Iowa y Ohio. Por una cuota de más de 125.000 dólares al mes, el grupo LS2 se puso en contacto con comentaristas de la radio local, académicos, planeadores de eventos, funcionarios de la industria deportiva, un exjugador de fútbol y el propietario de un club de esquí y snowboard, según documentos presentados ante el Departamento de Justicia.

Gran parte de esa campaña se ha concentrado en temas generales, como la historia de las relaciones cercanas con Estados Unidos. Sin embargo, estados como Iowa, el principal productor de etanol del país, podrían ser tierra fértil para la postura de los sauditas con respecto a los vehículos eléctricos, afirmó Jeff M. Angelo, antiguo senador del estado de Iowa que ahora es anfitrión de un programa de debate y con el que se pusieron en contacto representantes sauditas.

“Los productores de etanol de Iowa dicen lo mismo: ‘¿No es terrible que el gobierno de Biden te obligue a comprar un auto eléctrico cuando podríamos producir biocombustibles justo aquí en Iowa y ganar dinero, además de apoyar a nuestros agricultores y lograr la independencia energética?’”, indicó. La secuela de ‘La La Land’

El príncipe Abdulaziz bin Salmán, ministro de Energía de Arabia Saudita, estaba incrédulo. La Agencia Internacional de la Energía, establecida hace 50 años para garantizar la seguridad en el abasto de energía global, acababa de anunciar la sentencia de muerte del petróleo: había dicho que el mundo debía dejar de autorizar nuevos campos de petróleo y gas de inmediato y apresurarse a reducir el número de vehículos de gasolina si quería evitar los peores efectos del cambio climático.

Abdulaziz comparó esa idea con una película de Hollywood. “Es la secuela de ‘La La Land’”, dijo en tono de broma en una conferencia de prensa.

Arabia Saudita sigue adelante con sus operaciones de exploración de petróleo y gas. Extrae petróleo a un precio extremadamente barato, alrededor de 7,50 dólares por barril, mucho menos que casi todos sus rivales importantes. En comparación con la fractura hidráulica en Estados Unidos, por ejemplo, y la gran cantidad de quema de antorcha de metano que implica, la producción saudita también es más limpia que la de sus competidores.

El año pasado, Arabia Saudita se sumó a Estados Unidos, Canadá, Noruega y Catar en un plan para reducir todavía más las emisiones por la perforación. Saudi Aramco anunció el año pasado que lograría el “cero neto” para 2050 y, en esencia, se comprometió a dejar de liberar a la atmósfera gases de efecto invernadero derivados de la extracción y producción de petróleo. Sin embargo, ese compromiso no incluye la principal fuente de emisiones del petróleo causantes del calentamiento global, las que se producen por su quema. La estrategia de Arabia Saudita se manifiesta en las pláticas globales sobre el clima.

En marzo, cuando Arabia Saudita y Rusia ejercieron presión para eliminar una referencia al “cambio climático inducido por los seres humanos” de un documento oficial durante una reunión de las Naciones Unidas, Valérie Masson-Delmotte, científica francesa experta en el clima que encabezaba la sesión, se resistió y venció.

“Es indiscutible que la influencia humana ha causado el calentamiento del clima”, señaló más tarde. “Por eso tomé la palabra en el debate”.

La intervención saudita fue el ejemplo más reciente de lo que otros negociadores describen como un plan de años para ralentizar cualquier avance, ya sea resaltando incertidumbres científicas, restándole importancia a las consecuencias, enfatizando el costo de las actividades a favor del clima o demorando negociaciones con base en aspectos de procedimiento.

El año pasado, Arabia Saudita logró que se quitara una oración de un informe de las Naciones Unidas que proponía una eliminación activa y gradual de los combustibles fósiles. La declaración “limita las opciones para los encargados de tomar decisiones”, dijo un asesor saudita del ministro de Recursos Minerales y Petróleo del reino, según documentos filtrados por el grupo ambientalista Greenpeace. “Omitir la oración”.

“Tienen una agenda estratégica”, explicó Saleemul Huq, director del Centro Internacional de Cambio Climático y Desarrollo en Bangladés, “que se podría resumir en que no quieren que pase nada”. Centro de Investigación Aramco en Novi, Míchigan, el 13 de noviembre de 2022. (Cydni Elledge/The New York Times) El ministro de Energía de Arabia Saudita, el príncipe Abdulaziz bin Salmán, saluda a los asistentes después de dirigir un discurso en la conferencia Future Investment Initiative, conocida popularmente como “Davos en el desierto”, en Riad, Arabia Saudita, el 25 de octubre de 2022. (Tamir Kalifa/The New York Times)