Por The New York Times | Jack Ewing and Neal E. Boudette
Por todo el mundo, las líneas de ensamblaje de automóviles están apagándose, los trabajadores están de brazos cruzados y los estacionamientos de los concesionarios parecen estar cada vez más vacíos.
Una escasez de semiconductores —los chips diminutos pero fundamentales utilizados para, entre otras cosas, calibrar la inyección de combustible de los automóviles, ejecutar sistemas de información y entretenimiento o proporcionar el cerebro para el control de velocidad— ha trastocado la fabricación de automóviles.
Una planta de General Motors en Kansas City, Kansas, cerró en febrero por falta de chips y todavía no ha vuelto a abrir sus puertas. Mercedes-Benz ha comenzado a reservar sus chips para modelos costosos y está cerrando de manera temporal las fábricas que producen los sedanes Clase C de menor precio. Este mes, Porsche les advirtió a los concesionarios en Estados Unidos que los clientes podrían tener que esperar doce semanas adicionales para obtener sus autos, porque no tienen un chip utilizado para monitorear la presión de los neumáticos.
El fabricante francés de automóviles Peugeot, que forma parte del recientemente formado imperio automotriz Stellantis, ha llegado a sustituir unidades digitales de velocímetros por versiones viejas análogas, en algunos modelos.
La disrupción no podía haber llegado en un peor momento. La demanda de automóviles se ha recuperado con fuerza de la caída causada por la pandemia. Los consumidores están listos para gastar el dinero que ahorraron durante el año pasado, y tienen muchas ganas de evitar aviones y hacer viajes por carretera. La falta de suministro de semiconductores está privando a los fabricantes de la oportunidad de recuperar las ventas que perdieron.
“Ya tenemos una situación de fuerte demanda que está siendo frenada más por el problema de los semiconductores que por cualquier otra cosa”, afirmó en una entrevista Ola Källenius, director ejecutivo de Daimler.
Algunos fabricantes de automóviles, como Renault, han comenzado a reservar sus chips para modelos más costosos que generan más ganancias. “Estamos tratando de conseguir una manera inteligente de darle prioridad a los automóviles que generan márgenes más altos”, le dijo a los analistas Clotilde Delbos, subdirectora ejecutiva de Renault, el 22 de abril.
Algunos compradores podrían correr con la suerte de llevarse a casa un automóvil nuevo, pero es posible que venga sin algunas opciones que utilizan chips especializados. Porsche les ha informado a los concesionarios estadounidenses que, durante varios meses, no podrá entregar los asientos de alta gama que se pueden ajustar de 18 maneras diferentes (una mejora popular), en el Macan. Los chips necesarios no están disponibles.
Una de las razones principales por la que los fabricantes de automóviles no pueden encontrar suficientes chips es que los fabricantes de semiconductores les han dado prioridad a las compañías de celulares, consolas de videojuegos y otros productos electrónicos de consumo, que tienden a ser clientes más lucrativos.
Un automóvil moderno puede tener con facilidad más de 3000 chips. Sin embargo, los automóviles representan una pequeña parte de la demanda de chips. Taiwan Semiconductor Manufacturing Co., o TSMC, es uno de los pocos fabricantes de una variedad de chips vitales para la fabricación de automóviles, pero en 2020 los fabricantes de automóviles solo generaron tres por ciento de las ventas de la compañía, según Roland Berger, una consultora alemana. El problema se ha convertido en una preocupación para los líderes políticos en Washington y otras capitales del mundo.
Peter Altmaier, ministro de Economía y Energía de Alemania, hizo un llamado hace poco a su homólogo en Taiwán, un centro global de fabricantes de semiconductores, para ver si, en pocas palabras, el ministro taiwanés podía sacarse bajo la manga algunos chips para los fabricantes de automóviles alemanes, que los necesitan con urgencia.
La escasez de chips “se ha convertido en un problema grave para los fabricantes, especialmente los de la industria automotriz”, advirtió este mes un grupo de institutos alemanes de investigación económica a través de un informe conjunto.
La crisis ha dejado en evidencia no solo cuán dependiente es la industria automotriz de unos pocos proveedores, sino también cuán vulnerable es a las interrupciones. Los gerentes de la cadena de suministro temblaron el mes pasado cuando un incendio a primera hora paralizó la producción en una fábrica propiedad de Renesas Electronics en Hitachinaka, Japón, al norte de Tokio. Renesas es un proveedor crucial de chips que se utilizan para monitorear el funcionamiento de los frenos, controlar la dirección asistida, activar las bolsas de aire y realizar muchas otras tareas.
El clima también ha influido. Las tormentas en Texas a principios de año forzaron el cierre temporal de tres fábricas de semiconductores. Analistas de IHS Markit advirtieron en un informe reciente que Taiwán se encuentra en medio de una grave sequía. La fabricación de chips requiere de grandes cantidades de agua muy pura.
Incluso sin pandemia y sin interrupciones en la cadena de suministro, la industria automotriz está en crisis. En Estados Unidos, las ventas prácticamente se han mantenido planas desde principios de la década de 2000. Los márgenes de ganancia son escasos. Es posible que algunos grandes fabricantes de automóviles no sobrevivan al cambio hacia los autos eléctricos.
“Si yo fuera fabricante de chips, no empezaría a invertir en una nueva planta a menos que obtuviera dinero gratis del gobierno”, afirmó ManMohan Sodhi, profesor de gestión de cadenas de suministro en la escuela de negocios en la Universidad de la City de Londres.
Ese dinero gratis podría estar en camino. Este mes, la Casa Blanca organizó una reunión sobre la escasez de chips y propuso asignar 50.000 millones de dólares en fondos de infraestructura para revertir un declive de la tasa de fabricación de chips en suelo estadounidense. Sin embargo, no hay manera de que se construyan fábricas de chips lo suficientemente rápido como para resolver la escasez inmediata.
Y a menos que los subsidios gubernamentales los convenzan de lo contrario, es probable que los fabricantes de semiconductores y otros proveedores construyan nuevas fábricas en China o cerca, ya que allí es donde se encuentra el mayor mercado de automóviles el cual, a diferencia de Estados Unidos y Europa, está creciendo a un ritmo constante. La industria automotriz se ha paralizado en otras oportunidades por interrupciones en la cadena de suministro. Källenius recordó un episodio en el que un huracán azotó a Puerto Rico y detuvo la producción en una fabrica que, para su sorpresa y la de casi todos los demás, era la única fuente de un revestimiento esencial para algunos tipos de electrónica automotriz. La actual escasez de semiconductores podría no ser la última. Se espera que la demanda de semiconductores de la industria automotriz se dispare en los próximos años debido a las opciones de conducción autónoma y la creciente popularidad de los vehículos eléctricos, que dependen más del software que de los motores de combustión interna.
Sin embargo, Källenius afirmó que los chips más sofisticados no son los que le están dando dolores de cabeza en la actualidad. “Nos están faltando los chips más simples que solo cuestan quizás algunos centavos o dólares”, dijo. “Eso es lo que nos está impidiendo construir un producto que cuesta 75.000 dólares”.
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