Por Gerardo Carrasco
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"Nos llevamos una sorpresa tan grande con los caballitos, que todavía no reaccionamos", afirma Laetitia D'Arenberg, inconfundible por su acento francés aplicado a los términos más uruguayos.
La princesa Laetitia Marie Madelaine Susanne Valentine de Belsunce d'Arenberg nació en la región libanesa de Brumanna, cuando dicha zona formaba parte del Mandato francés de Siria. Desde los diez años vive en Uruguay, donde ha sabido convertirse en una empresaria de éxito y figura consular del jet set local.
Desde 1973 se encuentra al frente de la cabaña floridense Las Rosas, donde intensificó y desarrolló la producción ganadera de ciclo completo con importantes inversiones en pasturas, maquinaria e infraestructura para todas sus producciones: carne, leche, lana y genética. Desarrollo de cabañas Hereford y Aberdeen Angus Colorado y Negro, las lecheras Jersey y Holando que se destacan por su calidad, hoy superan el millar en ordeñe en tres salas de última tecnología. Los equinos Árabes y Criollos son parte del proyecto genético de Las Rosas.
En los últimos años, D'Arenberg ha dedicado buena parte de su tiempo y esfuerzo a la cría de caballos árabes, empeño que dio sus frutos en la última edición de la Expo Prado, cuando sus animales arrasaron con los premios. "Uno o dos podía esperarse. . . pero seis es mucho. Los cabañeros estaban tan emocionados que lloraban" relata la princesa.
El interés por estos equinos le viene de la niñez, cuando vivió durante un tiempo "en la casa del rey de Marruecos, cuya hermana era una de mis mejores amigas, y esa es una tierra pródiga en la especie". A instancias de esa amiga vio por primera vez caballos árabes.
"Además, yo tenía una institutriz budista que me contaba muchas historias de animales, y varias de esas historias versaban sobre caballos árabes. Hay muy lindas historias en los países de esa región, quedé marcada con todo eso y me dije que algún día tendría una cabaña de caballos árabes". El momento llegó hace cosa de ocho años, cuando decidió abocarse de lleno a la tarea. "En realidad toda mi vida crié caballos pero nunca me involucré tanto como lo estoy haciendo ahora. En Las Rosas no sólo tenemos caballos árabes sino otras razas como el Paint Horse, Cuarto de Milla y el Criollo, porque estamos apostando fuertísimo a las cabañas". Laetitia explica que se decidió por impulsar especialmente la cría de estas variedades "para trabajar al máximo y lograr unas cabañas fuertes, reconocidas y más que reconocidas, de una sangre excelente".
Cuando se refiere a los caballos árabes, la voz de la aristocrática empresaria se carga de entusiasmo "Es algo hermoso verlos sueltos ahí. No hay nada como la belleza de ese animal", afirma, recordando con orgullo que de los seis premios recibidos en el Prado, tres correspondieron a las categorías Campeona Yegua, Campeón Potro y Campeona Potranca "en fallo unánime".
Propietaria de varias empresas en nuestro país, D'Arenberg cifra su éxito en una apuesta constante por la excelencia. La cría de animales no es una excepción a esta norma.
"Lo importante con todas estas razas es traer gente de afuera que sepa, porque cuando uno está todo el día metido en el tema, las fallas no las ve. Y por más que sepas lo que estás buscando, al fin y al cabo de tanto verlo no lo ves más. Cada año, cada vez que se realice un show o exposición, tenés que asistir, tanto para concursar como para mostrarte, comparar y ver cómo vas evolucionando año a año", relata.
"Hoy en día cada vez la gente se especializa más, tenés gente bien específica para lechería, carne bovina, lana, carne ovina, etc. Sin gente especializada no se hacen bien las cosas, y si tenés trabajando a alguien que no está especializado pero le gusta la tarea, hay que mandarlo afuera a aggiornarse, a que vea y aprenda" opina la empresaria, convencida de que "hoy en día las cosas hechas más o menos no caminan. No podés hacer una cabaña de un día para el otro. Primero tenés que definir lo que querés, saber lo que querés, y luego rodearte de la gente que sabe de ello. Por eso tenes que ver donde están los mejores animales".
"La mediocridad no sirve, se gasta dinero en cosas que luego salen más o menos y no tiene utilidad. Mas vale que no hagas nada", sostiene.
Posicionamiento nacional
El triunfo de un establecimiento uruguayo en una muestra internacional, no sólo beneficia a sus propietarios sino a todo el país.
"Todos esos jueces extranjeros que participan de los certámenes, vuelven a su países y dicen que en Uruguay, ese país al que no se le daba mayor importancia, existen ejemplares que no tienen nada que envidiarles a los de Argentina y Brasil, esos países grandes que hacen tanto ruido".
Lograr ese triunfo es fruto del trabajo intenso y bien ejecutado. "mejorando los animales y cruzas que haces en el campo. Entonces, cuando llegás a ir una exposición, después de haber comprado lo mejor y hacer las mejores cruzas, traer el semen, los embriones para lograr lo mejor, eso se traduce en animales hechos en Uruguay, que nacen en Uruguay, y eso cruza fronteras en el boca a boca de la gente", refiere.
A la hora de referirse a la tarea de criar animales de calidad, D'Arenberg entiende que "lo que un criador no debería hacer nunca es ir con la moda, porque de esa manera uno cambia un animal, la estatura, el peso, las proporciones, y eso a menudo redunda en especímenes con mala salud o problemas reproductivos. Hay que tener mucho cuidado con la genética. Es una actividad muy interesante, pero si no se practica con seriedad, se producen errores imperdonables. Sale cualquier cosa y es una estafa al futuro comprador".
También es importante "que los criadores salgan al mundo, recorran y se enteren de cómo se hacen las cosas, y no seguir a la moda. Por ahí tenés gente que cría caballos árabes tan delgaditos y pequeñitos que parecen de cristal. No le sirve a nadie eso, y yo nunca lo hice. Prefiero perder en exposiciones y lograr lo que estoy buscando: un término medio, ni demasiado bajo ni demasiado alto, ni demasiado flaco ni demasiado gordo, pero que sea fértil, sano, que tenga buenas manos, buen aplomo.
Evolución
D'arenberg ve con buenos ojos la lenta evolución productiva de la actividad pecuaria en nuestro país. "Poco a poco la gente va cambiando la actitud, entendiendo que una vaca no es una cosa que se cría dejándola tirada en el campo y se la va a ver cada tanto. Se acabó eso, porque se pierde plata, todo al fin y al cabo lamentablemente vuelve a la maldita plata", afirma, recordando que en tiempos no tan lejanos "todos los criadores y cabañeros, cuado llegaba la exposición, agarraban la vaca así como estaba, la lavaban y la peinaban y listo". Afortunadamente "Hoy nadie hace eso. Hay preocupación por el rodeo". Exigente consigo misma, Laetitia espera seguir mejorando su raza árabe. "Los hijos de estos campeones tienen que dar hijos mejores que su padres. Eso es lo importante, la base de una cabaña, sacarle los defectos a los animales. Por ejemplo, un toro con mal aplomo en cuartos traseros no puede montar a las vacas, y allí empiezan los problemas para la cabaña. Hay gente que publicita un 60% de reproducción. . . yo si no tengo por encima de 80% me pego un tiro" porque esa cifra tan baja indica "que algo que falló. O falta fertilidad, o están muertos de hambre o tienen problemas de salud".
Por ello, insiste una vez más en su prédica. "Más vale tener poco pero siempre de calidad, que invertir en cosas que no van a resultar"
Lo que el mañana traerá
Los premiados animales de la cabaña Las Rosas tiene muchas muestras por delante. "Siempre estamos tratando de sumar exposiciones para mostrar el caballo árabe, porque es un animal que quedó instalado en una categoría de mito, asociado a un frágil belleza, y en realidad es un animal resistente, versátil, bien adaptado. Resiste bien el calor y el frío, camina mucho" elogia la princesa, recordando que su único enemigo en estas tierras es "la excesiva humedad" factor que afecta también a otros animales.
"Es un animal y cálido, inteligente y servicial, con mucha prestancia", remarca, añadiendo que para lograr su máximo potencial "no debe ser golpeado, se lo debe destetar como es debido y no dejarlo solo; se lo pone con una oveja u otro animal para que juegue".
"Pese a que lleva en su sangre una actitud que lo hace llevarte en el aire, es un animal de gran docilidad. En realidad todos los caballos son maravillosos, pero otras razas no tienen ese porte y personalidad", concluye.
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