Por The New York Times | Tariq Panja
En búsqueda de expandir su huella global más allá de sus oficinas centrales ubicadas al lado de un zoológico a las afueras de Zúrich, el órgano rector del fútbol, la FIFA, está estudiando la viabilidad de mudar a Estados Unidos su motor financiero, la operación comercial que produce miles de millones de dólares en ingresos para la organización.
La posible mudanza estará determinada por factores técnicos como la idoneidad de ubicaciones en ambas costas, la facilidad de adquirir visas de trabajo para personal extranjero y las reglas tributarias, de acuerdo con un representante con conocimiento directo de las conversaciones que se rehusó a hablar oficialmente porque todavía faltaba tomar una determinación final. Las divisiones involucradas constituyen una parte vital del negocio de la FIFA: supervisan la venta de los patrocinios y los derechos de transmisión de la FIFA, los cuales representan algunas de las propiedades más lucrativas de los deportes a nivel mundial.
Desde la elección de Gianni Infantino como su presidente en 2016, la FIFA ha buscado extender su huella más allá de sus oficinas centrales de vidrio y acero al este de Zúrich. Ya abrió una oficina en París, donde a la larga estará la mayoría de su personal involucrado en el desarrollo y las relaciones con sus 211 asociaciones afiliadas.
Los representantes guardan la esperanza de que, con la reubicación de su negocio comercial en una importante ciudad estadounidense, la FIFA atraiga y mantenga a personal clave, pues hay preocupación de que su actual sede sea un obstáculo para atraer talento. Las regulaciones locales le exigen a la FIFA que emplee a una cantidad fija de ciudadanos suizos.
El interés de la FIFA en separarse de Zúrich también es, en parte, un esfuerzo por mejorar su reputación y hacer que se olvide su problemático pasado reciente en Suiza, el país que ha sido su sede desde 1932.
En 2015, varios miembros del consejo de la FIFA fueron arrestados en Zúrich, como parte de una amplia investigación del Departamento de Justicia de Estados Unidos que reveló prácticas corruptas que se remontaban a por lo menos dos décadas. Ese escándalo produjo la caída de quien fue presidente de la FIFA por un largo periodo, Sepp Blatter, y de la mayoría de los altos funcionarios de la organización.
Una mudanza a Estados Unidos habría sido impensable para la FIFA inmediatamente después de los arrestos, pues pudo haber puesto a los representantes, las operaciones y las cuentas financieras de la organización al alcance de las autoridades estadounidenses (algunos exejecutivos de la FIFA, tal vez por temor a ser arrestados, no han puesto un pie en Norteamérica desde el escándalo). Sin embargo, ahora, quedarse en Suiza acarrea sus propios problemas.
Infantino, quien remplazó a Blatter como presidente de la FIFA un año después de las redadas, durante años ha enfrentado una investigación sobre su relación con Michael Lauber, el exfiscal general de Suiza. Lauber, a quien se le forzó a dimitir después de que se reveló que había sostenido reuniones privadas con Infantino, fue responsable de las investigaciones suizas que dieron origen a la acusación estadounidense en 2015. Esas investigaciones han producido pocos cargos.
La incapacidad de las autoridades suizas para actuar en el caso de corrupción ha frustrado a elementos del actual liderazgo de la FIFA, quienes han expresado en privado su incredulidad frente a la inacción dada la cantidad de evidencias obtenidas cuando se inspeccionaron las oficinas centrales de la FIFA. Al mismo tiempo, la investigación sobre Infantino produjo una respuesta furiosa, incluida la declaración del secretario general adjunto de la FIFA quien la etiquetó de “un poco grotesca e injusta”.
Según gente con información privilegiada al interior del organismo, el esfuerzo de la FIFA por alejar partes de sus operaciones de Zúrich es una medida necesaria para una organización que busca distanciarse de métodos de trabajo que datan de varias décadas. Por ejemplo, la decisión de reubicarse en París ha facilitado que el personal encargado del desarrollo y las relaciones con las asociaciones afiliadas tenga acceso a África, una región en la cual la FIFA ha asumido esencialmente el control total debido a otro escándalo de corrupción que involucró al presidente del órgano rector regional en ese continente.
“Nuestro objetivo de hacer que el fútbol sea realmente global implica que la FIFA misma necesita tener una configuración organizativa más equilibrada y más global”, comentó Infantino en junio, cuando abrió la oficina de París. Al mudarse a Estados Unidos, la FIFA tendría la oportunidad de construir su operación comercial en un país en el que, según los representantes del organismo, el fútbol todavía no tiene el mismo nivel de popularidad que en otras partes del mundo. El momento elegido también permitiría que la FIFA ejerciera un mayor control sobre las preparaciones para la Copa del Mundo de 2026, la primera edición del torneo expandido, en la que Estados Unidos, México y Canadá serán coanfitriones.
Sin embargo, según algunos de los máximos directivos de la FIFA, estar cerca de Wall Street y las principales empresas estadounidenses también podría dar pie a un aumento significativo de los ingresos, así como a encontrar socios para financiar nuevos eventos e invertir en la creciente popularidad del fútbol femenil.
Además de que podría aprovechar las oportunidades comerciales que hay en la economía más grande del mundo, tener una sede en Estados Unidos también le daría a la FIFA otra oportunidad de mostrar que ha dejado atrás su pasado lleno de escándalos.
En años recientes, la FIFA ha intentado enmendar su relación con el gobierno estadounidense y sus representantes han estado en contacto constante con el Departamento de Justicia, el cual ha continuado su investigación del fútbol mundial. Algunos de los frutos de esos lazos mejorados quedaron claros el mes pasado, cuando a la FIFA y a sus dos confederaciones regionales más implicadas en el escándalo de 2015 se les permitió recibir más de 200 millones de dólares recuperados de empresas y particulares. El Departamento de Justicia mencionó que el dinero tendrá que ser administrado por la FIFA.
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