Corría el año 1999 cuando Juan Bouza y su esposa Elisa Trabal dieron los primeros pasos de un sueño: tener su bodega. El amor por el campo y la agricultura los llevó a emprender el desafío de la mano del enólogo Eduardo Boido.
Con el leitmotiv de que "el trabajo a pequeña escala ofrece siempre mejores resultados", la familia Bouza fue dando pequeños pasos para llegar, en este 2020, a estar en el puesto número 26 de los mejores viñedos del mundo. ¿El secreto? Trabajar en equipo, poner amor en cada paso del proceso y mirar siempre hacia adelante.
Tras darse a conocer el resultado de los World's Best Vineyard Awards 2020, en un año muy productivo para la cosecha, conversamos con el contador Juan Pablo Bouza, integrante de esta familia que invita a pasar y quedarse.
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¿Cómo fueron los inicios de la bodega?
Mis padres iniciaron el proyecto (junto con mi abuelo) en el año 1999 cuando compraron un viñedo en Las Violetas, Canelones. Hasta ese momento ellos se habían dedicado a la industria de alimentos, y al vender una de las empresas que tenían, decidieron dedicarse a la vitivinicultura. Ambos crecieron en zonas donde la producción de vinos era una de las principales actividades y los dos siempre sintieron gran cariño por el campo y sus frutos. Para desarrollar el proyecto sumaron a Eduardo Boido, nuestro enólogo y también director, una persona con muchos conocimientos y experiencia en el mundo del vino. Desde el comienzo el objetivo estaba bien claro para los tres: producir vinos de la más alta calidad posible. Más adelante compraron la bodega en Melilla, una bodega que había funcionado en los años 50 y 60 pero que luego estuvo abandonada durante muchos años junto a unas 35 has. de tierras. Llevó un par de años poner a punto el lugar, preparar la tierra para plantar y traer el nuevo equipamiento para la bodega. Nuestra primera cosecha fue en el 2002 con uvas de los viñedos de Las Violetas.
Tienen como premisa "el trabajo a pequeña escala ofrece siempre mejores resultados". Me podrías decir algunos de esos buenos resultados que han obtenido a lo largo de los años.
El trabajo a pequeña escala nos permite estar más cerca de los detalles en todas las etapas del proceso. Dada la naturaleza del proyecto, donde estamos muy orientados a la calidad, poder seguir de cerca nuestra materia prima, la uva, es fundamental. No lo podríamos hacer si trabajáramos a mayor escala. Sucede lo mismo en cada etapa del proceso.
Por ejemplo, el hecho de tener el viñedo dividido en parcelas pequeñas, cuidarlas por separado de acuerdo a sus características particulares y luego vinificarlas por separado en tanques pequeños, hace que podamos conocer mejor cada parcela, y hacer los ajustes necesarios en el manejo del viñedo para así obtener mejores resultados año a año.
También, en el momento de la vinificación, trabajar a pequeña escala nos da lugar a vinificar una o dos parcelas por día. De este modo, podemos dedicar el tiempo necesario para hacer la selección grano por grano, donde en una mesa de selección, luego del despalillado, sacamos los granos verdes y cualquier otro resto de escobajo. Si los dejáramos pasar al tanque terminarían afectando el sabor del vino, aportando sabores herbáceos que no son los que buscamos.
En definitiva, trabajar en una escala pequeña hace que podamos dedicarle toda nuestra energía y atención a cada racimo, a cada planta, a cada tanque, a cada barrica y a cada botella, lo que permite un mejor seguimiento y sin dudas eso redunda en un mejor resultado.
Cuando uno habla de "emprendimiento familiar" suele ligar los rostros de los integrantes de la familia al proceso de ese trabajo. En este caso una bodega. ¿Cómo pone cada uno su granito de arena?
Mis padres continúan apoyándonos con su experiencia en el ámbito empresarial para la conducción de la bodega. Mi hermano menor, Agustín, está estudiando enología y trabajando muy cerca de Eduardo Boido en la bodega para seguir aprendiendo. Al estar en la bodega, también nos ayuda muchas veces con las visitas guiadas. Mi hermano mayor, Manuel, también nos acompañó varios años en la dirección de la bodega, aunque ahora se está dedicando a un proyecto personal. Mi otro hermano, Luis, es chef y ha trabajado en nuestro restaurante algunas temporadas, pero sigue estudiando y viajando, y por el momento no está en Uruguay. Y yo, que soy contador, si bien estoy bastante enfocado al área financiera, en los últimos tiempos he tomado mayor participación en la dirección de la bodega.
Bouza está en el Top 50 de mejores viñedos del mundo. ¿Cómo se logra posicionar un vino en el panorama internacional? ¿Qué parámetros tiene que cumplir?
Estar en el Top de los 50 mejores viñedos del mundo es algo que nos llena de orgullo, principalmente porque se trata de un emprendimiento familiar, donde las mejoras las hemos ido logrando gracias a nuestra gestión y el apoyo del equipo humano que trabaja con nosotros que ha entendido nuestra filosofía y trabaja de forma comprometida para lograr un producto de calidad, tanto en el vino como en el área turística. También este año nos dio mucha alegría el hecho de avanzar 18 posiciones en el ranking respecto al año pasado, llegando al puesto número 26.
Posicionar nuestros vinos en el panorama internacional es un trabajo constante que comenzó ni bien empezamos con la bodega. Lo primero fue tener un producto de calidad y poder mostrarlo con orgullo y confianza. Además de la calidad, trabajamos con mínima intervención para que los vinos representen fielmente las características de cada cosecha y de cada lugar que elegimos para plantar nuestros viñedos. Y así comenzamos a hacer llegar nuestros vinos a referentes mundiales del vino para tener su opinión, a participar en ferias internacionales, a enviar nuestros vinos a concursos avalados por la OIV y el feedback que recibimos era que íbamos por muy buen camino. El hecho de abrir la bodega para que la gente nos visitara, también aportó muchísimo a nuestro posicionamiento, ya que cada persona que pasa por la bodega termina siendo un embajador de nuestra marca en su lugar de origen.
Los tours, la participación de la familia y la proximidad del establecimiento con el público juegan un rol importante en ese posicionamiento internacional...
Sí, como comentaba, los tours han sido de gran importancia para difundir nuestro trabajo. El hecho de que la gente pueda visitarnos, conocer nuestra historia y la forma en que trabajamos, así como luego disfrutar de los vinos en un ambiente cálido y apacible con buena gastronomía hace que las personas que nos visitan recuerden nuestra marca, recomienden la experiencia a otras personas y quieran regresar multiplicándose este resultado.
Este ha sido un gran año de cosecha, tanto en cantidad como en calidad. ¿Qué factores han tenido que ver? ¿Cómo va a repercutir eso en el producto?
Venimos teniendo varias cosechas muy buenas desde hace varios años. Esta sin duda fue muy buena, con niveles de lluvia normales durante el período vegetativo y prácticamente sin lluvias en la etapa de maduración de la uva, lo cual hizo que cosecháramos una fruta muy sana y con muy buena concentración. Estas características nos permiten obtener vinos con alta intensidad de color en los tintos y taninos redondos en boca. Por sus características, equilibrio de acidez, contenido de alcohol y polifenoles, estos vinos seguramente presentaran una evolución muy favorable durante su crianza, lo que los hará especiales para su guarda.
¿Hacia dónde se dirige Bouza para afianzar el nombre, pero seguir por la vía de la innovación?
En los últimos años hemos incorporado algunos viñedos en nuevas regiones para nosotros, como lo son Las Espinas en Maldonado y Canelón Chico en el límite entre Montevideo y Canelones. Esto nos ha permitido explorar diferentes resultados en algunas variedades que ya cosechábamos, así como también experimentar con nuevas variedades para nosotros como lo son el Semillón o el Cabernet Franc.
Estamos planificando la construcción de una pequeña bodega en Maldonado, en el Cerro Las Espinas, donde tenemos nuestro viñedo más joven y más cercano al mar. La idea es vinificar allí las uvas que producimos en los viñedos de Pan de Azúcar y Las Espinas. También su ubicación privilegiada tan cerca del mar y de Punta del Este, con vistas increíbles, nos permitirá en un futuro recibir visitas para mostrar nuestro trabajo en el este y brindar una experiencia enoturística de calidad cono hacemos actualmente en la bodega.
También tenemos un proyecto para hacer un hotel en el predio donde hoy está la bodega, es algo que desde un principio pensamos hacer y que muchos clientes nos piden cuando vienen. Ojalá en algunos años concretemos este proyecto, que complementaría muy bien la propuesta actual.