"En el mundo de hoy, unos pocos muy ricos poseen más que todo el resto de la humanidad. ¡Es una injusticia que clama al cielo!", ha manifestado el pontífice durante la audiencia general de este miércoles que celebró en la sala de la Biblioteca Apostólica del Vaticano para evitar aglomeraciones de peregrinos en la plaza de San Pedro.
"Algunos pueden trabajar desde casa, mientras que para muchos otros esto es imposible. Algunos niños, a pesar de las dificultades, pueden seguir recibiendo una educación escolar, mientras que para muchísimos otros esta se ha interrumpido bruscamente. Algunas naciones poderosas pueden emitir moneda para afrontar la emergencia, mientras que para otras esto significaría hipotecar el futuro", dijo al analizar las consecuencias sociales y económicas de la pandemia.
Asimismo evidenció que la "desigualdad" es un "virus que viene de una economía enferma" y de un "crecimiento económico injusto" que prescinde de los "valores humanos fundamentales".
Del mismo modo ha instado a obrar un cambio en la sociedad para "salir mejores" después de esta crisis: "Que sea la imagen de los niños que no tienen nada para comer ni tampoco educación, nos haga darnos cuenta de que después de esta crisis tenemos que salir mejor".
Por otro lado, el Papa también ha incidido en que este modelo económico es "indiferente" a los daños infringidos a la casa común: "Estamos cerca de superar muchos de los límites de nuestro maravilloso planeta, con consecuencias graves e irreversibles: de la pérdida de biodiversidad y del cambio climático hasta el aumento del nivel de los mares y a la destrucción de los bosques tropicales".
Así, puso de relieve que la desigualdad social y el degrado ambiental "van de la mano y tienen la misma raíz". A su juicio la causa está en el "pecado de querer poseer y dominar a los hermanos y las hermanas, la naturaleza y al mismo Dios".
En esta línea manifestó que si bien "las propiedades y el dinero son instrumentos que pueden servir a la misión" son transformados fácilmente "en fines, individuales o colectivos". "Cuando esto sucede, se socavan los valores humanos esenciales".
Dijo que en ese momento el hombre "se deforma y se convierte en una especie de homo œconomicus --en un sentido peor-- individualista, calculador y dominador". Y agregó: "Nos olvidamos de que, siendo creados a imagen y semejanza de Dios, somos seres sociales, creativos y solidarios, con una inmensa capacidad de amar".
Por ello invitó a refugiarse en la esperanza que viene de Cristo y, sobre todo, a no permanecer indiferentes frente a las injusticias. A este respecto ha especificado: "Cuando la obsesión por poseer y dominar excluye a millones de personas de los bienes primarios; cuando la desigualdad económica y tecnológica es tal que lacera el tejido social; y cuando la dependencia de un progreso material ilimitado amenaza la casa común, entonces no podemos quedarnos mirando". "No, esto es desolador", insistió finalmente.
Con información de Europa Press