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El lanzamiento de la primera misión espacial tripulada de Boeing fue cancelado cuando faltaban unas dos horas para su despegue con destino a la Estación Espacial Internacional (EEI) desde Cabo Cañaveral, en Florida (EE.UU.).
El motivo de la cancelación se debe a fallos en una de las válvulas del cohete lanzador Atlas V, de la firma privada United Launch Alliance (ULA), sobre el que se encuentra montada la nave Starliner de Boeing, informó la NASA.
Pero este hecho puede ser también visto como el último de una cadena de problemas que el icónico fabricante de aeronaves enfrentó desde que ganó la licitación para construir el Starliner.
La agencia espacial estadounidense ha dado a Boeing desde 2014 hasta la fecha unos 4.200 millones de dólares para la consecución de esta meta, y por ello las expectativas eran considerables para el suceso previsto en la noche del lunes en Cabo Cañaveral.
Es que, en ese mismo periodo de tiempo, la empresa SpaceX recibió 2.600 millones de dólares y su cápsula Dragon lleva ya más de una decena de vuelos a la EEI, unas diferencias aludidas hoy por su presidente ejecutivo, el magnate Elon Musk, quien, en un mensaje en X, horas antes del previsto despegue lanzó una probable explicación: “Demasiados gerentes no técnicos en Boeing”.
La cancelación de hoy se suma una serie de contratiempos que ha registrado la Starliner, que logró volar hasta la EEI en una primera misión de prueba, sin tripulación en mayo de 2022, tras dos intentos fallidos en 2019 y 2021.
De cara a su primera misión tripulada no han escaseado los reveses para Boeing, que había programado para el 21 de julio de 2023 el lanzamiento de esta misión, pero el descubrimiento de unos fallos en el sistema de paracaídas y en unas cintas aislantes de fibra de vidrio obligaron a su aplazamiento cuando faltaba un mes y medio.
Según reportó el sitio especializado ARS Technica, Boeing ha tenido que pagar hasta el año pasado unos 1.500 millones de dólares por retrasos y sobrecostos en el desarrollo de su nave espacial.
De acuerdo con el citado medio, hasta ese momento la división espacial de Boeing nunca había ganado un gran contrato a precio fijo. Por tanto, acostumbrados a trabajar con contratos donde los sobrecostos se facturan al cliente, los retrasos no eran un problema. Sin embargo, el precio fijo trajo nuevas condiciones y más presión, tanto de trabajo como financieras.
Los retos técnicos también eran enormes, con el software de vuelo y el de propulsión como principales desafíos.
Según da cuenta ARS Technica, en Boeing no había un único equipo de software de vuelo, con responsabilidades repartidas en distintas unidades de producción, que además no tenían un diálogo del todo frecuente.
En cuanto a los propulsores, mientras SpaceX desarrolló internamente sus motores, Boeing recurrió a una firma externa, Aerojet Rocketdyne, que a su vez tenía subcontratistas, y con la que tuvieron distintos contratiempos. Por lo que, desarrollar tecnología propia, terminó siendo una fortaleza clave para SpaceX.
Y, todo esto, en medio de un contexto de críticas hacia Boeing por distintos accidentes en su negocio de aviación, por lo que no han sido años fáciles para la compañía.
Con información de EFE.
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