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Durante los últimos años, la China se constituyó en un gran acreedor, es decir, proveedor de fondos, para algunos países latinoamericanos. Entre el año 2009 y el año 2019, la China le prestó a la América Latina los siguientes montos en billones de dólares: 12,8; 35,7; 7,9; 7,8; 12,5; 12,3; 21,5; 12,6; 6,3; 2,1; 1,1; respectivamente.
¿Fue esto igual para todos los países de América Latina? La respuesta es no. ¿Cuáles son los países a los cuales la China les ha hecho la mayor cantidad de desembolsos desde que comenzó a prestar? Pues Venezuela, con 62,2 billones; el Brasil, con 29,7 millones; Ecuador, con 18,4; la Argentina, con 17,1; y Bolivia, con 3,4.
Varios puntos debemos analizar en estas cifras. En primer lugar, la caída que se da, drástica, cuando la situación de América Latina se complica por la baja sustancial de los precios de las materias primas. Y luego, por la pandemia. ¿Cuánto creen, estimados lectores, que la China desembolsó en el año 2020, cuando por la pandemia se necesitaba más que nunca el apoyo de un país con tantas reservas de efectivo como la China? Pues la cifra es impresionante: cero, en letras; 0, en números, y no puedo expresarlo en números romanos porque no había en esa nomenclatura el cero, inventado luego por los árabes.
Ni el más perverso de los capitalistas, ni el banco más cruel actúa de esa manera. En otras palabras, la China le dijo a América Latina que, en momentos duros, deben buscar a otro para sobrevivir, que ellos solo dan por negocio, no dan por ayuda nada. Esa cifra de la pandemia es una mancha triste y dolorosa sobre el gigante asiático. Le importa muy poco lo que pasa en países a los cuales "apoya" financiando cosas que finalmente son buenos negocios para ellos y nada más.
El segundo punto que debemos analizar es qué países recibieron el grueso del financiamiento. Son aquellos alineados con el socialismo del siglo XXI: Venezuela en primerísimo lugar, el Brasil, el Ecuador, la Argentina y Bolivia. No solamente usan los recursos para sus negocios de obras de mala calidad, como las hidroeléctricas ecuatorianas, sino que también los usan para sus intereses políticos.
Mientras eso sucedía, es decir, cero financiamiento chino, los organismos internacionales salvaron a los países de la América Latina de una hecatombe mucho peor de lo que hubiera podido ser sin los recursos que ellos proveyeron.
Los intereses de las grandes potencias siempre han existido, pero jamás una manipulación y un uso tan descarado de excedentes como el que se ha dado con la China. En el Ecuador, donde la historia es de horror, esos desembolsos sirvieron para préstamos reservados, contratos petroleros lesivos, obras de infraestructura mal hechas y corrupción.
Si uno entra en el juego de las grandes potencias, debe asegurarse de que se logra el beneficio nacional y que no exista corrupción.
La geopolítica no es un juego de querubines, pero tampoco debe ser para que unos países, como los de América Latina, hayan hecho un papel tan grande de tontos frente al imperio chino.
Uno de los retos del futuro es redefinir nuestra relación con la China. (O)