Pese a los errores cometidos en los primeros compases de la pandemia o las acusaciones a cuenta del origen del coronavirus, China contuvo su avance con las estrictas medidas que exigió a su población -de los test masivos a los confinamientos a medida- para convertirse en la única potencia en crecer (un 2,3 %) en 2020.
Por otra parte, la gran paradoja es que Estados Unidos, país que durante décadas había diseñado las guías de cómo se debería responder a una crisis de estas características, ignoró sus propias directrices punto por punto durante la presidencia de Donald Trump.
"EEUU ACTUÓ DE MANERA ESTÚPIDA"
Si bien el brote de síndrome respiratorio agudo y grave (SARS) en 2002 y 2003 enseñó a China una dura lección, Estados Unidos entendió la necesidad de que la coordinación, la transparencia y la cooperación internacional -así como el rol de la Organización Mundial de la Salud (OMS)- serían claves en la siguiente pandemia.
Sin embargo, Trump, con su política de "EEUU, primero", decidió retirarse de la OMS, ignoró los consejos de los científicos y el país acabó por confiar su estrategia a las vacunas.
"Estados Unidos se ha saboteado a sí mismo, actuó de manera estúpida", comenta a Efe el académico David Himmelstein, profesor de salud pública de la City University of New York.
Agrega que la estrategia de Trump supuso un problema para EEUU y "para otros muchos países que emularon su liderazgo".
CHINA SACA TAJADA DE LA CRISIS
Por su parte, China cerró prácticamente sus fronteras al exterior hace ahora casi un año, algo que no ha evitado que el mundo sea hoy más dependiente del país asiático, como demuestra el hecho de que sus exportaciones crecieran un 1,9 % en 2020 gracias a la demanda exterior de productos médicos o electrónicos por la covid.
Además, China tiene su propia hoja de ruta y, al margen de prever un crecimiento de más del 6 % para 2021, busca con un nuevo plan para el período 2021-2025 lograr la autosuficiencia tecnológica, acelerar la ya considerable implantación de las redes 5G, aumentar su inversión en I+D o reducir sus emisiones de CO2.
Entretanto, las imágenes del asalto al Capitolio por parte de seguidores de Trump semanas antes de que el nuevo presidente electo, Joe Biden, jurase su cargo, abrieron otra crisis existencial en el país norteamericano que China vio con estupor.
No obstante, a los estrategas chinos les inquieta que Biden fortalezca su red de alianzas, especialmente la transatlántica, pero ante todo piensan que el nuevo presidente será menos nocivo para su propio país de lo que lo fue Trump, explicó recientemente a Efe el profesor del Centro de Política Global Carnegie-Tsinghua Tong Zhao.
CONTINÚA LA TENSIÓN BILATERAL
En cualquier caso, la relación entre ambos no tiene visos de dar un giro de 180 grados con la llegada de Biden a la Casa Blanca: contrarrestar a China, por parte de Washington, y disuadir a Estados Unidos de que lo haga, por parte de Pekín, conforman el actual 'statu quo', en el que también entran las campañas de ambos por ampliar sus redes de influencia en los mercados emergentes.
Biden buscará una mayor cooperación internacional, apunta Himmelstein, aunque en el campo sanitario "ya ha dejado claro que se pondrá del lado de las grandes farmacéuticas en lo referido a propiedad intelectual de las vacunas, lo que limitará su acceso".
Mientras, China ya tomó la delantera en este aspecto y ha vendido sus antídotos a más de 60 países en todo el mundo.
Con todo, las acusaciones de violaciones de derechos humanos o las dificultades para impulsar su poder blando continúan siendo algunas de las asignaturas pendientes de un gigante asiático que aspira a entronizarse como la gran potencia económica mundial de las próximas décadas.
Con información de EFE