El suicidio es uno de los mayores desafíos de salud pública a nivel mundial. Cada 40 segundos, una persona se quita la vida, lo que suma más de 703.000 muertes al año según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Esta dolorosa realidad no afecta solo a las víctimas directas, sino que también tiene un impacto devastador en las familias y sus entornos cercanos, quienes deben enfrentar el duelo y la pérdida. En la Región de las Américas, las cifras son particularmente alarmantes: entre 2015 y 2019 se registraron un promedio de 98.000 suicidios al año, siendo la única región en la que las tasas han ido en aumento durante ese periodo.

En Uruguay, la situación no es diferente. Cada semana, 16 uruguayos deciden poner fin a su vida, lo que equivale a más de 800 personas al año. Este problema afecta a diversos sectores de la población, desde jóvenes hasta personas mayores, y se ha convertido en una prioridad de salud pública que no puede ser ignorada.

Aunque la conducta suicida es compleja y puede estar influenciada por numerosos factores, es importante recordar que los suicidios son prevenibles. Existen intervenciones oportunas y de bajo costo que, con la correcta implementación, pueden marcar una diferencia significativa. Los profesionales de la salud, especialmente aquellos en el nivel primario de atención, son actores clave para la detección y apoyo a las personas en riesgo. Sin embargo, no es solo tarea de los especialistas: la prevención del suicidio requiere el compromiso de toda la sociedad.

Uno de los aspectos más críticos en la prevención es fortalecer los vínculos sociales y fomentar la conciencia en nuestras interacciones cotidianas. Hablar sobre el suicidio, romper el silencio y brindar un espacio seguro para que quienes atraviesan momentos difíciles puedan compartir lo que sienten, es fundamental. Las personas que consideran el suicidio no buscan ser juzgadas, sino comprendidas y apoyadas. Mostrar empatía y cercanía puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.

Existen diversos factores de riesgo que pueden incrementar la vulnerabilidad de una persona al suicidio. Entre ellos se incluyen la depresión, trastornos mentales, abuso de sustancias, intentos previos de autoeliminación, antecedentes familiares de suicidio, así como situaciones de crisis económicas, violencia o acoso.

Es importante que, como sociedad, apostemos a promover una cultura de cuidado y apoyo mutuo. Hablar sobre el suicidio no debe ser un tabú; al contrario, visibilizarlo puede salvar vidas. No podemos darnos el lujo de omitir el tema: la prevención es una responsabilidad colectiva que comienza en nuestras familias, escuelas, trabajos y comunidades.

Las personas que están transitando por un momento difícil y que están pensado en suicidio, requieren de un apoyo cercano, comprensivo, que no los juzgue. Se requiere sentir que no estamos solos.

Prevenir el suicidio es posible. Si construimos un entorno donde todos se sientan apoyados y escuchados, estaremos dando pasos hacia una sociedad más justa y compasiva.

El pasado 10 de setiembre, en ocasión del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, OPS Uruguay lanzó “el banner que no se puede omitir”, una acción para concientizar sobre la importancia de convertir la salud mental en una conversación cotidiana libre de estigmas.

Si tú o alguien que conoces está en riesgo de suicidio, busca ayuda. Hablar con alguien de confianza puede marcar la diferencia. Las líneas de apoyo están disponibles las 24 horas. Linea Vida: 0800 0767 o Emergencias al 911.

En esta web puedes encontrar recursos de apoyo: https://www.paho.org/es/uruguay/salud-mental

Línea vida: 0800 0767 *0767

Línea de apoyo emocional: 0800 1920

Funcionan durante las 24 horas, todos los días del año, sin importar a qué prestador de salud esté afiliada la persona que consulta.