Por The New York Times | Emma Goldberg
Pero el año pasado, sucedió algo que cambió esa órbita. Comenzó con los letreros que Haner veía aparecer en los aparadores mientras se dirigía en auto a su trabajo: “¡Estamos contratando!”. McDonald’s estaba contratando. Walgreens estaba contratando. Taco Bell cerró temprano porque no tenía suficiente personal. Parecía que todos en Midland, Míchigan, necesitaban empleados. Así que Haner comenzó a preguntarse: ¿por qué el trabajo no giraba en torno a las personas como él?
“Es una verdadera locura”, comentó Haner, de 32 años, quien el verano pasado renunció a su empleo en Applebee’s y aceptó un puesto de ventas totalmente a distancia en una empresa de tecnología. “Decidí correr el riesgo porque pensaba: ‘Si esto no funciona, puedo acceder a otros 100 empleos’”.
El año pasado, más de 40 millones de personas renunciaron a su empleo, muchas de ellas en las áreas de ventas y hospitalidad. A esto se le dio el nombre de la Gran Dimisión y luego una serie de otros nombres: la Gran Renegociación, la Gran Reorganización, la Gran Reformulación. Pero la gente no estaba abandonando del todo su trabajo. Seguía teniendo que ganar dinero. Gran parte de la ayuda que se otorgó por la pandemia se suspendió en el otoño y, para enero, las tasas de ahorro bajaron al 6,4 por ciento, su nivel mínimo en nueve años. Pero los trabajadores se percataron que podían encontrar mejores modos de ganarse la vida. Un sueldo más alto, horas estables, flexibilidad. Esperaban que sus empleadores les dieran más y parecía que lo estaban logrando.
Applebee’s decía que la seguridad de sus trabajadores y de sus clientes era una prioridad. “No se permite ningún tipo de comportamiento agresivo”, señaló Kevin Carroll, director de operaciones de la empresa.
En todo el país, había muchísimas oportunidades para los trabajadores y podían dejar de aceptar lo que solían estar obligados a tolerar, ya fuera jefes estrictos o agresiones de los clientes. Además, para que las empresas siguieran funcionando, los jefes tenían que comenzar a escuchar a los empleados.
“Esto se ha percibido como si se estuviera rechazando el trabajo, pero yo lo he visto como que la gente está aprovechando la gran cantidad de oportunidades de empleo”, señaló Nick Bunker, director de investigación económica para Norteamérica en Indeed Hiring Lab. “Las personas siguen teniendo que pagar sus cuentas”.
El año pasado, cuando se pusieron en marcha las vacunas y los estímulos económicos y a los gobiernos locales y estatales les urgía regresar a la normalidad, las empresas requirieron cada vez más trabajadores, los cuales aprovecharon el momento para replantear lo que esperaban de sus empleadores. Eso no implicaba que millones de personas desconectaran sus computadoras para siempre ni que las lanzaran al mar. Significaba que los empleados de bajos salarios colgaran sus delantales y se fueran a otra empresa que estuviera contratando personal. También implicaba que los empleados administrativos, alentados por la situación del mercado laboral, les dijeran a sus empleadores exactamente cómo y dónde quieren trabajar. Muchas de las personas que renunciaron a su trabajo el año pasado en realidad cambiaron de empleo, de acuerdo con los datos de la Oficina de Estadísticas Laborales y del censo, los cuales muestran una correlación de casi uno a uno entre la tasa de dimisión y de intercambio. Es más común que las personas que han cambiado de empleo estén en las áreas de ventas, hospitalidad y entretenimiento. En el campo de la hospitalidad y el entretenimiento, la tasa de empleados que renunciaron aumentó de 4 a casi 6 por ciento desde que comenzó la pandemia. En el comercio, pasó de 3,5 a casi 5 por ciento. Los empleadores de trabajos administrativos siguieron teniendo problemas para contratar, pero tuvieron muchas menos renuncias. Por ejemplo, la tasa de dimisión en el área de finanzas bajó al inicio de la pandemia y ahora solo está un poco por debajo del 2 por ciento y, en términos generales, en el área de los medios y la tecnología se mantuvo constante, también por debajo del 2 por ciento.
Al cambiar de empleo, los trabajadores casi siempre incrementaron su salario. Durante el año pasado, los salarios crecieron casi el diez por ciento en las industrias de la hospitalidad y el entretenimiento y más del 7 por ciento en la de ventas. Puesto que disminuyó el porcentaje de quienes trabajaban medio tiempo, los trabajadores también pudieron aumentar sus turnos.
Una pequeña parte de la gente dejó el trabajo por completo, aunque casi siempre eso sucedió en el caso de hombres mayores que se estaban jubilando antes de cumplir 65 años, pero algunos de ellos ahora están regresando a trabajar. La diferencia entre los “baby boomers” que se están jubilando y el grupo más reducido de jóvenes que se están incorporando al mercado laboral también ha contribuido al aumento de la oferta de trabajo. Pero en términos generales, la gente no ha dejado de trabajar ni puede darse el lujo de hacerlo. El año pasado hubo menos dimisiones y más cambios por algo mejor: otro empleo, más horas y mejor salario.
En realidad, los trabajadores no modificaron lo que sentían acerca de su trabajo, sino que modificaron sus expectativas. “La mayoría de la gente jamás ha querido trabajar y solo lo hace porque de algo tiene que vivir”, comentó Rebecca Givan, profesora adjunta de Estudios Laborales en la Universidad Rutgers. “Ahora, los trabajadores están diciendo: ‘Vamos a responsabilizar a nuestros jefes y exigirles más’”. El momento actual en el lugar de trabajo se ha etiquetado como antiambicioso. Pero para muchos trabajadores, la frustración dio lugar a una explosión de ambiciosas demandas para obtener mejores empleos: ascensos, cambios de industria, horas estables, licencias por enfermedad, permisos por pérdida de seres queridos, licencias por maternidad, planes de retiro, protección de la seguridad, vacaciones. “Ya nadie quiere trabajar”, decía un letrero afuera de un McDonald’s que apareció en un video de TikTok que se hizo viral. A lo que el antiguo secretario del Trabajo, Robert Reich, respondió: “Ya nadie quiere ser explotado”.
El año pasado, cuando millones de personas dijeron: “Renuncio”, el cálculo llegó más allá de los confines de las empresas y las industrias como su centro. Los empleados administrativos no estaban renunciando con la misma rapidez que quienes trabajaban en hospitalidad y ventas. Pero, al estar conscientes de que hay poco desempleo y una feroz competencia por talentos, también plantearon serias demandas a sus empleadores.
“Existe la amenaza de renunciar, más que la renuncia en sí”, señaló Bunker. “Los empleados saben que cuentan con un poder de negociación”.
Están ejerciendo ese poder sobre todo con respecto a la flexibilidad. El cierre de oficinas les dejó a los trabajadores una sensación de autonomía a la que no estaban dispuestos a renunciar. Incluso algunos de los jefes que parecen inalcanzables en Wall Street reconocieron que las viejas normas ya no se sostienen. Por ejemplo, Citigroup, Wells Fargo y BNY Mellon les dijeron a los banqueros que su regreso a la oficina sería híbrido y que no implicaría trasladarse cinco días a la semana. En una conferencia reciente de la industria, Jessica Kriegel, directora de gente y cultura en Experiencie.com, una empresa tecnológica, se reunió con sus colegas de recursos humanos e intercambiaron todo tipo de anécdotas sobre las peticiones de un personal envalentonado. Había relatos de personas que pedían aumentos que cuadruplicaban su salario. Había casos en que las empresas celebraban las reuniones sobre sus estrategias en retiros a puertas cerradas en Napa, California, y que ahora se habían ampliado para incluir al personal de nivel inferior en reuniones públicas.
Kriegel mencionó que a un excelente trabajador le había concedido un aumento espectacular y que había visto otro aumento mediante tres promociones: de colaborador a director y luego a vicepresidente en solo un año.
“Están pidiendo ascensos que ni siquiera se vinculan con incrementos económicos para ponerlos en su cuenta de LinkedIn”, señaló Kriegel. “Las personas que están al inicio de su carrera están recibiendo el título de director”.
Así que a la directora de recursos humanos le sorprende escuchar decir a sus colegas que la gente está trabajando extra, porque ella está viendo que su personal se molesta exactamente por el tipo de trabajo que desea hacer. “Estamos comenzando a ver que la gente siente que no tiene que vivir con temor”, explicó. “No se trata de antiambición, sino de una increíble ambición”.
Haner, quien dejó Applebee’s, hace poco recibió un aumento del 16 por ciento, lo que lo coloca con un sueldo por hora muy por encima de sus salarios en Applebee´s. Cuando sus amigos le preguntan acerca de su trabajo, les cuenta con detalle sobre las profundas conversaciones que tiene con su gerente. Cuando le pidió permiso para ir al funeral de su abuelo, algo que se imaginaba que en Applebee’s habría sido desaprobado, le dijeron que la empresa otorgaba permisos por pérdidas de familiares.
Aunque un trabajo sigue siendo un trabajo, el despertador ya no le provoca esa sensación de miedo porque ahora tiene una nueva sensación: “Nos tratan con respecto”. Porsha Sharon, una administradora de oficina en un despacho de abogados que renunció a su empleo en una pizzería, afuera del edificio donde se encuentran sus oficinas en Detroit, el 1° de mayo de 2022. (Brittany Greeson/The New York Times) Porsha Sharon, una administradora de oficina en un despacho de abogados que renunció a su empleo en una pizzería, afuera del edificio donde se encuentran sus oficinas en Detroit, el 1° de mayo de 2022. (Brittany Greeson/The New York Times)