Por The New York Times | Tariq Panja and Gaia Pianigiani
Incluso para los estándares del turbio y multimillonario mercado de transferencias de los futbolistas, en el que los valores a veces son poco más que suposiciones de colaboraciones colectivas, hubo un acuerdo que destacó en el verano de 2020.
Lo que atrajo la atención no fueron necesariamente las decenas de millones de dólares que el Nápoles, un gigante de la liga italiana, le estaba pagando al club francés Lille por firmar a Victor Osimhen. Pocas personas habrían argumentado que Osimhen, un joven delantero nigeriano con un gran potencial, no valía un precio exorbitante.
Más bien, lo que causó conmoción fue la valuación de cuatro jugadores poco conocidos que iban a hacer el viaje opuesto al norte de Francia: un viejo arquero suplente de Grecia y tres jóvenes jugadores de poco pedigrí.
Los documentos oficiales muestran que el Lille recibió 71,25 millones de euros (poco más de 81 millones de dólares) por Osimhen, una estrella en ascenso que ahora está floreciendo en el máximo circuito de Italia. De los otros, un grupo que fue vendido —en el papel, al menos— por 20,1 millones de euros (23 millones de dólares), ahora apenas queda rastro. Tan solo uno, el arquero Orestis Karnezis, de 36 años, ha aparecido en un partido con el Lille. Los otros tres regresaron a Italia. En este momento, dos juegan en las divisiones más bajas del fútbol italiano. Uno juega a nivel semiprofesional.
Un año más tarde, nadie parece ser capaz de aclarar cómo fue que en algún momento las cifras tuvieron sentido. Y ese es un problema porque las autoridades financieras y futbolísticas de Italia ahora están haciendo preguntas sobre acuerdos que pudieron haber violado reglas financieras, si no es que la ley penal.
Las investigaciones en Italia, en medio de susurros que acusan a algunos clubes de abusar del mercado —equipos que en algunos casos son empresas que cotizan en bolsa—, tan solo son los intentos más recientes para iluminar los oscuros rincones del sistema de transferencia de futbolistas, una industria de 7000 millones de dólares que a menudo ha desafiado las regulaciones. Están encontrando un salón de espejos en el que las regulaciones laxas, la contabilidad creativa e incluso los clubes fantasmas pueden distorsionar el mercado y donde incluso la gente con información privilegiada suele ser incapaz de responder una simple pregunta:
¿Cuál es el valor de un futbolista?
Hasta el momento, las autoridades del fútbol italiano han identificado 62 transacciones de jugadores durante dos temporadas, entre ellas la que involucra la adquisición que hizo el Nápoles de Osimhen. Sin embargo, la Juventus, el equipo más grande de Italia según la mayoría de las métricas, es la que enfrenta más escrutinio: los investigadores están revisando 42 acuerdos del club, principalmente relacionados con movimientos de atletas poco conocidos de sus reservas o equipos de juveniles, pero también incluyen algunas transacciones de alto perfil con dos de los equipos más grandes de Europa, el Barcelona y el Manchester City, los cuales han enfrentado sus propios problemas para cumplir las reglas de control financiero.
La Juventus no ha realizado comentarios, pero en su más reciente informe financiero les dijo a los accionistas que la Consob, el equivalente italiano a la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos, ha “iniciado una inspección: de sus ingresos relacionados con la compra y venta de jugadores”.
El dueño del Nápoles, el productor de cine Aurelio De Laurentiis, señaló que no le preocupaba la investigación. “No me preocupa porque soy un guerrero”, dijo por teléfono.
De acuerdo con documentos que revisó The New York Times, entre los acuerdos que están bajo escrutinio en la investigación italiana se encuentra un intercambio entre la Juventus y el Manchester City de los defensas Danilo y João Cancelo, así como otro que les permitió a ambos equipos registrar ganancias de 10 millones de euros por intercambiar dos delanteros adolescentes antes de que debutaran con el primer equipo.
La Juventus tuvo un acuerdo similar con el Barcelona, en el cual dos delanteros sudamericanos poco conocidos cambiaron de clubes, y las autoridades también están investigando una transacción de 2020 que involucra a los mediocampistas Arthur Melo y Miralem Pjanic y, según los clubes, valía más de 130 millones de euros (unos 148 millones de dólares). Incluso en ese momento, el valor principal del acuerdo parecía ser un ejercicio de contabilidad, en vez de uno deportivo.
En el caso del Nápoles, el fichaje bajo escrutinio permitió que el club redujera parte de los costos —en el papel, al menos— asociados con la adición de Osimhen, una de las contrataciones más caras en la historia del club. Al igual que los balances de sus rivales nacionales, el del Nápoles debe cumplir ciertos requisitos financieros que establece la federación italiana y regulaciones de control de costos relacionadas con la Liga de Campeones, la competencia de clubes más rica del fútbol europeo.
Al enviar a los cuatro jugadores de menor talla al Lille como contrapesos en el acuerdo por Osimhen, el Nápoles pudo demostrar los 20,1 millones de euros como un ingreso de millones en sus libros, una práctica conocida como plusvalenza, o ganancia de capital, que en temporadas recientes se ha vuelto un lugar común de los acuerdos de transferencias. La práctica incluso se ha vuelto más valiosa durante la pandemia de la COVID-19, cuando los ingresos de los clubes se deterioraron debido al cierre de los estadios, los partidos cancelados y la ansiedad económica. Esas mismas fuerzas han afectado el mercado de transferencias, pues se han reducido los precios y se han restringido los movimientos… una dificultad más de los grandes clubes para equilibrar sus libros a fin de cumplir las reglas.
El mes pasado, Paolo Boccardelli, el director del organismo supervisor de la federación italiana de fútbol, conocida como la Covisoc, le escribió a su fiscal para aconsejarle que empezara una investigación sobre los acuerdos del mercado de transferencias en Italia. En la carta, la cual revisó el Times, Boccardelli resaltó un punto evidente, uno que —en privado, al menos— los representantes de los clubes involucrados en la investigación han estado ansiosos por mencionar: nadie sabe del todo cuál es el valor de un futbolista. “Podemos decir que en muchos casos es una especie de ficción”, opinó Pippo Russo, autor de un libro sobre el mercado de transferencias, quien investigó y destacó varias transacciones curiosas que involucraban a equipos italianos, entre ellas algunas de las que ahora están señalando los reguladores. “Deben hacer esto porque tiene que tener cuentas anuales en orden”. Por lo tanto, el involucramiento de la Consob, la autoridad regulatoria financiera de Italia, es notable, pues su interés en los fichajes de la Juventus, una empresa que cotiza en bolsa, podría acarrear graves consecuencias si se descubre que el club violó la ley. Los poderes de los fiscales del fútbol son limitados para imponer castigos, como descontar puntos y en algunos casos incluso relegar a una división inferior.
Por ejemplo, en 2018, una investigación reveló que el Chievo Verona se había involucrado durante años en una argucia para inflar el valor de los jugadores jóvenes que intercambiaba con otro club, el Cesena. Las transacciones, valuadas en millones de euros en total, permitieron que cada equipo cumpliera los requisitos de registro para obtener licencias que les permitieran jugar en las ligas profesionales.
No obstante, aunque el Chievo fue castigado, algunos dueños de equipos en Italia han expresado frustración sobre reglas que a menudo cambian o no se hacen cumplir para proteger a los equipos más exitosos. Por ejemplo, el campeón de la temporada pasada, el Inter de Milán, aseguró su primer título en once años, aunque no pudo pagar su nómina. La liga, citando la pandemia de la COVID-19, relajó su regulación sobre los pagos de salarios a la mitad de la temporada.
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